El Rostro Humano

Luz de alerta: la relación Deuda/Producto Interno Bruto es peor que en 2001

El respaldo de la gobernadora María Eugenia Vidal al veto del presidente Maurizio Macrì para salvar el aumento de las ya dolarizadas tarifas de electricidad, gas y agua, y su desabrido comentario sobre las universidades públicas de la provincia de Buenos Aires, desnudan la pérdida de contacto de la dirigencia oficialista con las necesidades colectivas y el humor social.
Aplaudida por los empresarios y profesionales del Rotary Club porteño y dominada por las urgencias coyunturales, Vidal no preparó bien su intervención. Hasta el sitio pro gubernativo Chequeado consignó que era”Falso” que los pobres no frecuenten las nuevas universidades del Conurbano, que Vidal propone desfinanciar. En defensa de Vidal, el sitio Infobae.com dijo que la mayoría de las universidades del Conurbano bonaerense no habían sido creadas por Néstor ni Cristina Kirchner sino por Carlos Menem. Omitió que durante los ocho años de gobierno de CFK la matrícula de miembros del quintil más pobre en las universidades nacionales creció casi el 50%. La cantidad y calidad de respuestas, con datos duros y opiniones fundadas, llamó a silencio a la deslenguada.

Pero, ¿por qué se aventuró en ese pantano para el que no hay botas ni selfies que protejan del barro?

El enojo presidencial, que reclama solidaridad vertical de todos sus colaboradores, obligó a Vidal a reemplazar su discurso de costumbre por una cerrada defensa del ajuste, cuando los niveles de repudio a esa política exigida por el Fondo Monetario Internacional se aproximan al 80%. Algo similar, aunque menos público, le sucedió a la Ministra de Desarrollo Social, la hija del banquero Willy Stanley, quien fue el Número 2 del Citibank durante la hiper de Alfonsín y las privatizaciones de Menem. Las cinco columnas de la Marcha Federal, cuya envergadura no fue inferior a la de la Marcha Educativa Federal de la semana anterior, fueron convocadas con un discurso relativamente conciliador pero el viernes 1º confluyeron en la Plaza de Mayo echando llamas y varios de sus dirigentes dijeron a voz en cuello que estaba cortado el diálogo con el gobierno nacional, con un lenguaje confrontativo inusual en el Movimiento Carolina. Los partidarios del diálogo hasta pronosticaron que una rebelión popular haría terminar mal al gobierno de Macrì. No obstante, alguno de los discursos en la Plaza de Mayo parecieron una lección de catecismo católico y se pasearon por el sexo de los ángeles, que es menos conflictivo que el de los curas, mientras otros dirigentes apretaron fuerte los labios para que se viera que ellos no acompañaron el espontáneo canto del hit del verano. En el palco había una consigna de Jorge Bergoglio, los locutores encomiaron al triunvirato de San Cayetano y el propio santo se corporizó en imagen. Antes de comenzar la marcha, presentaron en el Congreso cinco proyectos de ley (de Emergencia Alimentaria, de Infraestructura Social, de Integración Urbana, de Acceso a la Tierra y de Emergencia en Adicciones) propios de la etapa en la que eran recibidos con los brazos abiertos en los despachos oficiales, de los que manaban recursos es decir antes de que la corrida cambiaria y las negociaciones con el FMI pusieran luz roja sobre cualquier expansión del gasto social, como la que implican estas propuestas, con o sin cláusula de paz social. Los técnicos del Fondo Monetario detectaron lo mismo que los investigadores de CIFRA (el centro de estudios de FLACSO y la CTA creado por Eduardo Basualdo): mientras los subsidios económicos tuvieron una caída real interanual de 35,8% en los primeros cuatro meses de 2018, jubilaciones y pensiones, asignaciones familiares y asignación universal por hijo mostraron un incremento real de 3,8%. Claro que en los dos primeros años del gobierno de Cambiemos, todos los indicadores sociales retrocedieron: el salario mínimo perdió el 7%, la jubilación mínima el 5,9%, la Asignación por hijo el 5,8%.

Haría falta clonar a Durán Barba para ocultar que el puesto de comando lo ha ocupado Christine Lagarde, quien para no complicarse exigió que un solo interlocutor transmita sus deseos, que son órdenes para el gobierno. Luego de la conferencia de prensa que dio junto con Dujovne, el ministro modernizador Andrés Ibarra negó que sus anuncios como la congelación por dos años de los ingresos al estado tuviera que ver con el FMI. Dujovne se fue rápido para no recibir más preguntas, porque sabe mejor que nadie que en su informe de Artìculo 4 del año pasado, el Fondo sostuvo que ese congelamiento permitiría reducir en 1 punto del PIB la cuenta salarial, como se ve aquí.

La pifia de Vidal es más significativa porque a lo ancho de todo el espectro político su nombre se menciona como el muletto que podría salir de boxes para continuar la carrera en 2019, dado el deterioro del titular. La gobernadora declaró que no sería candidata en 2019 ni aunque se lo pidiera Macrì, lo cual está fuera del orden de posibilidades. Pero no sólo desde el oficialismo miran hacia la base aérea de Morón donde reside con sus hijos. Vidal también ha participado en conversaciones con intendentes del justicialismo que sólo piensan en retener el terruño. Por temor a que esos diálogos desataran la represalia de Macrì, quien está irascible desde que nada le sale bien, la gobernadora recurrió a un diario muy amistoso para dejar saber que el presidente del justicialismo bonaerense e intendente de Merlo, Gustavo Menéndez, le había propuesto esa combinación y que ella la había declinado porque era una persona leal. Ese diario, al que se suele asociar en forma abusiva con el macrismo, muestra en sus páginas militantes una hostilidad creciente hacia el gobierno. Si se tratara de La Nación sería menos llamativo, porque el diario del establishment se esfuerza por no olvidar del todo que su métier era el periodismo. Pero en Clarín, donde sólo hay espacio para operaciones y negocios, es un indicio más de que no sólo ha cambiado la dirección del viento sino que arrecia su intensidad. El 27 de mayo publicó una encuesta de la consultora Management & Fit (del ex vocero de Menem y Cavallo, Guillermo Seita) según la cual siguen cayendo los índices de optimismo político y económico, que incluyen evaluaciones sobre el liderazgo presidencial, la capacidad y la honestidad de su gobierno, y la tituló sin contemplaciones: “¿Lo peor ya pasó?” Por si fuera poco, tres días después insistió no con una sino con cuatro encuestas, todas adversas al gobierno. Según Hugo Haime, en marzo el 35% aprobaba la gestión presidencial. “Pero en abril cayó a 30% y en mayo a 26%. Hoy está peor que Cristina”. Haime detectó que el apoyo a la ley que ata tarifas con salarios es casi unánime.

Para Raúl Aragón & Asociados esa adhesión al proyecto opositor es del 83,4% y el 63,4% no le cree a Macrì cuando dice que el tarifazo es el único camino posible.

Para el Grupo de Opinión Pública (GOP) ni siquiera sirve el invento de la UCR y la CCL de prorratear las tarifas en cuotas iguales para que los meses de menor consumo moderen el promedio. Sólo le parece bien a uno de cada cinco: para el 46% es una mala medida y el 28.6% la considera insuficiente.

Por último para Opinaia, entre el 60 y el 76% no cree que el ajuste de tarifas sea necesario, que el gobierno realice un ajuste gradual para evitar una crisis y que la inflación se esté desacelerando gradualmente.

Más allá de su significación obvia en el debate político de estos días, las palabras de Vidal sobre universidad y pobreza tienen un valor profundo que merece la mayor atención, porque expresa el credo más arraigado de la derecha argenta. Vidal no estudió en la universidad pública sino en una privada, de índole confesional, la Pontificia Universidad Católica Argentina (PUCA). La formación que allí recibió explica sus definiciones. El rector de la Universidad Católica creada por ese culto en 1910 fue el primero en formular esos conceptos. Se llamaba Miguel De Andrea y fue también el líder espiritual de los Círculos de Obreros Católicos, con los que la Iglesia Católica pretendió disputarle a la izquierda la conducción de los más pobres. En mayo de 1917 De Andrea presidió una marcha de los Círculos que pidió al gobierno la aplicación de las leyes de viviendas obreras y de accidentes de trabajo, la jubilación de los ferroviarios y la reglamentación de la ley de agencias de colocaciones. El prelado no pronunció su arenga desde el púlpito sino en Constitución.

Al inaugurar los cursos de la Universidad Católica en abril de 1919, a un año de la aborrecida Reforma Universitaria en Córdoba y tres meses después de la Semana Trágica en la que el Ejército abrió fuego sobre manifestantes obreros y de las clases medias, De Andrea explicó que la Universidad estatal contribuía a crear un proletariado intelectual, que calificó como el peor de todos porque al recibir una cultura amplia, “vislumbra una vida cómoda y brillante, siente como nadie las humillaciones y estrecheces de una situación inferior, la habitación desabrigada y el sustento mezquino. El rencor y la envidia crecerán en su alma y surgirá el afán de conquistar, a pesar de todo y contra todos, el bienestar que le fue negado, o de reducir al común denominador de un igual abatimiento a cuantos treparon a los más altos peldaños de la escala intelectual. El proletariado intelectual constituye un manantial inagotable del que brotan los revolucionarios anárquicos, tanto más peligrosos cuanto que su ciencia los arma de una influencia mayor sobre las clases humildes”. Para impedir la proliferación de estos “predicadores de la ruina colectiva, logreros de la política de extrema izquierda”, era preciso procurar “el equilibrio entre la oferta y la demanda” y al mismo tiempo formar a una elite católica, con la finalidad superior de servir a la patria y a la religión (Pensamiento democrático y cristiano de monseñor de Andrea. Homenaje del Congreso Nacional, Buenos Aires, 1963, pp. 243/251). Ese mismo año De Andrea impulsó una gran colecta, que el Episcopado refrendó, para construir viviendas populares. Como se ve, el papa Bergoglio, consejero de los pobres y educador de las elites, no inventó ni siquiera el escenario de su prédica. El equilibrio entre la oferta y la demanda quiere decir, entonces y ahora, reducir la demanda de los sectores populares. El año que viene se cumplirá un siglo de esa proclama, Macrì y Vidal ya tendrán más claro su destino.

El voto y el veto
También Macrì se salió de quicio y cuando el Congreso se aprestaba a votar el proyecto de ley que retrotrae las tarifas a noviembre pasado y ata su evolución a la de los salarios para los consumidores residenciales y a la del índice de precios al por mayor para las empresas medianas y pequeñas, grabó un mensaje de siete minutos. Allí apeló a un supuesto peronismo racional y denostó a gobernadores que no cumplen su palabra y a senadores por dejarse “conducir por las locuras que impulsa Cristina”. Los senadores no reaccionaron tan rápido como CFK (“Llamar loca a una mujer, típico de Machirulo”) pero también fueron contundentes. Se declararon ofendidos y cerraron toda negociación con el gobierno. Macrì dijo que tuvo que averiguar el significado de esa palabra, lo cual no lo absuelve. Como escribió Enrique Petracchi, el cangrejo es un crustáceo aunque no lo sepa. En verdad quien respondió por él fue Marcos Peña Braun. Por primera vez desde que gobiernan, el jefe de gabinete desmintió al presidente, otro testimonio de la confusión en que están sumidos. Según Peña Braun, Macrì no quiso calificar a Cristina sino a sus ideas. También se disculpó con los legisladores, tal como lo había exigido el aun senador Miguel Pichetto, jefe del bloque opoficialista. “Lo más importante es entender que los debates en el Senado son de los senadores independientemente de lo que puedan opinar los gobernadores”, dijo. Instó [implícitamente a Macrì] a “ser respetuoso con los senadores y escuchar, dialogar, debatir y evitar que demos una mala señal como sociedad en materia de credibilidad en un país que tiene que decir la verdad”. Aún así, toda la oposición votó en contra. Son los efectos invisibles de la serie de movilizaciones que cada día confluyen sobre el Congreso o la Plaza de Mayo y el 25 de mayo sobre el Obelisco, en un número y con un ánimo, entre rabioso y festivo, con pocos precedentes en la historia argentina.

A las corridas
El gobierno de Maurizio Macrì anda a las corridas porque superó un récord que parecía inamovible: este año el porcentaje de la deuda sobre el producto será mayor al de 2001, que precipitó la peor crisis de la historia. Este es el dato más inquietante del informe de coyuntura de CIFRA que se distribuirá el lunes 4 de junio. De pura casualidad ese día se cumplirán 75 años de la caída del gobierno fraudulento de Ramón Castillo, depuesto por el golpe de Estado del que formaron parte el GOU y el coronel Perón. Los golpes militares ya no integran el repertorio de posibilidades en una Argentina curada de espanto. Pero las condiciones para el nacimiento del peronismo están bien dadas. Sólo falta la dirigencia que las capitalice.

La deuda pública puede separarse entre deuda externa y deuda total, que incluye también la deuda interna, con residentes locales. En 2015, la deuda pública total alcanzaba al 39,5% del PIB y la deuda externa disminuía a 15,8%. En los primeros dos años del gobierno de Cambiemos esas relaciones aumentaron al 52,5% y 25,3% respectivamente. El gobierno plantea que debe endeudarse para cubrir el déficit fiscal, lo cual es discutible porque en rigor debe financiar el déficit externo. Aún suponiendo, según la óptica oficial, que el endeudamiento externo se utiliza solo para cubrir la meta fiscal (2,7% del PIB) y para refinanciar los intereses, la deuda pública total ascenderá este año al 67,4% del PIB y la deuda externa al 35,6%. Se trata de valores superiores a los de 2001, que fueron de 49,6 y 32,7% respectivamente, como se ve en el gráfico.

Para llegar a esta enormidad fue necesario pisar el acelerador a fondo, aquello en lo que tiene experiencia el Ministro de Endeudamiento y Comisiones, Luis Caputo:

Como se ve, el promedio anual de Macrì triplica el de los años de la dictadura y los del menemismo y supera ocho veces el de los gobiernos kirchneristas. El equipo de trabajo que realizó el informe (integrado por María José Castells, Ana Laura Fernández, Mariana González, Mariano Barrera y Pablo Manzanelli) constata esa novedad pero no aventura vaticinios. Sí señala que lo errores en la intervención del gobierno aumentaron el costo final de la corrida y estrechan los márgenes de acción hacia adelante. En total el Banco Central perdió alrededor de 10.000 millones de dólares y ni aún así pudo estabilizar el tipo de cambio, que se devaluó 23% entre el 19 de abril y el 15 de mayo. “El monto adquiere otra dimensión si se tiene en cuenta que las reservas disponibles se encuentran en torno a los 23.000 millones. Además, el Banco Central aumentó la tasa de interés de las LEBACs al 40% (llegando a pagar tasas en el mercado secundario hasta el 70%), tomó financiamiento por 2.000 millones de dólares del Banco de Pagos Internacionales (BIS), firmó contratos de dólar futuro (herramienta de política económica que esta administración había judicializado), obligó a los bancos a desprenderse de dólares y modificó la regulación sobre los encajes en pesos. Adicionalmente, el gobierno emitió nuevos bonos (BOTES) por 73.250 millones de pesos con tasas del 20% a 5 y 8 años y, finalmente, solicitó un pedido de préstamo stand-by al FMI que implicará el cumplimiento de condicionalidades y revisiones periódicas y cuya suscripción es la garantía del ajuste para los fondos especulativos”, sostiene. El cruce de las líneas del tipo de cambio en ascenso y las reservas en caída dibuja la incompetencia del equipo gubernativo.

En un libro editado este año, el economista Julián Zícari se pregunta si la crisis actual tendrá el mismo desenlace que la de 2001 o será más parecida a la de 1995, que no está tan fresca en los recuerdos colectivos. En ambos casos el ministro de Economía era Domingo Cavallo, hubo acuerdos con el Fondo Monetario Internacional, ajuste, recesión y alto desempleo. Pese a ello Carlos Menem fue reelecto en 1995 y consiguió finalizar su segundo mandato, aunque la tierra reseca que dejó atrás sería anegada por la devaluación y la crisis de 2001. La diferencia principal residió en la pasividad de la sociedad en 1995 y la del gobierno en 2001, ante la fuga de divisas y las masivas movilizaciones de protesta, que reprimió en forma brutal, sembrando de docenas de muertos el país.

Los principales columnistas de El Cohete a la Luna han analizado los errores conceptuales del gobierno, que concentra sus mejores esfuerzos discursivos en el déficit fiscal, que es una cuestión manejable en lapsos más extensos que los de una coyuntura, y no parece prestar la debida atención a la incapacidad de la economía para equilibrar las balanzas comercial y de pagos, cuyos déficit son el punto ciego de cada una y todas las crisis graves que padeció la economía argentina moderna. El contexto político respectivo completa el cuadro. Repudiada por la sociedad, golpeada por la derrota ante los ingleses en una guerra que inició como fuga hacia adelante, el gobierno de los militares no podía ni siquiera negociar condiciones decorosas para su repliegue; Alfonsín llegaba al final de su mandato sin un sucesor posible, con cortes de luz de días enteros y saqueos en los conurbanos; De la Rúa fue el único presidente de la democracia que perdió las primeras elecciones de su mandato y se consolaba diciendo que él no había sido candidato.

Esta obsesión discursiva con el déficit no tiene un correlato en la realidad. El informe de CIFRA consigna que en sus primeros dos años de gobierno, mediante la eliminación de subsidios Macrì redujo el déficit en unos 8.000 millones de dólares, equivalentes a un 1,3% del PIB. Pero el peso de los intereses de la deuda aumentó alrededor de 5.000 millones de dólares, u 0,8% del PIB y la pérdida de recaudación por la caída de las exportaciones sumó otro 0,7% del producto. En suma, el ahorro de 8.000 millones de dólares por la quita de subsidios fue compensado con 9.200 millones que, o bien, se pagan a los acreedores, o bien constituyen una transferencia de ingresos a los exportadores.

En otra nota de esta edición Enrique Aschieri explica cómo agrava esta situación el endeudamiento externo del sector privado y enumera las alternativas disponibles cuando la bola de nieve crece demasiado: refinanciación o endosarle el muerto al Estado, en lo cual el presidente tiene larga y fructífera experiencia. La ineptitud puesta de manifiesto por el equipo económico del gobierno sólo agrava la mala lectura política de su jefe, quien creyó que por ser un empresario con negocios en todo el mundo (su grupo inversor Blackwood, donde Macrì es socio de Odebrecht, tiene empresas en Europa, América y Asia) el capital de riesgo vendría a invertir en la Argentina y el sistema financiero prestaría sin límites ni condiciones para cubrir sus déficit crecientes. Llamado de urgencia, el FMI ya comenzó a convertir sus consejos en exigencias, como anticipó que ocurriría el columnista Sebastián Soler.

La primicia la dio el presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, quien en un reportaje sobre cualquier otra cosa dijo como al pasar: “Después del acuerdo con el Fondo imagino un swap de LEBACs en papeles del Tesoro”. El ex candidato de la UCR a la vicepresidencia celebró “la decisión del ir al Fondo Monetario” e imaginó que “todo se solucionará amigablemente, con mecanismos de mercado”. Eso es parte de lo que está en discusión. Un día antes del Día de la Bandera, el Banco Central tendrá otro supermartes con el vencimiento de otros 650.000 millones pesos en letras. Para atenuarlo ya está realizando pequeños swaps, pero esa no puede ser la solución de fondo. El propio FMI hizo saber que el canje es una de sus condiciones. Mejor si es voluntario. El 40% de las LEBAC está en poder de los bancos, que difícilmemte podrían resistir la presión combinada del gobierno y del Fondo para cambiar esos títulos con vencimiento mensual por otro a largo plazo. Lo que se está discutiendo ahora es en torno de un año. Es decir, habrá canje por las buenas o de prepo. Esto se sabe en los mercados desde hace meses, y varios columnistas lo anticiparon en El Cohete a la Luna.

Pero tampoco resolverá el problema de fondo, de una economía que se ha vuelto crónicamente deficitaria, como resultado de decisiones políticas como la desregulación financiera, la apertura comercial y la reducción y eliminación de gravámenes a los más poderosos.

Este es un cuadro estructural de la economía argentina. El kirchnerismo lo enfrentó con las retenciones a las exportaciones agropecuarias y mineras, con un dólar más caro para el turismo al exterior, con encajes y plazos de permanencia para los capitales especulativos, controlando la remisión de utilidades de las empresas multinacionales y forzándolas a reinvertir tal como hizo Perón a mediados del siglo pasado, con trabas arancelarias y burocráticas a la autorización de importaciones, con el denominado cepo cambiario. Esas medidas son de estricta racionalidad y similares a las que hoy aplican todos los países del mundo en medio de una crisis larga y densa. Pero no fueron sustentables políticamente en una sociedad con un alto componente de clase media poco inclinada a distinguir entre necesidades básicas y consumo suntuario, ni a aceptar el tratamiento necesariamente distinto que debe darle el gobierno. Macrì hizo lo contrario, por razones ideológicas y negocios, personales y de su círculo amarillo de parientes, socios, testaferros y amigos. Desnudó al país de todas esas protecciones y lo expuso al vendaval que hoy lo azota, como le ocurrió a su vocero en la cordillera, con nieve y temperaturas bajo cero a más de 3.000 metros de altura. Ojalá el rescate de la economía pudiera ser tan rápido y feliz como el de los funcionarios en el helicóptero. Lo que viene ahora es probar si las medidas recesivas que Macrì aplicará con la supervisión del Fondo son sustentables socialmente. Por lo pronto ambas CTA ya anunciaron un paro general con movilización para el 8 de junio, al que van adhiriendo gremios y dirigentes de la CGT en un cuadro político y social nuevo desde cualquier ángulo que se lo mire.

Por ahora las reacciones del gobierno han sido obvias: nuevas desdichas judiciales contra CFK y la amenaza de incluir a las Fuerzas Armadas en el control y la represión del conflicto social. Pero de eso hablamos en otra nota de esta edición

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