La paz amenazada
Las guerras se multiplican en el mundo y Estados Unidos promete más y más represalias
El 11 de septiembre de 2001 sucedió un hecho que puso en marcha un cambio sustancial en el mundo. Cuatro aviones de pasajeros fueron tomados por sendos grupos de terroristas suicidas de la entonces prácticamente desconocida en Occidente organización Al Qaeda, para estrellarlos en diversos lugares de Estados Unidos. El primero lo hizo contra la torre norte del complejo World Trade Center, en la ciudad de Nueva York. El segundo lo hizo contra la torre sur de ese gran complejo. Ambos contenían oficinas financieras, aseguradoras, comerciales y hasta canales de televisión, entre muchas otras. El tercero embistió contra el lado oeste del Pentágono. Y el cuarto, que debía atacar el Capitolio, falló debido a la reacción de los pasajeros y terminó estrellado en un campo en Shanksville, Pensilvania.
Como respuesta, el entonces Presidente George W. Bush puso en marcha una guerra contra el terrorismo y lanzó una ofensiva que la llevara adelante. En un discurso sobre el Estado de la Unión dado el 29 de enero de 2002 se refirió a lo sucedido con las torres. Dijo: “Nuestro objetivo es prevenir que regímenes que apoyan el terror nos amenacen a nosotros o a nuestros amigos o aliados con armas de destrucción masiva… Corea del Norte es un régimen que se está armando con misiles y armas de destrucción masiva mientras mata de hambre a sus ciudadanos. Irán anda frenéticamente tras estas armas y exporta terror, mientras que unos pocos que no han sido elegidos reprimen el deseo de libertad del pueblo iraní. Irak sigue haciendo alarde de su hostilidad hacia nosotros y apoyando al terror… ha conspirado para desarrollar ántrax, gas nervioso y armas nucleares desde hace más de una década… Estados como estos y sus aliados terrorista constituyen un eje del mal que se arma para amenazar la paz del mundo”.
Prácticamente nada de lo dicho por Bush sobre el armamento de esos tres países era verdad. Corea del Norte e Irán no tenían armas de destrucción masiva ni nucleares. Tampoco Irak. Era simplemente una impostura, un engaño que, a su poco sutil modo de ver, le abría el paso para desarrollar una contienda con alguno de ellos.
Irak fue el elegido. En marzo de 2003 el Presidente de los Estados Unidos inició la guerra contra aquel, acompañado por el Reino Unido, Polonia y Australia. Poco después esa alianza fue ampliándose hasta alcanzar, en total, 28 países. Esta entente derrocó al entonces Presidente iraquí Sadam Hussein, que ejercía su cargo dictatorialmente desde 1979. Fue ejecutado en Bagdad, en 2006. Lo que siguió fue una larga lucha contra una insurgencia variada y con discrepancias entre sí, que duró hasta 2011, año en el que el entonces Presidente Barack Osama retiró de Irak a las fuerzas norteamericanas.
Un salto al presente
Muy recientemente –el domingo del 28 de enero pasado– tres soldados norteamericanos murieron y 34 fueron heridos (ocho de ellos de gravedad) a raíz de un bombardeo con misiles de las milicias de Resistencia Islámica en Irak [1]. Fueron lanzados 15, de los cuales solamente dos llegaron al blanco; los demás fueron destruidos en vuelo. Se trata de un número de bajas pocas veces visto en los últimos años. Según los propios Estados Unidos, el ataque sucedió contra una base militar propia, instalada en Irak, cercana a la frontera con Siria.
El Presidente norteamericano, Joseph Biden, en un evento en Carolina del Sur, dijo poco después que habían tenido “un día difícil en Oriente Medio. Hemos perdido a tres valientes en un ataque contra una de nuestras bases”. Y añadió escuetamente: “Responderemos”. Poco después, el Presidente volvió sobre el tema y dijo: “No tengan ninguna duda: haremos que los responsables rindan cuentas, cuándo y cómo lo creamos conveniente”. Ni lerdo ni perezoso, Donald Trump –que muy probablemente disputará con Biden las próximas elecciones– describió lo sucedido como “una consecuencia de la debilidad y rendición de Joe Biden”. Durísimo. Pero, claro está, la pugna electoral entre ambos, de no mediar alguna intervención judicial sobre Trump, está próxima. Y la disputa entre los dos –que asoma ya– será sin dar cuartel.
Como quiera que sea, Biden demoró la dura represalia en esa zona probablemente con el propósito de que Irán pudiera retirar personal militar y evitar un conflicto más amplio entre Washington y Teherán. Es decir, con la intención de que no escalara un conflicto entre ambos países. Y el 2 de febrero de este año lanzó la represalia norteamericana, que atacó a 85 objetivos mayormente relacionados con diversos grupos radicales e insurgentes radicados en Irán. Entre otros: un centro de comando y control, misiles, cohetes e instalaciones de almacenamiento de drones. Es conveniente indicar que en esos embates también fueron atacadas, en Siria, organizaciones afines a las iraquíes. El propio Presidente norteamericano indicó que continuarían esas intervenciones si fuera necesario. Y aclaró: “Nuestra empresa empezó hoy. Continuará en el momento y lugar de nuestra elección”.
El domingo 4 de febrero, después de las acciones contra Irak y Siria, hubo también un ataque de Estados Unidos y el Reino Unido contra los huties, en Yemen. Estos intransigentes chiitas hace ya alrededor de tres meses atacan buques mercantes en el Mar Rojo, el estrecho de Bab el Mandeb y el Golfo de Adén. Entre otros intereses, procuran acompañar y apoyar la lucha de Hamás en Palestina. Pues bien, el domingo pasado fueron atacados 36 objetivos hutienses desde buques de guerra estadounidenses, entre ellos el portaviones Eisenhower y los destructores Gravely y Carney, y desde aviones norteamericanos e ingleses. Hubo, asimismo, un apoyo –sin intervención directa– de Australia, Bahrein, Canadá, Países Bajos y Nueva Zelandia. Curiosamente, parece una entente mundial no obstante ser pocos ya que pertenecen a cuatro continentes: Oceanía, Asia (Medio Oriente), América del Norte y Europa.
Breve final
Hoy en día el panorama de la paz está más oscuro que en otros tiempos. Las guerras han avanzado como lo muestran el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania y la que se desarrolla en Palestina entre Hamas e Israel, ambas de una magnitud considerable. No son las únicas. Hay varias también en desenvolvimiento en Asia y en África.
Nuestro orbe está más cerca de la guerra hoy que en otros momentos. Y la paz del planeta se halla más amenazada que hace muy pocos años atrás. Hemos, sin duda, retrocedido. Es duro reconocerlo, pero es así.
[1] Organización apoyada por Irán en la que convergen varios grupos. Su denominación en árabe es Ashid al Shaabi.
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