El discurso del poeta
Serrat sigue regalando belleza
En ocasión de recibir otro galardón honoris causa, Joan Manuel Serrat ha legado a la cultura uno de los mejores discursos proferidos desde el arte popular.
La ceremonia de días atrás en la Universidad de Burgos, de España, fue por pedido de su Facultad de Humanidades y Comunicación, a partir de reconocerle los valores, la cultura para toda la ciudadanía, la creatividad y el humanismo que representa.
Aunque repitió la línea del discurso dado en Latinoamérica dos años antes, en ocasión de otro honoris causa por parte de la Universidad de Costa Rica, esta vez lo hizo mejor, con más aplomo, mejor dicción y con una ilación más pulida.
En la mirada del poeta, su aporte no es individual, sino parte de una cadena que le permitió aprender de quienes le precedieron el paso y legarle a quienes vendrán. De allí que quiso compartir el reconocimiento con el colectivo de mujeres y hombres que han construido su vida en torno al oficio de hacer canciones, en cuyo quehacer “el valor y la fuerza de la palabra es fundamental”.
Esa cosmovisión se emparenta con una filosofía que no reconoce autoría porque ya es parte de muchos que soñaron un mismo sueño sobre el que nadie puede ni quiere alegar propiedad privada. Al igual que las canciones, también las noticias pueden constituir “una creación colectiva”, como dijera la delegación de periodistas argentinos que Horacio Verbitsky integrara en 2007 cuando recibieron el premio a la libertad de expresión de la Casa Amèrica Catalunya (de directorio compartido por los gobiernos de España, Barcelona y Catalunya) debido a su “rigor y profesionalidad puestos al servicio de la justicia y los derechos humanos”. Fue Serrat el encargado de entregar la distinción, una litografía creada para la ocasión.
Después de destacar la labor de la Casa América Catalunya como “puente entre dos comunidades de afecto por la libertad y un común recuerdo espantoso de las dictaduras”, como la voluntad de que no se repitiesen, Verbitsky definió en su discurso a Nano como “otro argentino honorario vocacional que nos ha acompañado desde antes de la dictadura y hasta ahora”.
Serrat persiste en las batallas discursivas contra los autoritarismos. Por eso, en España acaban de reconocerle “su compromiso con la libertad, la igualdad, la defensa de los derechos humanos, la cultura y la creatividad”.
En la conferencia de prensa habló del avance de las extremas derechas europeas: “En tiempos de crisis, dificultades, desconfianza hacia las instituciones y los gobernantes”, aparecen “fuerzas salvadoras, redentoras de la patria, que tratan de sacar tajada”.
Lo dijo de modo más elaborado en su discurso escrito, en el que se refirió a las democracias que mueren de aburrimiento por los descuidos de sus mandantes, en una pincelada que bien suena en clave argentina.
Cronista de su tiempo, respondió las consultas sobre Cataluña y la amnistía a algunos condenados. “Soy partidario de tratar de entender al que piensa y actúa de manera diferente a la mía, con la esperanza de que este también trate de entender mi manera de ver y actuar”, ilustró.
Por eso, defendió un reciente proyecto de amnistía como una gran posibilidad para que “se allane el camino de convivencia entre las diferentes formas de entender Cataluña dentro del país”, y la ley promovida por el gobierno de Pedro Sánchez como una oportunidad para mejorar la convivencia entre catalanes, según reprodujo la agencia EFE.
Ese compromiso que ostenta desde sus primeros tiempos pasó de ser motivo de censura a serie televisable. Casi casi como las remeras del Che. Movistar Plus+ prepara una ficción sobre el episodio que en 1968 lo llevó a renunciar a su actuación en la Eurovisión si no le permitían cantar en catalán. Hubiera sido un paso importante para su carrera.
Por entonces, la Televisión Española (TVE) había seleccionado al nuevo cantante Serrat para interpretar La, la, la, en una competencia en que representaría al país. Él la grabó y promocionó en catalán, pero el gobierno autoritario de Francisco Franco no autorizó a usar esa lengua co-oficial. El artista dijo que no y la TVE mandó a otra estrella de la discográfica, Massiel, quien ganó con la canción que iba a llevar Serrat y consiguió el único primer premio de la historia para su país en Eurovisión.
Aquel que no pudo subir a la ceremonia en el Royal Albert Hall de Londres, vino a la Argentina y cantó en los clubes de barrio del Conurbano y los alrededores de La Plata. Hacia 1973, donó una recaudación para los presos políticos. Como recordara Verbitsky, “nos ha acompañado desde antes de la dictadura”.
A partir de entonces, entre tantas veces que regresó, cantó gratis desde la plaza frente al Congreso, hacia 1992; otra vez, en Córdoba, en 1996, y se despidió en esa provincia de la Argentina el 8 de noviembre de 2022, donde su interpretación de Para la libertad contó con la proyección de dibujos de Banksy a la par de una ovación de varios minutos. Tres semanas después se despidió de la Argentina y, a fin de año, bajó por última vez de un escenario en su ciudad natal.
Ahora, seis meses después de haber cumplido sus 80 años, sigue escribiendo, a pesar de que ya no subirá a escenarios ni grabará: “No me gusta mucho cómo está la industria discográfica”, además de que “todo tiene un final y es mejor acabarlo uno a que lo acaben”.
Se lleva, entre otros galardones, el Premio Princesa de Asturias de las Artes recibido en abril, con el que fue destacado por aunar “el arte de la poesía y la música al servicio de la tolerancia, los valores compartidos, la riqueza de la diversidad de lenguas y culturas, así como un necesario afán de libertad”.
Para la libertad, claro, “sangro, lucho, pervivo... y siento más corazones”, que se niegan a regalarle esa palabra a quienes pretenden asfixiar a las democracias.
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