La agenda en debate
Reconocer al sujeto interpelado
Entre debates
Habitamos el tiempo entre debates. Las pantallas televisivas, las horas de radio y los feeds de las redes sociales se llenaron a lo largo de esta semana de valorizaciones en torno a la frescura, la lentitud y el carácter dubitativo de los candidatos.
Analistas, politólogos, periodistas y consultores afirmaron que los ganadores de la contienda con mayor rating de los últimos tiempos fueron dos varones. Hubo consensos en torno a quién logró lucirse mejor porque “no tenía nada que perder” o por ser quien “cuenta con la mayor experiencia” en esa arena. Hubo muchos memes. Y también hubo acuerdos en torno a quién fue la candidata más complicada y que, con el correr de los días, se afirmó como la principal perdedora. Lo más elogiado, y también lo que más defraudó en materia de espectáculo, fue el no desbarranque del candidato libertario.
Así como las encuestas, las interpretaciones más o menos lúcidas de la performance de los candidatos en el debate poco dicen sobre los intereses, deseos y motivaciones que llevarán a las y los electores a poner su voto en las urnas el 22 de octubre. Estar entre debates es estar sostenidos en la incertidumbre.
¿A quiénes interpelan los ejes del debate presidencial? ¿Con qué agendas dialogan? ¿Logran los temas elegidos por los ciudadanos ampliar las discusiones de la opinión pública?
En la primera ronda, a los ejes propuestos por la Cámara Nacional Electoral, “economía” y “educación”, se sumó “derechos humanos” acompañado por el lábil e incierto complemento “convivencia ciudadana”. “Seguridad”, “trabajo” y “producción” junto a “desarrollo humano”, “vivienda” y “protección del ambiente” serán discutidos en la segunda instancia.
Aunque la división de los ejes estructurantes del debate en dos días responde, sin dudas, a las dinámicas del show televisivo, en esa división también puede rastrearse una búsqueda de equilibrios entre temas estructurales, junto a temas pasibles de ser redirigidos a las interpretaciones que mejor cuadren con la tradición discursiva de cada candidato y sus equipos de campaña. Así, se logra dar aire tanto al potencialmente acalorado espectáculo mediático como a los nerviosos disertantes que pueden descansar en las chicanas y los lugares seguros.
En el conjunto, las apropiaciones de los ejes expresan una tensión entre agendas en pugna y revelan también la falta de claridad de todos los candidatos de quién es y cómo se constituye el sujeto colectivo mayoritario a conquistar.
Agendas de minoría y agendas de mayorías
La política estatal kirchnerista se desplegó y afirmó en torno a las conquistas en materia de género y enjuiciamiento de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura, entre otros temas que ampliaron los horizontes progresistas.
En el presente, sin embargo, ese despliegue de “agendas de minorías” y acuerdos de “convivencia democrática” parecieran no tener el arraigo y la estabilidad en el debate público que se creía tenían hasta 2015. Sumado a esto, gastos de lujo y declaraciones juradas irrisorias por parte del funcionario “bandido” reavivan los temas que los primeros gobiernos kirchneristas habían logrado desplazar del centro de las agendas públicas: la corrupción en las conversaciones cotidianas y los encuadres morales en las discusiones mediáticas.
Estos conflictos espectaculares rebalsan el vaso cargado por la incertidumbre inflacionaria y las dudas sobre la viabilidad de la vida cotidiana entre el tren que se cancela y el temor a no volver a casa.
En el escenario de desmovilización abierto post-pandemia, las conversaciones públicas incorporaron lecturas del presente y explicaciones del pasado en términos de “privilegios de minorías” y “pérdidas de mayorías”. Responsable de esto es, en gran parte, el candidato de La Libertad Avanza, que logró ampliar el horizonte del discurso hacia la derecha.
Muchas veces se destaca que Milei interpela desde la emotividad. Pero también Milei propone argumentos y categorizaciones que, si bien son simplificadores y mayormente falsos, sintonizan con las preocupaciones de muchos y reconocen que el sujeto interpelado es capaz de comprender e interpretar y puede discutir políticas públicas cuando las siente como mandatos que condenan su existencia a la dádiva del Estado.
La circulación de esas ideas y categorías de La Libertad Avanza encuentra, en el anonimato de la virtualidad, simpatizantes discursivos mucho más allá de sus votantes fidelizados. Para el consultor Mario Riorda esto se debe a la transversalidad del malestar. En ese sentido, considera que fue un error de “la intelectualidad” haber salido a criticar fuertemente al electorado y al voto positivo radicalizado porque eso solidifica ese voto y puede colaborar con que se agrupe reactivamente.
Entre las intervenciones del Peluca en el debate presidencial, el argumento más retomado fue la recuperación de los argumentos de Massera en el Juicio a las Juntas. Como un espejo negro, al apelar al vocabulario de la “guerra contra la subversión”, Milei vuelve sobre el mismo hecho histórico y el mismo estado del debate público que la película 1985, también éxito de audiencia.
Una vez más, Milei puso en escena la baja circulación pública y pregnancia en el reconocimiento de las grandes mayorías de los avances en los juicios de lesa humanidad, cuya última conquista es haber logrado comprobar y juzgar los tormentos cometidos contra niños y niñas.
Reducir la agenda de derechos humanos a memoria, verdad y justicia deja por fuera la violencia policial, el estado del sistema carcelario, las condiciones de acceso a la Justicia para las mayorías y el derecho a la comunicación, entre otros temas.
¿Cómo reconquistar a quienes, sin afiliación partidaria o movimientista, participaron de las marchas masivas, por la sanción de la Ley IVE, la defensa de la universidad pública en 2018 y contra el 2x1 que pretendía bajar la pena contra los represores? ¿Cómo interpelar a los sujetos mayoritarios y reafirmar las agendas progresistas?
Juan Courel, presidente la consultora Alaska, sostiene que para entrar en el balotaje los candidatos de Unión por la Patria deben fidelizar los votos propios. Para ello apunta a tres actores: mujeres de entre 30 y 50 años, habitantes del Conurbano bonaerense y seguidores confesos.
Dice Courel que “hace mucho tiempo que el segmento mujeres tiene una valoración positiva de los principales líderes de Unión Por la Patria. Aproximadamente 10 puntos superior que los varones”. En las agendas de género reconoce que hay espacio para la interlocución con las mujeres, pero aclara que se debe interpelar desde unos tonos que recuperen las políticas sin activar reacciones machistas.
En este sentido, Mario Riorda coincide en que para construir lo común e interpelar a quienes no fueron a votar en las PASO, la campaña debe habilitar la catarsis e interpelar desde la primera persona del plural más que avivar los miedos.
Desde diversos colectivos feministas se está discutiendo la toma de posición ante las avanzadas de las derechas. Por ejemplo, desde el medio LatFem, en un informe realizado junto a OXFam y el gobierno de Canadá en el marco del Día de Acción Global por el Acceso al Aborto Legal y Seguro #28S, diagnostican una “fatiga apocalíptica” y consideran que es momento de “enamorar a quienes se sintieron más interpelados en algún momento” y salir a buscar a quienes todavía no se sintieron convocadas. Apuntan a cambiar el tono y comunicar desde la esperanza.
Pero las agendas de género no son homogéneas y puede que el debate del aborto no sea el eje más aglutinante del presente. Las agendas de género, como todas las otras, dependen de los contextos concretos en que las personas viven y jerarquizan las urgencias.
La amplia extensión del Conurbano bonaerense involucra diversos grados de urbanidad y, por ende, implica acceso desigual a sistemas básicos como seguridad, transporte, salud y vivienda. En diálogo con militantes barriales de zona sur, ellas identifican demandas diferenciadas de las mujeres según los territorios que habitan.
Mientras que en los asentamientos barriales y villas las mujeres reclaman mejorar sus condiciones habitacionales, en los territorios rurales más cercanos a la capital de la provincia la demanda pasa por el acceso a la tierra ligada al trabajo. Adicciones y violencias son problemas compartidos. El alcoholismo, sobre todo los fines de semana, agrava la sensación de no tener salida. La violencia entendida como la más urgente es la violencia sexual dentro de los matrimonios, que se suma a formas de maltrato físico y psicológico. El acceso a la salud en clave integral, capaz de conjugar atención primaria, ginecológica y tratamientos de salud mental, les preocupa tanto por ellas como por sus hijos. Entre las demandas compartidas se repiten el pedido por lugares de atención integral de las violencias, ya no en clave de refugios de emergencias, sino desde propuestas concretas capaces de encuadrar el problema desde la perspectiva habitacional.
Bárbara Cicomano, secretaria de Mujeres y Diversidades del Municipio de Quilmes, aúna las demandas de trabajo a las cuestiones de cuidados. Falta trabajo, pero incluso para quienes sí trabajan, las condiciones son precarias y disparan mayores problemas en la organización doméstica y en el cuidado de los hijos y las personas mayores. Cicomano señala: “Necesitamos más políticas públicas para abordar las tareas de cuidado, para que nosotras podamos salir a laburar”, y pone como ejemplo la creación de centros de desarrollo infantil en su municipio.
La transformación del sujeto mayoritario
En la comparación del partido oficialista de los votos perdidos entre las presidenciales de 2019 y las PASO 2023 se asume la existencia de un sujeto mayoritario con unos intereses, un lenguaje y unos problemas objetivamente establecidos, pero con una intención de voto sumamente volátil. Es difícil reconocer la existencia concreta de ese sujeto mayoritario. En la hiper-fragmentación del mundo popular y de las clases medias, ese sujeto mayoritario no es un sujeto sociológico sino político. Es, en el mejor de los casos, una identificación que, desde la política, debe convocarse a constituirse en actor social.
Uno de los espacios en los cuales se puede observar esa fragmentación es en el mercado laboral. El sujeto popular contemporáneo es plural, heterogéneo y tiene diversos grados y formas de vinculación con el mundo del trabajo que en los últimos 10 años se fue transformando al calor de la multiplicación de las condiciones de la informalidad. Los datos arrojados por la EPdH exponen que la mayoría de las y los trabajadores se encuentran por fuera del trabajo registrado.
Esta situación afecta también a las clases medias profesionalizadas y comerciantes, que cada vez más practican el pluriempleo y combinan actividades formales e informales. Ya desde 2021, los sociólogos Pablo Semán y Nicolás Welschinger, quienes investigan los mundos del trabajo en plataformas y de servicios digitales, están postulando la constitución de un nuevo sujeto político a partir del reconocimiento de los puntos de contactos entre los sentidos puestos en juego en esos mundos laborales con el horizonte discursivo libertario. Las últimas y necesarias medidas del gobierno nacional en materia económica, orientadas principalmente al mundo registrado, al sector de empleo formal y a los jubilados, no dialogan con este diagnóstico y así, dejan por fuera del brazo contenedor del Estado de la interpelación a las mayorías.
Otro espacio donde también puede verse la fragmentación y pluralidad del sujeto mayoritario es en la educación. A lo largo de este eje en el debate presidencial, varios fueron los candidatos que les hablaron a “las mamás” como sujetos políticos. La masificación de las matrículas universitarias, altamente feminizadas, cambiaron las relaciones de los sujetos con sus vecinos, sus pares generacionales y sus padres. En el presente, no es raro encontrar padres e hijos distanciados por dos o tres niveles de formación, resultado de la obligatoriedad de la educación secundaria y la ampliación de la matrícula universitaria. Pero esa ganancia simbólica no se traduce, necesariamente, en el incremento de la seguridad laboral ni de los ingresos familiares. Y además compite con los nuevos sentidos comunes sobre la validez de aprender por tutoriales.
La Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ) es una de las universidades llamadas “del Bicentenario”. En la composición de su estudiantado pueden indagarse los cambios de estos últimos 10 años y la participación de las mujeres como sujetos políticos. Mientras que al principio el promedio de edad de ingreso era de 28 años, ahora está más cerca de 24. El 42 % de las estudiantes son madres. Son también mujeres que trabajan como empleadas domésticas, en la producción frutihortícola de Florencio Varela y en el ámbito de la salud. Para Daniela Losiggio, coordinadora CPRES Metropolitano RUGE y directora del área de Género, Diversidad y DDHH de la UNAJ, todas esas características hacen a la identidad de las estudiantes.
Sus demandas específicas están vinculadas con la des-privatización y la des-feminización de los cuidados, así como con el reconocimiento y la ampliación de su participación en la economía doméstica. Ante la pregunta de si esas son “demandas orgánicas” o resultado de la acción institucional, Lossigio responde que es una combinación de ambas con un fuerte componente de política universitaria: “No diría que hay una relación directa entre esa feminización y la conformación de un sujeto popular feminista. Docentes, investigadoras y extensionistas trabajamos desde una perspectiva de la sociología de los cuidados y la economía feminista, y las estudiantes encontraron en esos marcos interpretativos palabras para nombrar sus realidades”.
Cierre: ¿cómo interpelar?
La atención a las agendas de minoría y agendas de mayoría no tiene por qué resultar incompatible. Ejemplos de esa convivencia pueden encontrarse en los dos primeros mandatos kirchneristas. Pero para ello, lo que en el presente se experimenta como amenazado, debe ser discutido en términos de los alcances de las agendas de minorías en las agendas públicas.
Para poder interpelar a las nuevas mayorías, es necesario repensar las dinámicas de construcción de consensos y discutir el estatuto minoritario de algunos temas de agenda. Para ello, es indispensable partir de reconocer el carácter histórico y, por definición, inestable de esos consensos. Y recuperar los deseos, los intereses y problemas de quienes cantaron la misma canción, entendiendo que ya no son los mismos y que incluso puede haber otros también dispuestos a sintonizar nuevas melodías.
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