“Un punto de contacto entre ambas situaciones es que las dos parecían terminales”, responde el experimentado abogado Federico Polak ante la consulta de El Cohete.
Lo que ocurre en Independiente, con un intento de solución tan apolítico como artificial y sui generis, amerita un repaso: Boca estuvo a punto de quebrar hacia mediados de los ‘80, cuando el propio club solicitó al gobierno radical de entonces la intervención.
La administración de Raúl Alfonsín encomendó esa difícil tarea a Polak. Pasados casi tantos años como los que tenía, su trayectoria no cabe en las líneas que una nota periodística obliga. Alcanza con reseñar que ha sido asesor ministerial, diplomático, vocero del propio Alfonsín, académico (en las acepciones universitaria y futbolera del término) e interventor en bancos provinciales y del PAMI. Su tuit fijado, de los tiempos en que el macrismo buscaba todavía vestirse con ropajes desarrollistas, proclama:
Los que creemos en el desarrollo inclusivo deberíamos formar un nuevo partido: el nombre adecuado sería FUIMOS pic.twitter.com/bv3w8pVgRM
— Federico G. Polak (@FedericoGPolak) October 23, 2017
Polak documentó su gestión en Boca, el antes y el después, en un libro bien nutrido de fuentes y con un nombre que resume también a ritmo de tuit: publicado en 2019, se llamó Armando a Macri. Un juego de palabras entre el gerundio y el apellido del presidente xeneize que, en los ‘60, ideó el “fútbol espectáculo”, de pases internacionales y un banquete dividido entre Boca y River.
Después de tocar la cima mundial con Alberto J. Armando, el club se entregó a una fugaz presidencia de Martín Benito Noel, también empresario pero no de automóviles, sino de los dulces. Noel se dio el gusto de contratar a Diego Maradona, que de promesa adolescente había pasado a realidad veinteañera, y de conquistar el Metropolitano de 1981. Pero la “tablita” cambiaria de José Martínez de Hoz pasó a mejor vida y quienes cobraban entradas en pesos para pagar compromisos en dólares —como Boca con Maradona o Palito Ortega con Frank Sinatra— pasaron a tener deudas insostenibles.
Así llegó Boca a la recuperación democrática de fines de 1983. Pero, a diferencia del caso actual de Independiente, no lo salvó una colecta virtual con serios cuestionamientos, sino la pericia técnica y política de la intervención prevista por canales institucionales.
Diferencias y similitudes
Para Polak, existen dos grandes diferencias entre ambos casos, además de las cuatro décadas transcurridas. Una de ellas, que Boca tiene un grado de incidencia en la política nacional, que incluso le permitió a Mauricio Macri el salto que planificó, pero no pudo dar Armando, del máximo cargo del club a la política partidaria. Otra, no menor, es que la legislación actual —surgida de otro caso testigo, el de Racing— impide que una institución como Independiente pueda quebrar. No era así cuando, hacia mediados de los ‘80, Boca debía improvisar camisetas. Justamente, grafica el ex interventor, “el trabajo que hicimos fue impedir que el club fuera a la quiebra, para poder reconstruirlo”.
En cambio, entre los puntos de contacto, Polak encuentra “el hinchismo con que actuaron las dirigencias” en sus decisiones de administración y futbolísticas y “la falta de reacción de sus hinchadas” ante las crisis desatadas. “La de Boca recién reaccionó cuando empezó a haber resultados claros en la intervención mía, como por ejemplo evitar el remate o solucionar los conflictos con (los jugadores Ricardo) Gareca y (Oscar) Ruggeri. Cuando mostramos que había un futuro posible, los socios comenzaron a comprar las plateas y palcos de 1985 en 1984, cuando era claro que no los podrían usar, porque el estadio no estaba en condiciones”, relata el entonces interventor.
En el caso de Independiente, añade, “la reacción recién llega con esta colecta que hace (Santiago) Maratea. Que es insólita, porque es algo que uno no hubiera podido suponer que se diera”.
El dictamen que la Inspección General de Justicia emitió el último día de mayo aportó datos para confirmar la sorpresa ante una respuesta que sumaba ya alrededor de 800 millones de pesos: el fideicomiso abierto había sido inscripto en una jurisdicción extraña a sus integrantes, con documentación incompleta, obligaciones laxas, una sospechosa intervención de la firma Mercado Libre SRL y “lo exorbitantemente pautado en punto a ‘gastos y horarios’” en favor de Maratea.
“Es un fideicomiso que debería estar rindiendo dos millones de pesos diarios, si estuviera puesto a interés. Lo podrían haber hecho, si lo hubieran constituido correctamente, de acuerdo al Código Civil y Comercial de 2015”, aporta Polak.
La política apolítica
Es curioso: la aparición de Maratea en el universo de Independiente se presenta como apolítica, mientras que de la conducción del club con el que supuestamente colaborará se ha apoderado el intendente de PRO en Lanús, Néstor Grindetti. En el Boca de los ‘80, diferencia Polak, la injerencia del entonces oficialismo nacional solo se dio cuando la propia institución reclamó la intervención, y la designación recayó sobre un caracterizado hincha de Racing, a pesar de la cercanía de Alfonsín con —por ejemplo— el futuro presidente xeneize Antonio Alegre.
“Un equipo grande significa muchísimo para la política partidaria”, puntualiza, sin embargo, Polak. Pero, aclara, “en el caso de (Mauricio) Macri, él choca con la legislación argentina, que si bien admite la figura del gerenciamiento, impide la transformación de los clubes en sociedades anónimas deportivas”. En ese sentido, el ex interventor boquense sospecha que “la idea con Independiente puede ser esa, convertirlo en un ejemplo de que un club se puede manejar con un criterio presuntamente profesional”.
El país campeón del mundo, sostiene, se debe un debate profundo sobre el modo de conducir los clubes, entre cuyos modelos prefiere el sistema mixto alemán, donde exista una conducción profesional, pero la masa societaria tenga escrutinio permanente de las cuentas y las decisiones.
“Si el debate no se pone sobre la mesa, se hace peor: encubiertamente o por vía del gerenciamiento u otras similares, como es el caso de Defensa y Justicia”, evalúa. En otro plano, pero en el mismo sentido, ubica a los casos de River y del propio Boca, que sin dejar de ser asociaciones civiles han terminado gerenciando de hecho muchas de sus áreas, como el rebautizado estadio en el caso “millonario”. Ahora su apelativo de Monumental es precedido por el patrocinio de una cadena cuyo propietario es el ex político Francisco de Narváez.
En el caso de Polak, la experiencia práctica y crítica de la intervención que ejerció en Boca fue fundamental para el cambio de perspectiva de un hombre que dividía su ser entre la cancha y la preparación como especialista en empresas en crisis, pero sin vincular ambos mundos. Desde su mirada técnica, el Polak anterior a Boca consideraba que los clubes podían ser sociedades anónimas deportivas (SAD). Pero para la década menemista, cuando se planteaba un proyecto de ley de SAD que tenía como autor a Daniel Scioli, los registros fílmicos lo encuentran defendiendo ya la tesis contraria, en conversación con el ex motonauta, el dirigente socialista riverplatense Alfredo Bravo y Emilio Chebel, presidente del Lanús que se consideraba entonces una excepción en el manejo de las entidades deportivas.
El Racing gerenciado
Por su condición de apasionado académico, Polak también conoce la situación actual y pasada de Racing, que quebró a fines de los ‘90 y a comienzos de la década siguiente fue entregado bajo la forma de gerenciamiento al empresario mediático Fernando Marín, a quien Macri designaría luego para enterrar el programa Fútbol para Todos.
Aquella experiencia albiceleste terminó muy mal. Públicamente se había indicado que la empresa gerenciadora pagaría el pasivo del club, pero la historia concluyó antes de tiempo y con el resultado inverso.
“Marín quería ser presidente de Racing antes del gerenciamiento”, recuerda Polak, que conoce la historia de primera mano: “Con algunas personas habíamos constituido un grupo llamado Racing Vive, donde poníamos y llamábamos a poner plata. Como lo de Maratea, pero con seriedad. De hecho, todos terminamos perdiendo. El fútbol hermana, y ahí había gente de distintas pertenencias y orígenes. Estaba yo, que podía ser visto como el ‘zurdo’ del grupo, pero también (Carlos) Melconián, (Horacio) Rodríguez Larreta, (Marcelo) Bonelli o (Pablo) Gerchunoff. Pero Marín apareció y dijo que quería ser presidente”.
Como hincha, Polak no olvida el título de 2001, con el que Racing rompió una sequía doméstica de 35 años. Pero tampoco se le ha borrado la frase que Marín llevó a una cena de festejo por ese triunfo: “El campeonato se le debe un 50 % a los jugadores, un 25 % al técnico y un 25 % a la empresa”.
“Estaba diciendo algo horrible, que la empresa había ganado algunos partidos. Y siempre se refirió a ‘la empresa’, nunca al club. Además, él ganó mucho dinero y, cuando vio que empezaba a no ganar, se la vendió a su segundo, que la destruyó”, caracteriza Polak. El “segundo” a quien refiere es Fernando de Tomasso, que terminó condenado por defraudación.
Sobre Marín, Polak advierte que “él fue siempre un hombre de Macri, y no tengo dudas que detrás de él estaba Macri”. Como en buena parte de las oportunidades en que se intentó un proyecto de este tipo.
Entre las avanzadas privatistas se cuentan las de Deportivo Español, Boca, Sportivo Barracas (que el actual marido de María Eugenia Vidal, el periodista Enrique Sacco, gerenció y trasladó a su natal Bolívar) y Racing. El interrogante es si, como se sospecha, Independiente se sumará ahora a esa lista. Excepto en el caso de Boca, que finalmente logró éxitos deportivos que acompañaron la gestión, todas esas experiencias concluyeron en fracaso. Al menos, para las masas societarias.
Que los cielos se apiaden del Diablo.
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