Es seguro que el nombre Eunice Waymon no te dice nada. Era tataranieta de un esclavo africano y una nativa originaria. Fue una niña prodigio que a los 5 años acompañaba al piano a su madre, predicadora en una iglesia metodista de Carolina del Norte. Sexta de ocho hermanos, nació durante la Gran Depresión. A los 9 años comenzó a tomar clases de piano. A los 11 interrumpió su primer concierto, cuando vio que sus padres eran forzados a dejarle sus asientos a dos blancos.
En su autobiografía I Put a Spell on You recuerda que su profesora, Muriel Mazzanovich, a quien llamaba Miss Mazzy, sólo le hacía estudiar con partituras de Bach, que la intimidaban. Pero no mucho después "entendí por qué lo hacía, y amé a Bach tanto como ella. Es técnicamente perfecto. Una vez que entendí la música de Bach no quise ser otra cosa que concertista de piano. Por Bach, dediqué mi vida a la música". Quería ser la primera concertista afroamericana.
Con un fondo que Miss Mazzy armó con los ingresos por sus conciertos infantiles, pudo pagarse un año y medio en la Juilliard School de Nueva York, pero cuando se presentó a una beca ante el Curtis Institute of Music de Filadelfia, fue rechazada. "Me llevó seis meses darme cuenta de que fue porque era negra", escribió. Ese temprano choque con el racismo fundamenta su activismo en el movimiento por los derechos civiles. Con los ingresos de su primer álbum, Little Girl Blue, grabado en 1957, profundizó su formación clásica. Ya se llamaba Nina Simone, el seudónimo que eligió para que su madre no supiera que estaba haciendo esa clase de música en lugares diabólicos.
En 1959 alcanzó por primera vez un lugar entre los 20 singles más vendidos con su versión de I Loves You, Porgy de Porgy and Bess, de George Gershwin, y al año siguiente debutó en el Show de Ed Sullivan. Ante una audiencia de blancos, tocó el standard Love Me Or Leave Me, en el que introdujo un contrapunto, en el estilo de las Invenciones de Bach. Y además, por exigencia del bar de Atlantic City que la contrató, empezó a cantar con una voz que cubría todos los registros, hasta el barítono. "Puedo cantar con la dureza de la piedra o como un dulce café con crema", dijo en una entrevista.
En esas actuaciones se concentraba como una pianista clásica y exigía lo mismo del público. Si un borracho hablaba, quitaba las manos del piano y advertía: "Si no quieren escuchar, no quiero tocar". Su admiración por Bach estaba bien fundamentada: "Es un matemático y cada nota agrega algo, tiene un sentido. Son como las olas del mar, cada vez más grandes, hasta que coinciden en una gran tormenta. Cada nota está conectada con la siguiente, y debe ser interpretada a la perfección porque de otro modo se pierde el efecto".
En 1987, en el festival de Montreux, convirtió My Baby Just Cares For Me en una impecable fuga de Bach.
Se casó con Andrew Stroud, un sargento de la policía, con quien tuvo a su única hija. Stroud, que había tocado la trompeta en una banda militar durante la Segunda Guerra Mundial, pasó a retiro en la policía, donde era un pesado temible, para convertirse en representante de Nina, a quien prometió hacer millonaria. Le consiguió buenos contratos y la hizo trabajar sin descanso durante años. Sí le avisó a su madre cuando dio un recital en el Carnegie Hall, aunque no le permitieron interpretar música clásica.
Cuando surgió el movimiento por los derechos civiles, Nina se sumó de cuerpo y alma. Participó en las marchas contra la segregación racial encabezadas por Martin Luther King. Fue amiga de Lorraine Hansberry, la primera dramaturga negra estrenada en Broadway. "Nunca hablábamos de hombres ni de ropa. Siempre se hablaba de Marx, Lenin y la revolución, la verdadera charla de chicas", escribió. Otras de sus amistades fueron Langston Hughes, el poeta del renacimiento de Harlem, autor del poema "Yo también soy América", y las figuras del Poder Negro, Malcolm X y Stokely Carmichael. Hughes escribió para ella la letra de Backlash Blues, sobre los jóvenes negros, maltratados en su país y constreñidos a combatir en Vietnam.
Este es el poema de Hughes, con un final amenazante, en el estilo de las Panteras Negras, que ella morcillea a piacere:
Just who do you think I am?
You raise my taxes, freeze my wages
And send my son to Vietnam
You give me second-class houses
And second-class schools
Do you think that all colored folks
Are just second-class fools?[Chorus]
Mr. Backlash
I'm gon' leave you with the backlash blues
To earn a little cash
All you got to offer
Is your mean, old, white backlash
But the world is big
Big and bright and round
And it's full of folks like me
Who are black, yellow, beige, and brown [Chorus]
Mr. Backlash
I'm gon' leave you with the backlash blues
Just what do you think I got to lose?
I'm gon' leave you with the backlash blues
You're the one who'll have the blues, not me
Just wait and see.
Luego del asesinato de King y Malcolm X el movimiento se radicalizó, y Nina con él. En el documental What Happened, Miss Simone?, que aún se puede ver en Netflix, la directora Liza Garbus incluyó el fragmento de un recital en el que Nina Simone hace explícito su apoyo a una revolución violenta.
—¿Están dispuestos a matar?— pregunta.
En 1963 grabó este extraordinario Mississippi Goddam, inspirado por el asesinato del activista Medgar Evers por propiciar la integración escolar y el atentado en la escuela de Alabama en el que murieron cuatro nenas negras. Hace 70 años decir "Maldita Mississipi" no era admisible, y las compañías grabadoras, las radios y los shows de televisión la hicieron de lado. El cana que tenía en casa cuestionaba esas apariciones, que arruinaban el negocio. Cada día más violento, comenzó a golpearla. "No soporto más esas palizas, han destruido algo dentro mío", escribió Nina en su diario, antes de abandonarlo.
Su versión de Strange Fruit, el clásico de Billie Holiday sobre los linchamientos en el sur, es estremecedora. Pero el racismo la venció y dejó su país. Marchó hacia Liberia, el país creado por contingentes de esclavos negros que abandonaron Estados Unidos para volver al África, pero allí no podía ganar algún dinero y, ya en bancarrota. se radicó en distintos países de Europa, donde grabó varios discos que le devolvieron el brillo de la fama.
Aquel Instituto Curtis que la rechazó por ser negra, le entregó un diploma de honor, en el pueblito del sur de Francia donde vivía. Llegó tarde. Dos días después, a sus 70 años, Eunice Waymon murió por la metástasis de un cáncer de mama.
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