Conviene usar el retrovisor
La Argentina está en la posición de Brasil en 2018, cuando se arrojó al abismo con Bolsonaro
El 19 de noviembre se realizará el segundo balotaje de la historia argentina. En el primero, en 2015, Mauricio Macri venció a Daniel Scioli por menos de 700.000 votos. En la primera vuelta, la fórmula Scioli-Zannini había obtenido el 37%, un guarismo similar al logrado por Massa-Rossi el domingo pasado (36,7%). Tres puntos por debajo se posicionó la boleta de Macri-Michetti, con 34%, cuatro puntos más de los que obtuvo Javier Milei. Cambiemos era una coalición política nueva, inscripta el mismo año en el que se desarrolló el sufragio, como una alianza entre sectores conservadores, liberales, desarrollistas y socialdemócratas. El Frente para la Victoria llevaba 12 años de gobierno y, aun así, las dos fuerzas terminaron casi empatadas. Macri prometía “la revolución de la alegría” y que nadie perdería ningún derecho.
Unidos por una Nueva Argentina (UNA) fue el sello de la tercera fuerza en 2015, encabezada por los peronistas Sergio Massa y Gustavo Sáenz. Aquel tercio cosechó un 21,4% de los votos, dos puntos menos de los que se agruparon tras Patricia Bullrich hace una semana. Hay cierto acuerdo respecto a que, entonces, el campo popular estaba fragmentado y que este es un fenómeno que hoy afecta a las derechas. Ello presupone que el clivaje ideológico izquierda/derecha tiene efectos en la orientación de las voluntades argentinas. Otros evalúan que la frontera se trazaría entre el kirchnerismo/antikirchnerismo, lo que acercaría ambos escenarios de balotaje, ya que el Massa de 2015 exaltaba sus diferencias con Cristina Fernández de Kirchner. A esta última interpretación decidió adherir Milei tras el giro discursivo mediante el cual abandonó su prédica contra la casta para reducirse a “ponerle la tapa al ataúd del kirchnerismo”. La paradoja es que su contrincante en la segunda vuelta también lo proponía hace ocho años. Dejó planteada así la polarización “libertad o kirchnerismo”, eligiendo a un adversario que no tiene centralidad en el presente proceso electoral.
Una lectura de los resultados de las elecciones generales es que a Milei no le bastó con salir primero en las PASO para acumular un “voto útil” que acelerara las definiciones en una primera vuelta. Sólo mejoró su performance en 651.345 votos, quedando tercero entre los candidatos con mayor crecimiento entre una cita y otra. Esta migración pudo venir de Juntos por el Cambio, que perdió medio millón de votantes, de personas que no se habían acercado a sufragar en agosto o que habían impugnado las opciones presentes en el cuarto oscuro, ya que el voto en blanco se redujo de un 5,44% a un 2,04%. Quien indefectiblemente se benefició por el aumento en la participación electoral (de 70 a 78 puntos del padrón) y con los casi 3,5 millones de votos afirmativos nuevos fue el candidato de Unión por la Patria, que sumó mas de tres millones de votos, de los cuales casi la mitad vinieron de la Provincia de Buenos Aires. En otra escala, la jornada fue auspiciosa para gobernador cordobés Juan Schiaretti, quien duplicó su caudal electoral.
En suma, la mayoría de los ciudadanos que hasta ahora se habían abstraído de emitir su sufragio –sea por desinterés, desencanto o por dificultades varias– esta vez se movilizaron en apoyo a los oficialismos. Aunque, también, es posible que haya un emergente cuyo techo es aún desconocido: el voto en contra de Milei.
Amasar para que no queden grumos
El vencedor de la jornada no abundó en antagonismos. Su estrategia comunicacional fue la opuesta: la articulación. Un propositivo “Argentina” fue el significante aglutinador que se leyó en la pantalla celeste y blanca que enmarcó su única figura. Sergio Massa agradeció a todos los argentinos que concurrieron a las urnas, “votaran por quien votaran”, a 40 años del nacimiento la nueva era democrática. Luego de agradecer a quienes depositaron su confianza en él, comenzó la ampliación: le habló a quienes votaron en blanco, a quienes se quedaron en sus casas, a quienes eligieron a Miriam y a Juan, a los radicales con quienes comparte valores democráticos “como la educación pública”. Se comprometió a convocar a un gobierno de unidad nacional de “los mejores, sin importar su fuerza política”. En sus palabras predominó la lógica de la equivalencia por sobre la diferencia: unidad en la diversidad.
“Mi compromiso es construir más argentinidad y no menos. Mi compromiso es construir más orden, más seguridad, y no improvisación”, afirmó Massa. “La Argentina que viene es la Argentina del abrazo del campo y la industria, del interior y la ciudad, de empresarios y trabajadores”, agregó antes pedir un punto final para la idea del amigo-enemigo y de la grieta.
“Les pedí a ellos que me acompañen porque entiendo que la Argentina es una gran familia”, explicó luego de subir a Malena Galmarini y a sus hijos, y a su compañero de fórmula, Agustín Rossi, junto a los propios. A continuación, solicitó que los argentinos se vayan a dormir “con la tranquilidad” de saber que “con esa pasión por la familia y con esa pasión por la patria” va a cuidarlos. Familia, pasión por la patria y tranquilidad son tres atributos de los que su contrincante dolarizador carece. De este último déficit hizo alarde el jueves en una entrevista con Esteban Trebucq:
Ver esto de hoy con Trebucq. Todo indica que entre el desastre electoral del domingo y la rendición ante Macri, a Milei se le terminó de arruinar totalmente el cerebro. Hay gravedad institucional en Argentina. pic.twitter.com/geL8rZ1oXx
— Carlos Maslatón (@CarlosMaslaton) October 27, 2023
Finalmente, el candidato de Unión por la Patria dibujó la línea que, desde su perspectiva, dividirá las aguas el 19 de noviembre: “Tenemos que definir si construimos un país que abrace a todos o el país del sálvese quien pueda”.
En septiembre, Massa reformó su equipo de campaña e incorporó a un grupo de brasileños que guió a Lula da Silva al triunfo en el balotaje en el que enfrentó a Jair Bolsonaro en octubre de 2022. En un escenario de extrema polarización y una participación del 79,4% del padrón, Lula se impuso con el 50,9% de los apoyos, frente a 49,1% de Bolsonaro. La diferencia fue de 1,9 millones de votos en una sociedad de 156 millones de electores. Edinho Silva, el entonces coordinador de comunicación de la campaña de Lula, definió aquella cruzada como la victoria de la democracia frente al fascismo.
Las balas traen mala suerte
Eduardo Bolsonaro, el hijo del derrotado ex Presidente de Brasil, fue uno de los invitados especiales en el búnker desde el que Javier Milei se enteró que había perdido la delantera. El ultraderechista y su comitiva se adornaron para la ocasión con un corbatero en forma de una ametralladora AK-47, que simboliza al movimiento pro-armas.
En su primera campaña presidencial en 2018, el militar retirado Jair Bolsonaro prometió la libre portación de armas y hasta llegó a visitar un stand del fabricante de armas Taurus. “Esto lo tendrás en casa”, prometió mientras sostenía alternativamente una pistola y un fusil. Lo que primero se disparó fue el valor en el mercado financiero de la marca: las acciones de Taurus crecieron un 140% en el mes siguiente a la publicidad encubierta de Bolsonaro. En su mandato, se compraron 1.300 armas por día y el volumen total de armas en manos de la población civil se triplicó, superando la cantidad de armas que poseen las policías militares provinciales en todo el país.
El día que Lula da Silva impidió la reelección de Bolsonaro aseguró que trabajaría para restablecer la paz y la vida democrática: “Es hora de bajar las armas. Las armas matan y nosotros escogemos la vida”, resumió. La contienda electoral que midió a estas dos figuras de extrema gravitación en la política brasileña tiene grandes divergencias con la que comienza a librarse en la Argentina. Lula, dos veces Presidente de Brasil, había sido privado de su libertad y proscripto en la elección presidencial en la que Bolsonaro llegó al poder en 2018. Bolsonaro gestionó en la pandemia y fue acusado de crímenes contra la humanidad por permitir que el virus se propagara.
Sin embargo, también hay paralelismos. Como representante de la extrema derecha, Bolsonaro adoptó las consignas “Dios, patria, familia y libertad”. Lula, por su parte, selló la vía de la “unidad nacional” al seleccionar como compañero de fórmula a su ex rival socialdemócrata Geraldo Alckmin.
Lula, la, la, la
Para el cineasta y profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Fernando Salís, la idea fuerza de la campaña de Lula fue que el Estado brasileño había sido secuestrado por una agenda ideológica de extrema derecha “con intereses evidentes en el lobby de la industria armamentista, del agronegocio y de la explotación de minerales”, a lo que se sumaba “una desreglamentación predatoria del medio ambiente y la demonización de la educación, de la ciencia y de los artistas”. La alianza de dos adversarios históricos del Partido de los Trabajadores (PT) y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Lula y Alckmin, fue un mensaje de amplitud para defender pautas fundamentales, como el “respeto a la Constitución y a la separación entre los poderes”.
Bolsonaro, por su parte, focalizó en la construcción de un pánico moral contra las izquierdas y en un discurso securitario. Desde la perspectiva de Salís, en Brasil fue posible que los militares llegaran al aparato del Estado con un “títere” como Bolsonaro porque allí no se logró dar un límite a las Fuerzas Armadas tras la dictadura, como sí sucedió en la Argentina. “Bolsonaro, tal como Milei, se presentó como un personaje anti-sistema” que, en su caso, “iba a defender a militares que habían sido perseguidos”. Para el profesor, ambos candidatos se asemejan en sus dotes performáticas: sus pautas dramáticas representan “un odio contra el capitalismo que la gente no sabe dónde conducir”. Sin embargo, consideró que “Milei es peor que Bolsonaro, porque Bolsonaro, aunque sea totalmente mentiroso, realizaba una propuesta de afirmación de la brasilidad. No tenía un discurso que atacara a la identidad nacional”.
Jean Wyllys es periodista con un máster en Letras, militante LGTBI+ y fue diputado federal por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) de 2011 a 2019, cuando debió exiliarse en Barcelona tras sufrir amenazas de muerte y el hostigamiento homófobo y racista de los bolsonaristas. En diálogo con El Cohete, evaluó que “Javier Milei es más sociópata que Bolsonaro”. Desde su punto de vista, el libertario argentino es un “personaje creado que desmoraliza la política tradicional y que habla con la gente despolitizada” y enfadada porque “consumen medios que descalifican la política de manera constante”. En ambos encuentra una trama común: asumen el rol de “showman” y “mienten descaradamente”, lo que dificulta la tarea de enfrentarlos “con seriedad”.
El periodista colaboró con la campaña de Lula da Silva en Barcelona, donde Bolsonaro se había impuesto en 2018 con un 80% de los votos. Allí, desplegaron tres estrategias nodales: primero, armaron una red de voluntarios que actuó en ambientes digitales para desarmar las mentiras que circulaban en las redes sociales de las derechas; segundo, multiplicaron los encuentros presenciales para escuchar a personas indecisas, “con mucha empatía” y “sin explotar la polarización”; y tercero, promovieron la articulación de redes internacionales de expertos e intelectuales que dialogaron con la prensa extranjera para contrastar lecturas equivocadas sobre el proceso electoral que se estaba desarrollando en Brasil.
Para Wyllys, la Argentina está en la posición en la que Brasil se encontraba en 2018 cuando “se tiró en el abismo al elegir a Bolsonaro”, quien basaba su modelo de comunicación en “la explotación del odio y la división de la sociedad”. En su gobierno “el hambre aumentó, la economía se arruinó, el valor de la moneda cayó drásticamente y, además, hubo una política deliberadamente homófoba, racista, xenófoba y misógina”. Como un “hermano de Latinoamérica” hizo un llamado a la responsabilidad de los argentinos: “Estamos en un proceso decisorio muy serio, en un mundo polarizado, que está enfrentando dos guerras, con una crisis climática gravísima, con una creciente desigualdad social. No es un mundo para que un aventurero irresponsable asuma el comando de la Argentina”. Y remató: “No voten con el hígado, no voten con el odio. Voten con conciencia. El mundo necesita de razón y conciencia”.
“No hay que moderar la defensa de la democracia”
“Muchas veces se hace una separación que considero equivocada entre las calles y las redes. Entiendo que una cosa alimenta la otra”, valoró Warley Alves, quien integró la campaña de Lula como coordinador de eventos. “Las personas quieren tener un grupo, una causa, un movimiento del cual participar”, añadió. Reconoció que Lula es en sí una figura movilizadora. De igual manera, conformaron un equipo artístico para que en los actos se creara un ambiente en donde la gente se sintiera bienvenida, cómoda y a gusto, augurando que cada encuentro tenga un carácter de celebración.
En ese sentido, Alves alertó que la juventud argentina está muy organizada alrededor de Milei en términos de movilización de acciones: “Tiene un lenguaje de espectáculo, incluso un lenguaje pop, que es muy atractivo para los jóvenes”. Entonces, tal vez “un joven que no está tan convencido se termina sumando a través de esa energía”. Sin embargo, ahora “la ola está del lado de Massa y necesita aprovecharla también desde la narrativa estética: necesita que la juventud se sume a una ola de resistencia contra el fascismo”. Si los jóvenes participan en las calles, llevarán el debate al entorno virtual, donde son protagonistas.
Para la segunda vuelta, es posible que el sistema político deba moderarse para establecer alianzas, generar nuevos apoyos y construir un horizonte de gobierno amplio, con participación de diversas fuerzas. “Este es el papel de la política, no el del movimiento callejero”, apuntó Alves, y concluyó: “La narrativa contra el fascismo no se tiene que moderar, tiene que subir un tono”.
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