Cuando en la Argentina sean las 15 del jueves 21 de junio y en Rusia seis horas más tarde, el equipo de fútbol de Lionel Messi jugará el segundo partido de su grupo con Croacia, que con los tres puntos por su victoria sobre Nigeria encabeza la tabla de posiciones. En los cálculos previos era el rival más difícil; después del empate con Islandia pasó a ser el escollo que puede determinar el regreso anticipado a casa. Sólo ganando, la Argentina reafirmaría sus blasones. Con un empate dependería de los resultados de la tercera ronda, y la derrota la dejaría aferrada con las uñas al borde del precipicio. De paso, ¿quién fue el animal que confundió isla con hielo al traducir Iceland como Islandia? Es una isla, pero se llama Tierra del Hielo.
Como bien saben, no soy un especialista en el tema. Pero veo y tengo mis opiniones. Paenza siempre recuerda mi observación sobre Messi después de su primer torneo en el equipo juvenil, cuando nadie lo conocía. Camina distraído mientas los demás corren como locos hasta que de golpe se enciende y es como un buscapié. Corre más rápido que nadie, driblea a todo el que se le pone en el camino y no hay modo de pararlo, le dije. Es decir, estuve entre los varios millones que entonces descubrieron al monstruo. Varios de los que vieron partidos conmigo me preguntan cómo hago para saber qué cambio va a meter el entrenador. No sé, sólo digo lo que yo haría si estuviera del otro lado de la pantalla, cosa que no ocurre hace muchos años, porque me gusta el juego pero me harta el folklore de la cancha. Se ve mejor en la tele, te repiten las jugadas hasta que las aprendés de memoria, no tenés que soportar el olor a meo al salir ni esperar una hora un colectivo que pare y no esté hasta el techo. Lo hice muchos años de pibe, cuando mi tío Julio me llevaba al Fortín de Villa Luro, que estaba y sigue estando en Liniers, donde atajaba Miguel Rugilo y despejaban el fornido Huss y el flaco Alegri, había un feroz petiso Oviedo que no es padre ni tío del que después jugó en Boca y un Palito Ruiz que hachaba y jugaba, y arriba la agarraban Conde, Ferraro, Zubeldía y Mendiburu. Hasta le disputaron un campeonato a Ríver, en la época en que había equipos grandes que ganaban siempre. También acompañé a mi primo Daniel que era fanático de River a ver un partido matutino con San Lorenzo que se jugó en Huracán, y se suspendió por el hundimiento de la tribuna que estaba frente a la nuestra y recuerdo al zaguero Federico Pizarro calmando a la gente para que no salieran en estampida agravando el desastre. Mi serie más larga fue con el Boca de los '60. Mi primer departamento de soltero estaba en Parque Lezama, así que iba y venía a pie. Enesto Grillo, El Beto Menéndez, Rojitas, Dino Sani, Marzolini, el uruguayo Ambrois, más tarde el Muñeco Madurga y el Tano Novello, son algunos de los jugadores exquisitos que formaron mi paladar. Llegué a ver a Menotti, un jugador fino y sutil, pero de tan flaco y alto, dejaba a varios en el camino pero antes de pasarla solía enredarse en sus piernas. Era el antimessi o antimaradona, que tienen el centro de gravedad tan bajo que no se caen ni cuando los talan, y terminan desparramando a los defensores, que se chocan entre ellos. En mi Olimpo personal nadie supera a Bochini y Riquelme.
El problema en la tele son los relatores. Alguien les ha hecho creer que no deben dejar un segundo en silencio, de modo que lo llenan con una sarta insoportable de boludeces. También les han inculcado que el tono debe ser rimbombante. Y como Víctor Hugo hay uno solo, carecen de imaginación. Una vez que han dado con una frase que les sonó bien la repiten ad nauseam, expresión latina que dice lo que parece y que es difícil encontrar mejor aplicada. Cada vez que escucho no hay nada más lindo que verte, selección, vamos Argentina o viva el fútbol, siento que me van a dar convulsiones. Y la publicidad es de un patrioterismo ramplón que nos retrotrae a 1978. La única respetable que recuerdo es la del aviso feminista en un bar de Brasil. Si alguien sabe cómo se puede ver el partido con sonido de cancha pero sin relato, que avise. A veces encontrás comentaristas sobrios, como Gambeta Latorre o Matías Martin, cada día más parecido a su padre, el exquisito dibujante Catú. Cuando Mati era un pibe varias veces lo llevamos a la cancha cuando la rompía en las inferiores de Atlanta. En esa época se parecía más a Bettina Blanco, la mamá, pero después de los 30 el gen Martin arrasó con todo.
Hecho este descargo personal, ahora que saben quien les habla, vamos a los hechos. Ese énfasis de periodistas y publicitarios te hace creer que nos comemos a los niños crudos y que a los de enfrente son el decorado que pusieron para que se luzcan los nuestros. Pero en lo que va del torneo, sólo Rusia y Bélgica ganaron por más de dos goles de diferencia. Los rusos 5-0 a los sauditas y Bélgica 3-0 al novato equipo panameño. Todos los demás empataron o ganaron por apenas un gol. Es cierto que Islandia no es una potencia futbolera, pero en la Eurocopa del '16 llegó a cuartos de final, después de ganarle a Inglaterra, de modo que tampoco son papas fritas o maníes de vermú. Para hacer un juicio más fundado habrá que ver cómo les va el viernes con Nigeria y después con Croacia. Son duros, rápidos y verticales en sus avances, escasos pero oportunos. Defienden todos juntos y cuando logran cortar un avance salen dos o tres disparados como cohetes para tomar mal parada a la defensa. Con el mismo sistema, que se conoció como catenaccio, o sea cerrojo, Italia ganó varios campeonatos y ahora que cambió porque se cansaron de las críticas, lo miran igual que yo por la tele. Cuando la Argentina no gana, todos los ditirambos mutan en diatribas, somos un desastre y cualquier infradotado con micrófono se siente con capacidad y derecho para opinar a los alaridos no sólo del juego sino hasta de la moral de jugadores y técnicos. Insultar a Sampaoli y adular a Macrì parece ser un negocio rentable.
La Argentina figura en el ranking de la FIFA como el equipo que más disparó al arco, que por más tiempo tuvo la pelota, que más corners forzó y que más cantidad de pases precisos dio. El fútbol no se define por puntos como el box, pero no menospreciaría ese cómputo a la hora de predecir lo que sigue. Si Messi no hubiera marrado el penal el juicio hubiera sido otro, sin cambiar nada del resto del partido. Es decir que ese resultado no fue el ideal pero tampoco da para el catastrofismo, como si fuéramos Brasil en sus dos maracanazos, el que conocemos de lecturas que exaltan la gloria rioplatense y el 1-7 irrepetible con Alemania.
No vi jugar a Croacia cuando le ganó 2-0 a Nigeria, pero no me asombra. Cuando se desmembró Yugoslavia, que tenía un fútbol agradable y fluido (de estilo sudamericano, se decía Antes de Guardiola) Croacia fue la única integrante de la disuelta federación que tomó esa posta. La calidad de sus jugadores está fuera de discusión. Igual que la Argentina tiene representantes en los grandes equipos europeos. Rakitić es compañero de Messi en Barcelona; Modrić jugó con el Pipa y el Fideo en el Real Madrid, y Mandžukić comparte la ofensiva del Juventus con Dybala. Entienden el juego colectivo y son de temer. Pero no más que la Argentina de Messi y Pavón. El jugador de Boca esperará en el banco, para ingresar fresco cuando el juego ya esté avanzado. Será a suerte y verdad. Después del partido la seguimos.
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