La semana pasada escuchamos dos versiones de la séptima sinfonía de Beethoven. Una dirigida en 1943 por Wilhelm Furtwängler con la Filarmónica de Berlín, y la otra bajo la batuta de Daniel Barenboim, ignoro en qué fecha y con qué orquesta. Furtwängler fue parte de una familia de cuatro generaciones de intelectuales y artistas. Su padre, Adolf, era un arqueólogo célebre, amigo de Brahms; su madre, Adelheid Wendt, una pintora reconocida; su hermana Marit se casó con el filósofo Max Scheler. El legado se prolonga en la sobrina nieta, María Furtwängler, actriz, médica y activista de Médicos del Mundo. Incluso hay un documental de 2015 sobre la Dinastía Furtwängler, en el que uno de los entrevistados es Daniel Barenboim.
También te conté las reflexiones de Barenboim sobre Furtwängler, que me parecen tan profundas como valientes. Como judío y residente en Israel también se atrevió a incluir obras de Wagner en un concierto, lo cual provocó un enorme escándalo, con sobrevivientes del holocausto que lo abuchearon.
La dificultad de esas definiciones se debe al abierto antisemitismo de Wagner, cuyas óperas fueron dirigidas por Furtwängler en el Festival de Bayreuth, al que varias veces asistió el propio Hitler, quien frecuentaba a los hijos del músico. Pero Wagner murió en 1883, seis años antes de que naciera Hitler, lo cual lo releva de cualquier participación en los crímenes del nacional-socialismo, aunque no de su inspiración, ya que fue uno de los creadores del antisemitismo racial que se llevó a la práctica medio siglo después de su muerte.
Cuando Hitler llegó al gobierno de Alemania, en 1933, Furtwängler dirigía la Filarmónica de Berlín, donde se animó a dirigir una obra del ya prohibido Félix Mendelssohn Bartholdi. Al año siguiente, cuando le prohibieron estrenar la ópera Mathis der Maler, de Hindemith, renunció a su puesto. En 1936 le ofrecieron suceder a Toscanini como director de la Filarmónica de Nueva York. Según el relato de Wikipedia, que no incluye la fuente, la agencia Associated Press publicó, posiblemente por orden de Hermann Göring, que Furtwängler deseaba retomar su puesto en la orquesta berlinesa.
Nació entonces en Estados Unidos la versión de que el director apoyaba al Partido Nazi, del que nunca fue afiliado ni hizo su saludo imperial con el brazo en alto. También se sabe que salvó de los campos de concentración a varios músicos judíos de la Filarmónica de Berlín y alabó a otros, como Artur Schnabel. Uno de los protegidos de Furtwängler, el pianista Karl Robert Kreiten, fue ahorcado por los nazis en 1943, y al año siguiente el propio director fue sospechado de participar en el fallido intento de asesinar a Hitler. En 2022 la revista literaria Nocturnidad y Alevosía elogió el libro de la historiadora francesa Audrey Roncigli, El Caso Furtwängler, un director de orquesta en el Tercer Reich, que "con enorme habilidad y rigor" en el manejo de documentos, derriba todos los mitos que ensombrecieron la vida del director. Aun así, la foto que ilustra el artículo lleva un epígrafe que contradice esa lectura, con una afirmación errónea. Mirá bien la foto y lee el epígrafe.
Pues bien, la persona cuya mano estrecha Hitler no es el director. El calvo Furtwängler está de píe a la derecha del cuadro, observando el saludo a cuidadosa distancia . En otra foto de ambos, el dictador se acerca al estrado con el saludo nazi y Furtwängler se inclina para darle la mano, en lugar del ritual Heil con la mano en alto.
La historiadora francesa documentó que cuando Furtwängler cumplió 50 años, en 1936, Goebbels le concedió una pensión de 40.000 Reichsmarks, que el director rechazó, y una batuta de oro y marfil.
Si no leíste esta columna el domingo anterior, aquí podés encontrar tanto el descargo que Furtwängler hizo cuando los aliados lo sometieron al proceso de desnazificación, del que emergió sin acusaciones, como la opinión de Barenboim sobre su actitud de permanecer durante el nazismo en Alemania. Agrego ahora que su sucesor en la Filarmónica, Herbert von Karajan, fue afiliado al partido y nunca le pidieron explicaciones. Se diría que el prejuicio se impone sobre la realidad.
Quise saber si Barenboim había conocido a Furtwängler y encontré que sí. Mirá esta foto, de 1954, cuando Barenboim, de 11 años y pantalón corto, recién salía de la Argentina y Furtwängler asistió a un recital del niño prodigio en el Festival de Salzburgo. No sólo eso. Según la interesantísima revista española Filomúsica, Furtwängler fue una influencia decisiva en la carrera de Barenboim. La viuda de Furtwängler, Elisabeth Albert, dijo que Barenboim furtwänglerea.
Antes de convertirse en el director más aclamado del mundo, Furtwängler se inició como compositor, pero sin mayor aprobación. Sin embargo, no dejó se componer, y en 1944 produjo su segunda sinfonía, de desmesurada hora y media, que él mismo dirigió en 1951. Exacto medio siglo después la grabó Barenboim, con la Filarmónica de Chicago, que dirigió durante quince años. Tal vez fue un desagravio retrospectivo, porque en 1948 Furtwängler no pudo asumir la dirección de esa orquesta que le habían ofrecido, por la reacción de un sector del público, que reeditó la injusta asociación con el Tercer Reich.
Espero que te interese comprobar cómo furtwänglerea esa admirable persona que es Barenboim.
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