Entre globos y dinamita
Los proyectos cambiantes y la conexión entre el PRO y Milei
El próximo miércoles 14 de junio vence el plazo para la inscripción de las alianzas de partidos políticos; diez días después, el 24, es la fecha límite para presentar candidatos. Durante las próximas dos semanas, por lo tanto, se catalizarán todos los debates de las coaliciones y se decidirán las nominaciones con las que se presentarán a las elecciones de las PASO en agosto.
El conglomerado ubicado a la diestra del arco ideológico evidencia una lucha intestina ajena al programa político con el que se presenta ante la sociedad. Todos sus componentes coinciden en sentirse herederos –con matices– del proyecto neoliberal, expresado en un rol limitado del Estado con respecto al mercado, la promoción de la flexibilización laboral, la reducción del déficit fiscal, la privatización de las empresas públicas, la reducción de la presión impositiva a los sectores más pudientes, la quita de retenciones a los exportadores agropecuarios, la priorización de las exportaciones por sobre el mercado interno y la adscripción al universo geopolítico atlantista expresado por Estados Unidos.
Por asunción o por omisión, los dirigentes cambiantes se presentan como continuadores de las políticas económicas de José Alfredo Martínez de Hoz y Domingo Cavallo, adoptadas de forma sistemática durante la dictadura, el menemismo y la denominada Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación –apocopada con su primer término–, liderada por Fernando De la Rúa. Las diferencias entre el macrismo y el larretismo refieren a los diferentes inversores que los promueven, a resentimientos ligados al espionaje sufrido por el actual jefe de gobierno y a las consideraciones sobre el tipo de gobernabilidad necesario para darle continuidad al programa neoliberal. A Patricia Bullrich la apoyan de forma más explícita los sectores agropecuarios que en algún momento se agruparon en la Mesa de Enlace. A Horacio Rodríguez Larreta lo apuntalan desde los mercados financiero e inmobiliario, que transitan por los mismos espacios de volatilidad.
Ambos consideran que se ha superado la etapa de los globos de colores –exhibida desde 2015– y que se debe ingresar de forma inmediata a la etapa de la dinamita, que no es otra que la doctrina del shock descripta por Naomi Klein, que promueve la cirugía mayor postulada por el riojano que gobernó en la década del ‘90. Dicho postulado plantea la necesidad de eliminar el cáncer populista, cuya seudónimo actual se conoce como kirchnerismo. A pesar de la coincidencia estratégica, ambos difieren sobre la plataforma política desde la cual debe llevarse a cabo esa tarea: Larreta cree que la represión estructural requerida debe contar con una base de sustentación más amplia que la ofrecida en la actualidad por el juntismo; Bullrich, por su parte, considera que esa fortaleza deberá ser garantizada por un acuerdo legislativo post-eleccionario con las huestes de Javier Milei.
El enfrentamiento pone a los dos conglomerados frente una posible ruptura previa o posterior a las elecciones. Sus movimientos exhiben con claridad lo que los propios protagonistas no quieren asumir en formato palmario: el larretismo se encuentra apoyando en la ciudad de Buenos Aires al candidato radical, Martín Lousteau; el PRO sostiene a candidatos opuestos en Córdoba; los radicales del carcelero Gerardo Morales también apelan a la incoherencia al proponer la incorporación del Gringo Schiaretti al universo nacional cambiante, mientras enfrenta al candidato del actual gobernador en la elección para intendente de la ciudad de Córdoba.
Mauricio Macri, por su parte, había brindado un guiño público al candidato de Schiaretti, Martín Llaryora, y al mismo tiempo se suma a la posición de Bullrich de resistirse al ingreso del enemigo de Luis Juez en la provincia. A pesar del intento denodado de Larreta por forzar la incorporación del gobernador cordobés, sus operadores consideran que se han reducido las posibilidades. Aducen, además, que los armadores del Gringo –Diego Bossio y Florencio Randazzo– parecen ser una garantía de fracaso en todo lo que se proponen. Fue en este marco que el actual gobernador de Jujuy hizo explícita la posible consecuencia de las contradicciones internas superpuestas: “No hay riesgo de ruptura, hay riesgo de que la gente nos castigue”.
Vaticinios
Los dos bloques del juntismo quedaron divididos de la siguiente forma: por un lado, los investidos de la falsa moderación de los globos del 2015, que apalanca la candidatura de Larreta; por el otro la de Bullrich, que cuenta con un pequeño grupo de radicales de la provincia de Buenos Aires que sueñan acompañarla en la fórmula pero que asientan su plataforma de lanzamiento en una opción menos dirigencial, basada en un mensaje integrado de trumpismo y bolsonarismo. El larretismo confía en los radicales de Morales y Lousteau, en la Coalición Cívica de Elisa Carrió y en el Encuentro Republicano de Micky Vainilla.
De todas formas, en la línea de largada aparecen siete candidatos a la presidencia: los dos antedichos más quienes presionan con una candidatura testimonial para subirse el precio en las postulaciones de las listas: Elisa Carrió, Facundo Manes, Gerardo Morales, José Luis Espert y el propio Miguel Pichetto. La puja de fondo fue expresada por Carrió, quien consideró la posibilidad de que sus socios de la coalición cometiesen en el futuro crímenes de lesa humanidad. “Represión, sin compasión, es una de las formas de la dictadura”, señaló, sin que los presentes la interrogaran sobre cómo compatibiliza su permanencia en una alianza con socios dispuestos a semejantes niveles de represión y crímenes.
Otra de las ofensivas planteadas por el larretismo se puso en evidencia con la incorporación de José Luis Espert, con quien pretenden sacarle votos a Bullrich en las PASO. El economista libertario que fuese socio de Milei obtuvo casi 8 puntos porcentuales en las legislativas de la provincia de Buenos Aires. Los operadores del actual jefe de gobierno sueñan con que pueda figurar en la boleta de Diego Santilli y desbancar al candidato de Macri, el intendente de Lanús, Néstor Grindetti. Algo similar adelantaron meses atrás con la incorporación de la evangelista Cecilia Hotton, quien consiguió más de 200.000 votos en las últimas elecciones.
A pesar de las experiencias traumáticas que dejó el neoliberalismo en nuestro país, la derecha argentina vuelve a ofrecer su programa como una salvación, después de haber contribuido con la codicia corporativa y el endeudamiento a la situación actual. Las dos experiencias anteriores, la dictatorial y la que impulsó la convertibilidad, terminaron en un genocidio y en un 2001. Es de esperar que Elisa Carrió –siempre investida de falsa profeta– no haya hecho, en esta oportunidad, un vaticinio cierto.
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