Discépolo tuitero
Cirujeo por viejos diarios y revistas de tango en busca de frases soltadas al pasar
Cuánto quisiera
Sí el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tsunami en el otro lado del mundo; si en una remota aldea de China un hombre paralizó la economía de todo el planeta al hervir una sopa de murciélagos; cuánto quisiera yo que, siquiera a escala simbólica, este cardumen de frases discepolianas soplen en tu corazón su viento de asombro.
Elegí 101 frases, el número no es azaroso; quiere como el 1001 simbolizar lo infinito. Dije “frases”, pero quizá sean mucho más que eso: ¿Y si las pensamos como pequeños artefactos literarios? ¿Acaso André Breton no aplaudiría con las orejas al leer yo había llegado a un punto de flacura tal, que si me tapaba un ojo quedaba disfrazado de aguja? ¿Y qué diría Augusto Monterroso frente a esta perfecta microficción: El hombre inventó el pan y se sentó? ¿Y Nietzsche y Schopenhauer ante este misterio que al instante de ser leído se nos escapa: La tristeza es el corazón que piensa? Así nuestro Enrique Santos Discépolo, tan singular, tan mágico, tan insólito como descubrir en medio del bosque un árbol de manzanas celestes.
Si me apurás digo también que, en la era del microblogging, cada una de estas piezas puede ser lanzada a las redes sociales como Twitter, y ante cualquier posteo del genio de Toto Caputo retuitear: @LuisCaputoAR su ministerio es una confusión de toboganes que ya no da tiempo a razonar cuándo uno está en la punta o cuándo se está boca abajo. Otro ejemplo podría ir en dirección a la acumuladora de alimentos: @lic_pettovello parece que para usted el hambre de los otros es algo que siempre divierte a los que han comido.
Como te venía diciendo, la idea es que puedas paladear cada una de las frases, pasarlas a cuaderno, pegarlas en la heladera, memorizarlas; eso sí, ninguna pertenece al territorio de sus letras para canción, aquí no encontrarás: “El que no llora no mama / y el que no afana es un gil”; “Cuando no tengas ni fe, / ni yerba de ayer / secándose al sol”; “Dónde estaba Dios cuando te fuiste”, etcétera. Es en sí, ¿cómo decírtelo?, una especie de cirujeo mío por viejos diarios y revistas de tango, allí fui a buscarlas, con la salvedad de que una ración de ellas fueron extraídas de un casete que anda en casa donde Julián Centeya ensaya una charla en torno al autor de Cambalache y que, con leves modificaciones, se materializó en “ENRIQUE SANTOS DISCÉPOLO: La Biblia contra el calefón bailaba su danza de horror”, una de las cuatro charlas formales de lunfardo que en 1967 ofreció en el Teatro Corrientes. Si es sabido que Centeya, hombre de la noche, la poesía y el periodismo, pasaba a papel las ingeniosas frases que el “hombrecito gigante” soltaba al pasar; sabido es también que algunas están levemente modificadas por su pluma, pero ¡qué importa ya!, “todo poeta debe decir la verdad, aunque mienta dulcemente” dijo una vez don Atahualpa Yupanqui.
Está claro, la intención de esta nota quiere echar luz sobre el Discépolo repentista, charlista, orador. Lo imagino nervioso, saltando de mesa en mesa, escupiendo estas verdades nacidas de un corazón atormentado. Te las ofrezco de manera caótica, una detrás de las otra, todas apelotonadas, para no darte respiración, para ahogarte o marearte en la marea discepoliana. Y ya que estamos en el juego de la imaginería, ¿y si a medida que las vas leyendo te imaginás parado en medio de su entrecejo y al llegar a la 101 te lanzás por el tobogán de su nariz infinita al grito de: ¡Gracias Enrique! ¡Gracias!?
Las frases de las que te hablé
(1) Morimos muchas veces. Pero la muerte peor es aquella en que no sabemos que estamos muertos. ¡Y hace mucho! (2) Yo cambié mi timidez por el miedo, entonces inventé toda esta tristeza de hueso que no encuentra perro. (3) La vez que me besaron me mordieron. (4) Al nacer mi madre le dijo a mi padre: Santo mirá –y le mostró el hijo–, ¿no le falta nada, está entero? (5) En vez de la cigüeña vino una señora con una valijita y cuando terminó su labor se fue enojada y protestando ¿y qué puedo cobrarle por ‘eso’? (6) Cuando me muera quiero que me cremen. A mí me entró un gusto de humo en la boca. (7) Fui a dormir a un hotel, no prendí la luz para no ver la mugre, dormí con un ojo abierto. A la mañana cuando me levante me habían afanado la esperanza. (8) Si tuviera sesenta kilos más y tres cuartas de abdomen me haría gerente. (9) El hombre inventó el pan y se sentó. (10) Usted es un hombre ordenado, de los que aprietan el tubo de dentífrico por la parte de abajo. (11) La danza del tango es una expresión vertical que busca un deseo horizontal. (12) El hombre de las ciudades se hace cruel. Caza mariposas de chico. De grande no, las pisa. (13) Entre uno y otro beso surge un subrayado de lágrimas y una libreta con destino a la esclavitud. (14) Yo había llegado a un punto de flacura tal, que si me tapaba un ojo quedaba disfrazado de aguja. (15) Señor, piense seriamente en el porvenir de sus hijos. Un día usted le faltará y ellos deberán afrontar solos la lucha por la vida. Procura entonces que antes de morir ellos ya sean ladrones. (16) El tango es un pensamiento triste que hasta se puede bailar. (17) Los que me conocen personalmente saben que tengo más años que kilos. (18) Siempre se va uno de sí mismo. Mañana, tal vez, hubiera sido mi salvación. (19) Era un tipo que tenía un pie en el manicomio y el otro arriba de un jabón. (20) ¡Qué manera de comer salteado! Comíamos por riguroso turno: martes, jueves y sábados: las mujeres. Miércoles, viernes y domingos: los varones. Los lunes ayunábamos todos de prepotencia. (21) ¡Vámonos! ¡Vámonos a ninguna parte! (22) Bueno, basta señor, por este siglo ya hemos conversado demasiado. (23) Mirarla a los ojos es… irse a vivir enfrente. (24) Para componer un tango lo único auténtico es el silbido. (25) Todo el amor tiene el final del perfume: que da el frasco sin etiqueta con cualquier ingrediente dentro. (26) Ese hombre era enorme, grandote, como yo cuando me paro en una silla. (27) El ademán trágico tanto puede asestar una puñalada como firmar un cheque. (28) De cuando era pibe ni recuerdos tengo, los tiré. (29) Mi capacidad amatoria es tan amplia que, por fraternidad natural, por sencilla buena fe, yo soy de los que quieren –sin discriminación– a la guía telefónica entera. (30) La tristeza es el corazón que piensa. (31) Un tango puede escribirse con un dedo, pero con el alma. (32) Pronto las inyecciones me las van a dar en el sobretodo. (33) ¿Estado presente de mi espíritu? Ligeramente nublado y con lluvias aisladas en el litoral. (34) ¿La cualidad que deseo en el alma de un hombre? Que sepa ser madre. (36) Mi vida es tan pero tan contradictoria que ni siquiera el número de la puerta de calle de mi casa está al derecho. Lo convencionalmente natural es 567, pero, no señor, ¡Yo vivo en el 765! (37) El hambre de los otros es algo que siempre divierte a los que han comido. (38) Buenos Aires es una hermosa ciudad… para salir de gira. (39) Una canción es un pedazo de vida, un traje que anda buscando un cuerpo que le ande bien. (40) Para todo se necesita una educación, una sangre especial. Para ladrar hay que ser perro. Y no se puede ser luna y perro a la vez. (41) Yo tengo alma de valija. Soy un boomerang por temperamento. Como los criminales, como los novios y como los cobradores: yo regreso siempre. (42) Ahora, estafado y querido, golpeado y acariciado, creo que los hombres se dividen en dos grandes grupos: lo que muerden y los que se dejan morder. (43) Yo he tenido el coraje de expresar en voz alta lo que otros piensan en silencio. (44) Tus hijos, que alguna vez miraban la nata por turno, ahora pueden irse a la escuela con la vaca puesta. (45) Hay gente que va al cementerio una vez en la vida, y cuando va, la aprovecha y se queda. (46) Es una confusión de toboganes que ya no da tiempo a razonar cuándo uno está en la punta o cuándo se está boca abajo. (47) Usted no me mira. Me espía, está escondida detrás de los ojos. (48) La palabra desventura se parece a mí. Desde entonces lo que quiero es ahogarme en un balde. (49) Tengo un oficio: sufrir. (50) ¿Vos qué hacés? Nada, respondí y le retruqué: ¿Vos de que no-vivís? (51) Son tiempos en que hay que tirarle monos a los manises. (52) ¿De qué vivís que yo no puedo? (53) Miré una mosca y dije: ¿Cuánta viudez? (54) Si fuera gárgara me dejaría usar, pero entiendo que soy otra cosa: una espera que no quiere esperar, una fe que no cree. (55) Este es el siglo en que se inventó el traje dado vuelta. (56) Con una hoja de la biblia envuelven la yerba en el almacén. (57) Enebro el asombro por el ojo de aguja de la angustia. (58) A la vieja la perdí, es decir, me la afanaron, y eso que la llevaba puesta. (59) Soy la risa que conduce al domicilio de la lágrima. (60) No aspiro a verdor. Vos y el otro me secaron. (61) Para ciertas cosas hay que tener el esternón preparado. (62) No salgo de lo que soy. Pobre que cuando calla, grita. (63) No me gustaría morirme de mañana, porque de mañana las cosas duelen más. (64) Vine por eso no estoy. (65) Vendrán días en los que la luna le va a ladrar a los perros. (66) Yo aprendí que la gente sería inmensamente feliz si no pudiera presentir. (67) Siempre se va uno de sí mismo. Mañana, tal vez, hubiera sido mi salvación. (68) Quisiera no estar en mí. (69) De puro pequeño me quedé sin niñez. (70) Tomá, llévate el reloj. En el mundo de hoy uno puede ignorar quién es su padre, pero no la hora. (71) A mí me pasó lo que a Jules Renard: mis palabras hicieron fortuna. Yo no. (72) No hagan reír que voy a escupir sangre. (73) Un día seré tan viejo que terminarán por hacerme académico. (74) ¿Que de dónde nacen esas palabras que después terminan siendo tango? De la cara de la gente. (75) ¿Venderme yo? Todos saben que comprarme a mí es un mal negocio. (76) Si no la muerde nadie la naranja es amarga. (77) El humorismo es el fondo de la tristeza traducida en silbido opaco. (78) El tango es la intimidad que se esconde y es el grito que se levanta desnudo. (79) Esa persona no ronca, duerme en voz alta. (80) La diferencia entre un capricho y una pasión eterna es que el capricho puede durar. (81) Mejor es recordar a los amigos que tenerlos. (82) La bondad no es profesión que alague. Al contrario: duele. (83) A los quince escribí versos de amor, muy malos… A los veinte, henchidos de fervor humanista, creí que todos los hombres eran mis hermanos… a los treinta… hum…, eran apenas primos. (84) Esta civilización ha hecho de lo imposible lo realizable… y del pan, un artículo de joyería. (85) El tango es de espíritu babilónico, lo único que tiene de Buenos Aires es su potencia amarga. (86) Lo que no comprendo es qué voy a hacer con todo este dolor que me sobra. (87) Varias copas de vino nos envían tan adentro de nosotros mismos que nos sorprende comprobar el fondo que tenemos lleno de espejos. (88) Si el hombre supiera lo insignificante que resulta su vanidad, optaría por hablar mejor de los otros. (89) ¿Usted no ha estado nunca en concertación de un lance? Es como si, en vida, uno fuese a tomarse las medidas del cajón, y a discutir el precio de su propia bóveda. (90) El tango es esa cosa pequeña que mide un mundo. (91) Todos ellos juntos no pueden conmigo. Es la lucha de Karadagian y la pulga. (92) Me di de corazón a un pueblo, porque los pueblos no engañan nunca y devuelven, como la tierra, un millón de flores por una semilla seca. (93) –Mida sus palabras. –No mido nada. Voy a hablar metros, kilómetros de palabras. (94) Uno se salva del dolor ajeno cuando no escucha. (95) En la vida todos somos protagonistas de algo, aunque lo ignoramos. El que recibe las bofetadas, por ejemplo, no es el verdadero protagonista del grotesco. La bofetada tampoco. El verdadero protagonista es el que no se nombra: el que da las bofetadas. (96) El tango argentino es un consulado abierto en cada una de las calles del mundo. (97) Los que mueren por amor viven por necesidad. (98) A mí el talco me saca llagas. (99) ¿Qué es el amor? La más terrible de las fiebres. (100) La flor es el amor de la planta agradecida a Dios. (101) Era un hombre tan indeciso que vivía todo el día entre paréntesis.
¡Hasta la Victrola Siempre!
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