Un retórico pacto fundacional
La aspiración a dejar una impronta en la historia
Uno de los defectos menos analizados del sistema presidencialista es el “síndrome del pintor”. Los Presidentes, respondiendo a un deseo muy humano, aspiran a dejar su impronta en la historia argentina y se enfrentan a una realidad compleja con la misma ilusión del pintor ante un lienzo en blanco. Algunos sobreactúan, convencidos de que es posible “refundar” la Argentina, y hacen una serie de enunciados que luego no obtienen suficiente respaldo social y quedan en el olvido. Como era previsible, el discurso del Presidente Milei del 1 de marzo ante la Asamblea Legislativa abunda en esa convocatoria mesiánica “para que algún día, dentro de 30 años, cuando la Argentina sea una potencia mundial, las generaciones futuras miren para atrás y digan fue ahí, en la Docta, nuestra querida provincia de Córdoba, que comenzó el camino a la prosperidad”. La letra del tango Nieblas del riachuelo de Enrique Cadícamo consigue transmitir esa imagen desesperanzada “de los barcos que en el muelle para siempre han de quedar” que dejan tantos intentos frustrados de refundación: “Puentes y cordajes donde el viento viene a aullar, barcos carboneros que jamás han de zarpar… torvo cementerio de las naves que al morir, sueñan sin embargo que hacia el mar han de partir…”.
El “Pacto de Mayo”
En el caso de Milei, un Presidente surgido de una burbuja mediática, sin experiencia política, sin un partido político que lo respalde, con un escaso elenco de diputados y senadores, sin un plan de gobierno y con las ínfulas mesiánicas de un líder religioso, dispuesto a arrasar con la “estructura criminal del Estado”, estas características del “síndrome del pintor” son aún más marcadas. La convocatoria a los gobernadores a firmar el próximo 25 de mayo en Córdoba —la tierra donde nació Conan—, “bajo la mirada del Eterno”, un nuevo pacto fundacional para la República Argentina no hace concesión alguna al recato retórico. Sibilinamente, este “pacto” de diez puntos, que supuestamente “reconstituye las bases de la Argentina”, está sujeto a la aprobación previa de la reformulada “ley Ómnibus” y a la aceptación del ajuste fiscal por las provincias. No obstante, como “la corrupción, la mezquindad y el egoísmo están demasiado extendidos” en la clase política y el Presidente no abriga demasiadas esperanzas de que su convocatoria surta efecto, teme que los convocados no “depongan sus intereses personales” porque algunos no entienden la gravedad de la situación y otros “se resisten a perder sus privilegios, sus negocios o su comodidad”. Por este motivo, para Milei, enfrentamos dos escenarios posibles: o los gobernadores se pliegan al modelo distópico propuesto por el Presidente o, de lo contrario, si los diputados y senadores no aprueban sus proyectos de ley, eligiendo el camino de confrontación, “se encontrarán con un animal muy distinto al que están acostumbrados”. There is no alternative.
Los diez puntos de Milei
En opinión de Milei, las diez ideas que presenta “son las bases del progreso de cualquier nación (que) podrán sentar las condiciones del crecimiento argentino por los próximos 100 años, para que una vez más la Argentina sea un faro de luz para Occidente”. Como es comprensible, desde su mirada, “este momento histórico no es para cualquiera. No es para dirigentes que especulan políticamente, no es para quienes piensan que gobernar es un concurso de popularidad, no es para los que quieren mantener sus privilegios a costa de un país quebrado y no es para almas bellas, para los cuales las formas o las comas en un texto pesan más que la voluntad de cambio”. Por el contrario, la convocatoria es “para hombres o mujeres de Estado” que son como Milei, es decir, para “patriotas, para aquellos que piensan en la historia, que están dispuestos a arriesgarlo todo en beneficio de la nación, porque arreglar este país requiere de enormes sacrificios”. En el lenguaje místico de Milei, las puertas del cielo permanecen todavía abiertas para todos los bienaventurados que sepan distinguir la oscuridad de la luz.
Si descendemos a tierra, el análisis de los diez puntos parece ser fruto de la improvisación, dado que se mezclan principios que ya están en la Constitución nacional, como la inviolabilidad de la propiedad privada, con simples enunciados de reformas (tributaria, previsional, laboral, política, coparticipación federal de impuestos, explotación de los recursos naturales y apertura del comercio internacional) cuyos contenidos se desconocen, pero cuya formulación demandaría meses de ardua negociación. Los dos únicos puntos que tienen verdadera sustancia y reflejan la impronta neoliberal de Milei son la reducción del gasto público al 25% del Producto Bruto Interno y la consiguiente reducción de la presión impositiva que ello lleva implícito. Se pretende reducir el gasto público exactamente al nivel de los Estados Unidos —que carecen de un Estado del bienestar— frente al gasto más elevado de los países europeos que cuentan con un eficiente Estado del bienestar (39% en España, 50% en Francia). Como era previsible, la Asociación Empresaria Argentina (AEA), que nuclea a los principales grupos corporativos del país, expresó su apoyo a la iniciativa a través de un comunicado en el que señaló que “la propuesta del Pacto de establecer un acuerdo de fondo sobre el equilibrio fiscal y sobre la necesidad de reducir el elevado gasto público es por demás pertinente y urgente”.
Los diez puntos de Macri
En mayo de 2019, el Presidente Mauricio Macri hizo una propuesta similar a la de Milei, lanzando la habitual proclama optimista con la que se presentan estas iniciativas. Manifestaba: “Estos puntos no son un plan de gobierno, ni una propuesta electoral, ni un contrato de adhesión. Son una invitación para que podamos despejar algunos temas esenciales de nuestras discusiones”. Proponía lograr y mantener el equilibrio fiscal, tanto en la nación como en las provincias; sostener un Banco Central independiente; promover una integración inteligente con el mundo; promover el respeto a la ley, los contratos y los derechos adquiridos con el fin de consolidar la seguridad jurídica; la creación de empleo formal a través de una legislación laboral moderna; reducir la carga impositiva nacional, provincial y municipal; la consolidación de un sistema previsional sostenible y equitativo; la consolidación de un sistema federal transparente que asegure transferencias a las provincias no sujetas a la discrecionalidad del gobierno nacional de turno; asegurar un sistema de estadísticas profesional, confiable e independiente y el cumplimiento de las obligaciones con nuestros acreedores. De los diez puntos de Macri son siete los que coinciden exactamente con los propuestos por Milei. Por su frío contenido economicista, sin referencias a la educación y la salud, la propuesta de Macri fue definida por Carlos Pagni como una suerte de nuevo “Consenso de Washington”.
Metodología de los pactos
La cuestión metodológica, es decir, el mecanismo a través del cual se alcanzan ciertos acuerdos entre partidos políticos de diverso signo ideológico, es la cuestión central de los denominados “pactos de Estado”. Mediante estos acuerdos se intenta definir una serie de políticas de largo plazo, evitando que queden al albur de los resultados electorales. Se considera que, por ejemplo, una política de inserción en la economía internacional que se despliegue a lo largo de muchos años es mejor que una política de desarrollo que se modifique cada ciclo electoral. De igual modo acontece con las políticas macroeconómicas, las políticas educativas, las energéticas, medioambientales, etc. En relación con las políticas dirigidas a reducir la inflación, la experiencia internacional demuestra que han dado resultados los acuerdos respaldados por los partidos políticos, los empresarios y las centrales sindicales. No obstante, no se puede perder de vista que la actividad política es, casi por definición, el espacio del desacuerdo. Si tenemos una democracia de partidos políticos es porque existen perspectivas y propuestas ideológicas diferentes que están en permanente conflicto y compiten por ganar el favor del electorado. De modo que la posibilidad de alcanzar acuerdos depende de que la convocatoria se haga de buena fe y que se respeten ciertos procedimientos formales que ofrezcan garantías a los interlocutores de que no se quieren imponer determinadas propuestas bajo la forma de un contrato de adhesión.
Si repasamos algunas experiencias históricas en la búsqueda de consensos, podemos detenernos brevemente en los Pactos de la Moncloa firmados en España en el año 1977. En realidad, los pactos fueron solo dos. El más importante, un acuerdo sobre reforma y saneamiento de la economía, que fue un programa entre el gobierno, las centrales empresariales y los sindicatos, para salir gradualmente de una inflación de casi el 27%. El otro fue un breve acuerdo sobre un programa de actuación jurídica y política suscripto con todos los partidos políticos, más bien de carácter simbólico. En cualquier caso, los acuerdos se suscribieron una vez que el Presidente Adolfo Suárez hubiera convocado a los líderes de los partidos políticos y demás interlocutores para hacerles conocer su intención y recabar su apoyo. Recién cuando contó con esa aprobación, se pusieron en marcha las negociaciones para darle letra y contenido a lo acordado previamente. De modo que Adolfo Suárez hizo dos cosas contrarias a las que acaba de hacer el actual Presidente argentino:
1) No presentó ningún texto previo con 10 puntos “pro mercado”, a modo de contrato de adhesión, como acaba de hacer Milei.
2) El pacto no fue condicionado a la previa aprobación de una reforma como la propuesta a través de la “ley Ómnibus” y el DNU, que intentan introducir un modelo económico y social radicalmente diferente al modelo tradicional de capitalismo con Estado de bienestar.
Otro ejemplo de esfuerzo por pactar tuvo lugar con la Mesa del Diálogo Argentino durante la presidencia de Eduardo Duhalde, que contó con la colaboración de la Iglesia argentina y el concurso del delegado de Naciones Unidas, Carmelo Angulo, luego de la devastadora crisis del 2001. En este caso, el diálogo se inició en un lugar imparcial, la sede de la Organización de las Naciones Unidas en Buenos Aires, contando con la participación del gobierno, la Iglesia, Naciones Unidas, el Banco Interamericano de Desarrollo y diversos sectores políticos y sociales, incluyendo partidos, sindicatos y organizaciones de la sociedad civil. En la primera etapa tuvieron lugar diálogos bilaterales y se suscribió un documento que fijaba las bases del diálogo. Luego se convocaron diversas mesas que abordaron distintas temáticas y fueron elaborando diferentes documentos que sintetizaban algunos acuerdos. Las mesas sectoriales se constituyeron en varias áreas: laboral-productiva, salud, educación, reforma judicial y reforma política. Digamos, a modo de resumen, que, si bien el trabajo fue intenso y se alcanzaron algunos resultados, todo ese esfuerzo fue diluyéndose y terminó engullido por las dinámicas del sistema presidencialista.
Es cierto que la Argentina necesita definir un modelo de inserción internacional que establezca el modo de relacionarnos con el mundo; pactar un modelo de Estado profesional y eficiente que lo blinde frente a cualquier sistema de clientelismo; definir con claridad el rol del Estado en la economía; el modelo de relación fiscal entre las provincias y el Estado central “que asegure transferencias a las provincias no sujetas a la discrecionalidad del gobierno nacional de turno” (punto siete de Macri), etc. Abordar estas tareas no es labor de un solo partido político y demandaría acuerdos basados en concesiones recíprocas bajo una figura que realizara la labor de amigable componedor. En ocasión de la presentación de los diez puntos de Macri, el sociólogo Eduardo Fidanza hizo una advertencia que mantiene actualidad: “Más allá de la grieta, la construcción de consenso es una tarea extraordinariamente difícil. No se alcanzará invocando un cliché de la comunicación política como los Pactos de la Moncloa. Dependerá, en cambio, de cómo se generen los incentivos para acordar, y de un liderazgo capaz de conciliar los innumerables intereses dispersos y contradictorios de un país invertebrado”. Para abordar esta tarea no parece psicológicamente muy preparado el Presidente Milei y su predisposición sadomasoquista por exhibir el látigo.
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