El viernes por la tarde, menos de 48 horas después de que MSCI Inc. proclamara el ascenso del mercado de capitales argentino de “fronterizo” a “emergente”, el diario especializado en finanzas El Cronista tituló que “el Merval toma gracias tras la fuerte suba de ayer por el pase a mercado emergente”. Lo cual nos lleva a preguntarnos qué es lo que toman gratis en El Cronista mientras editan las notas. Furcio aparte, que la “euforia de los mercados” del jueves se haya convertido en una “toma de ganancias” el viernes, expone con crudeza la irrelevancia de la decisión de MSCI para la economía cotidiana de cualquier argentino que no sea un tahúr profesional de la Bolsa.
Los índices de mercados desarrollados, emergentes y fronterizos clasificados por MSCI son utilizados como referencia por los grandes inversores institucionales del mundo, para orientar sus decisiones de inversión. El mismo día del anuncio del cambio que favoreció a la Argentina, el departamento de análisis del banco de inversión estadounidense Morgan Stanley, que hasta 2009 fue el accionista controlante de MSCI, publicó una evaluación de su impacto. Los analistas de Morgan Stanley calculan que hay aproximadamente U$S 750.000 millones invertidos profesionalmente que replican o se guían por el índice de mercados emergentes de MSCI, mucho más que los U$S 2.300 millones que siguen el índice de mercados fronterizos, y estiman que el nuevo status de nuestro país debería provocar un flujo adicional de U$S 3.400 millones hacia las acciones de empresas argentinas y una suba de su valor de cotización bursátil del 42% en los próximos doce meses.
El Ministro de Hacienda Nicolás Dujovne celebró la decisión prometiendo que “ser emergentes va a dar acceso a capital más barato y, por ende, a más inversión, más crecimiento y más empleo para todos los argentinos”. Los diarios remarcaron la coincidencia temporal con la llegada del primer desembolso del crédito stand-by del Fondo Monetario Internacional y en su cobertura simultánea de ambos sucesos no escatimaron las menciones a las “vueltas de páginas”, las “señales de confianza” y los “un antes y un después”.
Maticemos tanta exuberancia clarividente con algunas precisiones contemporáneas sobre este remedo novedoso de la postergada lluvia de inversiones.
MSCI declara que nuestro “mercado” ya es “emergente” pero explícitamente se excusa de opinar si nuestra “economía” también lo es. Según la descripción del “Marco de Clasificación de Mercados” publicada en su sitio online, MSCI aplica tres criterios para definir si el mercado de un país debe ser clasificado como desarrollado, emergente o fronterizo: el nivel de desarrollo del país (evaluado en función del ingreso por habitante), el tamaño y la liquidez del mercado (evaluados en función de la capitalización bursátil y la liquidez de las acciones de las empresas cotizantes) y la apertura del mercado (evaluada en función de su eficiencia operativa y la facilidad con que los fondos extranjeros pueden entrar y salir). Pero MSCI advierte en ese instructivo que sólo tiene en cuenta el nivel de desarrollo para calificar la categoría de mercados, valga aquí la redundancia, desarrollados. En cambio, cuando se trata de países como la Argentina, que oscilan entre ser fronterizos o emergentes, a MSCI sólo le importa evaluar las otras dos cuestiones que se refieren exclusivamente al funcionamiento de la bolsa. La inversión, el crecimiento y el empleo que desvelan a Dujovne son irrelevantes para MSCI.
En el caso de la Argentina, MSCI se preocupa sobre todo por salvaguardar que los inversores extranjeros puedan volver a llevarse el dinero invertido de inmediato y sin impedimento alguno. Para que no haya dudas el MSCI “aclara”, en el mismo comunicado de prensa que anunció la promoción de la Argentina, que “revisará su decisión de recalificarla si las autoridades argentinas introducen cualquier clase de restricciones a la accesibilidad del mercado, tales como controles de capital o cambiarios”. El aumento alarmante del déficit comercial informado por el INDEC el viernes y los detalles estremecedores sobre la corrida cambiaria revelados en el Informe de la Evolución del Mercado de Cambios de mayo, que publicó el Banco Central el mismo día, deberían alertarnos sobre el peligro de ceder al chantaje del MSCI. El mes pasado el déficit de la balanza comercial de bienes fue de U$S 1.285 millones y en los primeros cinco meses del año ya acumula U$S 4.691 millones de saldo negativo, bastante más que el doble del déficit record registrado en el mismo período del año pasado. También durante mayo, el poco más de un millón de argentinos, incluyendo empresas, que compraron dólares para ahorro, adquirieron U$S 7.426 millones (U$S 4.616 si se les restan las ventas). Esas cifras representan un cuarto de millón de compradores de dólares más y casi el doble de los dólares comprados en el mes de abril. Dicho de otra manera, los argentinos compraron en mayo casi tantos millones de dólares como los U$S 7.500 millones que el FMI le prestó a Dujovne en junio para que intente calmar la corrida vendiéndolos a razón de cien millones por día.
La inclusión de la Argentina en el índice de mercados emergentes no beneficiará a todas las empresas del país, ni siquiera a todas las empresas cuyas acciones cotizan en la bolsa local. MSCI explicó que incluirá en la cartera argentina que integrará el índice a partir de junio de 2019 sólo un reducido grupo de empresas cuyas acciones también cotizan en mercados del exterior, y que los títulos relevantes no serán las acciones que se compran y venden en la bolsa argentina sino los American Depositary Receipts (ADRs) que se transan en el extranjero. Simultáneamente con el anuncio, MSCI dio a conocer una lista “simulada” de las 16 empresas que reúnen esas condiciones: Telecom, YPF, Galicia, Macro, Pampa, BBVA, Transportadora de Gas del Sur, Globant, Central Puerto, Edenor, Arcos Dorados, Loma Negra, Supervielle, IRSA, AdecoAgro y Cresud. Los accionistas de las empresas escogidas para la simulación ya empezaron a gozar de los beneficios de pertenecer al club. Cada aumento de la cotización de los ADRs en Wall Street representa una ganancia concreta obtenida por su propietario, que eligió venderlos en vez de esperar un año hasta la confirmación de la lista definitiva y el lanzamiento real del índice que las incluya.
Mientras los argentinos aguardamos que se materialicen los efectos virtuosos de la elevación a emergentes que nos promete Dujovne, las proyecciones económicas propuestas por el gobierno y aprobadas por el Directorio Ejecutivo del FMI nos revelan qué entiende el ministro por “más crecimiento” y “más empleo”. El acuerdo con el FMI pronostica para los tres años posteriores a nuestra inclusión en el índice de mercados emergentes de MSCI un crecimiento anual promedio del producto bruto interno del 2,4% y una caída del desempleo de tres décimas desde el 8,5% de 2019 hasta el 8,2% de 2021.
Las cifras con las que sueña Dujovne lucen especialmente anémicas si se las compara con las registradas para los mismos rubros durante los tres años posteriores a la decisión de MSCI de exilarnos en el índice fronterizo a partir de mayo de 2009. Durante el trienio 2010-2012, la Argentina creció a un promedio anual del 5%, que duplica el anhelado por Dujovne, y el desempleo cayó un punto y medio desde el 8,4% del final de 2009 hasta el 6,9% de 2012. No todas las maneras de emerger son iguales.
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