UNA CANCIÓN INOLVIDABLE

La música que escuché mientras escribía

 

La semana pasada, cuando terminamos en El Cohete Radio con la nota dedicada al primero de los raros del tango, Eduardo Rovira, Guille Hernández trajo la versión más extraña que alguna vez escuché del más famoso de los negro spirituals. Buena parte de la interpretación de Linda Sharrock fue a capella. Recordé entonces que el año pasado ya le habíamos dedicado una edición a este tema, cuya letra repite una y otra vez

Sometimes I feel like a motherless child

A long way from home

Que traduzco en forma elemental, como

A veces me siento como un chico sin su mamá

Muy lejos de casa.

También entonces, esa nota se inspiró en el aporte de Guille de la semana anterior, con la versión del mismo tema por Hank Jones al piano con Charlie Haden en el bajo. Como si fuéramos un equipo.

Hoy quiero repetir las dos versiones canónicas de este spiritual, que viene desde los tiempos de la esclavitud, cuya primera versión conocida fue la de los Fisk Jubilee Singers en la década de 1870 y que se convirtió en un himno del movimiento por los derechos civiles un siglo después. Las mejores, para mi gusto, son las de la contralto Marian Anderson y la del bajo Paul Robeson. Ambos fueron figuras centrales de la lucha de los estadounidenses de origen africano por ganarse un lugar destacado en un mundo que hasta entonces era exclusivo de los blancos caucásicos. Los dos sobresalieron en su especialidad, que en el caso de él no fue una sino varias y bien diversas.

Siendo negra bien oscura Marian Anderson se animó con el repertorio clásico de la música universal, como se le llamaba entonces a la que producían blancos europeos, como Bach, Haendel, Brahms o Schubert. Pero le negaron la inscripción en todos los conservatorios. Sólo le permitían cantar la música de los negros, los spírituals, y nadie lo hizo como ella. Esta es su versión grabada en 1936 de Sometimes I Feel Like A Motherless Child: 

 

 

Incluso no le permitieron inscribirse en el festival mozartiano de Salzburgo, y cantó en un pequeño auditorio de la ciudad, para pocos espectadores. Fue tan enorme la repercusión que un grupo de músicos de élite se conjuró para repetirlo en el salón de baile de un gran hotel. Pese a las amenazas, en 1936 y 1937 cantó en el Musikverein con la filarmónica de Viena dirigida por Bruno Walter, poco antes de la anexión de Austria por la Alemania nazi. Cantó la Rapsodia de Brahms para contralto sobre un poema de Goethe, ante una sala colmada. De regreso a su país ante la inminencia de la guerra, se encontró con el mismo desafío cuando las damas de beneficencia autodenominadas Hijas de la Revolución Estadounidense invocaron su estatuto, que decía Whites Only, para vetar su recital en el Memorial Hall, que era la única sala de Washington capaz de albergar a la asombrosa cantidad de público que la seguía con devoción. La estupefacción creció cuando Eleanor Roosevelt, la esposa del Presidente, renunció a Las Hijas de la Revolución e invitó a Anderson a cantar en uno de los mayores monumentos nacionales, dedicado al Presidente que abolió la esclavitud. La acompañaron varios ministros del gabinete y jueces de la Corte Suprema, ante una audiencia de 75.000 personas. Era el 9 de abril de 1939, faltaban cinco meses para que comenzara la Segunda Guerra. "El genio no tiene color", dijo al presentarla el ministro del Interior, Harold Ickes. Está grabado, y si te interesa podés verlo en aquella nota del año pasado. Uno de los asistentes, de 9 años, volvería allí un cuarto siglo después, para escribir una página central de la historia del siglo XX: Martin Luther King.

A partir de 1950 Marian Anderson se negó a cantar en auditorios que discriminaran por el color de la piel de los asistentes, y cuando ya era tratada como una santa, según la profesora de historia y literatura germánica Kira Thurman, no había acontecimiento trascendente que prescindiera de su presencia. Fue invitada a cantar en las asunciones presidenciales de Eisenhower, Kennedy y Johnson, y Jimmy Carter la homenajeó emocionado.

Paul Robeson era hijo de un esclavo. Además de cantante, fue actor, abogado, combatiente en una brigada internacional en la Guerra Civil Española y campeón de fútbol americano, que hasta entonces también era whites only. Como distracción, también jugaba al básquet y al béisbol. Militante comunista, amigo de Einstein y de Eisenstein, Neruda lo menciona en su Canto general:

En Georgia matan a palos
cada semana a un joven negro
mientras Paul Robeson canta como la tierra
como el comienzo del mar y de la vida.

Su profunda voz de bajo resonó en la Comisión de Actividades Antinorteamericanas del Senado, presidida por un loco que veía comunistas hasta en el Ejército, que lo acuso de la absurda idea de constituir un Estado pro-soviético en el sur de Estados Unidos. Cuando un senador republicano le preguntó con sarcasmo por qué no se iba a la URSS, Robeson respondió: "Porque mi padre fue un esclavo, y mi gente murió para construir este país, y yo me voy a quedar aquí, y voy a ser tan parte de este país como usted. Y ningún fascista me obligará a irme. ¿Está claro?"​.

 

 

Wikipedia reseña la enorme cantidad de grabaciones que existen de este spiritual conmovedor. Pero omite una, que sin llegar al nivel de las anteriores, ni al propio en otros temas, hizo Louis Armstrong, que también me gusta mucho.

 

 

Y ya que me estoy repitiendo, voy a cerrar con la misma frase de septiembre de 2023:  ojalá ustedes lo gocen tanto como yo, que tanta falta nos hace en estos días aciagos.

Me parece que hoy es más justa que entonces.

 

 

 

 

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