Violación y brecha de género

La historia de Gisèle Pelicot echa luz sobre el sistema hegemónico machista y patriarcal

 

Miles de personas vienen manifestándose en los últimos días en diversas ciudades de Francia en solidaridad con Gisèle Pelicot, víctima de una de las violaciones colectivas más mediatizadas de la Europa contemporánea.

El 2 de septiembre comenzó el juicio extraordinario contra 51 hombres, incluido su ex marido Dominique, quienes entre 2011 y 2020 la violaron reiteradamente en la propia casa de los Pelicot en Mazan, un pequeño poblado en la región sureste de Provenza-Alpes-Costa Azul. Si bien el juicio cae, por el momento, sobre medio centenar de acusados, los participantes en esos ultrajes habrían sido unos 80 individuos, todos ellos entre 26 y 74 años de edad y residentes en las comunidades vecinas de ese poblado.

Aprovechaban momentos en que Gisèle dormía profundamente debido a los fuertes medicamentos que le hacía ingerir su ex marido. Para completar la morbosa tarea, Dominique Pelicot filmaba y fotografiaba las escenas, que guardaba cuidadosamente en su teléfono celular y en el disco duro de su computadora. Para realizar tales ultrajes convocaba vía Internet a los violadores, dispuestos a agredir sexualmente y por puro placer a una mujer adulta, sedada e indefensa.

 

Gisèle Pelicot.

 

Según la británica BBC, que retoma fuentes policiales, “los hombres recibían instrucciones precisas sobre lo que tenían que hacer: dejar el auto a cierta distancia de la casa para no despertar sospechas y esperar una hora hasta que las drogas que Dominique le había suministrado surtieran efecto en Gisèle”. Una vez dentro de la casa, “debían desvestirse en la cocina y calentar sus manos con agua caliente o en el radiador. Estaba prohibido el uso de tabaco y perfume por temor a que estas fragancias pudiesen despertar a Gisèle. No tenían que pagar por participar, ni tampoco utilizar preservativo”.  “Mientras algunos la violaron solo en una ocasión”, precisa esta información, “a otros se los acusa de haberlo hecho al menos seis veces”.

El 17 de septiembre, el principal acusado reconoció ante el tribunal lo que antes había aceptado frente a los investigadores que lo interrogaron al iniciarse la causa hace cuatro años. Los hechos se descubrieron casi fortuitamente en septiembre de 2020, cuando un agente de seguridad de un centro comercial cerca de Mazan advirtió que Pelicot, de 71 años, estaba filmando a varias mujeres por debajo de sus faldas en las escaleras mecánicas. El agente alertó a la policía, la cual lo detuvo. Al controlar su celular descubrieron una parte de las imágenes del espanto de toda una década, prueba contundente de la agresión a su esposa, con quien había convivido durante 50 años y con quien ha tenido tres hijos, ya adultos, y siete nietos. A fin de este año, cuando concluya el juicio, si el tribunal ratifica la culpabilidad de Pelicot y los otros 50 procesados (entre los cuales figuran 18 con antecedentes de violencia sexual), todos ellos podrían recibir condenas de hasta 20 años de prisión.

 

 

Mujer valiente que no acepta victimizarse

La decisión de Gisèle Pelicot de confrontarse abiertamente en el Tribunal de Aviñón con su marido y el medio centenar de hombres acusados por el mismo delito fue saludada por organizaciones de mujeres, políticas y asociativas. Además, la prensa que cubre el proceso la considera como una muestra de coraje. Inicialmente, el tribunal había sugerido que el juicio se realizara a puertas cerradas para proteger la imagen de la víctima y su familia. Sin embargo, Gisèle Pelicot pidió que fuera público y que también se exhibieran los diversos vídeos filmados por su ex esposo y en los que aparecen muchos de esos hombres abusando sexualmente de su cuerpo desnudo e inerte.

A comienzos de esta semana y en la puerta del Juzgado de Aviñón, donde se desarrolla el proceso, Gisèle Pelicot, acompañada de sus abogados, agradeció las múltiples demostraciones de apoyo “desde el comienzo de esta terrible experiencia, y en especial a todas las personas que se tomaron el tiempo para reunirse el sábado pasado [14 de septiembre] en toda Francia”. Agregó: “Estoy profundamente tocada por este apoyo que me da una gran responsabilidad [hacia todas las víctimas]. Gracias a ustedes, tengo la fuerza para llevar este combate hasta el final”. Y dedicó esta lucha “a todas las personas —mujeres y hombres— que en el mundo son víctimas de violencia sexual”. Concluyó afirmando que quiere decirles a todas ellas que miren a su alrededor, que no están solas.

 

Contra la violencia de género. Foto MMM.

 

Del coraje a la ignominia: apenas horas después de sus declaraciones, el martes 17 de setiembre fue el turno de su ex marido. “Soy un violador”, admitió Dominique Pelicot. “Reconozco todos los hechos. Pido disculpas”, enfatizó al asumir integralmente las vejaciones de esos diez años. Ni siquiera su propia historia en el marco de una familia disfuncional (el hecho mismo de que fuera violado a los 9 años), logra explicarle a la sociedad la perversidad de su conducta. 

 

 

Primera plana de la prensa europea

Los últimos días, decenas de artículos, comentarios y editoriales sobre “el caso Pelicot”, también conocido como “la violación de Mazan”, han inundado la prensa europea. En su editorial de portada del mismo martes 17, el progresista cotidiano suizo Le Courrier publicó un editorial que incluye un agudo análisis global y sistémico. El editorial dice que, para Gisèle Pelicot, “la vergüenza ya ha cambiado de bando [pues] compareció en el juicio de su ex marido con la cabeza alta y la cara descubierta, negándose a declarar a puerta cerrada”.

El editorial subraya que “la dignidad de esta mujer de 71 años derriba el tabú de la violencia sexual, que demasiado a menudo lleva a las víctimas a cargar con la culpa”. Y anticipa que, tal vez, “el carácter monstruoso de los actos de Dominique Pelicot podría calificarse psiquiátricamente”. Sin embargo, agrega, a la luz de las declaraciones iniciales, no todos los acusados que comparecen ante el Tribunal Penal de Vaucluse podrían esperar que sus respectivos cargos se examinen psiquiátricamente, ya que “mientras algunos de ellos tienen un historial de violencia contra las mujeres, muchos otros parecen ser buenos padres o vecinos tranquilos”. Con “trabajos normales” (como bombero, director de prisión, concejal) y “vidas normales”. “Pero la ‘normalidad’ de nuestras sociedades”, enfatiza el editorial, “sigue plagada de una misoginia profundamente arraigada (a veces) inconsciente y brutal”.

Y comenta que hay quienes se excitan ante la pasividad de la víctima, que consideran que no hay violación, porque “fue su marido quien se lo propuso”. “La mujer como mercancía, la mujer como propiedad privada: una fantasía sistémica”, reflexiona agudamente la editorialista Dominique Hartmann, responsable de la rúbrica “Igualdad” del diario. Quien sostiene que “este juicio, que ha tenido repercusiones de gran alcance, cuenta la historia de cómo el derecho a apropiarse y dominar los cuerpos de las mujeres cimenta la cultura de la violación y permanece profundamente arraigada en nuestra civilización — si es que esa palabra todavía tiene algún significado”.

Según Hartmann, además de lograr las condenas del caso, las activistas feministas esperan dar un paso más hacia el reconocimiento de la realidad de la violación. Una realidad en la que los violadores no son monstruos ni marginados, sino gente como “todo el mundo”. Como lo afirmaba la actriz Adèle Haenel en 2019 en un programa televisivo, recuerda el editorial: “Los monstruos no existen. Es nuestra sociedad. Nuestros amigos, nuestros padres: eso es lo que tenemos que mirar. No estamos aquí para eliminarlos, estamos aquí para cambiarlos. Pero tiene que haber un momento en el que se miren a sí mismos, en el que nos miremos a nosotras y nosotros mismos”.

 

Movilización en París en solidaridad con Gisèle Pelicot. Foto: Jeanne Menjoulet, Revolución Permanente.

 

 

 

 

Planeta machista

A inicios de esta tercera semana de septiembre, la ONU Mujeres (entidad de la Organización de las Naciones Unidas dedicada al tema de género) , conjuntamente con el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la misma ONU, publicó la última edición de su informe Progreso en los Objetivos de Desarrollo Sostenible: Panorama de Genero 2024, la cual incluye muy diversas expresiones de disparidad de género en el mundo.

El informe revela varios avances en materia de igualdad de género y empoderamiento de las mujeres y las niñas. Ejemplos: las mujeres ocupan uno de cada cuatro escaños parlamentarios, lo que representa un aumento significativo con respecto a hace una década. La proporción de mujeres y niñas que viven en extrema pobreza finalmente ha descendido por debajo del 10% tras una serie de aumentos pronunciados durante la pandemia de COVID-19. Y se han promulgado unas 56 reformas legales en todo el mundo para cerrar la brecha de género.

Sin embargo, señala Panorama de géneros 2024, “los datos presentados muestran que no se está cumpliendo ninguno de los indicadores y sub-indicadores del Objetivo de Desarrollo Sostenible 5 (el de la igualdad de género)”. En consecuencia, al ritmo actual la paridad de género en los parlamentos seguirá siendo un sueño lejano que posiblemente no se alcance hasta 2063; aproximadamente 1 de cada 4 niñas sigue casándose cuando es una niña, y se necesitarán 137 años más para sacar a todas las mujeres y niñas de la situación de pobreza.

El costo de la inacción en materia de igualdad de género es inmenso. Y los beneficios de alcanzarla son demasiado grandes para pasarlos por alto, asegura un portavoz de las Naciones Unidas, comentando dicho informe. El costo anual global de los países que no educan adecuadamente a sus poblaciones jóvenes es de más de 10 billones de dólares. Por su parte, los países de ingresos bajos y medios que no cierren la brecha digital de género podrían perder otros 500.000 millones de dólares en los próximos cinco años.

De la violación monstruosa de Mazan a las desigualdades siempre profundas entre hombres y mujeres, son todas facetas de una realidad mundial que va desde la “Francia moderna” hasta el último rincón de cada nación. Realidad que exige tareas pendientes e importantes tabúes a deconstruir. En ese esfuerzo cotidiano son miles las organizaciones de mujeres y el movimiento feminista en general que asumen el rol primordial de promotoras del cambio, quienes en la gran mayoría de los casos identifican violación y desigualdad de género con el sistema hegemónico actual: machista, patriarcal y excluyente en lo económico-social.

 

 

 

 

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