¿Y SI INTENTAMOS PENSAR?
Reflexiones en torno a la irrupción de Javier Milei, su marco teórico y encuadre político.
En estos días posteriores a que el mapa de la República se tiñera de violeta, en redes sociales se viralizó, está claro que desde aquellos sectores que sintieron en el pecho el espanto de la divisa violácea, la frase de Gramsci con relación al surgimiento de los monstruos en épocas confusas, de oscuridad. Bien, allí un pensamiento modélico que hace un tiempo funge para explicar cualquier proceso social y cultural de compleja opacidad. ¿Y si hacemos un esfuerzo por pensar sobre procesos sociales complejos en desarrollo, entendiendo que un concepto nunca explica el mismo fenómeno de manera idéntica sino que sirve como elemento para la comprensión de acontecimientos que se dan a lo largo de la historia de la humanidad pero de distintas maneras? Es decir, ¿encarna Milei la caracterización histórica del fascismo o el nazismo? Probablemente contenga elementos identificables con ambos procesos históricos que han dañado profundamente la idea de humanismo, pero es un reduccionismo pensar a Milei como la reencarnación de Hitler o Mussolini en la Argentina del siglo XXI. Probablemente también, la idea de un malestar contenido que comienza a manifestarse en odio anide en Milei, pero, de nuevo, ¿es la imagen actualizada de Hitler o Mussolini? No; o tal vez sí, pero no lo sabemos aun, justamente porque es un fenómeno político en desarrollo.
Entonces, ¿se ha derechizado el votante argentino, el pueblo argentino? O nos enfrentamos a un proceso de largo deterioro de ideas, conceptos y situaciones de vida que podrían pensarse como ejes centrales de la batalla cultural, que no se han abordado con profundidad, con seriedad, desde un modo más complejo, o si se prefiere, que ni siquiera se han enfrentado con valentía intelectual y política, o todavía peor, que ni siquiera aquello que se denomina como campo intelectual y político ha querido mirar con vocación ética de observación, mirar para atender, o de hacer el esfuerzo de oír, lo cual implica juzgar menos, mirar a nuestro alrededor con voluntad de escuchar más y con atención.
Quedó una frase escondida en el párrafo anterior, y es la de valentía intelectual, que implica elaborar pensamientos que no siempre son los que queremos escuchar, que se presentan incómodos por esquivar lo políticamente correcto. Habría que hacerse un poco amigos de aquellos que proponen pensamientos incómodos porque no sólo evitan la pereza intelectual sino la de acción, ya que esbozan una forma de abordar problemas intelectuales, que siempre son políticos, sociales y culturales, desde la incomodidad misma que esos problemas contienen pero con la necesidad de ponerlos a disposición de un ejercicio de resolución o abordaje de esos conflictos a mediano y largo plazo, más allá de las contiendas electorales y las acciones de corto plazo que nos salven, como rueda de auxilio, para ganar o perder con dignidad – o no – una elección.
Adónde está la libertad
Milei ha captado el clima de bronca y desencanto que se viene gestando en la Argentina y que no es reciente pero que se profundizó con la pandemia. En ese sentido, podríamos decir que el fenómeno Milei es producto de la pandemia en su eclosión pública pero que no comienza allí; se abre y estalla desde la pandemia y sobre una sociedad que viene sufriendo la descalcificación de una estructura social que está astillada. Esto hace síntoma, fue claro pero poco observado. Un ejemplo, el asalto a la idea de libertad: el aislamiento en pandemia – necesario y extendido – produjo en los jóvenes un fuerte sentimiento de que su libertad estaba siendo cercenada, pero además eran sindicados como la posibilidad real de muerte por vector. Una situación más que compleja: Pibes de quince años o más que tenían ganas de hacer cosas de pibes de quince años en un contexto extraordinario, la pandemia y el aislamiento. Ese sentimiento de bronca y rebeldía tal vez no fue lo suficientemente conversado, escuchado y acompañado; por el contario, fue juzgado y condenado. Y aquí viene lo dramático: Mientras el aislamiento era una medida tomada para cuidarnos a todos (de todos) vino el festejo de cumpleaños en la residencia de Olivos con foto incluida. Irremontable, pero además, con increíbles operaciones justificatorias. Allí la bomba detonada: “Me quitan la libertad de salir y reunirme para cuidarme y cuidarnos todos y el gobierno festeja el cumple en la Quinta” (que es la reunión que conocimos mientras sospechamos sobre las que nunca vimos). Como dijo el sociólogo Daniel Feierstein, lógicas VIP de la política. Efecto: El Estado, para estos jóvenes, pasa de ser protector a opresor que coarta la libertad, y entonces Milei lo capta y captura la idea de la libertad. Así comienza la Libertad Avanza.
Este es un ejemplo de cómo se regalaron ideas caras al pensamiento progresista, que fueron cooptadas y revinculadas desde la derecha y la ultra derecha con capas etarias y sociales diversas dañadas por la bronca y el desencanto. Podríamos analizar otros ejemplos como la educación pública o la salud pública o la inseguridad que es pública. Ya se ha dicho bastante pero no lo suficiente sobre el grave problema de una educación pública que viene degradándose hace tiempo como producto de los bajos salarios y la realidad del docente tren que corre de una escuela a otra y de un cargo a otro; tal vez esto inhiba la posibilidad de pensar en cómo se forman los docentes, en cómo enseñan pero también en la necesidad real de disponer de más presupuesto, es decir, de más Estado, para mejorar salarios y tener tiempo para capacitaciones, lo cual forma parte de una decisión política que supere las limitantes de una negociación eterna que es casi una trampa perfecta que acentúa el proceso de degradación de la educación pública. Lo mismo ocurre con la salud pública: Hospitales colapsados con pocos profesionales – que cobran sueldos magros, y esto es una condescendencia –, escasa aparatología y una infraestructura que da pavura. Se han realizado en la Provincia de Buenos Aires esfuerzos para seducir residentes pero la oferta salarial sigue siendo tan baja que los médicos jóvenes prefieren las guardias en clínicas privadas.
¿Se entiende? ¿O a esta altura del texto comenzaron los epítetos condenatorios?, la acusación de texto que le hace juego a la derecha…
Vamos de nuevo: Intentar pensar; problemas complejos requieren pensamientos incómodos que planteen preguntas incómodas.
Meritocracia
Otra vez, Daniel Feierstein abordó con inteligencia este tema en una conversación radial con Reynaldo Sietecase. Y se preguntó en qué momento la meritocracia dejó de ser un concepto ligado al pensamiento progresista. Por qué se dejó de pensar que es un mérito hacer las cosas bien, no ser parte de las “lógicas VIP” de la política, destacar a aquel empleado público que entiende su trabajo como un verdadero servicio social; por qué se le entregó con tanta facilidad a la derecha esa idea de mérito que está ligada a una concepción ética de la función pública; a la derecha de Patricia Bullrich y a la ultraderecha de Milei. ¿No es parte de la batalla cultural ser meritorios de un trabajo en el Estado? El problema se complejiza cuando también el Estado es responsable del malestar entre sus trabajadores, cuando se los descuida o maltrata, cuando se los arroja a la imitación de esa lógica VIP pero degradada; cuando el Estado cubre sus cargos con trabajo seminegro o con monotributistas. En definitiva, cuándo la meritocracia dejó de identificarse con un sistema de gobierno en el que el poder lo ejercen las personas que están más capacitadas según sus méritos – y esta es una definición básica. Cuándo se abandonó para la batalla cultural, el valor o la importancia que tiene para una persona ser reconocida por realizar bien y con esfuerzo sus tareas.
Inseguridades
Otro tabú que por ser tabú elude el planteo. El abordaje de la seguridad siempre se relacionó desde el progresismo con el temor a la mano dura y las prácticas punitivistas, y allí quedó entrampada hace siglos, parece. Y antes que pensarla como un fenómeno social muy complejo que requiere de un enfoque plural, serio, creativo y audaz también, se lo redujo a la instalación de cámaras de seguridad, más móviles policiales y botones antipánico que siempre llegan después o suenan tarde ante el robo o el asesinato, que es una realidad que sufre todo aquel que camina las calle. ¿Y el Estado en los barrios? ¿Y las reformas que intenten desarmar la articulación entre delito y fuerzas de seguridad? No, es más fácil mirar hacia otro lado y acusar de fachos a quienes piden seguridad.
El mundo del trabajo
La pregunta por el mundo del trabajo encierra otra, la del sujeto político que vota a Milei. El sujeto político que vota a Milei es el que lleva a nuestras casas todo lo que pedimos por plataformas mientras miramos algo en una plataforma. El sujeto político que vota a Milei está en el maxi kiosco, en el Uber, en el telemarketing, en quienes trabajan para Google y otras plataformas como emprendedores comerciales; también entre quienes generan contenidos para YouTube y los cobran, o para Tik Tok, o entre los gamers.
El sujeto político hace rato que está ahí, y nunca lo miramos. Menos aún el sistema de la política profesional que sigue pensando el mundo del trabajo desde una mirada fordista cuando ese modelo laboral ya no existe en el mundo.
La dolarización
Milei tiene la épica de un sistema de creencias, casi religioso. Allí reside algo de su potencia. También en la audacia de tirar sobre la felpa de la mesa política ideas totalizadoras como la de dolarización, que no explica en profundidad pero que ha calado hondo en sectores sociales que CREEN que con la dolarización no sólo mejorarán sus condiciones de vida y sus salarios, sino que también frenará la inflación, el águila que todos los días carcome el hígado de los prometeos mundanos.
Dejemos para los economistas o para otro artículo, las experiencias de shock económico que frenaron la inflación, por caso, el plan Austral del ministro de Economía de Raúl Alfonsín, Juan Vital Sourrouille, o la convertibilidad de Domingo Felipe Cavallo (quien mandó a los científicos a lavar los platos), el padre del “uno a uno”, un peso=un dólar, ministro de Economía de Carlos Menem y de Fernando de la Rúa.
La Casta
Otra operación conceptual de Milei, sí conceptual. Muy sintético: La identificación del sistema político profesional ligado a la idea de casta tiene su anclaje en aquellos sectores sociales que sienten que el político profesional está cada vez más alejado de la realidad, que no camina los barrios, que no se atiende en hospitales públicos, que ni siquiera los conocen; que no educa a sus hijos en la educación pública, que no viaja en tren o colectivo, que tiene choferes, que visita un comedor popular en tiempos electorales (Milei no los visitaría nunca, pero no le importa porque sabe que el político profesional lo hace sólo para obtener un rédito electoralista); que ni siquiera en pandemia tuvo el gesto simbólico de reducir sus gastos – sabemos que ese gasto no incide en el Presupuesto Nacional pero sabemos también de la potencia del gesto simbólico.
En definitiva, la casta (a la que puede sumarse Milei al incorporarse al sistema político) vive en el mundo de los beneficios de pertenecer a esa casta, un status cultural que es un modo de moverse en el mundo social y económico.
¿Y el encuadre ideológico?
Milei se presenta como un antisistema que viene a hacer volar por los aires el mundo de la casta; he ahí la máscara y el engaño. Milei no es un antisistema porque es poseedor de un marco teórico y un encuadre político signado en el neoliberalismo financiero, y por ello es que Milei reivindica las figuras (perdón, en términos de caracterización histórica no lo son) de Menem, Cavallo y Alberto Benegas Lynch padre, el referente liberal más citado por Milei y según algunos analistas, el padre de la criatura (Benegas Lynch se graduó como doctor en economía en la UBA y forjó relaciones con algunos de los liberales más importantes del mundo como, por ejemplo, Friedrich Hayek y Leonard Read); cabe agregar, para ofrecer algún dato más sobre su marco teórico y político, que Alberto Benegas Lynch hijo es quien que encabeza la lista bonaerense de La Libertad Avanza, y que el jefe del Consejo de Asesores Económicos de la Presidencia, claro está, si gana las elecciones, sería Carlos Rodríguez, ex viceministro de Economía en el segundo mandato de Carlos Menem y presidente de la Universidad CEMA, un “Chicago Boy” que moldeó las ideas de José Alfredo Martínez de Hoz y de Domingo Cavallo. También lo acompaña como asesor económico Roque Fernández, quien fue el último ministro de Economía de Carlos Menem, entre 1996 y 1999, luego de la renuncia de Cavallo.
El círculo se cierra con la amistad y diálogo de Milei con Mauricio Macri a quien saludó el domingo 13 a la noche y nunca atacó como sí lo hizo con Horacio Rodríguez Larreta.
Coda
No sabemos qué ocurrirá con Milei de aquí a noviembre; sabemos que obtuvo un 30% de los votos y que 6 millones de personas votaron en blanco, nulo o no fueron a votar. Sabemos que su candidata a vicepresidenta es una negacionista confesa y defensora de torturadores y desaparecedores de personas durante la última dictadura cívico militar. Sabemos que en Milei anidan ideas fascistas y que debemos pensar en profundidad ese fascismo.
Sabemos también que hay un electorado joven, mujeres y hombres de entre 16 y treinta años, que lo votaron, lo volverán a votar y para quienes no sólo les queda lejos la dictadura del ´76 sino el 2001, y que sin embargo, entonaron la noche del domingo el cántico “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”; sabemos que muchas de las propuestas de Milei tienen una sustentación técnica falsa pero también que su electorado le cree, ha empatizado con él más desde la emocionalidad que desde la razón – allí la astucia-, sabemos que los votantes de Milei se sienten defraudados por dos gobiernos: El de Macri y el del Frente de Todos; sabemos que la grieta se comió a Juntos por el Cambio y al Frente de Todos y que la nueva grieta es el combate de la casta que encarnan esos dos espacios políticos.
Sabemos todo esto y tendríamos que empezar a entender que necesitamos pensar la irrupción de Milei desde la complejidad del momento, desde la comprensión de que estamos ante un fenómeno político relativamente nuevo, que denuncia el elitismo de la casta política y que desde ahí conmueve a sus votantes; que tenemos que pensar desde la complejidad y la sutileza, que debemos escuchar a quienes votan a Milei para descifrar con lucidez cuál es y qué demanda el electorado mileísta; que necesitamos esforzarnos en discernir qué elementos, frases e imágenes del pasado nos sirven para pensar este presente y cuáles obturan esa operación.
Sabemos que en todo momento de delirio, de locura, existe un núcleo de verdad
Que, en síntesis, necesitamos pensar para poder actuar.
*Periodista. Docente en UNDAV, publicado en La Tecla Ñ
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