La primera Presidenta azteca
Faltan poco más de dos meses para que asuma la nueva Presidenta de México, Claudia Sheinbaum
A poco más de dos meses del 1 de octubre, cuando asuma la nueva Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, los ojos de la sociedad civil de ese país se enfocan en los desafíos y las prioridades futuras. Para mirar ese horizonte, sin embargo, parece imprescindible el balance del sexenio pasado, compleja tarea que asume Sara Méndez, defensora de derechos humanos y fundadora de la organización CODIGO DH.
CODIGO DH (Comité de Defensa Integral de Derechos Humanos Gobixha) trabaja a favor de la defensa integral de los derechos humanos en el Estado de Oaxaca: a nivel legal, médico y psicológico de víctimas y sobrevivientes de violaciones a sus derechos esenciales. Gobixha, en lengua zapoteca, significa "sol".
“Se está cerrando un sexenio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) que promovió un fuerte enfoque social, aunque su gestión tuvo muy diversos claros oscuros, entre ellos una tensa relación con la sociedad civil mexicana”, expresa la antropóloga y militante social Sara Méndez en esta entrevista exclusiva durante su reciente visita a Suiza. Y concluye: “Esperamos con mucha ansiedad que la nueva etapa de Claudia Sheinbaum permita profundizar los logros sociales y avance con los aspectos pendientes heredados de la gestión de López Obrador”.
La reflexión de Méndez se nutre de su práctica político-social de inserción en los territorios y entre los sectores más excluidos del sur oriental Estado de Oaxaca. Su organización, además del trabajo de derechos humanos, se ocupa del fortalecimiento comunitario y de iniciativas de cabildeo y sensibilización a favor de políticas públicas y del cumplimiento y el impulso de legislación en materia de derechos humanos, integrando diversas redes y plataformas nacionales. El espectro es amplio, señala Méndez, al enumerar los ejes de la tarea de CODIGO DH: la atención de víctimas de tortura, la prevención de la violencia de género, el apoyo a los pueblos indígenas, así como la mirada crítica a la siempre compleja relación entre empresas y derechos humanos.
El punto de arranque
El triunfo de Sheinbaum en las urnas el pasado 2 de junio, con el 59% de los votos, es el resultado de una serie de factores, varios de los cuales se originan en el sexenio que está por concluir. Elemento esencial: la economía mexicana se fortaleció, como afirma Sara Méndez, quien en representación de un sector de la sociedad civil de su país participó como “testigo” en el cuarto Examen Periódico Universal, mecanismo de control de los Derechos Humanos, que acaba de realizarse a inicios de julio en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, Suiza.
Partiendo de algunos datos ilustrativos y a manera de ejemplo, la militante social realiza un balance del actual gobierno. “Hoy el país cuenta con una moneda fuerte. En estos últimos años se logró una clara recuperación del salario mínimo, que pasó de 4 dólares diarios a casi 13. Lo que habla de un paso importante, aunque todavía insuficiente, en la recuperación del poder adquisitivo y constituye una buena señal, si se considera, además, la preocupación oficial por tematizar y mejorar el respeto de los derechos laborales, casi olvidados por completo en los gobiernos neoliberales anteriores a López Obrador”.
Los programas sociales, agrega, permitieron que, según datos oficiales, cerca de 5 millones de personas hayan podido salir de la situación de pobreza en la que vivían al asumir López Obrador. Tres han sido los principales: el que beneficia a la juventud (Jóvenes Construyendo el Futuro), que promueve oportunidades laborales; las becas escolares para niñas y niños de sectores priorizados según los niveles de marginación definidos por la Secretaría de Educación Pública, y el apoyo a adultos mayores a partir de los 65 años.
Es llamativo, señala Méndez, que a pesar de esa creciente inversión social la deuda no haya aumentado y siga siendo estable. Situación macro que va de la mano de los esfuerzos del gobierno por priorizar al empresariado nacional y el fortalecimiento de empresas como PEMEX, que recuperó en casi un 34% su capacidad de refinamiento de petróleo, y la Comisión Federal de Electricidad, que aseguró precios estables, e incluso menores, de la electricidad y el gas de uso domésticos, con el correspondiente impacto positivo en la calidad de vida de la gente. Ambas entidades habían sido prácticamente desarticuladas en las administraciones precedentes a López Obrador.
La coordinadora de CODIGO DH cierra este rápido balance con dos aspectos que le parecen centrales. El esfuerzo por una nueva política de comunicación promovida por el propio Presidente López Obrador, con su programa diario Las mañaneras de diálogo con la prensa y transmitido abiertamente, al igual que su resumen vespertino. Paradójicamente, sectores de la oposición critican este espacio por considerarlo un mecanismo de control de la opinión pública –más que un ejercicio de transparencia—, en un país en el que algunas pocas empresas de medios, como Televisa, ejercen un control casi monopólico de la prensa.
Por otra parte, “la mayor participación de las mujeres, a nivel general, y en particular en la vida política, constituye un elemento muy positivo, aunque perfectible, en un país en el que las mismas representamos el 52% de la población”. Tras su afirmación, Méndez esgrime datos que la sostienen, como la paridad de género, resultado de recientes cambios legislativos tanto en la Cámara de Diputados como de Senadores, aunque reconoce que dicha relación se debilita a nivel de base, en instancias regionales y municipales. “En este siglo, al que denominamos ‘el de las mujeres’, empezamos bien en México y esperamos que siga mejorando”, afirma la coordinadora del área de fortalecimiento de CODIGO DH.
Retos esenciales pendientes
Sin embargo, para Méndez “no todo ha sido lineal y positivo. Ha habido desencuentros. Se dieron ataques desde el gobierno a organizaciones de la sociedad civil”. Una sociedad civil donde, como ella misma lo reconoce, conviven sectores de derecha y de izquierda, de incidencia territorial y del gran empresariado. Y esto será uno de los principales desafíos de la nueva presidenta, que se verá, además, confrontada a dar respuestas y resolver temas pendientes del gobierno de su predecesor y “padre político”.
Méndez subraya que faltaron resultados en la lucha contra la impunidad, así como respuestas a demandas de importantes organizaciones sociales críticas a la militarización; no se resolvieron casos emblemáticos de violencia como el de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa; no se detuvo el asesinato de numerosos/as trabajadores/as de prensa, así como los constantes feminicidios que golpean desde años a México. El acceso a la justicia y el propio sistema de justicia sigue siendo un muy trascendental tema pendiente. Y en cuanto a la política gubernamental de información, si bien las mañaneras constituyen un ejercicio positivo, hay aspectos de ese programa que deberían ser revisados para evitar aumentar el tono de confrontación en el país. Y reflexiona: “Es importante desde el Estado combatir las fake news, fortalecer el esfuerzo informativo-pedagógico, pero sin exagerar en ese ejercicio lo que lleva a antagonismos poco saludables para el conjunto de la Nación”.
El punto de arranque, según Méndez, “es positivo y Claudia representa una nueva generación de mujeres”. Y enumera una rica biografía: “Viene de una larga militancia estudiantil y social; no está atada a fuerzas políticas tradicionales; cuenta con una sólida formación científica e incluso ha sido funcionaria de Naciones Unidas y miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático; posee una amplia experiencia ejecutiva, entre otras, al frente del gobierno de la Ciudad de México”.
Si bien en esa gestión, recuerda Méndez, la Presidenta electa tuvo algunos desencuentros con sectores del movimiento de mujeres, actualmente se define como “feminista social”, (concepto un tanto vago, según Sara Méndez) y en sus últimos discursos ha dado señales de real apertura hacia dicho movimiento. La fundadora de CODIGO DH precisa: “Tiene la gran responsabilidad de ser la primera Presidenta mujer de toda la historia de México. Las capacidades están a la vista. Ahora deberá expresar en su nueva práctica política como mandataria que está dispuesta a propiciar un paso más adelante en la promoción del rol y de la paridad de género”. Todo esto, aclara, en un país machista donde existen importantes fuerzas de poder que “no se van a sentir cómodos ante el hecho de que una mujer mande”.
En síntesis, la defensora de derechos humanos de Oaxaca cree que los desafíos para Sheinbaum son enormes: mantener y profundizar los avances sociales y la estabilidad económica; atender temas esenciales pendientes, como la reforma de la justicia y la lucha contra la corrupción, el nepotismo, el crimen organizado (todos fenómenos muy anclados en la vida nacional), así como la migración. Mejorando cuestiones esenciales como las tensiones y los desencuentros de su predecesor con la sociedad civil, priorizando los sectores populares y los movimientos sociales y dándole un lugar privilegiado, ahora, también a las mujeres.
¿Cómo se va a posicionar ante la nueva etapa esa sociedad civil que acompaña y sostiene, pero que también espera pasos firmes para concretar las tareas pendientes?, preguntamos. Méndez no duda y sostiene enfáticamente: “Seguiremos siendo críticas, señalaremos lo que hay que mejorar, y no callaremos ante los ataques a territorios indígenas con megaproyectos sobre los que no fueron consultados, como es el caso del Corredor Interoceánico entre Oaxaca y Veracruz. Pero también saludaremos las medidas positivas. Nos alienta que Claudia haya avanzado una agenda propia con temas desafiantes y esperamos que la respete: mejorar la educación y la salud pública, salarios justos, empleo y vivienda dignas, priorizar la cultura y promover un medio ambiente sano”.
Una hoja de ruta y expectativas sociales muy amplias y exigentes para los próximos seis años. Y una responsabilidad tácita inmensa, como lo reconoce Sara Méndez, en un continente atravesado por nuevas aventuras de extrema derecha que proponen desmantelar el Estado y desconocer principios sociales elementales. El éxito de la nueva Presidenta sería un espaldarazo para todas las mujeres progresistas y los movimientos sociales latinoamericanos. Su fracaso, por el contrario, podría significar un retroceso significativo y un golpe muy fuerte para aquellos que apuestan a la vigencia del Estado social en América Latina.
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