La insoportable levedad del voto

Una aproximación a la inconsistencia del comportamiento electoral

 

A dos semanas de una elección presidencial en un escenario inédito, es difícil sustraer el análisis de encuestas de opinión de la tentación del pronóstico electoral. Los datos de una encuesta online de alcance nacional sobre subjetividades políticas permiten analizar el comportamiento electoral “inconsistente”, que nos lleva más allá de esta ansiedad por el resultado e incluso puede enriquecer el análisis de las tendencias de intención de voto.

En momentos de agitación del fantasma de una nueva crisis de representación política (disconformidad, desconfianza o “bronca” contra los candidatos y fuerzas políticas), desafección democrática (elevados niveles de abstención electoral o voto negativo) y despolitización (desinterés por la política y naturalización de que la política no da respuestas a las expectativas ciudadanas), vamos a poner la lupa en aquellos elementos del comportamiento electoral “erosivos” de la formación de la voluntad colectiva ciudadana que permitan iluminar mejor este momento tan particular de la vida política de nuestra nunca bien ponderada democracia.

 

¿Despolitización de la ciudadanía?

Si preguntamos: “¿Qué hace usted cuando está conversando con algunas personas y empiezan a hablar de política?”, el 18,7% contesta que “generalmente participa en discusiones políticas” y un 29,2% que “a veces da su opinión”. Así, un 52% estaría débilmente interesado o totalmente desinteresado por la política y un 48% sensible o activamente interesado. Además, el 26,5% declara pertenecer a familias muy o bastante interesadas. Estos niveles de interés por la política y la presencia del tema en la familia podrían considerarse suficientes para descartar la hipótesis de una despolitización generalizada.

El interés más activo en participar en discusiones políticas está bastante uniformemente distribuido entre las distintas adhesiones a fuerzas políticas, pero el dato que sobresale aquí es que un 15,1% de los que no tienen cercanía o que rechazan a todas las fuerzas políticas… ¡participan generalmente en discusiones políticas! Es decir: una parte significativa de la ciudadanía incluida en el espectro de la “indiferencia”, “los anti-política” o “los apolíticos”, gusta de participar de discusiones políticas.

En el mismo sentido, un sorprendente 70% declara afinidad a alguna fuerza política (la pregunta era: “Entre los partidos y alianzas políticas, ¿con cuál se siente más cercano?”) y del 30% restante solo un 5% dice no sentirse cercano de ninguno porque “no le interesa la política”; el resto se divide entre los que rechazan cualquier cercanía con una fuerza política porque “todos me parecen malos” (11%) y entre los que simplemente no encuentran una expresión política que los identifique (14%).

El dato importante es que la afinidad declarada con alguna fuerza política supera al interés más activo por la política. Hay muchas personas que no hablan o hablan poco de temas políticos pero se sienten cercanos a algún espacio político.

Una forma de abordar la “intensidad” de la politización ciudadana es preguntar por los dos rasgos que las personas sienten que son importantes para su identidad personal. Un 17,1 % menciona “mi posición política” como uno de estos rasgos, detrás del trabajo o la profesión, que es el más mencionado. La política es un marcador de identidad relevante e indica la pregnancia de tradiciones y creencias políticas en parte de la ciudadanía. Pero lo relevante aquí es que se pueden ver diferencias significativas entre las fuerzas políticas. En el Gráfico 1 se puede observar que entre todos los que declaran cercanía a algún espacio político, sobresale la mayor robustez identitaria (sinónimo de mayor compromiso y permanencia de la lealtad política) del peronismo/kirchnerismo, que duplica la incidencia de la política como marcador de identidad. En el espectro de la derecha, la política es la última de las fuentes identitarias, sobre todo en Juntos por el Cambio, cuyos adherentes son los que menos importancia identitaria dan a su posición política. También es significativo señalar que La Libertad Avanza (LLA) ofrece niveles de relevancia identitaria de la política similares a la izquierda del FIT.

 

 

¿“Des-ciudadanización” de la política?

¿En qué medida el comportamiento electoral ajusta preferencias ciudadanas (demanda) con opciones políticas (oferta)? La medida en que el voto produce “efecto representacional” de las preferencias y orientaciones ciudadanas permite analizar con más detalle la posible “crisis de representación” que se vendría expresando con una caída de la participación electoral y un creciente malestar dentro de las mismas bases de apoyo electoral de las fuerzas políticas protagonistas de “la grieta”.

El cruce entre la cercanía o la afinidad con una fuerza política y la intención de voto efectiva permite establecer una gradación o escala de “consistencia” del comportamiento electoral. Constituye una suerte de primer test de consistencia entre las preferencias o adhesiones partidarias ciudadanas y su materialización como comportamiento electoral.

En la siguiente tabla se muestra la distribución porcentual del electorado según la forma de consistencia/inconsistencia de su comportamiento electoral.

 

 

Como vemos, el 72% de los electores tienen un comportamiento totalmente consistente: casi un 50% que vota por la fuerza política con la cual se identifica y un 22% que vota negativo o no participa de la elección y rechaza consistentemente a todas las fuerzas políticas. El 28% restante tiene un comportamiento electoral inconsistente: el 16% vota positivo por opciones que no son las de su preferencia, y el 12% se abstiene o vota en blanco a pesar de tener una afinidad política o al menos sentir menos rechazo por alguna fuerza política.

Redondeando cifras, sólo la mitad del electorado encuentra en la oferta política una respuesta mínimamente aceptable. La otra mitad padece lo que podría llamarse un déficit de “efecto representación”, que se reparte entre un 34% de quienes no votan o votan negativo y un 16% que vota “piadoso”, “lastimoso” o “disconforme”. Otra manera de verlo es discriminar un 22% de abstinencia firme, consistente como déficit de representación absoluto, y un 28% de déficit de representación relativo del voto (votos positivos y negativos o abstinencia inconsistentes con las preferencias). En la columna del voto positivo (es el que cuenta desde el punto de vista del resultado final) vemos que el comportamiento electoral inconsistente sube al notable 24,1% entre disconformes, piadosos y lastimosos. Esta inconsistencia del comportamiento electoral ofrece diferencias entre las distintas fuerzas políticas, lo que posibilita trazar nuevos tipos de proyección sobre la próxima elección general.

El panperonismo/kirchnerismo es la expresión electoral que más conserva el voto consistente propio y más votos positivos robó a otros espacios de adhesión ciudadana (especialmente a partidos provinciales y a la izquierda). El problema es que casi un 11% de los que se sienten cercanos a ella terminó en la abstinencia disidente o en la abstinencia aprensiva. Por otro lado, recuperó un magro 11,3% atrayendo voto “lastimoso” (mucho menos que el resto de las fuerzas políticas). Estos son datos malos para las PASO pero buenos para la elección general: recuperar los votos disconformes de su propio espacio que tampoco confiaron en otra fuerza política es más fácil que conquistar votos “no cercanos”.

En JxC la retención de voto consistente fue inferior a la del peronismo, con fugas menores hacia LLA y a fórmulas peronistas, pero sobre todo tuvo una fuerte pérdida por abstinencia disidente del 11,6%. A diferencia del peronismo, depende del voto más volátil de los que no se sienten cercanos a ninguna fuerza política: un notable 21,7% de sus votos son “lastimosos”. Este dato fue bueno para las PASO porque engordó su cosecha por fuera de su espacio pero no es bueno para la elección general: son votos “no propios” más volátiles (pueden cambiar de la PASO a la general).

Esta composición de voto de la oferta electoral tradicional es riesgosa para LLA: elevados niveles de adherentes que tuvieron un comportamiento electoral de abstinencia en las fuerzas políticas tradicionales significan que estas fuerzas tienen un terreno más fácil que recuperar.

LLA tiene los más altos niveles de consistencia de voto en su espacio de adhesión: 91,2%, con muy pequeñas fugas a JxC y a la abstinencia, lo que implica una consolidación electoral importante pero una bastante mala noticia de cara a las generales: poco voto propio que recuperar y obligación de conquistar voto no cercano posiblemente adverso. Además también tiene niveles de dependencia de voto “lastimoso” (16,6%), o sea voto más volátil que el del peronismo aunque menos volátil que el de JxC.

El del FIT es el voto más inconsistente: apenas retiene un 55% de sus adherentes, con una fuga de 9% hacia el peronismo/kirchnerismo (la candidatura de Juan Grabois le birló una buena parte), un 7% hacia otras opciones de izquierda, pero ¡un notable 28,1% hacia el voto abstinente o en blanco! La buena noticia es que un 22% de sus votos son “lastimosos”, con los que compensa en parte la notable fuga de votos que sufrió. No obstante es la única fuerza política que tiene una intención de voto 15% por debajo de las adhesiones declaradas a su espacio político, lo que significa mucho voto “cercano” a recuperar y mucho voto volátil a sostener.

El siguiente Gráfico 2 muestra que el espacio del panperonismo/kirchnerismo es quien tiene más votos cercanos que recuperar (“voto disconforme o piadoso” fugado), más votos de otros espacios que defender (“voto disconforme o piadoso” ganado) y menos voto volátil (votos “lastimosos” ganados) que defender, amén que tiene el mayor nivel de voto consistente consolidado. LLA tiene muy poco voto propio que recuperar y también muy poco voto ajeno que defender, en cambio tiene que defender mucho voto volátil. JxC tiene un significativo voto propio que recuperar y poco voto ajeno que defender. Su mayor obligación es defender el nutrido voto volátil que conquistó (quizás este es el voto que esté pasando a LLA en las últimas semanas). El FIT tiene muchísimo voto propio que recuperar y un significativo nivel de voto volátil captado que defender, lo que podría significar un potencial aumento sustantivo de su resultado electoral.

 

 

De acuerdo a estas cifras, si todas las campañas electorales fueran exitosas 100% en cuidar el voto propio, recuperar los perdidos y asegurar los conquistados, tenemos los techos máximos de expansión de voto tomando las tendencias de las PASO. Traducido a cifras de voto positivo, a igualdad de nivel de participación electoral, le daría al espacio peronista en su totalidad 37%, a JxC un 32,7%, a LLA un 32,2%, y al FIT un 4,2%. Los factores de incertidumbre que escapan a esta proyección de techos son: el voto de quienes se mantuvieron en abstinencia “firme” (22%) en las PASO y que dejen de ser abstinentes en la general, y la medida en que UxP puede monopolizar el voto peronista, ya que tiene una fórmula que compite en el mismo espacio (Schiaretti) y que podría sacarle dos puntos de voto positivo si tomamos las PASO.

 

 

 

 

 

* Ficha técnica. Encuesta on line con 4.213 casos, relevada del 24 al 30 de julio en todas las regiones del país, realizada por el laboratorio SocPol del IESAC-Universidad Nacional de Quilmes en el marco del proyecto de investigación PICT “Subjetividades políticas en tensión durante la pandemia y la post-pandemia en la Argentina”, dirigido por Javier Balsa e integrado por investigadores/as de la UNQ, UNC, UNTREF, UBA, UNLP, UNRN y UNaM. Se ajustaron a los parámetros poblacionales (Censo 2010 y EPH 2021), el peso de cada una de las regiones y, dentro de ellas, la distribución por tipo de departamento, género, grupo etario y máximo nivel educativo alcanzado. El voto inconsistente está ponderado por el resultado electoral de las PASO.
** El autor es doctor en Ciencias Sociales, UNQ/UBA.

 

 

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