Somos buenas y malas somos mejores

La fuerza global más poderosa contra el neoliberalismo

En los últimos días han circulado pronunciamientos y notas de opinión respecto de la lucha feminista local, promovidas por un sector de la militancia nacional y popular, mayoritariamente masculino. Se manifiesta en ellas la preocupación de que las compañeras feministas que integramos dicho movimiento, reprodujéramos o fuésemos conducidas por una suerte de feminismo neoliberal.

Quienes se jactan de hacer críticas "constructivas" a las formas de acción y pensamiento del feminismo son, no casualmente, los mismos sujetos que criminalizan a las compañeras del campo nacional y popular que denuncian a los agresores que conviven con ellas en el seno de la militancia.

Los puntos anteriores caminan junto con la hipótesis de que la lucha de las mujeres, trans y lesbianas por la conquista de la soberanía sobre nuestras cuerpas, constituye una cortina de humo que no permite ver los problemas centrales de la economía, que devienen de una gestión neoliberal.

Se pone así de manifiesto no sólo una completa ignorancia acerca de lo que son y lo que persiguen los feminismos, sino también un profundo temor a la soberanía de las mujeres trans y lesbianas respecto de nuestros cuerpos. Temen, sobre todo, a la autodeterminación colectiva sobre nuestro pensamiento.

Por primera vez en la historia el movimiento de mujeres y el feminismo se han amalgamado. Esto significa que ya no se delegará la conducción de los movimientos a los varones, como la jerarquía política patriarca lo indica: tenemos nuestras propias intelectuales orgánicas.

Ese feminismo, del cual los movimientos de mujeres han tomado y resignificado ideas con el objetivo de producir feminismos populares, nuestroamericanos y antineoliberales, no es un feminismo liberal, sino un feminismo de quiebre radical. Que considera que cuestionar al patriarcado, en su dimensión social, económica y política, es ir al hueso del régimen de dominación. Considera igualmente necesario acabar con ese pacto machista, que es interpartidario e interclasista, que nos excluye de las organizaciones, de la toma de decisiones, pero sin embargo nos exige que le pongamos el cuerpo.

Este movimiento discute deuda externa, inflación, tarifazo, precarización del empleo y feminización de la pobreza, destrucción de los sistemas de salud y educación pública, educación sexual integral y legalización del aborto. De eso hablan nuestras banderas y nuestras prácticas políticas. También discutimos estrategias para sacudirnos la tutela patriarcal que pretenden ejercer sobre nosotras.

¿Cómo no va a ser este un feminismo de lucha contra la oligarquía, si uno de los mayores réditos económicos que acapara la industria farmacéutica es el del aborto clandestino? ¿Cómo no va a ser un feminismo de lucha contra la oligarquía si existe una brecha salarial del 33% entre varones y el resto? ¿Cómo no va a ser una lucha contra el poder simbólico y económico local e internacional, si es necesario que exista una Ley de Cupo Laboral Trans para que a las compañeras se las reconozca en materia laboral? ¿Cómo no va a ser un feminismo de respuesta a las políticas de la corporación, si las trabajadoras domésticas y amas de casa pasaron años antes de ser reconocidas legalmente y así continúan muchas?

Este movimiento, que es popular y heterogéneo, hace la unidad del campo nacional y popular allí donde nuestros compañeros se mantienen en la atomización, produce movilizaciones masivas, allí donde nuestros compañeros esperan no sabemos bien qué condiciones, pone en jaque al poder y cuestiona su legitimidad.

En lugar de preocuparse porque saludemos a Lospenatto busquen debatir y dar el espacio para que en nuestras organizaciones político partidarias sea también prioridad la construcción de mujeres líderes. Esto implica reconocer parte de nuestra historia y nuestra lucha y no criticar el accionar organizado —en pos de un derecho— junto a una figura fuerte como es la de la jefa de la bancada oficialista. No nos quieran correr por izquierda.

Si todavía no entendieron que el feminismo es la fuerza global más poderosa contra el neoliberalismo en la actualidad, córranse al costado de la historia, compañeros, pero córranse porque vamos a pasar igual. Avanzaremos con los varones que se sacaron las anteojeras, que dejaron de responsabilizar a otros y otras de sus propias derrotas culturales. Pero por sobre todo, los que se mantienen fieles al principio de que es en los movimientos de masas donde reside la condición de posibilidad de reinventar un proyecto de país contrahegemónico capaz de responder a las demandas populares actuales. Los que tienen conciencia de que asistimos a una crisis orgánica que requiere de la máxima capacidad que tengamos para interpelar nuestros discursos y democratizar nuestras organizaciones.

 

  • Este artículo apareció originalmente en el sitio de la Agencia Paco Urondo
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