El candidato Javier Milei reflotó la teoría de los dos demonios: “Fue una guerra”, dijo. Igual que el descargo del genocida Massera en el Juicio a las Juntas. La justificación es de fácil comprensión y aceptada por mucha gente. Porque es de fácil lectura: unas pandillas guerrilleras toman las armas, matan militares y empresarios, y las Fuerzas Armadas no tienen más remedio que reprimirlas.
Anoche Milei repitió casi palabra por palabra lo que dijo Massera en el juicio a las juntas de 1985. pic.twitter.com/WXeubEqWXg
— Rodrigo Quiroga 🔬 (@rquiroga777) October 2, 2023
Pero el cuento es otro. En junio de 1955 conducía el país un gobierno popular elegido por el pueblo en elecciones limpias. A los militares no les gustaba ese gobierno, entonces bombardearon la Plaza de Mayo primero y, tres meses después, con la prepotencia de la fuerza, derrocaron al Presidente. Eso es terrorismo. Asumió el gobierno una junta militar que eliminó todas las conquistas de los trabajadores, metió presos a políticos, gremialistas y ciudadanos, asesinó gente y terminó con la alegría de los trabajadores que habían vivido la mejor etapa de sus vidas. Además metieron presos a obreros, trabajadores y luchadores sociales que apoyaban el régimen peronista. Con el tiempo la dictadura siguió controlando el país, manteniendo una libertad condicional para el pueblo.
Un día, grupos de jóvenes se convencieron de que la única manera de recuperar la libertad y la democracia era con la lucha armada. Más allá de la eficacia de esta estrategia, fue una decisión justa. Con los años, si el país accede finalmente a una verdadera democracia, estos jóvenes serán reconocidos como verdaderos patriotas y los genocidas ingresarán a la peor época de la historia.
No es cierto, no hay dos demonios; hay hombres y mujeres que entregaron su vida para recuperar la verdadera democracia, y hay criminales que mataron, secuestraron, violaron, robaron: verdaderos genocidas. Implantaron el horror, pero ya lo habían hecho en los años ‘50.
Otro tema es la absurda discusión sobre la cantidad de desaparecidos. La derecha, en este caso el propio Milei, reniega de que sean 30.000 y habla de 8.753. ¿Se puede ser tan tonto como para no darse cuenta de que la cifra que manejan es la de los familiares que fueron a hacer la denuncia a la CONADEP? ¿No se dan cuenta que la mayoría de los familiares complicados con las desapariciones tenían pánico de ir a hacer la denuncia en tiempos que los militares todavía ejercían una parte del poder? Conozco tres casos de familiares que padecieron el terror. De los tres, sólo uno se presentó en la CONADEP. Y de última, ¿8.000 y pico de personas desaparecidas, torturadas, vejadas, arrojadas desde aviones con vida, monjas, adolescentes, delegados gremiales, no conforman un genocidio? La historia en parte ya opinó. Cuarenta años después, Perón es Perón y Aramburu un pálido militar casi olvidado.
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