La économie en rose
Qué pasaría con la economía si la fórmula Massa-Rossi llegara al gobierno
El anuncio de la fórmula Massa-Rossi para competir en las PASO como expresión de acuerdo en Unión por la Patria (UP) fue recibido con cierto desencanto entre los adherentes al kirchnerismo. La razón es conocida: Massa no es identificado como un representante de los aspectos más progresivos del ex Frente de Todos, rebautizado con un sello anodino que acompaña el espíritu de los tiempos. Algunos análisis periodísticos más afines con ese sector matizaron el disgusto, afirmando que esto era inevitable dada la falta de un candidato kirchnerista que produjese la tracción requerida en las elecciones para aspirar a ganar.
La congruencia de este desenlace con las circunstancias en las que se gestó es incontestable. Pero esta aseveración no constituye una visión de los hechos que exceda a la coyuntura. Se entrevera una cuestión más sutil aun que la del significado de una fórmula. ¿Qué implicancias tiene para el futuro de la política económica? La respuesta puede enhebrarse observando la confluencia de tres factores: las definiciones generales que adoptan los pre-candidatos de UP, los de la oposición cambiemita y el estado real de los problemas económicos en este momento.
Hablando de economía
En lo que respecta a hablar de economía, mucho de la derecha argentina no se puede decir. Cuando les toca, balbucean lugares comunes que espantan mediante la enunciación de una promesa de comprimir el gasto interno o causan hastío por ser una expresión de deseos gentiles que no irriten a nadie, según cuan halcón o paloma sea la persona de consulta. Lo que permite deducir fácilmente que, de hacerse cargo del gobierno la derecha, la economía va a acabar tan mal como las condiciones políticas la habiliten.
Lo que se registra desde UP es más interesante: lo primero que advierten es que la oposición amenaza con un empeoramiento pronunciado sobre las condiciones de vida de la población nacional y que, en cambio, debido a la bendición de que el país tiene recursos naturales para exportar, se estabilizará la balanza de pagos, a lo que sucederá una estabilización general de la economía.
Es lo que expresó Agustín Rossi en una entrevista que le concedió al canal C5N el sábado 24 de junio, el día siguiente al que se conociera su posición como Vicepresidente en el binomio unificador. Los argumentos de Rossi versaron sobre el efecto pernicioso de un “ajuste” cuando la Argentina tiene potencialidades que, según el precandidato a Vicepresidente, son bien conocidas por “Sergio”. De alimentarse estas potencialidades, la Argentina lograría “el despegue definitivo de nuestro país”.
A continuación aludió a las proyecciones de balanza comercial favorables para los próximos años, que se explican por la ausencia de una sequía y el avance en la construcción del gasoducto Néstor Kirchner, que permitirá alcanzar la autosuficiencia energética e incrementar las exportaciones. Para Rossi, esto fortalecería las reservas, lo que permitiría mantener una vigilancia más estricta sobre el tipo de cambio y, de esta manera, se reduciría la tasa de inflación. Esto traería aparejada la recuperación del poder adquisitivo de los salarios. Este círculo virtuoso conduciría a la rehabilitación de lo que Rossi denomina los dos motores de la economía argentina: las exportaciones y el consumo, dos ruedas que giran en pos de la felicidad colectiva.
El precandidato a Presidente, conocedor de todas estas precondiciones, que bien aprovechadas auguran un venturoso porvenir, sostuvo en la Convención Anual de la Cámara Argentina de la Construcción que, con el fin de terminar con la cesión de autonomía para concebir el desarrollo nacional que comporta un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el objetivo del próximo Presidente debería ser tener un “programa exportador, juntar todos los dólares que la Argentina necesita para pagarle al Fondo y volver a sacarlo”, esta vez de manera duradera. Posteriormente, subrayó que en la próxima década el desenvolvimiento de la economía argentina debe apoyarse en “el orden fiscal, el superávit comercial, la competitividad cambiaria y el desarrollo con inclusión”.
Orden de prioridades
Si el espectador no tiene una necesidad de conmoverse fácilmente por las expectativas que expresan los integrantes del binomio unificador, es sencillo entrever en sus expresiones ciertos lugares comunes que simplifican los problemas prácticos y conceptuales que se presentan al observar el estado actual de la economía argentina. Empezando por el hecho de que no es lo mismo acumular reservas que pagarle al FMI o estabilizar el mercado cambiario, lo cual implica una desacumulación por definición. Tampoco queda claro si el uso de excedentes comerciales se destinará a financiar importaciones para expandir la economía, sin dejar por eso de registrar saldos superavitarios, que son los que vuelven dicha expansión sostenible hasta ciertos límites.
Las prioridades de pagarle al FMI y expandir la economía son mutuamente excluyentes, porque requieren que el mismo flujo de ingresos se destine a otros usos. Sintéticamente, ponderar los pagos al FMI implica limitar la expansión de la actividad económica para maximizar el superávit comercial y, de esta forma, disponer de dólares que se utilicen con este fin. Lo que sí es posible es definir una tasa de expansión de la economía razonable, y sobre esa base definir cuáles son los pagos posibles al FMI sin perjudicar al conjunto de la economía.
Eso requiere no solamente una planificación en la cual el pago al FMI sea la variable dependiente, sino también una gestión de las reservas internacionales acorde. La ausencia de esto durante el lapso 2020-2022 es parte de lo que explicó algunos vaivenes en los años anteriores y, de repetirse, significará que el FMI será uno de los muchos problemas a resolver, entre los cuales el primero no será el crecimiento de la economía.
De todas maneras, cabe esperar que se haya aprendido de esas circunstancias y que un eventual gobierno de UP sea más sensato en este sentido que el saliente. Más preocupante es comprender si se prioriza la estabilidad macroeconómica, que se resume en mantener una tasa de crecimiento moderada que no produzca tensiones con el sector externo, conservando la estructura productiva actual, o si se intentará avanzar en recuperar el nivel de vida de las mayorías, que se degradó desde 2016, y en algún punto elevar sus estándares históricos.
La conciencia política y el estado de las discusiones sobre la economía no permiten asegurar que suceda lo último. De momento, sin embargo, sí está presente un elefante en la sala sobre el que se habla poco. Este es el del control de la alta tasa de inflación. No es plausible esperar que permanezca este sistema de precios en los cuatro años siguientes sin consecuencias.
La trayectoria del nivel de precios en los últimos años estuvo altamente influida por la variación del tipo de cambio y los precios de los alimentos. Dado el esquema vigente de retenciones a la exportación, que modificó las tasas establecidas por la administración de Cambiemos —pero no volvió a las que regían durante el kirchnerismo—, el impacto que tiene una devaluación sobre los precios de los alimentos es particularmente alto. Esto dio lugar a que, desde 2018, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) se duplicara con respecto a la tendencia de los años anteriores, impulsado por alimentos y bebidas. En 2017, el incremento del índice general había sido del 24,8 %. A partir de entonces se suele ubicar cerca del 50%.
La excepción fue 2020, año en el cual la tasa de inflación fue del 36,1 %, cuando en el 2019 había sido del 53,8 %. Esto se explica porque la tasa de devaluación en ese año fue del 40,6%, mientras que en el anterior había sido del 57,9 %. En todos los años contemplados en el período 2018-2022, el IPC de alimentos supera al nivel general, salvo en 2021. En este año, al igual que en 2017, la tasa de devaluación se encontró por debajo de los demás años. En 2022, la tasa de devaluación superó a la de los tres años anteriores, y la tasa de inflación llegó al 94,8 %. La variación del IPC de alimentos y bebidas, al 95 %.
La inflación de 2021 se explica por la recuperación de los salarios, que estuvieron atrasados frente a los precios desde 2018. En ese año, su incrementó superó al del IPC. En 2022 ocurrió lo inverso, y el resultado de la cuestión para este año es incierto. Si el próximo gobierno no resuelve la cuestión de los precios, la recomposición consistente de los salarios se tornará imposible, y permanecerán los desincentivos para arbitrar a favor de los activos financieros nominados en pesos.
El peso de las ideas
El peso de las ideas no tiene que descartarse en la determinación de lo que ocurra con la política argentina en el ciclo 2023-2027, durante el cual el problema político consistente en que los trabajadores mantengan una participación rezagada sobre el ingreso, mientras que el PBI per cápita permanece en niveles inferiores a los picos de la década pasada, puede extenderse.
La posibilidad de que la fórmula Massa-Rossi desenvuelva una gestión benévola, en el caso de imponerse en las elecciones, existe. Se puede estabilizar el nivel de precios y la tasa de crecimiento, dando lugar a una incipiente recuperación del status material de los trabajadores argentinos. Para esto, sin embargo, es necesario que se entienda el requerimiento de llevar adelante un trabajo sobre la economía que necesita de estudios previos para tomar dimensión de las dificultades que se deben afrontar de manera realista.
No es prudente dar por sentada la ocurrencia de tal suceso. Durante el último período presidencial, la dirigencia política no trabajó en una formulación orgánica de sus objetivos o las necesidades de la Nación, por lo cual el pensamiento que se expresa surge de observaciones espontáneas, que tendieron a producir un empeoramiento de la situación, con una solución electoral que despierta escepticismo sobre las posibilidades de revertirlo justamente por la falta de representatividad que ve en ella el sector del que surge. Aquí reside la propuesta de continuidad que expresa esta fórmula. Si no se comprendió la necesidad de realizar grandes cambios, nada asegura que la práctica política los imponga.
Por ahora, los integrantes del binomio prohíjan la descripción de la economía rosa que originalmente hizo propia Alberto Fernández, conveniente para eludir la aceptación de los problemas existentes. De la medida en la que se resuelvan dependerá que el potencial gobierno de UP no atraviese una repetición de los problemas que tuvo el del FdT. E incluso, en el mejor de los casos, será necesario organizar una fuerza política para superar los límites estructurales que una economía subdesarrollada tiene para el proceso de elevación en las condiciones materiales y espirituales del pueblo argentino.
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