Devoradores de electricidad
A quién beneficiaría la privatización de las centrales hidroeléctricas anunciada por el gobierno
En nuestra etapa de formación profesional en el exterior, nos quedó grabado aprender a preguntarnos who profits, who cares? (¿quién se beneficia, a quién le interesa?), frase útil para definir líneas de investigación, pero más aún para entender el entorno social y político de las decisiones. Es por ello que ante el anuncio del 9 de agosto de este año acerca de la privatización de nuestras cuatro centrales hidroeléctricas patagónicas (decreto 718/2024) nos hicimos esa misma pregunta. Hace ya 30 años (decreto 287/1993) se habían concesionado las cuatro –Chocón, Alicurá, Piedra del Águila y Cerros Colorados–, en un excelente negocio para una Patria Gestora que administró un bien construido por todos y lucró sin necesidad de mantenerlo ni mejorarlo. Algo parecido a lo que ocurre con peajes en las autopistas: se nos cobra por el uso, pero si se rompe lo arregla el dueño, es decir el Estado, es decir todos nosotros. Ocurrió en los años ‘90, época en que a esas concesiones se las denominaba privatizaciones. Pero ahora se propone otra cosa más simple, venderla. No encontrábamos respuesta a cuál era el negocio, a todas luces es más redituable gestionar su uso y que lo arregle otro.
Pero esa no era la única pregunta sin respuesta. ¿Por qué Elon Musk estaba tan interesado en instalar sus satélites para comunicar a la Argentina? Tampoco parecía un negocio que ameritase tanto alboroto, ya que Starlink está disponible en todos los países ricos y casi toda América Latina. Algunos decían que era por el litio, pero Tesla Inc. procesará el litio en su nueva megaplanta en Texas que se abastece de Arcadium Lithium y Ganfeng Lithium, ambas ya radicadas y desarrollando sus emprendimientos en el norte argentino.
Una pregunta más: ¿por qué tantos mimos a nuestro Presidente por parte de los capitanes de la nube y la inteligencia artificial? Estaba claro que no se trataba de su admiración por un estadista nigromante, ni de su interés por una mano de obra calificada que pueden contratar sin su permiso ¿En serio nuestra cada vez más pequeña economía es un botín tan apetecible?
El híper-consumo
La epifanía ocurrió escuchando una ponencia internacional en que un investigador explicó la necesidad de mejorar las eficiencias de los sistemas de comunicaciones y citó el artículo de la revista Nature titulado “Cómo evitar que los centros de datos se devoren la electricidad del planeta”. El artículo, así como cientos de estudios posteriores, se enfoca en la necesidad de desarrollar sistemas más eficientes para evitar la proyección catastrófica que indica que para 2030 los centros de datos consumirán más del 20% de la electricidad producida en el planeta. Esto sería consumir 9.000 TWh al año, de los 40.000 TWh que se proyectan como consumo total. Para entender un poco estos números es 1TWh = 1.000.000.000 kWh (mil millones de kWh), que es la unidad en que vienen nuestras facturas de luz. Para comparar, la Argentina anualmente produce 150 TWh y de ellos las centrales a privatizar son responsables de más de 10 TWh.
Los argumentos generalizados de que simplemente se debe aumentar la eficiencia de los sistemas de transporte y almacenamiento de datos son contradictorios. Parecen ignorar la paradoja planteada en 1865 por el economista británico William S. Jevons: los datos muestran que cuando se establece un aumento de la eficiencia, el consumo no disminuye sino que aumenta, pues la disponibilidad de nuevos recursos atrae la demanda. Un ejemplo práctico que todos conocemos en Buenos Aires es que la ampliación de un carril en la avenida General Paz y la reforma de la Autopista Panamericana no mejoraron el tiempo de viaje en las horas pico, sino que simplemente aumentaron el número de automóviles que las transitan.
Para describir la crisis que se avecina con más detalle miremos algunos números recientes, como el reporte de 2024 de la International Energy Agency (IEA; Agencia Internacional de la Energía). Allí el pronóstico más optimista señala un aumento en la tasa de crecimiento de la demanda de energía por parte de los centros de datos, inteligencia artificial y criptomonedas que duplicaría el consumo para 2026. Esto representa un consumo de 1.000 TWh, equivalente, por ejemplo, al uso total de electricidad de Japón.
En el gráfico siguiente se muestra la distribución de centros de datos en el mundo según lo reportado por Petroc Taylor en el sitio especializado Statista. En el mundo hoy hay más de 10.000 centros de datos, el 45% de ellos están ubicados en Estados Unidos, seguido por Alemania y Gran Bretaña con diez veces menos de centros. En esta lista podemos ver a México con 170 centros y a Brasil con 163 centros (la Argentina no figura entre los países que tienen más de 50 centros de datos).
Según el reporte 2024 de la IEA, en Irlanda el mercado de centros de datos se está desarrollando aceleradamente, con un crecimiento de la demanda en consumo eléctrico. “La demanda de electricidad de los centros de datos en Irlanda fue de 5,3 TWh en 2022, lo que representa el 17% de la electricidad total consumida en el país. Eso es equivalente a la cantidad de electricidad que consumen los edificios residenciales urbanos”. En el informe se agrega que “a este ritmo, en un escenario de alto riesgo, los centros de datos de Irlanda podrían duplicar su consumo de electricidad para 2026, y con las aplicaciones de IA que penetran en el mercado a un ritmo rápido, el sector podría alcanzar una participación del 32% de la demanda total de electricidad del país en 2026 si la mayoría de los proyectos aprobados pueden conectarse al sistema”.
Resumidamente puede decirse que un centro de datos es una infraestructura informática para almacenamiento y cálculo, que hace funcionar todas las aplicaciones de teléfonos y computadoras personales. La nube es una conexión de dichos centros de datos, que recubren el planeta como el cielo.
El pronóstico hasta 2030 para el Electric Power Research Institute (EPRI; Instituto de Investigación de Energía Eléctrica), de acuerdo a su informe “Impulsando la inteligencia: análisis de la inteligencia artificial y el consumo energético de los centros de datos”, es de un crecimiento en la demanda del orden del 10% por año; solo estos centros de datos representan un consumo de potencia de 35 GW, lo que representa un consumo promedio anual de 300 TWh.
El consumo se multiplica por el efecto de aumentar la generación de datos para almacenar. El investigador del equipo de Statista, Petroc Taylor, en su trabajo “Volumen de datos/información creados, capturados, copiados y consumidos en todo el mundo de 2010 a 2020, con previsiones de 2021 a 2025”, ha mostrado que en 2020 fue de 64.2 zettabytes y estima que llegará a 180 zettabytes en 2025. Vale aclarar que la unidad zettabytes corresponde a mil millones de discos duros de 1TB. Y también vale aclarar que este crecimiento ni siquiera fue adecuadamente pronosticado ante el incremento de usuarios que se incorporaron durante la pandemia. Ante el ofrecimiento de almacenamiento gratis, subimos todas las fotografías, sin ninguna clasificación y selección, total es gratis. Peor aún si almacenamos películas. El ofrecimiento de 25 GB ya no nos alcanza, pero ya es tarde para clasificar y limpiar, tenemos que pagar o tirar todo. Y 100 GB por 2.000 millones de usuarios da 0,2 zettabytes, lo cual ya es un problema más.
Estos niveles de consumo alertaron hace años a los gobiernos de Estados Unidos y países europeos. Esta alerta temprana y los pronósticos de cortes de luz por el consumo de los centros de datos y el minado de criptomonedas impusieron exigencias a futuro sobre el viraje a energías sustentables y una mejora de la eficiencia. Los gigantes informáticos (Microsoft, Amazon, Google, Meta, etc.) comenzaron a invertir esfuerzo y publicidad en su eficacia, pero la irrupción de la IA y el consumo post pandemia de Covid les hizo notar que sus metas eran incumplibles y comenzaron a ocultar datos.
Uno de los factores clave del incremento en la demanda es la aparición de la inteligencia artificial. Una búsqueda en chat GPT demanda 10 veces más energía que una búsqueda en Google (2,9 Wh contra 0,3 Wh, respectivamente), que multiplicado por 9.000 millones de búsquedas (y en aumento) representa un incremento de 10 TWh por año. Para actualizar estos números, desde su introducción en diciembre de 2022 en sólo cuatro meses el número de visitas semanales de ChatGPT-4 subió a 40 millones, lo que corresponde a 2.000 millones al año. Además de su utilización cotidiana, el entrenamiento de la IA también es un consumo considerable. Por ejemplo, ChatGPT-3 consumió en un mes de entrenamiento 1,3 GWh, y ChatGPT-4, tan sólo dos años, después consumió en tres meses 62GWh. Como se requiere reentrenar más seguido, se duplica la energía consumida cada nueve meses. ¡Y el costo de entrenamiento es una fracción menor del costo de operación!
Impacto ambiental
Pero la electricidad no es todo. Para construir nuevos centros de datos hay que tener en cuenta cinco factores.
1 - Latencia (estar bien conectado al mundo).
2 - Espacio para crecer.
3 - Velocidad de instalación.
4 - Riesgo de desastre natural.
5 - ESG (por environmental, social, and governance se refiere al impacto ambiental, social y responsabilidad corporativa).
Analicemos el problema ambiental, por ejemplo, el uso del agua para refrigeración. Para enfriar estas gigantescas redes de computadoras, que se calientan muchísimo, se usa agua que se evapora (evaporar es siete veces más eficiente que refrigerar con agua líquida). El agua del planeta disponible para uso humano es limitada. El usuario domiciliario esencialmente retira agua para su uso y la descarga sucia, o sea que aun si se desperdicia un poco de agua, la mayoría se recupera y se potabiliza. Los centros de datos, en cambio, evaporan la mayor parte del agua que retiran y esa agua no vuelve por al menos un año. El periodista Manuel Pascual ha mostrado datos en la publicación “La inteligencia artificial consume miles de millones de litros de agua”. En el siguiente gráfico se exponen los datos del consumo de agua de Microsoft, para dar una idea cuantitativa de esta situación. La proyección de consumo de agua de los centros de datos para el año 2027 es de 4.000 millones de toneladas.
Conclusión
Si consideramos estos cinco factores, sí comienza a cerrar el posible destino de nuestras centrales hidroeléctricas.
1 - Ubicación. Estarán lejos de centros urbanos, pero bien conectadas por el sistema satelital cuyo control se ha cedido a Elon Musk. Corresponde a un clima árido de la estepa con cielos despejados y unos 100 mm de precipitación anual, menos de 50 días de lluvia.
2 - Tienen espacio para crecer. Las centrales a vender producen 10 TWh anuales, suficiente para albergar los 10 centros de datos más grandes del mundo o 500 centros de datos de tamaño promedio.
3 - Construir una represa mediana lleva más de cinco años y un costo de 2.000 a 6.000 dólares por kW. Construir una represa grande como la del Chocón costaría hoy más de 5.000 millones de dólares. Ya está lista, es tiempo y dinero ahorrado.
4 - El riesgo de desastre natural fue ya evaluado por el Estado al instalar las centrales: la ubicación es ideal.
5 - Impacto ambiental: no es relevante para el gobierno local. Protegidos por el RIGI, los compradores dispondrán de abundante agua, cuyo uso no puede ser limitado.
Con los cinco puntos aclarados, ya no quedan dudas. Nos querrán hacer creer que estaremos ingresando al mundo de la tecnología, aunque vengan con sus propios equipos importados y cierren las puertas a los ingenieros locales. Sacarán del sistema interconectado una fuente de electricidad que cumple un rol esencial, gracias a la rápida respuesta que puede dar una represa ante un pico de demanda.
Llegarán veranos agobiantes con cortes de luz tan severos que ni cargar el celular podremos. Sin siquiera un ventilador, saldremos a la vereda por el calor para decir a nuestros vecinos con orgullo: ¡Ahora sí estamos en el primer mundo!
* Oscar E. Martínez es profesor titular consulto de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires e investigador superior contratado del CONICET. Nélida Mingolo es ex profesora titular de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires.
** El artículo se publicó en la agencia Paco Urondo.
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