La semana pasada almorcé con un empresario pyme que quería hablar de las perspectivas para la industria. Sólo sabía que era coreano y había comprado una marca inactiva pero muy conocida. Me habían hablado de su eTermo, creado por el ganador de un concurso de diseño industrial, de 21 años, que calienta el agua y luego la conserva, que obtuvo un premio en Alemania. Su tapa es el mate, y la bombilla se esconde en el mango. Ese sólo producto ya facturó más que toda su línea de electrodomésticos el año anterior, y se exporta a diversos países.
Se llama Dante Choi, llegó al país a los 12 años y en la sede de su empresa en Palermo Viejo una de las primeras cosas imposibles de ignorar es la gigantografía de un cucharón artesanal. Lo hizo su padre con un recorte de metal que encontró tirado, en el campo de concentración en que lo confinaron los ocupantes estadounidenses luego de la guerra entre las dos Coreas. Durante la Segunda Guerra Mundial, los japoneses lo había tomado como esclavo en una mina, en la que estuvo tres años sin ver el sol. Llegaron a la Argentina en plena dictadura y pusieron sus pocos ahorros para comprar una vivienda del Plan Fonavi en Fuerte Apache, de la que los militares los desalojaron en forma violenta, con poco más que lo puesto.
Trabajó en una empresa coreana, hasta que en noviembre de 2003 compró la marca Peabody y se largó por su cuenta. Tiene una hija de 25 años, que se recibió de arquitecta y un pibito de 4, ambos de madres argentinas. Sin embargo, sigue muy vinculado a la cultura y la historia de Corea y el proyecto que más lo entusiasma es la instalación de la réplica número 43 de la estatua que ilustra esta nota, la niña de la silla, inspirada por la terrible historia de las mujeres coreanas que el ejército imperial japonés redujo a la esclavitud sexual. Las Abuelas de Plaza de Mayo, que son de la misma generación que esas mujeres, ofrecieron el espacio de su casa en la EXMA.
A lo largo de la conversación, Dante hizo varias referencias a conciertos y concursos musicales que su empresa auspicia, como la Academia Bach, que el organista Mario Videla creó hace 40 años. A la tercera le pregunté por su relación con la música. Me dijo que había estudiado piano muchos años y entre sus preferidos mencionó a Bach, lo cual no dejó espacio para cualquier otro tema, salvo un par de referencias literarias a Kafka y Tolstoi sobre el sentido de la vida, por el que se interroga. Cree tener la mayor colección de long-plays de música clásica que existe en el país, cosa que espero comprobar.
Cuando se trata de Bach hay un consenso en el último medio siglo, que entroniza al canadiense Glenn Gould como el intérprete insuperable de su obra para piano. Sin desconocer en absoluto su prodigiosa digitación, nunca fue mi preferido. Pero Dante Choi me hizo una observación que no se me había ocurrido: es como si golpeara el piano con un martillo. Su favorito es el húngaro András Schiff, para quien el piano es un instrumento de cuerdas y como tal lo toca. Aquí podés escuchar a los dos y formarte tu propia opinión. Y para cerrar, la estadounidense Rosalyn Tureck, que es quien más me gusta a mi, tal vez porque cada vez que se sienta al piano vuelvo a escuchar el tecleteo de la máquina de escribir de mi viejo, que la escuchaba mientras escribía sus novelas en la casa familiar en un pueblo de la provincia de Buenos Aires
Gracias por la sorpresa, Dante Choi.
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