Cuando un gobierno enuncia una política como único camino, nos enfrentamos a un acto autoritario
“Mi convicción es que estamos recorriendo el único camino posible para salir del estancamiento, buscando siempre evitar una gran crisis económica, que nos haría retroceder y dañaría a todos (…) Frente a esta nueva situación y de manera preventiva he decidido iniciar conversaciones con el Fondo Monetario Internacional para que nos otorgue una línea de apoyo financiero”.
Palabras del Presidente Macri desde Casa Rosada, el martes 8 de mayo de 2018.
El destino y la encrucijada
El cruce de caminos era el lugar en el que antiguamente el héroe de la aristocracia guerrera definía la moralidad del destino que le había sido decretado al nacer. Vivir, entonces, era elegir entre la virtud o el vicio que correspondían a honrar o deshonrar al destino dado. La virtud del guerrero era el coraje, la del gobernante el ser justo. Y ambos para ser virtuosos debían haberse enfrentado a la posibilidad de no serlo. El guerrero debía honrar su virtud en la batalla evitando el ser cobarde. El gobernante debía honrar su virtud en el gobierno, evitando el ser injusto. Por eso la vida ética exigía enfrentar situaciones en las que se abrían dos caminos: esa encrucijada era el tríodo.
El significado moral de esa encrucijada de caminos, a diferencia de los senderos que se bifurcan en el cuento de Borges, emergía en un tiempo dado y no en una trama simultánea de infinitas series de tiempos que abarcara todas las posibilidades. El carácter ético de la vida sólo podía realizarse al tomar uno de los caminos. La simultaneidad de los tiempos de todos los mortales sólo era accesible a los dioses del Olimpo. Pero los héroes como Hércules, según relata Pródico de Ceos, estaban condenados a elegir entre maldad y virtud.
La más antigua referencia a la sucesiva construcción de ese mitema, sin considerar en ello a los caminos bíblicos, es la que Hesíodo presenta en Trabajos y Días (s.VIII-VII aC). Allí se considera al trabajo como el único medio de evitar la pobreza y el hambre que causa la necedad y la injusticia de la naturaleza humana. El poema advierte que el camino de la maldad es llano y en él se puede tomar en modo fácil lo que uno quiere; pero que el camino del bien es empinado y áspero al comienzo aunque grato al alcanzar su cima en la que mora la virtud. Pero si Hesíodo sólo presenta la figura de dos caminos, se atribuye a la creación pitagórica de la “Y” (i griega), a partir del alfabeto fenicio, la vinculación entre la misma y el tríodo como lugar de elección entre vicio y virtud.
Una reformulación del mito de la encrucijada es la de la tragedia de Edipo Rey. Edipo había llegado a ser un buen soberano después de haber resuelto el enigma de la Esfinge liberando a los tebanos de la carga de sus tributos, pero su tragedia y la de su estirpe será la de no haber evitado la fatalidad viciosa de su odio y de su amor. Cuando después de consultar al oráculo llega al tríodo en el que se unían el camino de Delfos y el de Daulia, teniendo presente su profecía de perdición aunque sabiendo que el futuro del oráculo se abría a las decisiones de los hombres, Edipo enfrenta el dilema del camino correcto. Evita volver a Corinto, creyendo que allí se perdería, pero al tomar el camino a Tebas inicia con su ira la consumación de su drama al matar a su padre y dirigirse al encuentro del deseo prohibido de yacer con su madre.
Muchos siglos después, ya en el Renacimiento, los brazos del tríodo de la “Y” pitagórica serán uno estrecho para el camino de la virtud y uno más ancho para el camino de la perdición (adelantemos que si el brazo ancho de la “Y” alcanza su anchura máxima en relación a la estrechez del otro, éste termina desapareciendo y sólo quedará un único camino a seguir). Al final de cada brazo se alcanzaban distintos escenarios de premio o castigo, como ilustraba la marca cambiada que el impresor Jean Crespin de Ginebra usó entre 1556 y 1558 con el nombre de Johannes Philadelpho para sus ediciones contrahechas (no auténticas) y falsas.
Volver al Infierno
Toda esa moral implícita en el pensamiento mítico de la encrucijada del héroe, pasó a convertirse desde Aristóteles en la ética entendida como teoría de la acción correcta: un campo de reflexión sobre problemas que habrán de ser al menos dilemáticos, esto es, tener dos alternativas posibles, ya que ante un único camino a seguir carece de sentido decir que hay un problema. Pero la existencia de un problema ético no supone tan sólo la presencia de dos respuestas –o razones— posibles, sino a la vez, y en modo indisociable, la presunción de dos sujetos razonando y, por tanto, la existencia de los otros.
Por eso es que toda propuesta política de camino único es inmoral ya que no reconoce la existencia del otro. El gobernante que propone un único camino para las políticas públicas es un gobernante autoritario que no puede ser justo. Aunque no se trate del tradicional formato de totalitarismos y dictaduras, las políticas públicas que se proponen desde el pragmatismo neoliberal son inmorales por contrarias al respeto virtuoso de los derechos humanos cuando postulan como acción única e inevitable el mercantilismo de desigualdades, desprotección y sufrimiento que impone el capitalismo tardío en su etapa financiera y que recorre las democracias liberales del mundo. Por eso es que la memoria del sufrimiento se expande hoy en la Argentina con la triste angustia renovada de unos, la esquiva desilusión ambigua de otros, y la despreocupada indiferencia ajena de unos pocos.
El recurrir a un prestador de última instancia como único camino no es una decisión moralmente legítima. Tampoco lo es la presentación como necesidad única de una reducción del gasto público que se presenta en modo exento de otras acciones. Cualquier ciudadano suficientemente informado, sin tener un conocimiento especializado en economía, sabe que la reducción del gasto público como vía a seguir después de haber tomado como único camino el solicitar un préstamo al FMI, se acompaña de todos los senderos que confluyen en esa vía ancha del ajuste: la precariedad laboral con reducción de las indemnizaciones, los despidos de trabajadores del Estado, la reducción de los montos jubilatorios, la reducción del sueldo promedio, la privatización de las empresas públicas, la reducción del presupuesto en educación y salud, etc.
Pero ese no es el único camino, cualquiera se da cuenta. Un análisis que comparten muchos economistas sostiene que el problema central no es el del déficit fiscal, como señala el Presidente, sino el del frente externo, el déficit en la balanza comercial, el desbalance en los dólares y no en los pesos, etc. Y hablan por eso de otro camino que puede seguirse. Pero cuando un gobierno enuncia una política pública como único camino, siempre nos enfrentamos al acto autoritario de quien ha decidido por los otros. El problema es que las decisiones del camino único terminan en una puerta que en el fondo se abre al dolor y el sufrimiento.
El 16 de agosto de 1880, una carta del Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes de Francia, Jules Ferry, le pedía a Auguste Rodin la realización de una puerta que representara a la Divina Comedia del Dante. A partir de entonces y hasta su muerte en 1917, Rodin realizó numerosos dibujos, moldes y maquetas de aquella obra que sería conocida como La Puerta del Infierno. En su cúspide, tres sombras señalaban las palabras del dintel dantesco: “Por mí se va a la ciudad doliente; por mí se va a las penas eternas (…) Vosotros, los que entráis, abandonad aquí toda esperanza”. Debajo de ellas, la figura de El Pensador que acaso piensa, con su copia de nuestra Plaza de los dos Congresos, si en la justicia de los dos caminos no se han invertido las puertas de destino de los caminantes de una y otra vía.
- La ilustración principal es un detalle de la obra de Auguste Rodin, 'La Porte de l’Enfer', 1880/1917.
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