La maldición de la Novena

La música que escuché mientras escribía

 

Los músicos tienen supersticiones a las que se apegan como verdades reveladas. Una de ellas es la maldición de la novena sinfonía. La de Beethoven no solo es el ideal inalcanzable, contra el que todos los compositores deben medirse. Pero además fue la última y lo mismo les ocurrió a Schubert y Bruckner, quienes murieron después de llegar a esa altura de su obra sinfónica. Así lo cuenta Harold Shonberg, que durante tres décadas fue el crítico musical del New York Times y el primer ganador del premio Pulitzer por sus obras críticas, entre ellos 13 libros.

Como Gustav Mahler era un neurótico obsesivo (según  la definición del psicoanalista Theodor Reik), temía componer su novena sinfonía. Como no pudo evitarlo, intentó engañar a la muerte y no la llamó sinfonía sino Das Lied von der Erde, La Canción de la Tierra.

Cuando compuso la siguiente le dijo a su esposa: "Es la décima, porque La Canción de la Tierra en realidad es la novena. Pero ahora pasó el peligro".  Anota Shonberg: "En realidad no, porque dos meses después murió", en mayo de 1911. En 1913 Arnold Schoemberg (que no es pariente de Harold Shonberg) escribió que "la Novena parece ser el límite. Quien intenta ir más allá tiene que abandonar. Quienes escribieron una Novena Sinfonía se acercaron demasiado al Más Allá".

Desde la primera vez que la escuché, amé La Canción de la Tierra, cosa que también me ocurre con casi toda la obra de Mahler, que es uno de mis músicos favoritos. Por eso gocé tanto de Tar, la extraordinaria película en la que Cate Blanchett encarna a una directora de orquesta que prepara la grabación de la Quinta Sinfonía de Mahler, que era la única que le faltaba del ciclo completo, y que fue su Novena porque se precipitó no la muerte sino el desastre.

Creo que alguna vez te conté que mi versión preferida de La Canción de la Tierra es la que dirigió Bruno Walter con la Filarmónica de Viena, la orquesta que durante su década gloriosa dirigió Mahler, con la contralto inglesa Kathleen Ferrier. Me gusta casi tanto como Marian Anderson, con quien apenas se cruzaron, porque Kat, que apenas vivió 41 años por un horrible cáncer, recién comenzaba a cantar en el ocaso de la vida de Anderson, que vivió 93 años.

 

Kathleen Ferrier.

 

Bruno Walter es el responsable de la reinstauración de su amigo Mahler como el gran músico que fue, porque dirigió sus obras después de la Segunda Guerra Mundial, luego del olvido voluntario en que el nazismo había sumido a un judío, pese a su conversión al catolicismo, que siempre lo atormentó como una decisión oportunista.

Estas son anécdotas. Lo que hay que hacer es escuchar a estos grandes artistas. Y esta versión de Kathleen Ferrier la muestra en todo su esplendor.

 

 

Si sos un bacán y querés escuchar a Mahler como en sus tiempos, el martes el Colón pone su Octava Sinfonía, de 1906, donde ya coqueteaba con la Novena de Beethoven.

 

 

 

 

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