Caos y orden
Convergencia entre el atentado a la Vicepresidenta y el ataque al sindicalismo
La conmoción ocasionada por el intento fallido de asesinar a la Vicepresidenta de la Nación generó un llamado de atención sobre el tipo de desbordes a los cuales conducen las agresiones permanentes sobre una figura política, como las que sufre CFK desde hace ya más de una década. Si bien se produjo alguna expectativa de que ese momento pudiese servir para una reflexión de parte de los denostadores del kirchnerismo, no debería esperarse tal reacción. Los opositores actuales exhiben en su comportamiento una inclinación por menoscabar el bienestar material de la mayoría de la población argentina, la cual se volvió el principal rasgo de su identidad.
Algunos análisis destacan, justamente, que no se muestran intenciones de amortiguar la intensidad de la confrontación. De manera que el llamado no correspondido a la buena voluntad no debe ser desplazado por la verdadera tarea: evaluar cuáles son los intereses en discusión para extraer conclusiones sobre los cursos de acción posibles, teniendo en cuenta el estado de desconcierto de los trabajadores argentinos ante el deterioro de sus condiciones de vida y la agresión que reciben de la política. En este sentido, vale recordar y resaltar los vínculos de diferentes sucesos que, en forma simultánea pero independiente, tuvieron lugar de modo sincrónico el 17 de agosto. Uno fue la movilización que la CGT realizó “contra la inflación”; el otro, la aparición en escena el Movimiento Empresarial Antibloqueo para desbaratar un legítimo reclamo de los trabajadores.
La distribución consolidada
En el acto de la CGT –de una concurrencia realmente numerosa, al punto de que no parece que haya otra organización con tal capacidad de convocatoria– se actuó para evitar la proliferación de evidencias de tensión y desacuerdos internos, en lugar de manifestar una consigna clara. Se entiende que una movilización de esas características debería servir para buscar la resolución de conflictos, comenzando por su expresión. El reclamo que se enunció es que el Presidente Alberto Fernández ponga límites sobre los formadores de precios, aduciendo que no se controla la cadena de comercialización y que los precios se sobrecargan en las etapas intermedias del proceso de llegada al lugar de venta, solamente por la codicia de los intermediarios.
Llama la atención que esta sea la manera en la que los representantes sindicales entienden la distribución del ingreso. En el trabajo publicado por FLACSO titulado “La distribución del ingreso en su etapa actual”, queda en evidencia que en 2021, con la recuperación de la economía, cayó la masa salarial medida en precios constantes con respecto al año anterior, mientras que se incrementaron el Excedente Bruto de Explotación (Al EBE –que lo mide el INDEC– se lo define como el ingreso nacional que es apropiado, a grandes rasgos, por las empresas y los rentistas) y los ingresos por cuentapropismo. El deterioro es más evidente con respecto a 2016, puesto que la masa salarial pasa de ser de aproximadamente 21.000 millones de pesos a valores de 2021, a 16.000 millones para el año pasado, sin que cambie significativamente la cantidad de puestos de trabajo que conforman la medición, mientras que el EBE se eleva de 16.000 millones a 18.000 millones. Las principales dos ramas en las que se acentúa esta tendencia son la industria manufacturera y la actividad comercial. Tratándose de dos actividades vinculadas directamente al mercado interno, esto permite observar que el crecimiento de la economía y el de las ganancias mismo encontrará su límite en cuanto el poder de compra existente con esta masa salarial se agote y deje de incrementarse.
Sobre la base de estos datos, se puede inferir que se consolidó una distribución del ingreso en la que las actividades que más potencial tienen de crecimiento son las asociadas a la exportación y las de menor elasticidad-ingreso, aquellas en las que se producen bienes primordiales para la vida, dejando al resto del país en una decadencia inerte. Incluso las industrias del segundo tipo se verán limitadas por el deterioro del nivel de vida que seguramente se produzca si, por continuar estos niveles de inflación, los salarios comienzan a rezagarse aún más. Se trata de una pasividad de la política económica que es absurdo atribuir a una falta de control sobre la cadena de comercialización. Marchar para descomprimir las tensiones sin apuntar a sus orígenes y enunciar discursos signados por la vaguedad socava la efectividad de esta forma de protesta, agravando el problema que se pretende resolver.
En cuanto al Movimiento Empresarial Antibloqueo (MEAB), irrumpió ese mismo día en el conflicto que se desató en la empresa Lácteos Vidal. Actuó haciendo circular un video para difamar a trabajadores que estaban protestando por razones asociadas a despidos e incongruencias entre las tareas realizadas y los salarios pagados. Patrocinado por la abogada macrista Florencia Arietto, de cercanía con Patricia Bullrich, el MEAB es una organización creada en 2020 con el objetivo específico de denostar a los trabajadores que osen movilizarse para defender su posición en la distribución del ingreso.
También en esa fecha, el periodista Carlos Pagni escribió en su columna de La Nación que uno de los principales objetivos de Juntos por el Cambio, en caso de volver al poder, es el de impulsar una reforma laboral que, mediante la modificación del sistema de obras sociales y la Ley de Contrato de Trabajo vigente –sancionada en 1974– se liquide al sindicalismo. El ilustrado Mauricio Macri ve a esa normativa como un escollo incompatible con el desarrollo económico. Dejó en claro su postura recurriendo a asimilar la supresión que postula con la necesidad de sacrificar a un caballo mancado, analogía que fue muy reproducida desde entonces. Otro columnista del diario, Francisco Olivera, relató el sábado 20 de agosto que Macri cree que de presentarse en 2023 su victoria es segura, y sostiene que esta vez su política tiene que llevarse adelante sin limitaciones, atribuyéndole la frase: “Yo no estoy para acordar con el 70%, sino para hacer lo que haya que hacer”. De esta manera, acentúa su intransigencia frente a Horacio Rodríguez Larreta, quien manifiesta la intención de acordar con quienes concentran los votos ajenos, de ese 70%, para poder gobernar. Como le gusta decir a Pagni sobre CFK, comparándola con los Borbones de la Restauración: no aprendieron nada, ni se olvidaron de nada.
El sostén de una hegemonía
En el comportamiento del sindicalismo argentino sale a la luz un rasgo que es común al de los sectores encolumnados con CFK: ante la agresión y la amenaza indisimuladas que efectúa la derecha, que avanza contra sus dirigentes para borrarlos del mapa de la política y la historia, responden con confusión y desorientación. Por el lado de los primeros, sobresale el pedido al Presidente de la Nación de un mayor control sobre los formadores de precios, algo que no es el origen del problema. Por el de los segundos, se le pide sensatez y racionalidad a un sector político que prueba que no tiene ningún interés en conciliar sus posiciones con los intereses de la sociedad sobre la que actúan. La debilidad de estas actitudes defensivas es la que le permite a la derecha continuar avanzando con una dirigencia tan carente de reflejos. Los dos interrogantes que surgen son: cómo organizarse para afrontar los problemas que el país atraviesa y cuáles son los límites del ataque hacia una forma de hacer política que sea inclusiva con la población nacional.
En una investigación titulada Caos y orden en el sistema-mundo moderno, un trabajo realizado por un conjunto de académicos coordinados por los sociólogos Giovanni Arrighi y Beverly J. Silver, los autores sostienen que, en la historia del capitalismo, la consolidación de las potencias hegemónicas en su posición de superioridad sobre otros Estados estuvo impulsada por bloques sociales. Estos bloques sociales se conformaron entre un conjunto de clases beneficiadas por la expansión económica y clases subordinadas que participaban de la explotación del grupo rezagado, el que no accedía a los beneficios del crecimiento económico. Este proceso se sostenía hasta que la intensidad del conflicto y la aparición de una declinación económica, engendrada en las contradicciones del propio sistema, provocaban una resistencia disfuncional. Para proseguir con la acumulación capitalista, era necesario cooptar a los grupos resistentes, cediendo ante sus demandas. Así ocurrió en Inglaterra a finales del siglo XIX, y especialmente en Estados Unidos al terminar la Segunda Guerra Mundial, época en la que se consolidó el consumo de masas de trabajadores prósperos, que comenzaron a disfrutar de un bienestar impensado para la humanidad de un siglo atrás.
El paralelismo que tiene la disputa hegemónica entre naciones con la disputa hegemónica entre fuerzas políticas al interior de una nación es que siempre es necesaria la aceptación política de la vida material que se busca establecer. Si en la Argentina la derecha continúa avanzando y las fuerzas sociales que resisten la agresión limitan este avance, pero no lo detienen, el país se encuentra frente al riesgo de ingresar en lo que Arrighi y Silver denominan un “círculo vicioso”, en el que las relaciones intranacionales se deterioran por efecto de una confrontación permanente sin perspectivas de resolución. El pedido de los 12 años de prisión para CFK, los disparos fallidos del atentado y el anuncio de la avanzada contra el sindicalismo deberían hacer ver que es momento de levantar la guardia contra una Argentina de caos, y superarla con una Argentina de orden. Para esto es necesario que las fuerzas políticas que conservan la identificación con el kirchnerismo puedan coludir con los espacios del sindicalismo para proponer una acción concertada que modifique el estado de la economía y de la disputa política en favor de una sociedad nueva, en la que la derecha disfuncional de hoy carezca de lugar. De no surgir esta construcción, la tensión y el deterioro pueden permanecer indefinidamente. Y de eso, entre 1976 y 2001 ya tuvimos bastante.
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