Una carta que honra a la jueza que evitó que el lunes 18 ocurriese una masacre.
Siempre he comprendido que el Derecho es el sancionado por el legislador, constituyente o congresual y jamás puede ser concebido o enseñado como lo que los jueces dicen que es. Los jueces carecen por completo de aptitud para crear Derecho, si por Derecho se han de entender normas, cuyo único criterio de individualización es la abstracción y la universalidad.
Que actualmente se encuentre de moda un positivismo jurisprudencial, reñido en absoluto con las mandas de la Constitución federal no significa —ni mucho menos— que tal (anti) doctrina de fuente jurisdiccional fuese correcta o aceptable constitucionalmente. Peor todavía: los juicios mediáticos que jueces y fiscales realizan todos los días, a toda hora, por los medios de comunicación social, no gozan del crédito constitucional. Pero sucede.
Por otras razones que no indicaré aquí, rara vez comento un fallo. Mi tarea es teórica, formador de abogados, jueces, juristas, legisladores, en fin: ciudadanos y servidores públicos. Mi objeto de estudio son las normas.
En esta ocasión no comentaré un fallo jurisdiccional. Simplemente: he leído su resolución en el marco de un recurso de amparo, presentado antes de que el Congreso de la Nación consagrara en norma general el saqueo a los jubilados. Su decisión intentó evitar una tragedia. Constituye una derivación razonada del sistema constitucional federal en vigor, la Constitución de la Ciudad, su aparato legal y con apego a las circunstancias comprobadas en la causa y de público y notorio conocimiento en el auditorio ciudadano. Vaya, entonces, mi solidaridad con dicha decisión jurisdiccional.
Por lo demás, lamento que su fallo no haya evitado una de las dos clases de violencia anunciadas por Walter Benjamín en 1921: la violencia para conservar un régimen.
Los sucesos son tristes e impiadosos. No son correspondientes con una ciudadanía en paz. Esa misma noche, el día 18, sostuve una larga discusión con un policía de civil, en Corrientes y Callao, que filmaba, alegremente, a los manifestantes.
La felicito por la decisión y por hacerme pensar.
Otra Argentina es posible. Una Argentina insumisa. Solamente es cuestión de paciencia, perseverancia y decisión. Usted, singularmente, hizo esto último. Tomó una decisión enfilada a la paz. Cuenta con mi apoyo, siempre que se intente sostener la democracia constitucional, la única vía conocida para coexistir sin derramar sangre.
Raúl Gustavo Ferreyra
Profesor titular de Derecho constitucional, Facultad de Derecho, UBA.
Doctor de la Universidad de Buenos Aires
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