¿Vidas humanas o superávit fiscal?

El desfinanciamiento del sistema público de salud y sus consecuencias nefastas sobre el personal

 

El dilema planteado por el actual gobierno privilegiando el equilibrio fiscal antes que la vida de los argentinos es falaz y manifiesta adicionales facetas perversas del mileísmo cuando antepone la engañosa frialdad numérica a las realidades humanas. En estos días, semejante crueldad se expresa en el desfinanciamiento crítico del sistema público de salud. Esto incide en nuevos problemas y sus consecuencias, como el cambio de marca de las agujas que se utilizan en colocar accesos venosos para administrar medicación por una más barata, que implica que haya que pinchar más de una vez a bebés.

Este repercute directamente, como se mostrará más adelante, en el número creciente de médicos y enfermeros estresados, enfermos y suicidados en el Hospital Garrahan, así como pacientes de salud mental dejados en la calle sin más atención en el Hospital de Salud Mental Laura Bonaparte.

Cabe mencionar que el trabajo en el área de salud tiene características peculiares, ya que el contacto con el padecimiento, las dolencias y el estrés de los pacientes provoca en los trabajadores del Garrahan (médicos, técnicos, enfermeros, administrativos, personal de limpieza y vigilancia) un fuerte impacto emocional que se suma al desgaste físico –motivado por la necesidad de pluriempleos–, disparador de un agotamiento prematuro con consecuencias globales en la salud del personal, ya que los obliga –en un hospital que es referente nacional de alta complejidad– a convivir cotidianamente con el padecimiento, la agonía y muerte de niños.

En el caso del Garrahan, es necesario subrayar que funciona como centro de derivación de patologías complejas para el resto del país. De esta forma tiene la particularidad de permitir el acceso a una salud de calidad a las poblaciones más vulnerables y de los rincones más remotos, con lógicas repercusiones en el trabajo cotidiano del hospital, donde hay tantos casos de patologías graves que muere un paciente por día, en su mayoría menores de un año. Ello enfrenta al personal a la situación de transitar los pasillos del hospital sobrellevando las dolencias y sufrimientos sin recibir los tratamientos adecuados, agravando así el cuadro de salud, típico del denominado síndrome de burnout, o extremo estrés laboral. Tramitar todo eso a nivel emocional no lo paga ningún aumento salarial. De allí que los profesionales del hospital bregan por mejorar las condiciones de trabajo a las cuales están sometidos.

Sólo en el primer semestre de 2024, se realizaron en el Hospital Garrahan 334.123 consultas, casi 5.000 cirugías, 57 trasplantes, más de 16.000 sesiones en el hospital de día oncológico, 91.000 prestaciones de imágenes y 12.000 teleconsultas a través de la oficina de Telesalud. Un dato más: en mayo de 2024 llegaron a 100 los trasplantes de corazón realizados, siendo el primer hospital en la Argentina en llegar a ese número en pediatría.

A esta situación se le agrega un deterioro salarial crónico que ha adquirido niveles dramáticos al habérsele agregado el último año el alto nivel inflacionario, que obliga a los trabajadores de la salud a recurrir al multiempleo para llegar algo más dignamente a fin de mes, al costo de agravar los síntomas personales señalados.

En este contexto y para poder mostrar lo más certeramente posible la situación descripta, el personal del Garrahan puso en funcionamiento su Comisión de condiciones de trabajo insalubres y/o agotamiento prematuro (CTIAP), integrada por trabajadores de diferentes áreas, que se abocó a recolectar datos para la elaboración de un informe que refleje la situación de todos quienes trabajan en el hospital pediátrico de mayor complejidad del país y la región. Entre los hallazgos estadísticos, surge que uno de cada dos trabajadores del hospital requiere tratamiento con psicofármacos, seguramente debido a las presiones y el estrés que conllevan las tareas de atención y cuidado.

Al analizar la falacidad argumental del gobierno es importante tener en consideración, en relación a la obsesión por el equilibrio fiscal, que no es lo mismo que el Estado gaste en viajes inútiles o en asesores sin idoneidad a que lo haga en educación, salud o un sistema de alerta contra inundaciones. Análogamente, los ingresos públicos no son una constante invariable sino que pueden incrementarse aplicando impuestos progresivos y quitando subsidios a poderosas empresas, así como disminuirse cuando no se obliga a los contribuyentes a efectivizar esos impuestos, otorgando prebendas arancelarias o disminuyendo aportes patronales a la seguridad social.

Por todo lo anterior, cuando el gobierno de Milei afirma que quienes nos oponemos al vaciamiento y achicamiento del Estado somos adictos al derroche, que ¡NO HAY PLATA! y demás maneras de actuar y ejecutar las perversiones más abyectas desde el poder, me pregunto: ¿cuánto aprecia la vida del 99,5% de la población este gobierno?

Cuanto antes desarmemos las mentiras orquestadas desde el poder para justificar la maldad y saña hacia el pueblo, más rápido lograremos construir alternativas de organización social para encauzar al país en una senda pacífica y de felicidad, aun en medio de tanto desastre acumulado que será harto difícil superar.

 

 

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