La pelota no se calla
La conquista de la selección en Qatar, con detalles que ninguna cámara fue capaz de captar
Esta historia argentina contiene un final que nos gustó a todos, excepto al Sportivo “Cuanto peor mejor”. Seguramente porque tuvo que aguardar 36 años para volver a ser reinterpretada, con veintipico de jugadores como protagonistas en un estadio de Qatar y con millones de seguidores felices de todo el país. Los periodistas deportivos Alejandro Wall y Gastón Edul escribieron La Tercera (Desde adentro y desde afuera, la historia de cómo la Argentina y Messi ganaron la Copa del Mundo). El pasado sábado 18 se cumplieron tres meses de la final con Francia. La fuerte aceptación que tuvo el libro y el furor que despertó esta semana la presentación del equipo en Buenos Aires corroboran que el acontecimiento sigue vivo.
Memoria en caliente, crónica urgente, se trata del análisis de dos especialistas que, casi sin parar la pelota, se permitieron ver un poco más allá. En fin: literatura periodística que incluye gritos y cantos. Todo lo que Wall y Edul cuentan, informan, recuperan, explican, infieren, vale doble porque ellos estuvieron en el lugar en donde ocurrió todo. Desde un escritorio de la zona de prensa gráfica, Wall (durante esas semanas editó Correo Qatarí para Tiempo Argentino) pudo camuflarse y festejar como un hincha más. De saco y corbata, frente a las cámaras de TyC Sports, Edul celebraba más discretamente, pero ardía por dentro y conseguía una exclusiva soñada. Fue delante suyo que Messi, ya muy próximo a convertirse en campeón del mundo, pronunció unas palabras que recorrieron el mundo, se transformaron en título, en zócalo, en frase popular y poco más adelante en meme, grafitti callejero, leyenda de camión, remera o tapa de cuaderno: “Que mirá, ¿bobo? Andá pa ya, bobo”. Ya con el título en el bolsillo, tuvo otra entrevista con el capitán que cortejaba a la copa.
Son doce los emotivos, vibrantes capítulos del libro, con un par de bonus: un poster gigantesco del plantel y un cuadernillo de ocho páginas y 32 fotografías a color. Otro diferencial es el prólogo de Ezequiel Fernández Moores. Desde tierra de emires y jeques, el especialista pone en el tapete una de sus investigaciones recientes: los procedimientos villanos de la FIFA, aquellos que en el 2010 decidieron a fuerza de incentivos espurios y otros complots que Qatar fuera sede del mundial de fútbol del 2022. Quien además fue testigo de los mundiales de 1978 y 1986 agrega sobre los autores: “Wall viajó a Qatar para seguir haciendo periodismo: él es escuchar, pensar y escribir. El trabajo de Edul, bien cerca de la selección, es una gema en un medio mucho más complejo, como es la televisión”.
Lo cierto es que W. y E. tuvieron que dejar de lado rápidamente la razonable euforia por el histórico título y pusieron manos a la obra. Lo que generaron (con edición de Planeta) es un documento impecablemente resuelto, al punto que uno –lector y seguidor gozoso de esta victoria– vuelve a ver los siete partidos. A menos que habite en otro planeta, cualquier argentino vio en televisión ya cientos (o miles) de veces las principales escenas y, en especial, una y otra vez, los goles. A los autores les tocó superar un partido muy chivo: jugaban nada menos que contra la superstición de que una imagen vale tanto como mil palabras. Para contrarrestarla contaron con el agradecido género de la crónica y con variados registros de escritura. En el libro se consigna, negro sobre blanco, la descripción minuciosa de los casi 700 minutos arduamente trajinados por la selección. Sin crear imaginarios fuera de lugar, lejos de cualquier fantasía, W. y E. vieron, anotaron, recordaron y contaron con el respaldo de una narrativa de cercanía y un acercamiento a detalles mínimos que ninguna cámara fue capaz de captar. La descripción de los 15 goles marcados durante el torneo está tan colmada de detalles que parece que esos párrafos estuvieron dictados por la mismísima pelota, ese artefacto al que con tanta pertenencia Quique Wolf (ex jugador y ahora comentarista) rebautizó como “la caprichosa”. Todo buen futbolero sabe que, a veces, la pelota le agradece a quienes la tratan bien. Ya en otra ocasión agradeció eternamente al filósofo de la universidad de Villa Fiorito que dijo que “la pelota no se mancha”.
Y entonces fue mundial
En el libro conviven la información y la opinión, en tranquila asociación con la cita textual, la declaración picante y el apunte de color. El pulso vuelve a sensibilizarse por el lujoso relato de los goles que, si vale la comparación, podría alternar con cualquier floreo verbal de Víctor Hugo Morales. Otros momentos son igualmente trascendentes y ricos. A saber:
- Los 31 pases (ni uno más, ni uno menos) que, en la final, precedieron al penal a Di María, convertido por Messi.
- La arenga capitana de Messi en el entretiempo del partido con México.
- La estrategia de los miles de argentinos presentes (luego reconocidos como la mejor hinchada del mundial) para confirmar que “somos locales otra vez” y desarrollada a partir del segundo partido.
- El diálogo de corte confesional entre De Paul y Scaloni antes del partido con Países Bajos. Como un sacerdote de barrio, el padre Scaloni escuchó la confesión de Rodrigo, su hijo lesionado: “Me duele, pero puedo jugar”.
- El modo en que el equipo se fue afianzando y encontrando y lo útiles que fueron para alcanzar ese objetivo de unión las rondas de mate y truco, las charlas infinitas y algún que otro asado.
- La historia del Dibu Martínez y su psicólogo, al que consultó en pleno torneo.
- La búsqueda en redes sociales del verdadero origen del neologismo Scaloneta, con el agregado de otro de prosapia filosófica, el Scalonismo. La pesquisa reveló que puede haber más de un titular del copyright.
- y E. ponen en palabras lo que a cualquiera de nosotros nos pasó mirando la final, desde el minuto 77 y 13 segundos al minuto 80 y 59 segundos, un momento tan breve como un suspiro largo, pero en el que pasó, y nos pasó, de todo. La selección de fútbol ganaba 2 a 0 con comodidad y de un baile histórico ingresamos a un túnel iluminado por Edesur. Del Muchachooooos a La Marsellesa con Mbappé dirigiendo el coro.
Pero, ya se sabe, el fútbol tiene esas cosas que, allá lejos, un inspirado y recordado escriba definió como dinámica de lo impensado. Al lado del árbitro polaco, Lionel Messi advirtió que esa moneda que ya volaba por el aire caería, inevitablemente, a sus pies. Ahí sonrió una vez más y entendió que a este campeonato no se lo sacaba nadie.
--------------------------------
Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí