Los desafíos de la hora

Por una patria igualitaria, libre y soberana

 

La carta de la esperanza

El 29 de diciembre de 2022 difundimos una carta que le hicimos llegar a la Vicepresidenta de la Nación argentina donde reflexionábamos sobre el rol que un líder o lideresa juega en el contexto de Latinoamérica y especialmente en la Argentina de 2023.

Hoy, a casi 6 meses de ese pronunciamiento público y a pesar de la proscripción vigente sobre la candidatura de la compañera Cristina Fernández de Kirchner, volvemos a reafirmar ese pronunciamiento y lo sustentamos con la realidad incontrastable de nuestra patria, que debe enfrentar tres problemas centrales:

1) La reducción, en forma drástica y en poco tiempo, de la indigencia y de la pobreza, razón de ser de un gobierno nacional y popular.

2) La relación con los grupos económicos, especialmente con la cúpula empresarial, tanto nacional como extranjera.

3) El transformismo de una porción importante de la dirigencia política, social y sindical, en los últimos 40 años de vigencia de las instituciones democráticas.

Las tres problemáticas están íntimamente ligadas e interrelacionadas, como quedó demostrado en esta última experiencia de gobierno nacional y popular. No podemos pensar un próximo gobierno que no ponga como prioritaria la rápida reducción de los niveles de pobreza e indigencia y para que esto sea posible es necesario terminar con la concentración de la riqueza y distribuir equitativamente los ingresos con participación creciente de los y las trabajadoras. El shock distributivo debe ser no sólo a través de una suma fija o salario básico universal, sino también con reducción de la jornada laboral, participación de las y los trabajadores en las ganancias de las empresas, entre otras medidas necesarias. Los intentos que se han hecho respetando la base regresiva de la distribución de la riqueza fueron un fracaso total. No hablamos solamente del gobierno de Macri, sino también del actual, con el Consejo Federal de lucha contra el Hambre y los numerosos intentos fallidos de controlar la inflación, donde los constantes aumentos en los precios de los alimentos, producto únicamente de la especulación, atentan diariamente contra la calidad de vida de la inmensa mayoría del pueblo argentino.

Y esto nos deja frente al segundo desafío, que nos permitirá concretar las mejoras en las condiciones de vida de nuestro pueblo.

 

 

“Dime con quién andas y te diré quién eres”

Quienes detentan el poder real en la Argentina nos han declarado la guerra. Nunca quisieron acordar con los gobiernos nacionales y populares, incluido el actual; por el contrario, han hecho todo para que fracasen. No quieren más gobiernos que condicionen su voracidad en la bicicleta financiera, en la fuga de capitales y en la rapiña y saqueo de los recursos naturales. El grado de concentración y extranjerización que actualmente tiene la economía argentina, ha condicionado fuertemente las decisiones de los sucesivos gobiernos de los últimos 40 años, especialmente aquellos que ponen límites a la voracidad de enriquecimiento lícito o ilícito. ¿Quiénes son esos grupos económicos que llamamos popularmente “el poder real”? Son la vieja oligarquía, los nuevos empresarios que se enriquecieron con la dictadura genocida y con las privatizaciones, los bancos y las empresas transnacionales que conforman la cúpula empresarial que hoy dirige los destinos económicos del país, teniendo como socios a los medios concentrados de comunicación y al poder judicial.

Se rodean de una pléyade de abogados, economistas y comunicadores que, con aires de republicanismo y de intelectuales, machacan las 24 horas del día las supuestas verdades, que desde los comienzos de la patria, fueron la justificación de los privilegios de una minoría que cada vez se fue haciendo más fuerte.

Basta con hojear las revistas especializadas en economía o los libros de historia económica (recomendamos el de Basualdo y Manzanelli) o ingresar en el sitio web de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) o en la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina (AmCham) para encontrarlos con nombre y apellido o como socios de una potencia extranjera, a las que nuestros patriotas de 1816 en Tucumán les dijeron que dejábamos de “ser colonia de España y de cualquier otra potencia”.

Asociada a esta concentración y extranjerización, tenemos como agregado la presencia condicionante de los organismos internacionales como el FMI, el BM y el BID, que como nunca antes juegan un papel determinante en la política interna del país.

Su influencia se manifiesta tanto en la subjetividad, con el grado de penetración de sus “principios económicos y geopolíticos”, en la “inteligencia” o intelectualidad académica, horadando a los sectores nacionales y populares, como así también objetivamente con el préstamo que le otorgó a Mauricio Macri para que ganara las elecciones y si esto no sucedía, condicionar a los sucesivos gobiernos como lo viene haciendo con el actual, limitando nuestra independencia económica y nuestra soberanía política.

Es sabido que esos organismos internacionales tienen como comando de control los Estados Unidos y, por lo tanto, su Embajada juega también, como nunca antes, un rol fundamental de injerencia interna en el país, obturando cualquier desarrollo de propuestas autónomas e independientes de ese comando central.   

 

Vigencia de Gramsci: dominación y hegemonía

Lamentablemente en los últimos 30 años o más esto viene ocurriéndonos, salvo honradas excepciones, y aquí enfrentamos el tercer desafío del campo nacional y popular.

Desde el fin de la dictadura genocida, los grupos económicos de la cúpula empresarial han avanzado sobre el poder político, no solo gracias a su poder económico, sino porque han podido lograr una profunda metamorfosis del sistema político en estas cuatro décadas de vigencia de las instituciones democráticas. Aquello que Antonio Gramsci definiera como el transformismo (lo retoman Eduardo Basualdo y Pablo Manzanelli en su libro Los sectores dominantes en la Argentina) a saber: “La clase dominante ejerce el consenso en la superestructura, sin modificar las condiciones de vida de los sectores populares (subalternos) mediante la hegemonía que ejercen los intelectuales orgánicos de la clase dominante sobre los intelectuales del resto de los sectores sociales, definiendo una situación que (de no mediar una gran ‘revolución de ideas’) no necesariamente será transitoria, sino que surge como una alternativa orgánica de largo plazo. Donde los ‘progresismos’ se adaptan al modo de ver y resolver los problemas de la sociedad con el cristal de sus enemigos profundizando esa hegemonía”.

Si bien durante estos 40 años hubo avances en la consolidación de las instituciones democráticas, no podemos dejar de ver que una vez terminada la dictadura y devastado el aparato productivo del país, los sectores dominantes avanzaron en la redefinición del sistema político y de la sociedad civil, diseñando una estrategia que continuó con la tarea dictatorial, pero utilizando otros medios. Así, con este planteo, los sectores dominantes no pretendieron construir acuerdos democráticos, sino impedir la organización de los sectores populares, inhibiendo su capacidad de cuestionamiento. Ya no con la represión y el aniquilamiento de sus organizaciones, sino a través de un proceso de integración de las conducciones políticas, sindicales y sociales de los sectores populares. De esta manera los sectores populares fueron inmovilizados y no generaron una alternativa política y social que cuestionara las bases de sustentación del patrón de acumulación del capital y la concentración y extranjerización de la economía argentina. A lo largo de las últimas décadas fueron cooptados cuadros políticos, dirigentes sindicales y sociales que conservaron e incluso, en algunos casos, fortalecieron sus liderazgos debido al respaldo que encontraron en los sectores de poder. Hubo un trabajo de invalidación y ocultamiento de los valores nacionales y populares y de aquellos periodos históricos donde estos sectores dirigieron los destinos de la patria, especialmente el yrigoyenismo y el peronismo. Hitos de soberanía y desarrollo como la ley 14.222 (Inversiones Extranjeras en la Industria y la Minería), los decretos de nacionalización de depósitos, creación del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) y de nacionalización del Banco Central de la República Argentina, la Constitución Nacional de 1949, son presentados como anacronismos “demagógicos” y hasta dictatoriales.

Descalifican la necesidad de contar con un Estado que delinee la política económica independiente y soberana, con aporte de empresas públicas, no solo brindando servicios esenciales para la población, sino también participando en la producción de bienes en las distintas ramas de la industria, para condicionar las apetencias de beneficios desmedidos de las empresas privadas.

Transformaron la tarea de los gobiernos y legisladores, que es la de gobernar y legislar en beneficio de las mayorías, en la obligación de cuidar los intereses de empresas y conglomerados económicos para que haya seguridad jurídica, como si esto fuera a lograr el “bien común”. Reemplazaron la hermosa palabra pueblo por “gente”, “vecino”, “usuario” o “cliente”, que ya no tiene lazos solidarios con el otro, sino que tributa al consumismo del mercado. Libertad como patrimonio individual y no colectivo de una sociedad. En definitiva, imponiendo el neoliberalismo como la única forma de vida contemporánea.

Existe un paralelismo entre el golpe cívico militar de 1976 y cómo se preparan hoy los grupos económicos de la cúpula empresarial argentina, aliada al imperialismo y a la derecha política, para avanzar un nuevo escalón en la concentración de la economía argentina. Así como en 1976, los sectores dominantes se adaptaron rápidamente a las nuevas condiciones mundiales que se vivían (valorización financiera del capital) para perpetrar esa revancha clasista sin precedentes en la historia del país, hoy lo intentan nuevamente. Tomar revancha del único intento serio de desarrollo de un proyecto nacional y popular, como fueron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, sin importar los costos e, incluso, sin importar la vida de compatriotas. Ha quedado demostrado que ellos NO pretenden acuerdos con los sectores populares. Ellos quieren “esclavos siglo XXI”.

 

 

Ideario colectivo para que nuestros sueños se hagan realidad

La gran diferencia y lo que nosotros como campo popular no debemos desaprovechar y debemos inteligentemente considerar, es que hoy el imperialismo y sus aliados están enfrentados a un rediseño de las relaciones internacionales y la existencia de un bloque poderoso, como es la alianza estratégica entre China y Rusia, tal vez solo comparable con la decadencia del Imperio británico y el ascenso del imperialismo yanqui en el siglo XIX.

De aquí nace la necesidad de contar con un o una líder experimentada, probada y formada, rodeada de una estructura orgánica de partido constituido por hombres y mujeres que sean parte de un proyecto colectivo de país. Que compartan ese ideario y que funcionen en torno a este para pensar las transformaciones de fondo que necesite el país.

Llamamos a los compañeros y compañeras que comparten ese ideario de una patria más igualitaria, libre, soberana, a que en estos próximos 4 años construyamos una fuerza política colectiva y orgánica, que tenga como premisa ser la alternativa y no un mero apéndice de los sectores dominantes. Que construyamos la fuerza política que haga realidad la segunda y definitiva independencia de la patria.

Por todo lo expuesto, seguimos creyendo que la compañera Vicepresidenta Cristina es la única que puede “liderar el proceso que nos permita proyectarnos en la construcción de un modelo de país, nacional, popular, soberano e inclusivo, para los próximos 40 ó 50 años. No podemos regalar nuestra patria, nuestros sueños, nuestros muertos y la lucha de más de dos siglos”.

 

 

 

 

*Miembros de Familiares y Compañeros de los 12 de la Santa Cruz.

 

 

 

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