El Congreso Normalizador de la CGT que sesionó en marzo de 1968 bajo la advocación del gran dirigente Amado Olmos, que acababa de morir en un accidente, fue ilegalizado por la dictadura. Su argumento leguleyo fue que habían participado sindicatos intervenidos que no estaban al día con la cuota sindical, así como hoy se niega la personería a sindicatos representativos que no consienten las políticas de ajuste sobre el poder adquisitivo de los trabajadores. “Estamos con Perón y con las bases. No estamos con los politiqueros, no estamos con los burócratas sindicales y corrompidos”, les respondió Raimundo Ongaro a los sindicalistas que pretextando acatamiento a la legalidad de un gobierno elegido por nadie, se plantearon el participacionismo y la colaboración con la dictadura “porque creían que el dictador se iba a quedar veinte años y habían pactado las formas reformistas, las formas militar populistas y corporativistas para impedir la verdadera liberación de los trabajadores. Podrán engañar con sus camisetas y con sus cantos, pero nosotros vamos a seguir desnudándolos y diciéndoles cosas como estas: que nuestra canción, la marcha de los trabajadores peronistas dice combatiendo al capital, y ellos están unidos al imperialismo”.
Han pasado cincuenta años y sus palabras mantienen una vigencia asombrosa. Desde la CGT, planteó un sindicalismo de liberación. Prodigioso orador, austero en cada acto de su vida, acuñó consignas que se convirtieron en banderas de lucha. “Preferimos honra sin sindicatos a sindicatos sin honra”, respondió a las intervenciones decretadas con cualquier pretexto, como la que hoy Gerardo Morales impone a la Túpac Amaru de su prisionera política, Milagro Sala. “Unirse desde abajo, organizarse combatiendo”, repetíamos en el Semanario con que se propuso organizar la “Rebelión de las bases”, porque “Sólo el pueblo salvará al pueblo”. Rebelión contra la dictadura pero también frente a “un sindicalismo que no combate, negocia, por lo tanto está muerto”, como lo lapidó Ongaro.
En junio de 1968, Perón le escribió desde Madrid: “Querido compañero, desde el comienzo de las actividades sindicales de la CGT que usted encabeza he venido observando un cambio radical en la conducta de las organizaciones sindicales. Es indudable que la inacción suicida que caracterizó la etapa anterior como consecuencia de la descomposición moral de un alto número de dirigentes sindicales, que en vez de cumplir con su misión se dedicaron a especular desdorosamente con su cargo, ha sido la causa que más ha gravitado el desastre de la situación de la clase trabajadora. En consecuencia, el remedio no puede ser otro que reemplazar a esos dirigentes por otros que vuelvan por las virtudes esenciales sin las cuales es imposible toda actividad constructiva. En 1945 la situación era similar a la que hoy les toca vivir a los trabajadores argentinos, pero teníamos una juventud entusiasta y decidida que fue capaz de realizar un 17 de octubre. De la frustración solo se puede salir mediante la acción decidida de dirigentes que, poseyendo las virtudes esenciales, sean capaces de movilizar la masa y lanzarla a la lucha con la firme voluntad de vencer”.
Esta película producida por la Federación Gráfica Bonaerense, que hoy conduce quien fue su último adjunto, el Gringo Héctor Amichetti, cumple con el mandato que dejó Rodolfo J. Walsh: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas. Esta vez es posible que se quiebre el círculo..."
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