La superestructura del estancamiento

Falta una conducción que ofrezca un pensamiento para el conjunto

 

Es de esperar que en un año de elecciones, de cualquier término, se observen las fortalezas y las contradicciones de la situación política. Las legislativas pusieron de relieve una tendencia de fondo, signada por el descontento con el derrotero asumido por el Frente de Todos. Hubo señales de alerta y tensiones por esta razón, pero a la fecha, las cosas mantienen el mismo desarrollo que seguían entonces. Se agravan por inercia.

La política acusa recibo de dicha evolución de una manera poco lúcida. En el Frente de Todos se facturan diferencias personales y el tema económico aparece en segundo lugar, defensiva u ofensivamente, según quién emita la declaración. La oposición se derechiza, como si no importase la puesta en práctica de las ideas o las consecuencias que tengan para el país y el eventual gobierno que las ejecute. Lo principal, sin embargo, es la situación objetiva de las clases sociales, que finalmente emiten el veredicto de lo que ocurrirá en términos de la investidura presidencial. ¿Cuál es el telón de fondo sobre el que transcurre la contienda electoral?

 

 

 

Condiciones y determinantes

Este mes se difundieron datos oficiales sobre la actividad económica que dieron cuenta de una tibia reversión de la caída registrada hasta diciembre del año anterior. El estimador mensual de actividad económica registró en enero un crecimiento del 0,3% con respecto a este mes, en tanto que el índice de producción industrial manufacturero alcanzó una elevación del 0,7%. El índice de ventas a precios constantes que acompaña a la Encuesta de Supermercados mostró un alza del 5,3%.

No obstante, los indicadores deben ser vistos en un contexto para comprender qué tendencia señalan. La actividad económica fluctúa en torno a condiciones generales, y son los determinantes de esas condiciones los que interesan. En los últimos cuatro meses de 2022, la reducción del nivel de actividad se debió a la merma del poder de compra que sufrieron los asalariados. Las causas que lo produjeron no solamente no se modificaron: empeoraron. Con lo cual, la prognosis de que la baja continúe sigue siendo plausible.

Algunos estudios sectoriales pronostican que eso es lo que sucederá en lo inmediato. El Centro de Estudios de la Unión Industrial Argentina publica una Encuesta de Indicadores Industriales y Expectativas, de periodicidad trimestral. Su última edición, que recoge los datos del período octubre-enero, contiene algunos hallazgos interesantes. En la encuesta se presenta un índice, el Monitor de Desempeño Industrial (MDI), cuyos resultados conforman un indicio para anticipar las fluctuaciones de la actividad del sector. Se construye ponderando los resultados obtenidos en preguntas sobre Ventas Internas, Producción, Empleo, Tiempo de Entrega de Proveedores y Stock de Materias Primas. Si el valor del índice es superior a 50, significa que las perspectivas son de expansión. Si es menor, se prevé una contracción.

Su valor es menor a 50 desde el mes de julio del año pasado, lo que se repite en el último relevamiento, correspondiente a los datos de enero. El informe señala que esto coincidió con la desaceleración de otros indicadores que publica la entidad, los cuales alcanzaron su valor máximo en junio de ese año y desde entonces comenzaron a caer. Se reseña que los primeros datos de 2023 “indican que esta tendencia se mantuvo y que se podría acentuar. El relevamiento con datos de enero indicó una merma en los indicadores de producción, ventas y empleo, que excede a cuestiones estacionales”.

La proporción de las empresas que componen el panel con caídas de la producción y las ventas internas en relación con el trimestre anterior alcanzó el 30,2% y el 35,5%, respectivamente, en el relevamiento de octubre de 2023. Son los valores más altos del año. En el último se elevaron a 45,2% y a 45,8%. Por otra parte, la cantidad de empresas que constataron incrementos de las ventas internas ascendía al 30,1% en enero de 2023. En octubre, fue del 20,9%. En enero de 2023, cayó al 17%. Consecuentemente, el porcentaje de empresas que incrementó la producción fue del 15,6%, la cifra más baja que figura en todos los relevamientos realizados desde 2021. Es un indicio con el que se comprueba que los factores para que continúe el retroceso de la economía siguen presentes. Es cuestión de tiempo para que los indicadores oficiales empiecen a registrarlo.

 

 

 

Falta de conducción

Frente al conflicto que exhibe el panorama económico argentino, la dirigencia empresarial y los distintos sectores de la clase trabajadora se posicionan según los intereses que representan. Ambos proponen soluciones segmentadas a sus problemas, las cuales se conciben de acuerdo a la concepción que mantienen sus representantes sobre la economía en general, habida cuenta de las complicaciones que se atraviesan en este momento. Necesariamente son parciales, porque se limitan a las necesidades inmediatas de sus impulsores.

Las fracciones de la dirigencia sindical que no sostienen un acompañamiento al gobierno basado en la condescendencia ven el retroceso del crecimiento como una amenaza. Enmarcan sus objetivos en las negociaciones salariales dentro de la premisa de que, si se recuperan los salarios, es posible darle aliento al consumo privado, y con ello a la actividad económica. Conscientes de que es necesario morigerar la tasa de inflación para lograrlo, creen que las características del acuerdo con el FMI que tienden a acrecentarla deben ser renegociadas, algo que, según este pensamiento, sucederá por fuerza de los hechos.

La dirigencia empresarial busca acercar propuestas a los economistas allegados a las organizaciones políticas. Dialogan con el elenco del Ministerio de Economía y con los hombres de consulta de la oposición. Su diagnóstico es que es necesario emprender un ordenamiento macroeconómico, consistente en limitar el déficit fiscal y eliminar las restricciones al uso de las divisas referidas a las importaciones de bienes necesarios para la producción. Consideran que será necesario también un refuerzo para los asalariados, de carácter compensatorio, para evitar tensiones sociales. Naturalmente, no ponen el énfasis en una recomposición salarial como lo hacen los sindicatos, que consideran dificultosa la macroeconomía.

Sin embargo, no hay forma en el contexto actual de que las agendas de las dos clases sociales que conforman el núcleo del capitalismo confluyan en una política común, y no por sus contradicciones inherentes, sino por la incapacidad que mantienen las fuerzas políticas de receptar sus necesidades. Al no haber una conducción política que ofrezca un pensamiento congruente para el conjunto, no es posible llevar a la práctica un programa aglutinante de sectores heterogéneos que permitan constituir una mayoría.

Los empresarios no efectúan un acercamiento con el kirchnerismo porque no ven dentro de la fuerza quién pueda entablar una conversación sobre este tipo de problemas. Por omisión, el kirchnerismo les cede el espacio a los economistas ligados a Juntos por el Cambio, que cuando mantienen reuniones privadas no tienen la misma confianza en la certeza de sus diagnósticos que muestran en los medios de comunicación. Al fin y al cabo, enhebrar algunas ideas basadas en lugares comunes sobre el déficit fiscal, el tipo de cambio y la inflación, que no necesariamente tengan mucha congruencia entre sí, alcanza un grado de dificultad bastante más bajo que aportar soluciones para una situación de degradación de la vida material. Sobre todo cuando lo poco que piensan es que hay que reducir el gasto, tanto privado como público.

Así y todo, algunos de estos caen en la cuenta de que el retraso de los salarios con respecto a los precios es un problema preocupante, pero las características de sus ideas resultan centrífugas para la dirigencia sindical, especialmente la más abiertamente crítica de la situación de los salarios. Que, por otra parte, tiene sus propios insumos de análisis económico, elaborados por investigadores agrupados en centros de estudios con la función de acercarles una perspectiva para delinear sus posiciones políticas. Suelen ver en el comportamiento empresarial los orígenes de algunos problemas de la economía, por lo que análogamente a lo que ocurre con los economistas del establishment, quedan inhibidos de acercar posiciones.

 

 

 

Una política a la altura

El problema comienza por la política económica del gobierno, que es la que genera los estragos a los cuales cada clase responde a su manera. La pérdida constante de reservas conduce a las restricciones que dificultan la operación de la producción y la necesidad de acordar con el FMI. Por otra parte, las devaluaciones periódicas le dan aliento a la inflación que merma la recomposición salarial, con el agravante de que el esquema de retenciones favorece el encarecimiento de los alimentos. Nada permite inferir que esto vaya a cambiar. A pesar de las recurrentes observaciones que recibe la precariedad de la macroeconomía, el gobierno mantiene una fe pertinaz en que con el extravío puede llegar a algo.

Mientras esta situación no se revierta, el oficialismo está condenado a administrar una crisis que no reconoce. Tal es su negligencia, que a la par que se acentúan las limitaciones de la economía, más insisten los allegados a Alberto Fernández en organizar operaciones de prensa para mostrar su peso propio como dirigente diferenciado de Cristina Kirchner. Y más atractivo pierde para los votantes, porque lo que permitió el triunfo del Frente de Todos en las elecciones de 2019 fue la promesa de la recuperación del bienestar perdido con Mauricio Macri.

El rol que tuvo la figura de Alberto fue el de dotar de accesibilidad a la fórmula para el electorado. Sin embargo, la tarea histórica se ignora y crece en importancia una veneración de las personas incompatible con las necesidades colectivas. Esto de nada le sirve al país. Tal situación es advertida por el resto del Frente de Todos, pero de momento el problema es reducido a una cuestión de candidaturas y a defender la gravitación política de Cristina. Eso es algo que no está en discusión, por más que así lo sugieran las operaciones de prensa presidenciales, porque la Vicepresidenta muestra en todas sus apariciones cierta comprensión de las necesidades políticas, principalmente las de la economía, y la avala su paso por el gobierno. Al revés ocurre con Alberto.

No obstante, el kirchnerismo tampoco está exento de limitaciones. Sus principales ideas versan sobre mejoras para los trabajadores, pero no se enfatiza en la necesidad de una transformación general de la estructura económica argentina. En cierto sentido son un resultado de demandas latentes, más que de una perspectiva integral sobre el tema. En cuanto las limitaciones estructurales presionen sobre los avances logrados, la vigencia del programa se agota.

La voluntad política que tiene la actual oposición para degradar lo existente, de la cual hizo gala recientemente Patricia Bullrich al referirse a la economía –con dificultad para utilizar un vocabulario que le es esquivo en un programa de televisión–, prueba que el peligro del retroceso está vigente. Frente a esto ya no se necesita un dique de contención, sino una superación de la situación general. Y no se puede ignorar la necesidad de concebir una política económica que esté a la altura del objetivo que se pretende alcanzar.

Rehacer el Frente de Todos, comprendiendo las necesidades orgánicas de las clases sociales para integrarlas dentro de un mismo programa y sin limitarse a la evocación de un pasado mejor, es necesario para dejar atrás la superestructura ideológica que conduce al estancamiento económico, de la que la praxis actual es el último producto.

 

 

 

 

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