“Misterios que tiene la vida de cómo tus ancestros se van manifestando de diferentes formas”, dice una voz en off en los primeros segundos del documental Revelar. A pesar de los aciagos días que corren, donde la cultura nacional es desfinanciada, en el marco del desmantelamiento de todo vestigio de proyecto nacional de inclusión de mayorías, un estreno del cine nacional sobre la restitución identitaria, realizado con el apoyo del INCAA antes del desguace, recorre la búsqueda de la verdadera identidad impresa en el cuerpo, materia prima de las emociones. Nos recuerda, una vez más, la importancia de la amorosa resistencia colectiva que llevan adelante Las Abuelas, pioneras curadoras de las identidades que componen la memoria histórica.
A contrapelo de este clima de época de posverdades, de relatos efímeros e intrascendentes, las experiencias vividas y relatadas en el documental de Fermín Rivera capturan indicios poco frecuentes en el abordaje de la reconstrucción de la verdad. La búsqueda de la identidad apropiada por el plan sistemático de robo de bebés de la última dictadura militar asoma desde el registro sensible, señalando la determinante e ineludible presencia de las ausencias forzadas, en una indagación incesante entre los sonidos, olores e imágenes de los recuerdos que resuenan y se atesoran entre hijxs de desaparecidos.
Con el relato coral de lxs nietxs Lorena Battistiol Colayago, Pedro Sandoval Fontana, Claudia Poblete Hlaczik, Horacio Pietragalla Corti, Guillermo Amarilla Molfino, Victoria Donda Pérez, Guillermo Pérez Roisinblit y Leonardo Fosatti Ortega, se recorre, como imágenes fotográficas en proceso de revelado, lo vivido en el proceso de búsqueda de la identidad sustraída y las infancias robadas. En cada testimonio se refuerza la importancia de encontrar las piezas de un rompecabezas que siempre aparece incompleto pero que no sólo requiere de datos e información fáctica. Está también en gran medida en la memoria que guardan los cuerpos, en reconocerse en otra cara, en un gesto familiar, en imágenes y sensibilidades. Se encuentran en las elecciones del presente, como la de Guillermo, de tocar el acordeón antes de saber que lo hacía su madre, o la de Horacio cantando una canción que le gustaba y cantaba la suya, y el dulce de leche con salame que come Victoria Donda, desde antes de saber que también lo hacía su mamá. “De a poco fui construyendo el cariño por mis papás”, relata Claudia Poblete.
“La restitución de la identidad es un proceso largo, pausado y permanente. Hay múltiples puntos de partida e hilos conductores formando un entramado sostén que se construye a medida que se van encontrando las propias raíces. La trama es uno mismo”, dice Ángela Urondo Raboy, autora del libro ¿Quién te crees que sos?, hija de la periodista Alicia Cora Raboy y del escritor Paco Urondo, desaparecidos los dos. Sus textos, en sintonía, recorren el relato.
“Quería parecerme a alguien”, dice Leonardo. “¿A quién me parezco?”, decía Horacio. La potencia de las imágenes y sensaciones en los recuerdos entre quienes des-andaron la apropiación se une a la acertada y paciente tarea de las Abuelas en el camino del reconocimiento y la recuperación de la identidad. En cada una de éstas, en los proyectos e historias personales, aparece la historia colectiva de una generación, que tiene vigencia y continuidad en el presente, a pesar de los embates hoy presentados en envases libertarios.
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El documental de Rivera es sobre la búsqueda incesante de memoria, verdad y justicia frente a los delitos de lesa humanidad, pero es más que eso y hay tal vez una pista para no perder de vista. Estrenado en el acuciante contexto político de los días que tocan, donde las disputas políticas se dirimen más por elecciones ciudadanas realizadas desde la emoción que por la definición racional de proyectos políticos en juego, la búsqueda de la identidad para reconstruir la propia historia pone en primer plano la relevancia de los registros sensibles en las batallas político-culturales. Tal vez se diriman en el relato histórico que acompañe las emociones de estos tiempos.
El transcurso del tiempo a 48 años del golpe militar nos exige pensar que las resistencias son a largo plazo, y que resulta crucial el traspaso generacional de la posta, para dar continuidad tanto a las búsquedas que todavía faltan como a los proyectos colectivos que permitan soñar futuros a las grandes mayorías.
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