Libertad o liberación
La filosofía de Enrique Dussel desmenuza qué pone en juego la contienda electoral
El padre de la filosofía de la liberación ha muerto. Es posible que Enrique Dussel hubiese rechazado el mote paternalista, porque su pensamiento promovía y organizaba una práctica que se rebelase ante toda situación de opresión, en especial, la de las comunidades latinoamericanas frente a la prisión de la colonialidad. El filósofo, historiador y teólogo mendocino entendió que “sólo la praxis de los actuales pueblos oprimidos de la periferia, los trabajadores asalariados ante el capital, de la mujer violada por el machismo y del hijo domesticado pueden en realidad revelarnos” cuál es el sentido de la praxis de la liberación (1977:27).
El movimiento filosófico del que Dussel participó surge como crítica a la filosofía clásica eurocéntrica en 1971. “Habíamos tenido un Congreso Nacional de Filosofía en Alta Gracia (Córdoba) y, después, nos escapamos un grupo y en un barcito fundamos la filosofía de la liberación”, evocó Carlos Cullen, otro de los precursores, en diálogo con El Cohete. La principal preocupación del grupo era atacar la categorización de los pueblos latinoamericanos como “subdesarrollados”: “Porque para desarrollarnos, se tenía que desarrollar más el que nos dominaba, que fue lo que pasó con los conquistadores y los colonizadores, que vinieron acá y nos dijeron: ‘Querés pensar bien, acá tenés el modelo’, ‘querés trabajar bien, acá tenés el modelo”, evaluó Cullen.
En 1957, Dussel se recibió de filósofo en la Universidad Nacional de Cuyo. Luego, se radicó por casi una década en Europa y Medio Oriente: se doctoró en la Universidad Complutense de Madrid con una tesis sobre el bien común, trabajó como carpintero en Nazaret y estudió historia y teología en París. En 1966 envió sus proyectos a la Universidad del Nordeste (Chaco) para ver si aquella institución lo recibía y así emprender su retorno a la Argentina. “Por supuesto se le contestó que ‘con muchísimo gusto’”, recordó el filósofo y teólogo Ruben Dri, quien trabajaba allí. Dos años después, Dussel volvió a su provincia natal para dar clases de ética en la Universidad Nacional de Cuyo, donde residió hasta que las amenazas de muerte, la prohibición de sus libros y, finalmente, la expulsión de su casa de estudios en 1975 lo empujaron al exilio en México.
“Este corto trabajo, sin bibliografía alguna, porque los libros de mi biblioteca están lejos, en la patria argentina, escrito en el dolor del exilio, quiere ser sentencioso, casi oracular” escribió Dussel en sus palabras preliminares de Filosofía de la Liberación, fechadas en México en 1975. Se lo dedicó a los pueblos del Tercer Mundo, a la mujer campesina y proletaria, a la juventud del mundo entero y a sus estudiantes de la Universidad Nacional de Cuyo.
Meses después, Dussel se reencontraría con Ruben Dri en la Universidad Nacional Autónoma de México, quien también debió desplazarse de Argentina luego del golpe cívico-militar de 1976, perseguido por ser uno de los fundadores del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. “Dussel fue un hombre profético, un filósofo realmente muy profundo”, conmemoró Dri al lamentar su muerte, aunque manifestó que seguirá viviendo en sus escritos: “Estas presencias están destinadas a pervivir durante muchísimo tiempo iluminando lo mejor del ser humano, sobre todo, el ser humano situado en América Latina”.
El padre de la filosofía de la liberación ha muerto y estamos un poco huérfanos. La del “huérfano” es una figura que Dussel toma del Emilio de Jean-Jacques Rousseau para referirse a aquel que nada es y todo lo debe aprender, al Otro. Si el pensamiento se refugia en el centro, termina por concebirlo como la única realidad. Contra esto “se levanta una filosofía de la liberación de la periferia, de los oprimidos, la sombra que la luz del ser no ha podido iluminar. Desde el no-ser, la nada, el otro, la exterioridad, el misterio de lo sin-sentido, partirá nuestro pensar. Es entonces, una ‘filosofía bárbara’” (Dussel, 1977:26).
El Otro
La relectura de fenomenólogo Emmanuel Lévinas fue clave en la obra de Dussel, en particular, sus concepciones sobre la alteridad. “Entonces yo, gracias a Lévinas, me descubrí no-ser, como latinoamericanos no-somos”, contempló Dussel al recibir su Honoris Causa por parte de la Universidad de Rosario en 2017.
Para el profesor de Filosofía de la Educación de la Universidad de Buenos Aires, Pablo Cifelli, uno de los grandes aportes de Dussel es su reelaboración de la postulación de Lévinas en torno a la preeminencia de la ética frente a la metafísica: “Esa era la diferencia que él veía entre la filosofía latinoamericana y la filosofía europea”. En Dussel, la noción de liberación es “una reelaboración de la idea de libertad en clave de pensamiento ético, donde la preeminencia la tiene el Otro en tanto que otro, no el Yo como en la idea del liberalismo”, explicó.
En otras palabras, “el horizonte de la liberación es la posibilidad de construir una sociedad más justa a partir de la reivindicación de las víctimas del sistema”, agregó Cifelli. Con esta inversión, la filosofía de la liberación plantea otro modo civilizatorio de entender lo humano y apuesta a un punto de partida distinto para la filosofía, para la ética y para la política: parte de la alteridad, en lugar de partir del “yo”. No se trata de ser solidario o de ser tolerante de la diferencia, sino de “bucear en la alteridad porque puede haber ahí una riqueza no explotada en relación a la construcción de una nueva sociedad o de una nueva utopía”, discernió el profesor de la UBA.
El discurso político contemporáneo se debate entre una perspectiva moral y una perspectiva ética. “En el uso que hace la derecha de la moral, la moral es las formas vacías del bien y del mal, vinculado con el puro deber ser”, comprendió Cifelli. La ética es superadora de esta perspectiva, ya que refiere a “una posición frente a otro y esta posición habla de responsabilidad, en el sentido de responder a las necesidades del otro”, distinguió. En clave política, “esta posición ética sería la apertura de posibles, no el cumplimiento del deber”.
Lo colectivo
La idea de la “libertad” ha surcado la extensa contienda electoral de la Argentina 2023. Para Antonio “Tony” Fenoy, coordinador del Colectivo de la Teología de la Liberación “Pichi Meisegeier”, la liberación “tiene que ver con lo colectivo, con la integralidad, con la potencia de los seres humanos como seres que vivimos en comunidad; tiene que ver con la liberación de todas las opresiones personales, sociales, económicas y políticas”. En el despojo no hay libertad colectiva, ni individual. De este modo, es lo contrario a lo que supone “la idea libertaria que es una idea individualista”. El concepto de liberación incluye al de libertad individual, pero alcanza también a la libertad de los otros.
Para Carlos Cullen, la apelación que Javier Milei hace de la “libertad” es equivalente a la “libertad de mercado”, lo que no atiende a la cuestión de la dominación. La liberación es un proceso que nunca se agota, porque los opresores asumen diferentes rostros y formas. Hoy “se van imponiendo formas de dominación que, encima, vienen disfrazadas de mayor libertad”, consideró el filósofo de la liberación.
En la etapa actual del neoliberalismo, el legado de Dussel permite sostener una utopía liberadora, pero exige analizar las nuevas formas de dominación. Es preciso pensar cómo son “las nuevas formas de dominación de lo que algunos llaman la gubernamentalidad algorítimica y cómo dialoga eso con la emergencia de subjetividades atrapadas por las pantallas”, sugirió Cifelli. Las mismas preguntas, en un contexto distinto.
Abismo
“Vamos al abismo” y “salto al vacío” son dos metáforas recurrentes frente a la incertidumbre política y económica que supone la emergencia de La Libertad Avanza. Sus voceros se alinean en una estrategia discursiva: no logran —o no quieren— explicar una propuesta de principio a fin. La dolarización es el ejemplo paradigmático, ya que ninguno es capaz de desandar los pasos encadenados en su consecución.
Batallar esa incertidumbre es tarea del discurso político. “La única manera de enfrentar ese vacío que se nos presenta como amenaza es pudiendo recrear una narrativa que nos dé un piso distinto para ese horizonte civilizatorio diferente”, consideró Cifelli, porque “si no estaríamos presos en un campo de juego donde siempre la pelota está del lado del otro, del dominador”. Ese era el objetivo que perseguía Dussel al indagar en los lenguajes de las tradiciones populares latinoamericanas.
Carlos Cullen rememoró un diálogo que mantuvo en 2020 con Enrique Dussel, donde debatieron en torno a la filosofía de Rodolfo Kusch y su llamado a atender a la América Profunda, aquella que quisieron ocultar y negar. Kusch señalaba que nos solemos mover por la lógica de la certeza, lo que supone la existencia una Verdad. Pero estas verdades suelen responder a mitos eurocéntricos. En cambio, hay que reparar en los “aciertos fundantes”, aquellos a los que uno llega de una forma más lúdica o intuitiva. “Lo que busca la sabiduría popular es encontrar sentidos para la vida, pero como aciertos, no con la pretensión de que sean certezas inamovibles, que son las que nos puso el colonizador”, puntualizó Cullen y agregó que “a lo mejor, ante una nueva circunstancia, tenemos que buscar otro acierto”.
Estas certezas inamovibles niegan “al otro en tanto otro”, prosiguió Cullen. Dicen “sos tal” y ofrece “una representación”: “son brutos, son bárbaros, son ignorantes”. Eso es “meterlo en el abismo”. El asunto de fondo vuelve a ser la responsabilidad: “La capacidad de responder al otro en tanto otro y no una imagen que nos hacemos de nosotros”.
Factibilidad
Para Dussel era nodal tener en cuenta la esfera de la factibilidad en la transformación de las instituciones. Cuando un representante es delegado para el ejercicio del poder se encuentra con un “paquete” de instituciones estatales que hay que desatar: “ Cambiarle la estructura global, conservar lo sostenible, eliminar lo injusto, crear lo nuevo” (2012:193). Imaginó una “nueva política” que no se cifre “solamente en un cambio de sistema de la propiedad, sino también de los ‘modos de apropiación’ de los excedentes económicos y culturales, regulados desde las nuevas instituciones políticas de participación” (2012:199).
Es imperioso que esta esfera de transformaciones posibles esté guiada por alcanzar la liberación de un estado de cosas opresivo o excluyente: “Es verdad que la Revolución burguesa hablaba de libertad. Es necesario ahora, subsumiéndola, referirse a la liberación”, apuntaba Dussel, entendiéndola “como proceso, como negación de un punto de partida, como una tensión hacia el punto de llegada” (2012:202). La rebelión de los pueblos oprimidos de la periferia deberá revisar el ideario republicano y liberal de “¡Igualdad, Fraternidad, Libertad!” y transformarlo en “¡Alteridad, Solidaridad, Liberación!” (2012:203).
Referencias:
Dussel, Enrique (1996 [1977]). Filosofía de la liberación. Editorial Nueva América, Bogotá.
Dussel, Enrique (2012). Para una política de la liberación. Las Cuarenta, Buenos Aires.
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