El rumbo nacional en juego

¿Estará Unión por la Patria a la altura de los acontecimientos?

 

La concreción del Gasoducto Néstor Kirchner tiene un alto valor simbólico. Puede ser el comienzo, el primer paso del viejo sueño del pensamiento estructuralista argentino: diversificar las exportaciones argentinas, dejando atrás la preeminencia de la vieja argentina agropecuaria en la provisión de dólares genuinos a la economía nacional. Claro que el sueño es mucho más grande e incluye también la diversificación de los destinos de las mismas. Y no se conforma con exportar bienes primarios variados, sino que pretende que sean manufacturados, que contengan valor agregado, y utilicen y aprovechen las capacidades científicas y tecnológicas nacionales.

Sí, es un viejo sueño, del cual la Argentina empezó a alejarse con la llegada de la dictadura cívico-militar de 1976, y del cual la democracia recortada que cumple 40 años no pudo hacerse cargo para garantizar en forma permanente la comida, la salud, la educación, el techo, la tierra y el trabajo.

Desde las esperanzas de Alfonsín hasta las demandas actuales de los movimientos sociales, parece que la gran dificultad democrática es resolver en forma permanente los principales problemas de la mayoría de la población. Otros, en cambio, sostienen que democracia es votar cada tanto por los candidatos que los poderes fácticos determinen, y mantenerse en silencio y resignados el resto del tiempo.

 

Claroscuros de la coyuntura

La desaceleración de la inflación continuó el mes pasado. El IPC de junio arrojó un incremento del 6%. Es una caída desde niveles previos muy altos. Constituye un respiro que no puede considerarse consolidado, acompañado por un incremento de 4,1% en alimentos, rubro que había mostrado muy fuertes aumentos en meses anteriores. El problema inflacionario no está desmontado, pero muestra que es sensible a diversas acciones públicas que pueden enfriar la evolución de los precios.

Indudablemente, cada remezón en el dólar afecta a todo el sistema de precios relativos, como ocurrió con la corrida de las últimas semanas de abril. Cada salto cambiario va a parar a saltos, a veces mayores, a los precios internos.

El ministro de Economía ha hecho recientemente una observación importante en cuanto al comportamiento remarcador de empresarios importantes: “La importación del insumo se hace al dólar oficial, el cálculo de reposición lo hace sobre el dólar financiero, y el empresario calcula su propia rentabilidad al valor del blue”. Este último aspecto es fundamental. Se sabe que el valor del blue es volátil y que sobre él pueden incidir factores económicos, políticos y hasta psicológicos. Como en general es el valor más alto del dólar, es el preferido para “calcular la propia rentabilidad”.

Vale aclarar que no existe ninguna ley económica que indique que ese cálculo es el que corresponde a la economía de mercado. Más bien se trata de lo contrario: que las empresas puedan elegir cómo definen su ganancia habla precisamente de la falta de una economía competitiva, donde la rentabilidad no es a elección del empresario individual. En la Argentina no tenemos ni la mano invisible de un mercado que disciplina a sus integrantes, ni un Estado con autoridad para controlar estos fenómenos, con los cual estamos sometidos a “leyes económicas” ad hoc hechas a medida de quienes controlan los mercados.

Una muy interesante perspectiva de comprensión del fenómeno inflacionario es la que abrió nada menos que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en el mes de junio, al publicar un trabajo en el que se muestra que en los últimos tres años fueron los incrementos en los beneficios corporativos, y no los salarios, los que empujaron la inflación en la zona euro.

Por fin se dijo en los centros de la economía capitalista mundial: los beneficios corporativos alientan la inflación, independientemente de lo que pase con la demanda. Hay un “costo” al que nunca se menciona cuando se discute el alza de precios, que son los beneficios corporativos, especialmente los calculados en base a las posiciones dominantes en el mercado.

No es casual que la inflación en el rubro “comunicación” haya subido un exorbitante 10,5% en junio: se trata de un mercado muy concentrado, que el actual gobierno quiso regular y que el aparato judicial al servicio del poder corporativo impidió. Ahí se ve claro el golpe contra el bolsillo de los usuarios, empujado por la “greed inflation”, es decir, inflación empujada por la codicia de los empresarios. Si bien greed inflation es un término colorido, confunde más de lo que ilumina. Porque la codicia es una característica personal, y la religión la considera un pecado. Tratar de explicar la inflación por la forma pecaminosa en la que se comportarían los CEOs es reducir un flagrante hecho económico a un mero comportamiento individual que bien podría subsanarse leyendo con más atención y esmero la Biblia.

Otro dato “positivo” de la coyuntura: en las últimas semanas también se viene observando una fuerte suba de las acciones argentinas tanto en la plaza local como en Wall Street, mientras que bajaba el índice de riesgo país. Esta apreciación en dólares de los activos argentinos, tanto públicos como privados, refleja una expectativa optimista sobre la economía argentina y debilita las lecturas catastróficas sobre la economía nacional, tan propicias para hacer viables los golpes de mercado. Los últimos días, sin embargo, ingresaron nubarrones en este mundo feliz.

 

El minué del arreglo con el FMI

La situación de no acuerdo con el FMI para finalizar la 5ª revisión del Acuerdo de Facilidades Extendidas continúa hasta la fecha. El ministro declaró que se estaba muy cerca de una coincidencia con el organismo multilateral, pero hasta ahora no llegó la noticia del cierre de la negociación y la delegación técnica argentina no viajó a Washington para ultimar todos los detalles.

La Argentina ha sufrido una sequía muy severa, que la privó de 20.000 millones de dólares y de los ingresos fiscales que ese flujo productivo traería. Al contrario, el gobierno debió salir a socorrer a diversos sectores productivos dañados por el fenómeno.

Sin embargo, el FMI no sólo reclama que el déficit fiscal se reduzca, sino que ha modificado esta meta, tratando que el país baje su déficit fiscal no al 1,9%, sino al 1,5%. El insólito comportamiento del staff técnico del Fondo remite a la pregunta sobre quién conduce realmente el organismo y qué se pretende de la Argentina. Si se procura que adopte una política antisocial que derrumbe el mercado interno en lo que resta del año, o si se quiere empujar al gobierno a algún incumplimiento que precipite una crisis interna.

Por si esto fuera poco, la oposición macrista actúa como si la deuda con el FMI la hubiera creado este gobierno y fuera de su exclusiva responsabilidad el manejo de la misma y las crisis de gobernabilidad que produce.

Hace una semana, el ministro de Economía, Sergio Massa, tuvo una reunión de trabajo con el ministro de Finanzas de Egipto, Mohamed Maait, para coordinar políticas en espacios multilaterales “teniendo en cuenta los desafíos que presenta la nueva arquitectura financiera global”. Ambos países son los principales deudores actuales del FMI.

 

La carta nunca confirmada de China al directorio del FMI, instando a sus directivos a que aceleren un acuerdo, refleja sin embargo la preocupación existente de una parte de la comunidad internacional por el tipo de juegos que está haciendo ese organismo con nuestro país. De paso, se confirmó que la Argentina puede pagar sus próximos vencimientos con yuanes. El detalle es trascendente, porque el FMI –que fue creado para ayudar a los países que tuvieran problemas de balanza de pagos– se ha transformado en una amenaza a la estabilidad externa de algunos, como ocurre actualmente con la Argentina, por ejemplo. Si la República Popular China acude en esta situación a aliviar el estrangulamiento transitorio de la Argentina, ocuparía –queriéndolo o no– el lugar que debió ocupar el FMI. Mientras que al FMI lo controla Estados Unidos y aliados, a China la controla el Partido Comunista Chino.

Como podemos observar, el contexto es complejo, por la cantidad de situaciones internacionales y locales que se anudan en esta cuestión. El FMI cuenta con la colaboración inapreciable de sus “guardaespaldas” locales, los especuladores cambiarios y financieros, que amenazan constantemente la estabilidad interna, siempre prestos a transformar cualquier rumor internacional en un inicio de corrida y de golpe inflacionario. Se trata, sin duda, de una importantísima asignatura de política económica para garantizar gobernabilidad, que este gobierno no abordó en ningún momento.

 

El telón de fondo ideológico del escenario electoral

Se discute cotidianamente cuál es el candidato derechista que más conviene a Unión por la Patria para tener más perspectivas de triunfo en un eventual ballotage. Eso depende mucho de las supuestas afinidades y reacciones de los votantes bullrichistas, larretistas y mileístas ante la/el candidatx que represente a la derecha frente a Sergio Massa.

En esos ensayos de alquimia electoral, por ejemplo, resultaría positivo que Milei saque muchos votos, para despojar de perspectivas electorales mejores a Juntos por el Cambio. O quizás sería preferible que Bullrich desplace a Larreta en la interna cambiemita, porque su extremismo sería difícil de apoyar para un supuesto público moderado.

Todo esto puede tener algún sentido, mirado desde la óptica electoral.

Pero parece raro que el voto más burdo, más embrutecido, más fascistizado, pueda ser útil para que avance la causa de las mayorías. Para cualquier país es una desgracia que los autoritarios, los violentos y los retrógrados adquieran un creciente peso social.

No puede dejar de subrayarse que el problema de fondo que hay detrás de las piruetas que viene haciendo el espacio nacional y popular, o progresista, para lograr competitividad electoral, es que han ido creciendo mayorías atraídas por opciones electorales derechistas, o franjas poblacionales que orbitan en torno a la derecha partidaria más allá de las elecciones: ese es el escenario de fondo que condiciona todo, y que determina la viabilidad o inviabilidad de candidatos valiosos pero que suscitarían rechazo derechista.

Esa tendencia social a la derecha, a la irracionalidad o hacia la furia mal canalizada –que no tiene nada de metafísico ni de inescrutable– es la que debería ser abordada por las fuerzas que buscan la transformación social. Enfrentar y revertir la derechización de la sociedad es una tarea enorme, novedosa, compleja, que requiere muchísimo esfuerzo analítico y talento creativo.

Mientras esa tarea no se aborde, seguiremos presenciando la irrupción exitosa en la escena política de energúmenos que dicen barbaridades, y contiendas de retrógrados que compiten por volver al pasado más lejano posible: 1942, 1911 y otra fechas que anteceden a grandes cambios sociales y cívicos. Claro que hay que dar respuesta a la coyuntura electoral, y que es central evitar que el país caiga nuevamente en manos de sus liquidadores.

Pero hay que saber que esas batallas en el terreno del sufragio serán cada día más arduas si no se encara la acción profunda para redefinir el mapa ideológico-identitario del país.

 

Acotaciones desarrollistas al discurso extractivista

En la inauguración del Gasoducto Néstor Kirchner, además del Presidente de la Nación, hablaron Sergio Massa y Cristina Kirchner. La ocasión festiva era propicia para dar señales de lo que significaba para cada uno la concreción de esa obra. Massa se mostró como un ministro ejecutivo y hacedor, que no se achicó cuando el FMI le sugirió no hacer la obra.

Cristina hizo una serie de observaciones que no sólo sirven para pensar la potencialidad económica y social de este gasoducto, sino las políticas necesarias en relación a las inversiones que probablemente llegarán en los próximos años.

Volvió a insistir en la necesidad de industrializar la producción, y de usar el enorme potencial de producción energética para suministrar energía barata a la producción manufacturera nacional para aumentar su competitividad. También para bajar los precios de ciertos servicios para las familias (una excelente política anti-inflacionaria).

Por supuesto que eso implica que se separen los precios locales de los internacionales, cosa que rechazan con vehemencia todos los gerentes de las firmas del sector energético y los exportadores en general: quieren ganar mucho en todas partes, y no les importa lo que pase en el mercado interno argentino, y mucho menos con la industria nacional. Eso, lo que no les importa a ellos, y que les molesta, es lo que sí le debería importar a la mayoría del pueblo y a su dirigencia.

En ambos discursos se resaltó la importancia de que exista YPF, por todo lo que puede impulsar y liderar en materia de desarrollo nacional, y cuya existencia como empresa exitosa no está asegurada en un eventual gobierno de Juntos por el Cambio.

Mientras el programa y la visión de Juntos por el Cambio –en tanto representante de intereses de multinacionales extranjeras en la Argentina– es puro extractivismo, la preocupación de las fuerzas nacionales es cómo hacer para articular ese potencial impulso inversor con el desarrollo de toda la economía nacional y con el bienestar de su población.

“¡El mundo necesita hoy de nuestros recursos naturales!” es un giro discursivo supuestamente optimista, pero que puede encerrar una gran estafa a lxs argentinxs en su interior.

La historia del mundo periférico está llena de saqueos de riquezas descomunales y de pobrezas interminables para los habitantes de esos territorios.

La Argentina necesita contar con un núcleo político nacional potente para conducir el desarrollo y desplegar su potencial. Pero para poder implementar políticas públicas que permitan poner en juego todas las capacidades nacionales, se requiere un Estado serio, inteligente, dotado de autoridad y recursos.

De lo contrario vamos a presenciar en nuestro propio tiempo y en nuestro propio país otro episodio neocolonial, como el que intenta liderar violentamente Gerardo Morales en Jujuy.

Nunca en las últimas décadas el resguardo del destino nacional estuvo tan ligado a la defensa de las libertades democráticas como en la actualidad. ¿Estará Unión por la Patria a la altura de los acontecimientos?

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