Las 20 verdades radialistas

Con 103 años de vida, la radio se resiste a entrar al geriátrico de los medios

 

Hoy se festeja el día de la radio en la Argentina. Se evoca a los llamados “locos de la azotea”, que eran locos pero no comían vidrio y mucho menos piedra galena. Se los llamó de esa manera porque en los días previos a la primera transmisión se los vio en los techos de la casa de remates de la familia Guerrico, contigua al teatro, tirando los cables y estableciendo las conexiones que hicieron posible la emisión. Enrique Telémaco Susini (ya por entonces médico y que por sus aficiones culturales y logros posteriores fue calificado como un renacentista en pleno siglo XX) y sus cómplices (como él, niños bien del Barrio Norte, radioaficionados, melómanos, experimentadores) César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica lograron la proeza de transmitir Parsifal, de Ricardo Wagner, desde el teatro Coliseo a los no más de 50 receptores que funcionaban en Buenos Aires. Luego de la transmisión inicial, de la que en esta fecha se cumplen 103 años, repitieron la ópera sacra de Wagner y en días sucesivos transmitieron desde esa sala, que quería convertirse en un segundo Teatro Colón, óperas como Aída, Iris, Rigoletto, Manón, Nina, entre otras. Pronto la experiencia fundacional se transformó en LOR Radio Argentina. Quedó suficientemente probado que aquellas transmisiones fueron las primeras en el mundo y la LOR la primera emisora nacida con propósitos de difusión permanente, con continuidad artística, dirigida a todo público y con fines masivos.

 

Los locos de la azotea.

 

Quien esto firma ha escrito cinco libros sobre este medio y es un enamorado y un agradecido a la radio, que le ha permitido ser frente a un micrófono lo más parecido a quien es. Lo que sigue a continuación son algunas de las muchas cosas aprendidas cuando la luz roja se enciende e indica que estamos por el aire. Crecí cercano a una radio encendida. La radio ha sido uno de los elementos constitutivos de mi formación personal, musical, cultural, sentimental. Una formación que aún sigue completándose en cada ocasión que me toca estar frente a un micrófono. Después de tantos años de oyente y de trabajador puedo afirmar, con certeza, que en la radio me siento muy libre. En la radio fui, soy y espero seguir siendo feliz. A continuación, una lista (incompleta) de algunos de esos conocimientos y aprendizajes.

1. Alguien a distancia, al que no vemos pero podemos imaginar (siempre y cuando la emisora no haya instalado cámaras en el estudio o el conductor/conductora no haya aparecido 500 veces en televisión) transmite con el propósito de alcanzar una escucha masiva. Sin embargo, cuando su mensaje llega al oído del radioescucha siente que le está dedicado en exclusividad. Ningún otro medio de comunicación genera un efecto similar.

2. La radio es el mejor lugar para probar formatos y para experimentar. Es el más libre, el más plural, el menos intervenido o filtrado por intermediarios, y el que menos palpa de ideas. Sin embargo, hay que reconocer que la grieta ha puesto en crisis esta lista de virtudes. Una parte considerable de la audiencia sigue a emisoras y comunicadores siempre y cuando confirmen sus certezas. Apenas las contrarían, se manifiestan muy defraudados.

3. La radio, o sus programas, son una suma de pequeños detalles y aportes que, uno detrás del otro, tienen la capacidad de generar un pasatiempo único. Un conductor de la vieja guardia lo decía así en pequeño comité, nunca al aire: “La radio son boludeces que suman”. Suscribo, con la aclaración de que hay boludeces y boludeces.

4. La radio es cercanía, intimidad, calidez, entretenimiento, creadora de climas y muy especialmente confianza. Muchos oyentes prefieren denunciar un problema en sus servicios básicos dejando un mensaje en la radio porque confían en que, al menos, serán escuchados y no paseados durante horas y sin solución por un contestador automático.

5. Pero, antes que nada, es compañía. Cualquiera que haya trabajado en radio recibió un mensaje de esta naturaleza: “Felicítenme, hoy es mi cumpleaños”. ¿Qué nos quiere decir? Que nos está escuchando y que está solo. Si se entiende esto se avanzará en lo esencial del medio.

6. Tuvo mucha razón el norteamericano Orson Welles cuando calificó a la radio como “el teatro de la mente”. Mucho tiempo después el argentino Alberto Migré redondeó y enriqueció el concepto del actor y director: “Cuando en un radioteatro elijo poner en boca de un intérprete la palabra rojo, ese rojo recién se vuelve real cuando llega a la cabeza del oyente. Y lo mejor es que cada cabeza puede elegir un rojo diferente”.

 

Alberto Migré: maestro de radioteatros y telenovelas.

 

7. A todos nos ha pasado: por alguna razón, terminar el programa con una sensación de insatisfacción, de no haber dado con la palabra justa o de creer que olvidamos lo principal. No hay que preocuparse. Al día siguiente, o en una semana, todo aquello que hoy nos dejó fastidiados saldrá mucho mejor. La radio siempre da revancha.

8. Además de revancha, la radio da sorpresas. Con frecuencia, el tema del que menos se espera despierta en la audiencia un interés inusitado. Y ese día, eso que sin demasiada fe sacamos de una galera o rascando el fondo de la olla, genera un alud de llamados y adhesiones.

9. La radio de autor (ese género que tantos hicieron y hacen en la Argentina) es la alternativa al fundamentalismo tecno, ese que les reconoce más inteligencia a los celulares que a las personas que los usan. Igual, los nativos analógicos debemos admitir que todo lo que debamos decir de ahora en adelante de la radio se explicará desde términos como aplicaciones, dispositivos, multi-usuarios, convergencia, sinergia, comunidades, multi-plataformas, Android y muchas más. No resultaría extraño que el indiscutible lugar que ocuparon los locos de la azotea sea ahora propiedad de los locos de la nube.

10. La radio de autor desafía límites y enfrenta al “más de lo mismo” radial. Ocurre que la radio es demasiado parecida, de la mañana a la noche, porque la mayoría de sus espacios desarrollan el formato del magazine. ¿En qué consiste este hijo natural de la precarización del medio? El conductor al frente, como un sol, y alrededor sus satélites, los especialistas en cada tema, y también el humorista y la locutora o el locutor.

11. Gracias a Internet, la radio tiene un alcance tan ilimitado que algunos lo llaman planetario. Desde cualquier lugar del país podemos sintonizar la frecuencia más distante y, del mismo modo, todo argentino que esté a miles de kilómetros y en husos horarios diferentes podrá enterarse a cuánto cerró el dólar de cualquier denominación o cómo le fue a su equipo favorito. Por eso es atinado y sabio eso que nos enseñó Lalo Mir, que abre sus programas diciendo “buenos días, buenas tardes, buenas noches”.

12. Ahora hay muchas radios en una, además de las clásicas AM y FM. Hay radio a demanda, radio online, en mp3 o en mp4, está la fabulosa plataforma llamada Radio Cut, radio en Spotify y, aun cuando éramos muchos, llegó, presentado como la última palabra radial, el podcast. Todo es radio, siempre y cuando sostenga las leyes de la narración y en el camino no pierda contenidos. Alguna vez el nacido en Huelva, España, Jesús Quinteros, y el nacido en San Pedro, provincia de Buenos Aires, Lalo Mir, coincidieron en una frase. Ambos pensaron: “Podés tener un micrófono de dos pesos y un transmisor de un kilowat, pero si ponés al aire a alguien que tenga algo interesante para decir dejarás insomne a media ciudad”.

13. La radio hace realidad la superstición de las botellas arrojadas al océano que llegan a una isla desierta sorprendiendo al que no la espera. No solo la audiencia estará integrada por familiares, amigos y favorecedores y el verdulero de la otra cuadra, sino que un día darán acuse de recibo el compañero de primaria, el novio de la adolescencia o la profesora de la última materia de la carrera. Esa clase de convocatorias inesperadas la radio las hace desde mucho antes que Facebook y Tinder.

14. Los programas no estallan de un día para el otro. Se hacen desde abajo, crecen desde el pie y encuentran identidad y habitualidad mediante recomendaciones personales, el famoso boca a boca. En la mayoría de los casos los oyentes se consiguen de a uno. Y esos, porque son los que se quedan, valen por diez.

15. Aunque en ocasiones interrumpa el discurso más preclaro, no debe calificarse como corta-mambos a la tanda publicitaria. Es un respiro para el aire y, durante su transcurso, quienes permanecen en el estudio intercambian anomalías e inconveniencias que, por suerte, no salen al aire. En el mismo sentido, hay que prestarle mucha atención a quien esté a cargo de la operación técnica: es el primer oyente. Hay que preocuparse si se lo nota aburrido o consultando demasiado seguido el telefonito. El informativo es, ese sí, una barrera. ¿Acaso pasan tantas cosas nuevas que deben reaparecer cada media hora? En la radio está consagrada la superstición de que casi todo debe resolverse en dos minutos. Apenas ese tiempo se extiende intervendrá el productor haciendo un gesto clásico: círculos con un dedo que significa “terminala”.

16. El mejor grupo de trabajo es aquel en el que ninguno de sus integrantes ve como contrincante al que tiene enfrente y no malicia el espacio que le tocó al compañero.

17. Cada mañana millones de personas encienden el receptor para verificar si el mundo sigue en el mismo lugar en el que estaba cuando se fueron a dormir. Pero la radio más útil es la de cercanía. ¿De qué me sirve saber que hubo un golpe de estado en Sri Lanka o que descarriló un tren en Estocolmo? Lo mismo le debe pasar al oyente de provincia conectado con un medio nacional. ¿Qué le significa que haya un corte en el Obelisco o que se inició un paro de subtes? Lo principalmente amistoso de la radio de cercanía es que nos avisa si tenemos que salir a la calle con paraguas. En eso es irremplazable.

18. Además de las de interés general, existe una sorprendente variedad de radios. Las hay comunitarias, populares, barriales, cooperativas, mutuales, contraculturales, estudiantiles, universitarias, villeras, sindicales, campesinas, parroquiales, educativas, de pueblos originarios, las que funcionan en establecimientos carcelarios o de salud mental. Cada una de ellas cumple la honrosa tarea de ofrecerle voz a quienes menos pueden expresarse. Las movilizaciones y los actos políticos dieron un lugar a la modalidad de “radio abierta” que, en ocasiones, se hace escuchar tanto como un bombo. Fueron piratas o truchas hasta que sintonizaron con la palabra más justa: alternativas.

19. Desde el 2005 en la AM 530 emite La Radio de las Madres. La gran impulsora de este ariete comunicacional fue Hebe de Bonafini, convencida, como ella mismo dijo, de que “la radio es la forma de comunicación más perfecta. Del otro lado te están esperando con mate y bizcochitos para compartir. En mi casa pasaba. Había una sola radio en el barrio y nos juntábamos para escuchar”. Hebe, comunicadora de primera, también dijo: “La radio es la compañera del solitario, el libro del analfabeto y el diario del pobre”. Después de sostener slogans como “la radio compañera” y, por su ubicación en el dial, “la primera de la izquierda”, ahora se denomina Somos Radio. En esta emisora los domingos a la mañana se puede escuchar la versión radial de El Cohete a la Luna.

20. Una de las cosas más interesantes que ocurrieron en la radio de los años recientes fue la aparición de emisoras sostenidas por sus oyentes. Es un caso de ciudadanía importante. El oyente, identificado con la línea de una emisora y ante la eventualidad de su desaparición, acepta abonar una suscripción para que continúe en el aire, atendida por sus propios dueños.

Con 103 años de vida, la radio argentina continúa vivaz, diversa, diferente al resto de los medios y, llena de argumentos a favor, se resiste a ingresar al geriátrico de los medios. Con el respaldo de una programación casi enteramente en vivo, fuertemente rendida a la actualidad noticiosa, su particular modo de acompañar continuará disponible en el campo y en la ciudad, en la cama y en el baño, en la calle y en la cancha, en la oficina y en el auto. De lunes a lunes, a cualquier hora del día, la inefable fábrica de sonidos siempre tendrá algo para sorprendernos.

 

 

 

 

 

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