Las lecciones de Bukele
Milei, Trump y Bukele en el rejunte de la ultraderecha organizado por los republicanos
El uso obsesivo de las redes sociales, el discurso violentamente anti-política y sus aires mesiánicos une a los mandatarios latinoamericanos estrellas de la juntada de ultra derecha en el encuentro del Conservative Political Action Conference (CPAC) que terminó en EEUU ayer: el presidente argentino Javier Milei y su contraparte salvadoreña Nayib Bukele.
El CPAC es particularmente importante en años electorales de EEUU, y se le acredita haber lanzado la carrera política de Donald Trump, que busca volver a la Casa Blanca este año. Los organizadores de la conferencia del partido Republicano esperan utilizar sus éxitos electorales para agraciarse con los votantes latinos en EEUU, un bloque electoral clave.
A nivel internacional los dos mandatarios outsider latinoamericanos son admirados como ejemplos exitosos de la nueva derecha atrevida, que arrasa con su agenda anti-derechos y llena el vacío de frustración ciudadana ante los fracasos políticos en sus países. Representan narrativas tentadoras para la derecha estadounidense, en campaña para que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca en las elecciones presidenciales de este año – a pesar de haber incitado un ataque al congreso en los últimos días de su mandato en el 2021.
“Nuestro movimiento, como estamos viendo, es internacional: cuando tienes a dos presidentes de Latinoamérica, es algo impresionante", una de las organizadoras de la conferencia Mercedes Schlapp, asesora de Trump durante su presidencia, dijo en entrevista con Telemundo. Estos líderes pueden comunicar ese “mensaje anticomunista, antiizquierdista, porque ellos saben del peligro y del daño de los comunistas en sus países, y en Latinoamérica, en Nicaragua, Venezuela y Cuba”.
La retórica de Milei advirtiendo por la “venezuelización” le toca una fibra a muchos votantes latinos en Estados Unidos, incluyendo particularmente comunidades exiliadas de Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Algunos críticos, argumentan que el CPAC se volvió una reunión de autoritarios cuyos seguidores los pintan como entrañables. La caracterización es, quizás, lo que más unifica la juntada que a nivel internacional incluyó a Liz Truss, ex primera ministra libertara del Reino Unido y Nigel Farage, líder neonazi del partido separatista del Reino Unido, y Santiago Abascal, de Vox en España. Y, por supuesto, Trump mismo. La presencia de Milei en el encuentro es una respuesta potente a los que todavía argumentan que su único enfoque es desregular la economía, sin darle importancia a la agenda social ultraconservadora de sus aliados políticos.
Pero, a pesar de las camperas de cuero que suelen afectar tanto Milei como Bukele, detrás de la fachada compartida de la nueva derecha, tienen divergencias ideológicas profundas: Bukele ejerce un control férreo sobre el estado y la sociedad, mientras que Milei busca eliminar las funciones básicas del estado.
Sin embargo, hay indicios de posibles puentes entre los dos. Bukele parece tener cariño hacia el gobierno de Milei, el día de su reelección, el 4 de febrero, dijo en conferencia de prensa que “le deseo lo mejor y si podemos colaborar en algo, estamos a la orden”. Específicamente habló de causales compartidos de delincuencia, la pobreza según él, y ofreció no asesoría, sino que “colaboración” para Patricia Bullrich en el ministerio de seguridad.
Ella se mostró interesada en “adaptar” un modelo de seguridad que se basa en un estado de emergencia que suspende los derechos civiles y permitió al gobierno detener casi el 2% de su población. Ayer en el CPAC le dijo admirada al líder salvadoreño que “queremos seguir el modelo que ustedes están llevando adelante. Haber bajado la criminalidad como la bajaron y todavía soportar las críticas cuando han salvado millones y millones de vida, la verdad que es increíble”. Sonriente, Bukele le dijo que “Estamos a la orden para lo que necesiten”. Pero el propio Bukele dijo que el problema de seguridad en la Argentina es mucho menor que en su país.
En realidad, a Milei le serviría más que el mandatario influencer le dé catedra de política.
El modelo de seguridad de Bukele es la envidia de los gobiernos de derecha en toda la región: a nivel internacional se celebra el éxito innegable del manodurismo que erradicó el control territorial de las pandillas. El país pasó de tener una de las tasas de homicidios más altas del mundo en el 2015, 103 por 100.000 habitantes, a una de las más bajas de la región 2,4 por 100.000.
Sin embargo esta nueva paz se construye sobre la violación sistemática de los derechos humanos – incluyendo la tortura de los reos y detenciones arbitrarias -- y un sistema legislativo y jurídico cooptado por el ejecutivo. Los expertos tienen importantes dudas acerca de su perdurabilidad en el tiempo. Por el control político que implica, y su eje vertebral de violación de los derechos humanos, el modelo es de casi imposible exportación. De todas formas, también responde a una dinámica criminal muy propia de El Salvador, donde las pandillas carecen de financiación y armamento para entrar en guerra contra las fuerzas armadas, como si ocurre en otros países de la región cuando se implementa mano dura.
Tanto Bukele como Milei se apalancaron sobre el rechazo ciudadano a los partidos políticos establecidos. Pero Bukele apuntó, y obtuvo, el control total de todas las ramas del estado. Controla el congreso y el poder judicial y bajo un estado de excepción en materia de seguridad que está terminando su segundo año, suspendió derechos civiles y silencia voces críticas. Es apabullantemente popular, y recién ganó la reelección el 85% de los votos – a pesar de que la reelección esta constitucionalmente prohibida en su país y se cuestiona fuertemente los resultados que le dieron al partido oficialista Nuevas Ideas casi la totalidad de los escaños legislativos. Milei en cambio se encuentra empantanado en una guerra de frentes que van desde las calles, los sindicatos, el congreso y los gobernadores.
Sin embargo, como todo influencer, Bukele utiliza partes de verdad para construir sobre muchas mentiras. Hablando en CPAC el jueves, habló de la democracia y su victoria avasalladora en las elecciones del 4 de febrero. Es verdad. Pero también es verdad que – aun dejando de lado la corte elegida a dedo que determinó que la prohibición a la reelección no era tan asi – hubo fuertes irregularidades en las elecciones, que afectaron particularmente los resultados legislativos, donde parece que los votantes fueron menos leales al partido que al presidente.
Y quizás es esta la lección que realmente buscan aprender los demás líderes de extrema derecha en CPAC: como hacer amigos e influir a las personas (y ganar elecciones también).
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