Atrocidad legalizada
El pleno empleo es el imperativo del movimiento democrático y popular
Guillermo Wierzba murió hace seis meses. Así, el columnista económico de El Cohete no llegó a enterarse de que Javier Milei llegaría un mes más tarde a la Presidencia. Sin embargo lo había prefigurado, en este artículo que publicó en la revista Juana Azurduy en 1998. Gracias a los hijos e hijas de Guillermo, hoy extrañamos un poco menos a Wierzba.
¿Y si una fuerza política planteara la esclavitud como programa y ganara las elecciones? ¿Y si un candidato propusiera la discriminación a los homosexuales y sacara la mayoría de los sufragios? ¿Y si un aspirante presidencial triunfara con un programa educativo que previera la inclusión de la reivindicación del servicio militar?
¿El movimiento democrático debería oponerse hasta la rebeldía frente al intento de llevar a cabo semejantes atrocidades? ¿O debería acatar el cumplimiento del programa de los representantes electos?
¿La esclavitud es una atrocidad? ¿Y la discriminación sexual? ¿Y la reivindicación del genocidio? ¿Cuándo son atrocidades? ¿En el momento en que se aplican contra la ley o en el tiempo histórico en que existe un movimiento democrático que ha tomado conciencia del carácter opresivo de dichas vivencias y lucha sin cuartel contra su vigencia?
¿Qué es un movimiento democrático? ¿Las elecciones garantizan la democracia? ¿Y cuando Mussolini ganó las elecciones en Italia? ¿Y cuando en naciones islámicas los fundamentalistas triunfan electoralmente y sancionan con vejaciones corporales a las mujeres que muestran sus piernas? ¿Y cuando en Israel triunfan quienes pretenden mantener ocupados territorios árabes? ¿Y las elecciones que gana Clinton con el programa de garantizar el liderazgo global de los Estados Unidos y destruir a Irak si no hace lo que él quiere? ¿Y cuando Bussi es elegido gobernador de Tucumán?
¿Hay que respetar la elección del asesino Bussi o luchar hasta tumbarlo lo más rápido posible? ¿El pueblo debe respetar sin condiciones los resultados electorales? ¿El movimiento democrático debe hacerlo? ¿Existe un movimiento democrático que no tenga carácter popular? ¿Y si Videla o Astiz quisieran aspirar a cargos electivos?
(...) A esta altura hay un punto que aclarar echando una mirada de los hechos electorales. Hay que observar si siempre son lo mismo. Si desde ellos se decide el futuro o se sanciona un futuro ya decidido en el marco del movimiento y la lucha política que se sostiene en otros planos de la vida social. Esto implica tomar posición frente a la legalidad, ya sea en el sentido de verla de una manera en que los hombres resuelven la organización de sus convenios y acuerdos, o en el de un ordenamiento contractual de métodos, que de hecho ya tienen previamente una resolución garantizada por una hegemonía que sobre-determina dicha legalidad.
¿La legalidad es una instancia liberadora o disciplinadora represiva del pueblo?
Tomemos dos ejemplos de la vida electoral argentina. En 1973, luego de una larga movilización popular, que implicó luchas masivas, movilizaciones callejeras, huelgas, boicots electorales, atentados armados, el pueblo concurre a las urnas y vota en un sentido: echar a los enemigos de un lugar usurpado e instalar a quienes identificaba como propios, los nuestros, los de este lado. Antes de las elecciones ya se sabía cómo iba a ser el resultado. La cosa era garantizar que se hicieran. En 1999: ¿quiénes son los propios, quiénes son los nuestros, quiénes son los de ellos? Esto es distinto, se trata de quiénes son los ladrones y quiénes no. La cosa no es entre los míos y los otros, sino entre los buenos y los malos. Ladrones y honestos respetan la legalidad de la deuda externa, de las privatizaciones, del derecho de las ganancias, de las seguridades de la propiedad. Ya se sabe que en las elecciones van a ganar los que respetarán la Ley de Convertibilidad, el cumplimiento de los compromisos y el trabajo flexible.
Acerca del trabajo flexible. El desempleo, ¿es o no una atrocidad? Si lo fuera, ¿podrían admitirse candidatos que en sus programas previeran medidas económicas que concibieran como posible la inexistencia del pleno empleo? Sí, hablamos de pleno empleo, desempleo 0%. No de ingenierías alquímicas para la reducción del desempleo. Decisión política de pleno empleo.
¿En economía existen las atrocidades? En ella, ¿existen los valores o está regida por las leyes naturales? En la política, ¿existen las decisiones de principios o es una administración de las posibilidades, también naturalmente dadas? ¿Las determinaciones funcionan en las ciencias sociales tal cual como en las naturales?
Si la esclavitud fuera inadmisible para una propuesta política. Si la discriminación sexual fuera también inadmisible. Si la xenofobia fuera inadmisible, ¿por qué no el desempleo? La imposibilidad de ganarse el pan, legalizada. La pobreza, legalizada. La imposibilidad de ser productivos, legalizada. La miseria, legalizada.
En los umbrales del siglo XXI maduran los tiempos históricos para que el movimiento democrático y popular incorpore a su programa humanista el tema del empleo para todos. El escenario de hombres trabajando más de diez horas diarias por salarios miserables, amenazados con perder el trabajo a manos de otros desamparados que se encuentran en estado de desesperación por conseguir un puesto de trabajo y poder comer mejor un tiempo, se soluciona estableciendo una jornada laboral más corta donde todos trabajen el tiempo diario que el plan productivo, determinado políticamente o por el mercado, requiera para que todos estén ocupados. A partir de allí, las necesidades de capacitación plantearán el imperativo de un plan educativo masivo que posibilite la aptitud creativa del trabajo de todos los humanos, producirse a sí mismos en una vida digna.
El desempleo no es un flagelo. Es la necesidad de un puñado de empresarios opresores para tener amedrentados a los trabajadores que emplean y pagar salarios que les permitan obtener abultadas ganancias. Es la ventaja esencial que tienen en tiempos de revancha, después de una época en que el ascenso de las luchas populares dignificadoras de las mayorías habían recortado sus privilegios. El desempleo no es una fatalidad del cambio tecnológico. Es la llave maestra de la contrarrevolución neoliberal para garantizar la hegemonía capitalista y obstaculizar el surgimiento de movimientos políticos críticos del sistema con anclaje en la lucha social.
El imperativo del movimiento democrático y popular de fin de siglo es el pleno empleo. El pleno empleo para poder ganarse la vida. La vida que es el pan. La vida que es la vivienda. La vida que es curarse. Que es tener vacaciones. Que es tener tele. Que es ir de paseo. Que es comprarse pilchas. Nivel de vida del siglo XXI. El pleno empleo que permita levantar cabeza y pelear por salarios dignos.
El derecho al trabajo, al puesto de trabajo, debe estar garantizado por ley. La ley se consigue mediante el movimiento popular. Una jornada de trabajo por día y por habitante de la población económicamente activa. El Estado debe ser el garante jurídico de esa situación liberadora.
Los distintos machacones de las restricciones a los derechos de los trabajadores, eufemísticamente llamadas flexibilización laboral, se distinguen en un debate como el que sostenían los esclavistas respecto al maltrato y los castigos corporales admisibles. Duros y blandos al fin, de una misma política. Halcones y palomas entre los partidarios de atrocidades.
Ninguna mayoría electoral de los representantes de las democracias republicanas, siempre circunstanciales y de carácter consensual y no participativo, puede tener más derechos y legitimidad que el movimiento democrático participativo de los activos populares. Este surcó con su torrente la historia de la humanidad, atravesándola y construyendo el futuro y la libertad de los hombres y los pueblos. No habrá voto ni votos que sirvan para justificar leyes de esclavitud y exterminio como las de flexibilización laboral.
En la Historia por escribirse, ¿dónde figurará la democracia? ¿Del lado de la Argentina de Menem o de la Cuba de Fidel? ¿Del lado de la China de Mao o de los Estados Unidos de Johnson? ¿Del lado de la Francia de De Gaulle o de los vietnamitas de Ho Chi Min? ¿Del lado de la Rusia de Lenin o la de Yeltsin? ¿Del lado del México de Zedillo o del de Marcos? ¿Del lado de la Colombia de la alternancia electoral liberal-conservadora o de la guerrillera? ¿Del lado del Chile de Allende o del de la Convergencia? ¿Del lado del Perú de Velazco o del de Fujimori? ¿Del lado de los senadores y diputados que votarán la flexibilización laboral o de la de aquellos que lucharemos por impedirlo y obstaculizar su aplicación? ¿Cómo dibujará la Historia este complejo vínculo entre elecciones y democracia de nuestro siglo XX?
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