El profeta libertario

Entre el trastorno sociopático y el show para distraer de la recesión económica

 

Según un viejo proverbio español, quien no tiene abuela que lo alabe, de algún modo la sustituye. Los autoelogios del Presidente Javier Milei para describir su reciente paso por España van en esa dirección: “La gira ha demostrado que soy el máximo exponente de la libertad a nivel mundial. Le guste a quien le guste, la agenda de los políticos argentinos es de los liliputienses (mientras que) yo estoy en otra liga. Donde yo voy, genero un terremoto. Les encantaría estar donde estoy yo”, indicó. En una entrevista de LN+ se colocó más medallas: “No están acostumbrados a ver una persona que es uno de los cinco líderes más importantes del mundo. Eso lo ha hecho la encuesta de Time, sale en todas las encuestas mundiales. Soy el segundo líder mundial. Cada vez que yo voy a un lugar es una fiesta. Soy el máximo defensor de las ideas de la libertad”. Una explicación plausible de estos desvaríos nos las ofrece Luigi Zoja, autor de Paranoia, la locura que hace la historia, quien señala que “los componentes laterales más frecuentes de la paranoia son la megalomanía y la envidia que se atribuye a los rivales pero que en realidad le pertenecen al sujeto”.

Las baladronadas de Milei fueron precedidas por una serie de agresiones verbales en el discurso leído frente a los más variados representantes de las formaciones de ultraderecha internacional en Madrid. Si bien la frase más comentada ha sido la referencia a la esposa del Presidente del gobierno de España, durante su intervención en un evento organizado por Vox arremetió también contra el socialismo “maldito y cancerígeno” que “invita a la muerte” para luego añadir que son una “calaña de gente atornillada al poder”. Milei equiparó de modo engañoso al socialismo de Sánchez con el comunismo estalinista: “El socialismo esconde lo peor del ser humano, que es la envidia, el odio, el resentimiento, el trato desigual ante la ley y si es necesario el asesinato. Porque nunca se olviden que los malditos socialistas asesinaron a 150 millones de seres humanos”. Estas expresiones que han dado lugar al conflicto diplomático con España han sido precedidas de otras de similar calado: denominó “representante maligno en la tierra” al Papa (con quien más tarde se disculpó), “comunista y corrupto” al Presidente de Brasil, “comunista asesino” al de Colombia e “ignorante” al de México. Son comportamientos tan insólitos que han llevado a Martín Caparrós, en una nota publicada en el diario español El País, a preguntarse: “¿Milei es o se hace?”

Es sabido que para representar un cierto rol, como lo aconseja el método de Stanislavski, “el actor debe crear un personaje creíble a través de la compresión de su psicología, la creación de un contexto realista y la conexión emocional con el personaje”. De modo que es posible deducir que Milei “se hace” para hacer frente al malestar de millones de argentinos y distraerlos frente a la gran recesión económica que ha provocado en la Argentina –con una caída interanual del 8,4 % en marzo– y el aumento de la pobreza y el desempleo registrados en el arranque de su mandato. Y al mismo tiempo es posible pensar que Milei es auténtico, dado que su violencia verbal, el uso soez y grosero para insultar a cualquiera que profiera una crítica, como lo ha hecho con políticos y periodistas, lo colocan en el lugar de las personalidades sociopáticas, que han bajado de las arbóreas redes sociales en las que se columpiaban para sacar a pasear al mono que llevan adentro.

 

La apropiación de la política exterior

Desde una perspectiva institucional, es sumamente grave que un Presidente utilice la política internacional como forma de promoción personal y modo de difundir sus ideas en el mundo, al estilo de los profetas bíblicos. Como señala acertadamente el profesor de Relaciones Internacionales Patricio Giusto, “Milei ha estado desplegando una política exterior basada exclusivamente en su ideología, sus preferencias personales y sus incontenibles impulsos pasionales. Se trata además de una visión sesgada y negacionista de la realidad global actual. Y lo que es aún peor: ceñida a los caprichos de una sola persona”.

Desde la caída de las monarquías absolutistas se ha considerado que la política exterior de un país debe ser fruto de un cierto consenso que refleje la preferencia media de los ciudadanos. En una democracia no puede quedar al albur de la caprichosa voluntad de un Presidente-monarca que la utiliza como simple instrumento de promoción personal. Por consiguiente, provoca verdadero bochorno que una relación de estrecha amistad con el pueblo español, que data de cientos de años, quede irremediablemente dañada por los delirios de grandeza de un personaje histriónico que no duda en usar recursos públicos con fines privados. El portavoz presidencial Manuel Adorni ha tratado de adornar el incidente rechazando que se trate de un conflicto diplomático al considerarlo “un tema estrictamente personal”, enmarcado en “una discusión de ideas que se contraponen”. Basado en ese argumento, Milei ha criticado la retirada definitiva de la embajadora española María Jesús Alonso Jiménez argumentando que “es un disparate propio de un socialista fatalmente arrogante”, aduciendo a continuación que el líder del PSOE tiene un “complejo de inferioridad” frente a él. Pedro Sánchez, en una intervención ante el Congreso de los Diputados, respondió manifestando que “los afectos son libres entre gobiernos, pero el respeto no”. “El respeto es irrenunciable”, remarcó, y advirtió al líder del Partido Popular español y al de Vox que “por encima de las ideologías está la educación y el patriotismo”.

 

 

En esta línea de torpezas internacionales que quedan expuestas a los ojos de todo el mundo, resulta inaceptable que la Argentina aparezca votando, junto con Estados Unidos e Israel, el rechazo a la resolución de la Asamblea General de la ONU que ha respaldado el deseo de Palestina de convertirse en un Estado miembro de pleno derecho de Naciones Unidas. La resolución, que recibió 143 votos a favor, envía la petición de Palestina al Consejo de Seguridad, encargado de la cuestión, para que “reconsidere el asunto favorablemente” después de que en el pasado abril Estados Unidos frustrara en solitario la entrada de Palestina con su derecho a veto. En este alineamiento incondicional con el gobierno de ultraderecha de Israel, sobre el que pesa una acusación de genocidio, el gobierno argentino ha expresado “su preocupación por la decisión del fiscal de la Corte Penal Internacional de solicitar el arresto de altos funcionarios del gobierno de Israel”. En el comunicado publicado por la Cancillería, “la Argentina considera equivocada y rechaza la equiparación que realiza el fiscal entre autoridades legítimas de un Estado democrático con líderes de una organización terrorista responsable de crímenes brutales”. Afirmación falaz puesto que la circunstancia de que en un conflicto se acuse a las dos partes intervinientes de cometer crímenes de guerra no supone “equipararlas” sino simplemente aplicar la ley de forma igualitaria. Al tiempo que la Argentina asumía esta posición frente al conflicto en Gaza, España, junto con Irlanda y Noruega, anunciaban el reconocimiento del Estado de Palestina, una decisión que ya han tomado 142 países de las Naciones Unidas y que en España cuenta con el apoyo del 78% de los ciudadanos.

 

La agenda oculta

El ex embajador argentino ante la OEA, Carlos Raimundi, considera que el conflicto internacional que desató Javier Milei al insultar y agraviar a su par español, Pedro Sánchez, y a la esposa de éste, forma parte de una estrategia de las derechas occidentales. “Desde luego que hay una personalidad que linda lo demencial, una personalidad enferma, tóxica. Pero yo me niego a creer que es nada más que eso. Creo que detrás de eso hay una estrategia de ir contra las democracias, contra las instituciones políticas”. Para Pablo Semán, que ha compilado el ensayo El ascenso de Milei (Siglo XXI), hablar de una derecha internacional como un monstruo que lo planifica todo es una pérdida de tiempo. O –mejor en sus propias palabras– “es problemático porque revela la pereza, la irresponsabilidad y la vocación de externar la culpa que tiene el progresismo en general y el peronismo en la Argentina”. Considera que asistimos a una crisis del Estado que tiene que ver con el funcionamiento del capitalismo y de su relación con la democracia, condicionada por “una situación mundial donde la competencia que significa para Occidente el crecimiento de India y China restringe la posibilidad de desarrollo económico y equitativo y del Estado de welfare tradicional de los países de Europa y Estados Unidos”.

Ahora bien, con independencia de que determinar las causas de la aparición del fenómeno de la derecha libertaria en la Argentina todavía demandará profundizar los estudios y estimular los debates, lo cierto es que estamos ante claros intentos de normalizar el insulto y utilizar la demonización del adversario político, bajo el pretexto de librar una batalla cultural contra la izquierda woke. En esta agenda de la ultraderecha internacional se criminaliza a los inmigrantes en situación irregular, se ataca a colectivos como el feminista o las personas LGTBI, se pretende penalizar el aborto o se niega el cambio climático.

En el caso de Milei, asistimos además a la apropiación distorsionada y engañosa del ideario liberal para reconvertirlo en una vulgata del fundamentalismo de mercado. Un destacado filósofo del liberalismo como John Gray, afirma en Las dos caras del liberalismo (Ed. Paidós) que “los mercados no se sostienen por sí mismos. Son unas instituciones legales y culturales altamente complejas. Hacen lo posible para promover el pluralismo y la autonomía cuando están complementadas por otras instituciones que no son de mercado. Sin las libertades positivas conferidas por instituciones asistenciales efectivas, las libertades negativas del mercado son de valor limitado”. En la actualidad, la mayoría de los pensadores referenciados en las tradiciones políticas del liberalismo clásico piensan, al contrario de lo que divulga Milei, que la justicia y la igualdad son la suprema virtud de las instituciones sociales. Siguen la huella de Adam Smith, considerado uno de los padres del liberalismo económico, pero que también era un escocés partidario de la Ilustración que advirtió en su obra La teoría de los sentimientos morales, escrita en 1759, la necesidad de proteger a las sociedades de la codicia de los hombres de negocios. Smith afirmaba que “esta disposición a admirar y casi idolatrar a los ricos y poderosos y a despreciar o como mínimo ignorar a las personas pobres y de modesta condición… es la mayor y más extendida causa de corrupción de nuestros sentimientos morales”.

 

 

 

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