FIN DE UNA DECADA DE EXITISMO SIN EXITO
De Caballero a Messi, un hilo celeste y blanco que unió el error y la apatía
“Hay un cúmulo de situaciones que se generan en la cabeza de los futbolistas, que los oprimen y los neutralizan. Los que desarrollan este deporte sin presión, sin las mochilas de la historia, le terminan ganando a equipos muy potentes...”. Jorge Sampaoli, Mis latidos, ideas sobre la cultura del juego.
Lionel Messi fue vencido, ante Croacia, por las mochilas de la historia. Abatido, sometido, por una década de exitismo sin éxito en la Selección argentina. No hay otra explicación más que la anímica para la penosa performance del mejor jugador del planeta en un Mundial. Su expresión durante el himno nacional -mirada al suelo, una mano preocupada frotando la frente- fue un triste indicio de que algo andaba mal. No fue la falta de compañía la culpable esta vez. Rodearon a Messi: Enzo Pérez, quien tuvo el triunfo al alcance de su zurda en el minuto 29, no dio una pelota por perdida ni desparramado en el suelo y vio desde el banco cómo Modric aprovechaba el hueco generado por su salida para disparar el 2-0; Maxi Meza, incansable para brindarse como opción, listo para pisar el área, generoso en la recuperación; Javier Mascherano, batallador y restaurador de tenencia, con responsabilidad en el tercer gol; Eduardo Salvio, de severos problemas en el retroceso que Perisic aprovechó poco pero cumplidor en su tarea de pisar el área por sorpresa; Marcos Acuña, con poco vuelo pero agallas, corazón y resistencia dignas de un mejor resultado; y Sergio Agüero, atento pero algo ajeno a la zona caliente del partido, el medio, y reemplazado por un activo Gonzalo Higuaín. Paulo Dybala se sumó a buscar química con el 10 pero, aún movedizo y encarador, no la encontró. Tampoco Cristian Pavón, inesperado suplente y estéril incorporación en una Argentina que ya se caía a pedazos.
Hasta el fatídico minuto 8 del complemento, la defensa de tres hombres se sostenía con dignidad. Gabriel Mercado era dueño del 50% de los problemas defensivos de la banda derecha pero, con Nicolás Otamendi —firme y anímicamente entero hasta el suspiro final, un bálsamo en este equipo— y Nicolás Tagliafico —sólido y con pie para meter pases profundos—, hicieron funcionar un experimento posicional poco ejercitado. Entonces, los errores de Wilfredo Caballero. ¿Qué puede llevar a un hombre que es destacado y elegido por su buen juego de pies a equivocarse tanto en dos partidos seguidos? ¿Fue la falta o el exceso de confianza lo que lo impulsó al sombrero tan fallido que Rebic convirtió en el principio de la debacle emocional de nuestro plantel?
Un hilo celeste y blanco pareció unir el error del arquero con la apatía de Messi. Liberado de la fajina de buscar muy atrás la pelota, invitado a apoyarse en un mediocampo algo falto de calidad pero abundante en cantidad, el mejor del mundo no apareció. Ni siquiera para equivocarse, como contra Islandia. Fue el jugador de campo que menos pelotas tocó en Argentina: 49. Determinante por omisión, fue aplastado por el peso de las mochilas de la historia. Ese que Sampaoli detectó, anticipó y documentó, pero no supo cómo evitar.
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