La vulnerabilidad del dólar

Disminuye el uso del dólar como moneda de reserva global y en las transacciones comerciales

 

Los crecientes niveles de endeudamiento y déficit fiscal en Estados Unidos debido en gran parte a su gasto militar, el uso de sanciones económicas como arma política y el fortalecimiento de las relaciones en el Sur Global han dado lugar a un proceso de desdolarización en varias regiones del mundo. Ello se expresa en la pérdida relativa del dólar como moneda de reserva mundial y como medio de pago en el comercio internacional.

Este proceso no es nuevo, pero se ha intensificado en los últimos dos años. Si bien el dólar sigue siendo la moneda de reserva global más importante, su participación relativa promedio en las reservas de los Bancos Centrales del mundo ha caído del 72% en 2002 a un promedio del 58% en 2024.

 

Ahorcados por el gasto militar

Los tiempos en que los bonos del Tesoro de Estados Unidos eran considerados como el valor más seguro del mundo son parte del pasado. Estos instrumentos de deuda pública les dan a sus tenedores la seguridad de que pueden revenderlos e intercambiarlos en cualquier momento, por lo que forman parte de las carteras de todos los grandes bancos centrales del mundo. Pero según Mark Wiedman, director de BlackRock, la principal gestora de activos del mundo, se han convertido en una fuente de riesgo.

La mayoría atribuye esta realidad a la actual fragmentación del mundo, a las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y China, a la guerra perdida en Ucrania, frente a Rusia, que Estados Unidos y la OTAN se niegan a aceptar, al protagonismo de los BRICS (foro de países emergentes integrado hasta 2024 por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y a otras alianzas entre los denominados países del sur global, o al apoyo estadounidense al genocidio de Israel en Gaza y ahora en Líbano. Menos se resalta el gigantesco déficit presupuestario y los niveles de sobreendeudamiento del gobierno estadounidense como elemento determinante. Entre 2022 y 2023 dicho déficit se duplicó y superó los 2 billones de dólares. El propio presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, dijo en julio que las finanzas públicas de su país son “insostenibles”.

El FMI ha advertido que el déficit presupuestario de ese país y su deuda suponen “un riesgo creciente” para la economía global. En cuanto al déficit, este se sitúa –en promedio en el mandato de Joe Biden desde el 2021– en el 7,5% del PBI. Por otro lado, la deuda nacional de Estados Unidos asciende a 34,5 billones de dólares, cifra que se ha incrementado en un 50% desde 2020. Su pago se ha convertido en la partida más importante del presupuesto de Estados Unidos y los intereses superan incluso el gasto anual en defensa.

En agosto del año pasado la calificadora de riesgo Fitch rebajó la calificación crediticia de Estados Unidos, que perdió la máxima nota de AAA debido a

1) la erosión de la gobernanza, dadas las continuas tensiones políticas para alcanzar un acuerdo sobre los límites de endeudamiento y la ausencia de un marco fiscal;

2) el posicionamiento de la ratio de deuda pública sobre el PIB 2,5 veces por encima de la mediana de los países con rating de triple A; y

3) retos fiscales no resueltos como la creciente carga del servicio de la deuda, el creciente gasto público, el envejecimiento, entre otros. Se estima que el déficit anual oscilará entre el 5 y el 7% del PBI durante la próxima década.

Estados Unidos ha entrado en una lógica guerrerista en espiral enviando armas a media humanidad y dinero a su complejo militar-industrial y tecnológico con los recursos de los tenedores de los bonos del Tesoro. Los bancos centrales de China y Brasil han reducido sus tenencias en los últimos años, al igual que Japón (el mayor tenedor de títulos de la deuda estadounidense, seguido por China), Arabia Saudita y Rusia. En cambio, todos ellos han incrementado sus reservas en oro, lo que ha conllevado que el precio del metal se encuentre en los niveles reales más altos registrados en décadas.

 

Rebelión en la granja

China, Rusia, India, Arabia Saudita y otros países emergentes no sólo diversifican sus reservas y se desprenden de los títulos de la deuda estadounidense, sino que promueven sus propias monedas en el comercio internacional y negocian contratos de materias primas en divisas distintas al dólar. Este tipo de acuerdos han tenido lugar entre Rusia y China –80% de su comercio se realiza en rublos o yuanes–, y Rusia e India. Otro ejemplo reciente es el acuerdo firmado entre los Emiratos Árabes Unidos e India, que le permite al segundo realizar sus pagos en rupias por la venta del petróleo. Arabia Saudita ha aceptado cobrar en yuanes sus exportaciones de petróleo a China.

Otros evitan el uso del dólar vía el trueque. Es el caso entre Irán y Tailandia, que intercambian alimentos por petróleo. O el de Pakistán, que ha autorizado el trueque con Irán, Afganistán y Rusia. China está construyendo un aeropuerto de última generación en Irán, que se pagará con petróleo.

El uso de monedas locales ha tenido lugar también en grupos de países. Esta semana tuvo lugar la Cumbre de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) conformada por doce países, la mayoría de ellos miembros de la ex Unión Soviética, en Moscú. Allí se informó que la proporción de monedas nacionales en los pagos entre países de la CEI había superado el 85%.

Asimismo, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), agrupación regional que aglutina a unos 600 millones de habitantes, anunció en septiembre del año pasado un plan para desdolarizar su comercio transfronterizo y utilizar en su lugar monedas locales. El proyecto tiene ciertas similitudes con el Convenio de Pagos y Créditos Recíprocos de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), suscrito por bancos centrales de nuestra región.

A través de este convenio se cursan y compensan los pagos derivados del comercio de bienes y servicios de personas residentes de los países miembros, con un período de compensación de cuatro meses. El mecanismo se utilizó durante el período de la crisis de la deuda externa durante los '80 y, si bien la compensación se realizaba en dólares, esta podría haberse realizado a través de una unidad de cuenta distinta determinada por los países miembros. Es lo que propone el Presidente Lula al destacar la creación de una moneda para fines comerciales. Su propuesta se enmarca en evitar el uso del dólar, lo que expresó durante sus visitas a China en abril del año pasado y a la Argentina antes de que Milei asumiera la presidencia. Lula evalúa positivamente la existencia de una unidad común de referencia para el comercio regional, pues reduciría la dependencia de monedas extrarregionales.

 

Enojo

La desdolarización podría afectar al valor del dólar vía la reducción de su demanda en el mercado internacional, lo que podría provocar una depreciación de la moneda estadounidense frente a otras divisas. Esto tendría un impacto negativo en su poder adquisitivo y podría debilitar su capacidad para imponer sanciones o presionar a otros países. Si bien se trata de un proceso lento, el banco JP Morgan admite que ya se observan señales de desdolarización en la economía global.

La élite del poder estadounidense está enojada con estas acciones y empiezan a surgir amenazas de sanciones económicas y diplomáticas. Por ejemplo, el senador republicano Marco Rubio ha impulsado un proyecto de ley en el Congreso que exigiría a los Presidentes estadounidenses sancionar a las instituciones financieras que utilicen el Sistema de Pago Interbancario y Transfronterizo (CIPS) de China (que ofrece servicios de compensación y liquidación para sus participantes en moneda china), así como el servicio de mensajería financiera SPFS de Rusia y otras alternativas al sistema SWIFT centrado en el dólar. Asesores de Donald Trump debaten también formas de castigar a las naciones que se alejen activamente del dólar mediante restricciones a la exportación, imposición de aranceles, entre otros. A pesar de las amenazas, el proceso, aunque será lento, es irreversible.

La participación de Estados Unidos en el PIB mundial en 2023 fue de aproximadamente 24%, mientras que su contribución al comercio mundial ascendió al 10%. China es el principal socio comercial de la mayoría de los países del mundo y es inevitable que su comercio mutuo se realice gradualmente sin utilizar el dólar. De hecho, en abril de este año, el yuan se ha convertido en la moneda más utilizada para sus transacciones transfronterizas, superando al dólar por primera vez. Se estima que unos 40 países realizan sus operaciones comerciales con China en yuanes.

Según el economista Cristophe Morel, el principal motivo que impide que el dólar termine siendo sustituido por otra moneda se debe, sencillamente, a que actualmente no existe una alternativa viable para destronar al billete verde. “El yuan es la moneda que, en teoría, podría sustituir al dólar por su creciente protagonismo en la economía mundial, pero las autoridades chinas nunca aceptarán no controlar su balance de capital, lo que hace que el yuan sea de facto incompatible con un papel de moneda de reserva”. Con este marco y en un mundo multipolar, probablemente el sistema financiero mundial se fragmente.

En efecto, el economista Jan Krikke considera que efectivamente presenciaremos un número creciente de acuerdos multidivisas y, en algún momento, el lanzamiento de una moneda para uso comercial de los BRICS. A su juicio, dicha unidad monetaria estará respaldada por activos, pero será exclusivamente digital. “No se emitirán monedas ni papel moneda”. Habrá que ver. La realidad siempre supera cualquier especulación.

En ese sentido, los BRICS son considerados como un peligro potencial para el status del dólar debido a la intención de los países miembros de comerciar más en monedas nacionales y su creciente participación en el PBI global. En la Cumbre celebrada el año pasado en Johannesburgo se planteó abiertamente la desdolarización de los Estados que lo integran. El objetivo es aumentar su soberanía económica, minimizar su vulnerabilidad frente a las políticas monetarias de Estados Unidos, promover su integración económica y redefinir una nueva arquitectura financiera internacional.

En la próxima Cumbre, en la que participarán los cinco nuevos miembros (Arabia Saudita, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Etiopia) del 22 al 24 de octubre en la ciudad de Kazán, uno de los temas centrales será la presentación de una propuesta para desarrollar un sistema de pagos, que se aplicaría por etapas. En realidad, se trataría de darle un marco legal a lo que los países ya empiezan a realizar bilateral y plurilateralmente. En cualquier caso, las medidas que intentan desvincular las monedas nacionales de la estadounidense son la forma, de facto, que han encontrado numerosos países emergentes para transformar la arquitectura financiera internacional, con miras a hacerla más democrática y representativa del peso específico de sus economías. El progresivo aumento de poder de los países asiáticos y la paulatina pérdida de hegemonía de Estados Unidos es innegable.

 

 

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