NO ERA GARDEL

La música que escuché mientras escribía

 

El domingo pasado en la radio pasó lo que nunca. Hicimos todo lo previsto y nos sobraron cinco minutos. Pedí entonces que me buscaran un tango de Gardel, porque lo amo y trae suerte, que tanto necesitamos. En cuanto empezó Nostalgias, el bellísimo tango que Juan Carlos Cobián y Enrique Cadícamo crearon en 1935, nos llamó la atención la guitarra, más sofisticada que el rasgueo metálico habitual con El Mudo.

En cuanto entró el cantor, Marcelo Figueras, que sabe todo sobre el rock en inglés, saltó: "No es Gardel". Yo pedí que lo dejaran igual, porque era Charlo, un pianista, cantor, autor, compositor y actor cuyo nombre legal era Carlos Pérez de la Riestra, que durante medio siglo cantó con las mejores orquestas y fue parangonado con Gardel, que además era su amigo y admirador. Tanto, que le regaló su famoso sombrero. Mirá la foto de los dos juntos en el encabezamiento de esta nota. Es de 1933, cuando Gardel partía para la que fue su última gira.  Hace justo un año le habíamos dedicado esta sección.

 

 

 

Guillermo Hernández se admiró por el swing de la  guitarra en Nostalgias y quiso saber quién era. Una respuesta tentativa dice que Vicente Spina, pero no lo afirmo con seguridad. Me pregunto si no podría ser el propio Charlo, que varias veces se acompañó con la guitarra, el acordeón y al piano.

Nacido en 1905 en una familia de hacendados del Avestruz, La Pampa, Carlos era un adolescente cuando la familia se mudó a Buenos Aires, donde estudió derecho, piano y composición, cuando ya se las rebuscaba con el violín y la guitarra. Comenzó a cantar como profesional antes de cumplir 20 años, primero en la radio Cultura y después en el teatro Comedia. También grabó sus primeros temas, con música y letra propias, con un par de guitarristas y luego con dos de las orquestas más conocidas de entonces, las de Roberto Firpo y Francisco Canaro. Uno de sus guitarristas fue Edmundo Rivero, que todavía no se había decidido a cantar.

La confusión con Gardel data de aquellos años. Lejos de halagarlo lo preocupaba, porque quería encontrar su voz propia y no medrar a la sombra del gigante. En 1935 y 1936 actuó y cantó en dos películas dirigidas por Mario Sofficci y Luis César Amadori, Alma de Bandoneón, con Libertad Lamarque, y Puerto Nuevo, un melodrama que comienza en la villa miseria de Puerto Nuevo, que se recrea luego en el teatro de revistas. En Alma de Bandoneón cantó su propio tango Horizontes, con letra de Homero Manzi, y en Puerto Nuevo, Yo también soñé, de Canaro y Luis César Amadori, que lamentablemente está fuera de sincro.

 

 

 

De Amadori (y Luis Rubinstein) también interpretó Olvido, con referencias muy explícitas a la crisis económica y social  de la década infame y el desplome de la clase media. Se refiere a "la oscura caravana de dolor de los hombres sin hogar".

 

 

Esa realidad de la que surgió el peronismo es aun más evidente en Las vueltas de la vida, que grabó con guitarras en 1940, compuesta por él, con música de Canaro.

 

 

Si tenés tiempo y ganas, aquí podés ver completa Puerto Nuevo. La calidad de la imagen es miserable, porque así se descuidan piezas inestimables de la cultura nacional.

 

 

Heredero de una familia de muy buena posición económica, Charlo vestía como un dandy. Esa es una palabra inglesa que se usaba para referirse a un hombre de extrema elegancia y buenos modales. Hoy nos causa gracia, pero entonces  influyó en la moda masculina de la época.

Es una pena que no existan grabaciones de los temas que Charlo cantó con la orquesta que dirigieron el pianista Lucio Demare y el violinista Elvino Bardaro, dos de las mayores figuras del tango antes de la aparición de Astor Piazzolla. Vardaro fue incluso parte de esa revolución, porque Pantaleón lo veneraba.

Vardaro, con el violín bajo el brazo, y Demare al piano.

 

Creo que te conté que tuve el privilegio de tratar a Demare, que además de un pianista y compositor exquisito era una persona refinada y amable.

Charlo hacía de todo y todo lo hacía bien. Primero una actuación en Montevideo, luego otra en Brasil, le abrieron las puertas de toda América, donde tuvo tanto éxito que llegó a ser muy popular en Chile, Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela, Panamá, Cuba y Estados Unidos. También saltó a España, Portugal, Francia y Bélgica, donde no sólo cantó tangos. Como compositor, escribió temas perdurables, con grandes poetas como Homero Manzi, Cátulo Castillo, Celedonio Flores y José María Contursi, además de sus propias letras, como su Ave de paso sobre aquella experiencia internacional.

 

 

Casado con la cantante y actriz Sabina Olmos, fueron víctimas de la persecución dictatorial por los golpistas que derrocaron a Perón en 1955. No podían actuar en la Argentina, eran amenazados, podían ser detenidos, de modo que salieron  del país y no regresaron por mucho tiempo.

Charlo lo reflejó en su Tango de la ausencia, que durante años no pudo cantar porque se emocionaba. Lo contó años después, durante una entrevista en el canal 4 de Montevideo con Miguel Ángel Manzi (nada que ver con Homero). Pese a la baja calidad del video, es una delicia. Allí Charlo tocó al piano el tango que compuso para los 50 años con el tango de Osvaldo Pugliese. Podés escuchar esa joya, digna del autor de La Yumba, a partir del minuto 12.10.

 

 

Son varios los autores que consideran a Charlo parte del cuarteto de los más grandes, con Gardel, Ignacio Corsini y Agustín Magaldi. Para mi gusto personal, entre sus contemporáneos sólo se compara con Gardel. Tal vez cometió el error de vivir 85 años, en vez de los 40 de Magaldi y los 45 de Gardel.

 

 

 

 

 

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