El asno de Buridán

Valorización y desvalorización de la fuerza de trabajo

 

Lo que se olfatea en el viento del electorado argentino identificado con el sentir nacional y popular es un aroma al consuetudinario dilema de la gata Flora que, en versión académica, vendría a asimilarse a la paradoja atribuida al filósofo francés del bajo Medioevo Juan Buridán. La paradoja dice que si un asno tuviese ante sí, y exactamente a la misma distancia, dos bolsas de avena iguales, no podría manifestar preferencia por una más que por la otra y, por ello, moriría de hambre. El ejercicio filosófico  fue planteado para demostrar que únicamente los seres humanos pueden discernir y evitar tan insatisfactorio prospecto.

A todo esto, no faltan los escépticos que, burro más burro menos, a la vista del panorama electoral rumian acariciando a Flora al asumir que dos bolsas idénticas de avena a la misma distancia del cuadrúpedo resulta casi una proeza de los supuestos. No ven necesaria ninguna paradoja para decretar el destino fulero del asno.

Hay otros contrastes a considerar que hacen a las condiciones estructurales para el desarrollo de un país periférico como la Argentina, una de las poquísimas naciones que en la férrea asimétrica geografía del desarrollo desigual puede dar el salto para dejar atrás el subdesarrollo. Ahí el punto no son las consecuencias de permanecer indeciso o no, pues la geopolítica no da ese margen, sino la factibilidad y beneficio para la sociedad en su conjunto del camino elegido a emprender.

La potencial deflación china y la simultánea visita al Reino Medio de la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, Janet Yellen, son dos eventos con miga estructural de consideración, cuando son leídos a la luz del reciente informe del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por su sigla en inglés, el banco central supervisor de los bancos centrales). Esos datos incentivan la reflexión sobre las limitaciones y las posibilidades de construir un frente nacional sólido, a partir de representar genuinamente los intereses de las mayorías nacionales. Tal insuficiencia  deviene en la razón primordial que lleva a que las elecciones presidenciales sean percibidas por el electorado que se identifica con los intereses mayoritarios, frente a las candidaturas disponibles, como parte del problema en vez de como otro peldaño hacia la superación del atraso relativo de la Argentina.

 

Yellen en China

A fines de la semana pasada, Janet Yellen concluyó su visita de cuatro días a China. Los Estados Unidos y China son las dos economías más grandes del mundo. El diálogo es bienvenido porque lo usual es plantear que andan a las trompadas geopolíticas. Incluso se menta la trampa de Tucídides, quien infirió que la guerra entre Atenas y Esparta era inevitable a raíz de que la segunda, la potencia dominante, temía que el ascenso de la primera la destronara. La hipótesis renacida de la trampa circula desde hace unos años, cuando la puso en el ruedo el politólogo estadounidense Graham T. Allison, para estudiar las condiciones en que el ascenso de China no significaría una invectiva de los Estados Unidos y así no había nada que temer de la huida masiva de sus multinacionales para pagar salarios baratísimos en el Lejano Oriente.

Es mucho menos frecuente –o casi nada– que al conflicto con China se lo vea como un problema interno norteamericano con sus multinacionales. Hace un mes el POTUS Joe Biden pronunció un discurso en el que, para justificar su propia política industrial (un impresionante monto de subsidios destinados a relocalizar actividades importantes que se habían ido a China), dijo que “esta visión es una ruptura fundamental con la teoría económica que le ha fallado a la clase media estadounidense durante décadas”. Yellen, quien fuera una militante contumaz de esa teoría que le falló a la clase media, pegó el volantazo y, para darle sustento intelectual a lo prohijado por Biden, especificó hace unas semanas que las metas son “estimular el crecimiento económico impulsando la oferta laboral y aumentando la productividad, al tiempo que se procura reducir la desigualdad y el daño ambiental”. Yellen a eso lo vende como “economía moderna del lado de la oferta”. Si hay que tragarse a Keynes, disimulemos.

El órgano oficial del Partido Comunista de China (PCCH), el diario Global Times y la agencia de noticias oficial de China plasmaron la conformidad de Pekín con el balance de la visita. La agencia dijo que las conversaciones fueron constructivas. Para dar con el talante de los resultados de la conversación, el Global Times recurrió a la metáfora que utilizó Li Qiang –la contraparte china de Yellen– para referirse al saldo de la visita: con sesgo poético,  la caracterizó como “la aparición de un arcoíris después de las lluvias y los vientos”. Yellen declaró que a raíz del entendimiento que se va alcanzando en estos acercamientos, la relación entre las dos gigantescas economías se asienta sobre una “base más firme”.

Yellen la juega de policía bueno. Para hacer de rati mala está por ejemplo la secretaria de Comercio, Gina Raimondo, una muralla contra las exportaciones chinas. Con fama de halcón inflexible, según informan los medios norteamericanos, piratas informáticos chinos –se especula que vinculados al ejército o los servicios de inteligencia chinos– le hackearon a Raimondo los correos electrónicos, justo antes de la visita del secretario de Estado, Antony Blinken, a Beijing el mes pasado. Yellen, en cambio, ni mencionó durante su visita los caballitos de batalla de los escarceos con China, como “reducción de riesgos” o “desacoplamiento”. Las medidas para frenar la inversión estadounidense en China se orientarán cuidadosamente para evitar que los estadounidenses apoyen al ejército chino, dijo, pero no buscan dañar la economía de China en general. Hizo la diplomacia necesaria para que el alcance real de la inminente orden ejecutiva de la Casa Blanca –de prohibir inversiones norteamericanas en China– sea conocida de primera mano por las autoridades del país. Los chinos retrucaron imponiendo controles sobre la exportación hacia los Estados Unidos de un par de minerales críticos para las nuevas tecnologías. Eso justificó una ley pronta a sancionarse que ordena enormes subsidios para que esos minerales sean extraídos del subsuelo norteamericano.

 

 

Es más, el mensaje de Yellen reitera su convicción de que el desacoplamiento sería desastroso para los dos países. Así se lo hizo saber a Pan Gongsheng, recientemente nombrado jefe interino del banco central del gigante asiático. El apoyo de Yellen llega cuando Pan aún no fue confirmado en el cargo y el país enfrenta un posible proceso deflacionario, en medio del creciente aumento de deudores con problemas de solvencia. El gasto en consumo baja de ritmo y las exportaciones son afectadas por el tenue crecimiento mundial.

El índice de precios al consumidor de China no registró cambios durante el último año: 0%. Los precios al productor (precios en la puerta de la fábrica, generalmente vistos como indicador principal de los precios al consumidor) son profundamente negativos: cayeron un 5,4% en comparación con junio de 2022. Con deflación (caída de los precios), el crecimiento económico se frena porque las compras de consumo e inversión se posponen a la espera de que se abaraten más, lo que retroalimenta  la falta de inversión, por el achicamiento del mercado. Las deudas se vuelven mucho más pesadas y difíciles de pagar.

Su economía débil ha resultado en una moneda débil, lo que significa que el precio de sus exportaciones está cayendo para los compradores extranjeros, como los de Estados Unidos. Los indicios que se recolectan hasta el momento de qué tipo de política impulsará Pan Gongsheng, siempre y cuando sea confirmado, sugieren que se centrará en mantener la paridad yuan-dólar. Andan tan colaborativos los chinos que John Kerry, el enviado climático del Presidente Biden, viajará al Reino Medio este mes para reanudar las conversaciones sobre el calentamiento global.

 

Banco de Pagos Internacionales

La apuesta de los chinos por mantener la paridad yuan-dólar es una invitación directa a la austeridad, un aguantar los trapos hasta que el mercado mundial mejore sus señales. Eso preservará el estatus financiero global alcanzado, a costa de un marcado aumento del desempleo interno. Los norteamericanos creen que la deflación china les puede dar una mano para apaciguar a la inflación. Mal de muchos… En fin, y estos sí que son muchos, porque China es el distrito industrial y exportador más grande del mundo. Según el informe que hacen los economistas del banco central de Alemania, “los shocks de oferta y demanda en China afectan significativamente los precios en otros países”.

El último informe sobre la economía internacional del Banco de Pagos Internacional, que fue dado a conocer semanas atrás, apunta que es muy posible que los trabajadores de los países desarrollados aumenten en gran forma sus salarios reales, más allá de una coyuntura signada por los mercados laborales tensionados (tight). El mercado laboral se considera tensionado cuando las empresas compiten por un pequeño grupo de trabajadores para cubrir los puestos de trabajo. El trabajador siempre corre detrás del empleador, pero cuando los mercados laborales se tensan, corre más lento, apenas un trotecito. Ahora que en los países centrales la inflación está dando algunas señales importantes de apaciguamiento, si los banqueros centrales creen que el mercado laboral no se está enfriando con la rapidez deseada podrían frenar la economía más de lo necesario, en un intento por atajar a la inflación.

Ahora, si la deflación china hace el trabajo de abaratarle las canastas, los costos podrían irse acomodando sin azuzar la inflación. Al fin y al cabo los precios al consumidor en los países más desarrollados son sistemática e históricamente más altos que en los países más periféricos; y esa es una condición de existencia normal de la asimétrica economía mundial. Si este es el escenario, se deberían aguardar precios más bajos para las materias primas que exporta la Argentina.

En este muy probable horizonte de valorización de la fuerza de trabajo del centro y desvalorización de la fuerza de trabajo de la periferia, está todo para seguir estropeando el nivel de vida de los argentinos, salvo una sola cosa: la conciencia política. Es lo único que puede disuadir al asno de Buridán. Por más que se quiera no hay lugar para la indiferencia, formando una coalición nacional y popular de raigambre para ir por un mejor nivel de vida, que de eso se trata el desarrollo.

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