Von Hayek o la cara hipócrita de Jano
El odio de clase y el desprecio por la otredad es el verdadero rostro del neoliberalismo
Antonio Gramsci definió los momentos de crisis como el tiempo donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, y agregó que es en ese interregno, en ese claroscuro, que surgen los monstruos, esos que nos ofrecen como salida de este dramático tiempo político la verborragia del odio y la destrucción, o la dinamitación del Estado de Derecho y de Derechos.
Es por ello que vale la recordación de un modelo que se valió del prefijo neo para definir una nueva etapa del capitalismo: el de la financiarización.
El nombre del hombre
El Estado mínimo y la desregulación del mercado son los pilares centrales del neoliberalismo. Estos dos conceptos pertenecen al economista vienés Friedrich Von Hayek, considerado el padre del neoliberalismo. La crudeza de este pensamiento económico responde a la propia crudeza de Von Hayek, quien fue asesor económico del genocida Augusto Pinochet. Von Hayek afirmó que se sentía orgulloso de haber asesorado a Pinochet porque prefería una dictadura a una democracia estatal. La democracia estatal es el camino directo hacia el comunismo, afirmaba Hayek.
La actual oposición política y mediática no pierde oportunidad para declarar que el espejo en el que busca su añorado reflejo es la economía libremercadista que de vez en cuando enlaza a la experiencia chilena, logro supremo del sangriento dictador. Una economía en la cual la salud, la educación y el trabajo no son derechos universales sino privilegios para pocos. Un modelo cerrado para tradicionales castas de privilegio. Ese es el modelo al que el ex Presidente Mauricio Macri y el ex mejor equipo de los últimos 50 años nos condujeron. En una operación semántica de reemplazo lingüístico, y siguiendo el precepto Hayek, Juntos por el Cambio-Milei-Espert prefieren una economía de liberalización del mercado, de achicamiento del Estado y de restricción de derechos, a la creación de falsas ilusiones de igualdad que generan las inclementes democracias populistas y su “casta”.
Lo cierto es que los rasgos estructurales de la transformación en la matriz económica de la Argentina son la desigualdad distributiva, la reprimarización productiva y la dependencia financiera externa, que como correlato producen la destrucción del empleo y la producción vía apertura de importaciones, el aumento de la pobreza y la indigencia, el endeudamiento y la fuga de capitales, la caída del poder adquisitivo y del consumo y el aumento de la inflación, que ya a esta altura de la soirée (fiesta que es tragedia) es un laberinto circular al que no le encontramos salida.
Los medios comerciales y el Partido Judicial funcionan como resguardo y guía del cambio de la matriz económica y social operada en el país. Trabajan mancomunadamente con los ideólogos del marketing publicitario y el coaching, que han encontrado en la posverdad la pócima pseudofilosófica para definir qué es real y qué no, aunque los hechos producidos respondan a la virtualidad artificial que construyen los romanos senadores mediáticos. Para ellos el lawfare y las fake news son invenciones del imaginario populista, que de tan amplio llega al Vaticano.
Recuerdos del pasado-¿futuro?
El neoliberalismo es el nombre falso del capitalismo. El odio, el desprecio por la otredad, por el otro humano, la condición de mercancía usable y desechable que el capitalismo le atribuye al hombre, es el verdadero rostro de lo que llamamos hoy neoliberalismo. Ese odio –que es de clase– es portador de una trama lingüística que organiza un modo de pensar, y que los medios de comunicación transforman en el sentido común de una cultura infame. Es la lengua del desprecio, del rechazo intenso y voraz. Es la urdimbre de una memoria política que hoy se expresa en las construcciones gramaticales de la inquina que habita en los espacios políticos de derecha y de ultraderecha, aunque estas últimas jueguen a enmascarar su rechazo a la “casta”, simulación que también es política. Que se refuerza en la alusión a la irrealidad de un mundo plebeyo –en la lengua del patrón– que logró mejorar su calidad de vida y creyó posible que esa vida fuese más vivible, deseable. Recordar es siempre un buen ejercicio, y si ese recuerdo es colectivo se transforma en memoria, en potencia recordatoria: “Si en invierno estás en remera y en patas, estás consumiendo energía de más”, dijo durante su presidencia Mauricio Macri. Javier González Fraga fue más cruel aún: “Le hicieron creer a un empleado medio que podía tener celular e irse de vacaciones al extranjero”; la dama de la cara triste –María Eugenia Vidal– y la justificación del aumento en las tarifas de los servicios públicos: “Era mentira que podían tener calefacción y electricidad sin tarifas reales”; Juan José Aranguren, ex ministro de Energía, proponiendo no usar el auto si el combustible es caro; el diputado radical Julián Dindart y las humillantes declaraciones sobre las mujeres, los embarazos y los subsidios: “Todas las mujeres que reciben la asignación por hijo buscan tener algún otro para tener un poco más de dinero”, antes dicho por el monstruoso Miguel del Sel.
Son muchas las frases que conforman la galería del desprecio y el odio de los ex funcionarios-CEOs del sistema cambiemita, ese que está a la vuelta de la esquina de nuestro barrio. Y una final que resume este breviario del desprecio: el ex secretario de Empleo, Miguel Ponte –ex responsable del área de recursos humanos del Grupo Techint– usó una imagen fisiológica para justificar la flexibilización laboral: “La posibilidad de entrada y salida del mundo laboral es una esencia del sistema laboral. Como en el organismo lo es comer y descomer”. De eso se trata el neoliberalismo capitalista que nos acecha con su pátina mortuoria. Es la cara hipócrita de Jano. La gramática del asco que se exhibe como al pasar ante la pasividad de una comunidad desesperada por una acuciante realidad social y económica, que no termina de comprender el alcance de la tragedia que supone escuchar el canto de las sirenas en medio del temporal.
El comer y descomer de quienes encarnan la políticas del desencarnamiento.
Es el capitalismo neoliberal que nos come y que al comprobar que la grasa contiene los huesos del oscuro militante, escupe espantado, ya no hacia la ira de Zeus, sino hacia el vacío, la nada, el abismo.
* El autor es periodista, director/editor de la Revista La Tecl@ Eñe y docente en UNDAV.
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