La renuncia del ministro de Economía Martín Guzmán, difundida mientras Cristina hablaba ayer en Ensenada, ratifica algo que debería haber sido obvio desde el primer día: la imposibilidad de llevar adelante políticas que no sean compartidas y/o respaldadas por la conductora del Frente de Todos, para quien el intendente Mario Secco pidió respeto, luego de recordar que gracias a ella el peronismo está en el gobierno. Guzmán firmó un texto triunfalista y autocelebratorio, difícil de conciliar con un alejamiento.
También el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Tomás Massa, reclamaba el cambio de una política cuyos resultados acercan la inflación anual a los tres dígitos. Su planteo era mucho más amplio y reclamaba una reorganización general del gobierno, no sólo económica sino también política. Massa sufría en la cancha de Tigre cuando se conoció que Guzmán se rendía a la evidencia. Por una vez, el ex ministro lo primereó, pero el que ríe último ríe mejor.
Días después de la presentación de la Vicepresidenta en una universidad chaqueña, un allegado le preguntó si consideraba la posibilidad de ser candidata a la presidencia el año próximo. “Por ahora, no”, fue la parca respuesta. La cuestión tomó dimensión pública, cuando el senador José Mayans dijo que debería serlo porque tiene la experiencia y el respaldo popular imprescindibles para gobernar la Argentina, y el Cuervo Larroque agregó que nadie más podría recrear la esperanza y enfrentar a los poderosos.
Al llegar a Ensenada CFK fue recibida con el cántico “Cristina Presidenta”. Pero quienes conocen de cerca sus sentimientos entienden que no aspira a ocupar por tercera vez el Poder Ejecutivo. No obstante, la frase también indica que no está segura de poder evitarlo. Al concluir el acto de ayer dijo que su única ambición era que quienes “hoy tienen responsabilidades más altas hagan ganar al peronismo en 2023, como hice yo en 2019”. No hace falta aclarar a quién se refería ni qué le sugería.
Tampoco es una novedad su desprendimiento personal. En 2015 rechazó la posibilidad de encabezar la nómina de la provincia de Buenos Aires para la Cámara de Diputados. En 2017, recién a último momento decidió presentar su candidatura al Senado. En 2019 integró la fórmula presidencial, pero cedió el primer lugar a su ex jefe de gabinete. El acto de ayer en Ensenada en el aniversario de la muerte de Perón muestra su decisión de participar en forma cada vez más activa en las decisiones políticas pendientes, pero no resuelve la incógnita sobre su rol electoral. Alguien debería ayudarle al Presidente a entender que Cristina desea ayudarlo a salir del marasmo en que está sumido el gobierno de ambos.
Una candidatura fallida
A pocos meses de ser reelecta en 2011 con el mejor resultado después del de Perón en 1973, Cristina recibió un duro golpe con el accidente ferroviario de la estación Once, en febrero de 2012. Pese a que se probó en la causa judicial que el choque contra los paragolpes de la estación se debió a un error del maquinista y no al mal funcionamiento del freno, quedó instalada la idea de que ese medio centenar de muertes eran responsabilidad del gobierno, lo cual se expresó en la vistosa consigna “la corrupción mata”. En junio, la secretaría de Transporte fue transferida al Ministerio del Interior, que ocupaba el contador de Chivilcoy Florencio Randazzo, y dotada de un enorme presupuesto para la renovación de material rodante e infraestructura ferroviaria. La madre de una de las víctimas comenzó una carrera política en el PRO.
Los resultados electorales de 2013 desvanecieron la hipótesis de una reforma constitucional que permitiera una nueva elección de la Presidenta en 2015. El gobierno alentó en cambio la Fantasía Randazzo, que a poco se redujo a un fantasma. Wado de Pedro era el encargado de transmitirle las recomendaciones de Cristina. Primera y principal: que se abstuviera de ataques personales contra el gobernador bonaerense Daniel Scioli. Con una envidiable seguridad en sí mismo, Randazzo hacía todo lo contrario. En medio de risotadas soeces llegó a decir que con Scioli “el proyecto quedaría manco”. Es difícil encontrar una frase más repulsiva.
Con cada una de esas intervenciones subían los índices de aprobación de Scioli, hasta que Cristina se allanó a su candidatura. Randazzo tuvo un ataque de nervios. Cristina le ofreció que compitiera por la gobernación de Buenos Aires, pero Randazzo se negó. Le parecía poco para él. En un último intento, CFK le ofreció que enfrentara en primarias a Scioli y Carlos Zannini por la presidencia, con Axel Kicillof como candidato a vice. En medio de lágrimas y reproches, Randazzo se retiró ofendido.
Se dice de mí
Ante el riesgo de que la desconocida María Eugenia Vidal se alzara con la gobernación bonaerense, Cristina recibió la sugerencia de encabezar la lista de candidatos a la Cámara de Diputados por la provincia de Buenos Aires.
—Noooo. Van a decir que estoy buscando fueros —lo descartó.
—¿Y qué no han dicho ya de vos? No depende de lo que hagas. Además, ¿no sabés que en cuanto termine tu gobierno te van a perseguir a sol y a sombra?
Así fue. Tan temprano como el 3 de enero de 2016 describí ese operativo en una nota que se perdió entre las olas y la arena del verano.
Cristina fue acompañada por una multitud bajo la primera lluvia del otoño, a declarar a los tribunales de Retiro, por una de las causas fraguadas en su contra. En un palco improvisado sobre la avenida Comodoro Py lanzó la idea de una unidad ciudadana ante el avance neoliberal sobre los derechos colectivos, “porque hay gente que nunca va a ser kirchnerista y está bien, pero las cuentas hay que pagarlas y los changos los tienen que llenar igual". Dijo que no se callaría ante la persecución judicial y reclamó la libertad de Milagro Sala, que llevaba dos meses privada de su libertad. El Movimiento Carolina comenzaba a recibir los contratos que le quitaron a la Túpac Amaru. Cristina también tuvo palabras críticas para los Pichettos y los Bossios que llegaron al Congreso por el Frente de Todos pero consintieron el despojo de derechos propiciado por el macrismo.
Recién un año después, cuando la Unidad Ciudadana había crecido como una bola de nieve, Cristina aceptó presentarse para el Senado. Sintió que no podía defraudar las expectativas que había despertado en la gente más humilde. La acompañó Jorge Taiana, quien intentó una gestión de último momento para zurcir el desgarro. Cristina le ofreció a Randazzo encabezar la lista de diputados, una movida que también apoyó Alberto. Pero Randazzo exigía la lista completa de diputados. Con ostensible financiamiento del gobierno provincial de María Eugenia Vidal, su objetivo no era ganar la elección sino impedir la victoria de Cristina, aunque se ilusionaba con reunir más que la pijotería del 5,3% que lo prefirió.
La reconstrucción
Como Perón en 1965 en la elección mendocina, Cristina perdió frente al candidato conservador Esteban Bullrich, pero su 37,3% en la principal provincia del país ratificó su centralidad política y electoral. El desafío era sumarle dos años después el 11,3% de Massa y el 5,3% de Randazzo y reconstruir así el 54% con que ella venció en 2011. Alberto puso fin a una década de alejamiento y hostilidad hacia la ex Presidenta y acuñó la consigna: “Sin Cristina no se puede; sólo con Cristina no alcanza”. El 17 de mayo de 2019, cuando ella le anunció que lo acompañaría como candidata a Vicepresidenta, Alberto ya había corregido aquella evaluación.
—¿Por qué, si vos ganás?— le opuso.
--Pero después no me dejan gobernar—replicó la electora.
Esta recapitulación es imprescindible para entender cómo se llegó a la situación actual, en la que la Vicepresidenta marca líneas estratégicas en discursos públicos y Alberto las sigue a regañadientes y afirmando que ya estaban en carpeta, tal como ocurrió en la última semana de junio con las restricciones a la venta de dólares al precio oficial. Es un procedimiento enervante, pero en los primeros días de aplicación las reservas crecieron en casi mil millones de dólares, cosa que no había ocurrido en los años previos y se cumplieron las metas en ese sentido acordadas con el FMI.
El viernes Alberto conmemoró en la CGT el día de Perón, luego de una desgastante negociación. Conversó esa posibilidad con su amigo Héctor Daer. Pero el resto de los secretarios generales se enteraron por una invitación de la presidencia a un encuentro en su propia casa, mientras el gobierno seguía sin resolver sus demandas crematísticas. Fastidiados, decidieron anular la cita. Como Cristina había postergado un día su acto para no superponerse, el desaire de la CGT lo colocaba en una posición de extrema debilidad. Ante la súplica oficial, la CGT puso como condición compartir la convocatoria con el Partido Justicialista (un sello que Alberto tiene sobre su escritorio) y que la representación política fuera menos rala. Aun así, solo asomaron seis gobernadores, dos de los cuales son inequívocamente kirchneristas: Axel Kicillof y Jorge Capitanich.
En sus apuntes sobre la historia del peronismo, Fernández dijo que el poder no pasa por la lapicera sino por la capacidad de convencer a millones de argentinos, como hizo Perón. El humorista riojano Jorge Yoma replicó que Perón tuvo la lapicera más grande de la historia. El solitario bombo del Tula (quien concurrió a la CGT ilusionado con conseguir un sponsor) terminó de darle al encuentro el tono de nostálgica representación de cámara de un pasado irrepetible. Al día siguiente, Cristina dijo en Ensenada que Perón "cazó la lapicera y no la soltó más", y enumeró alguna de las cosas que firmó con ella: estatuto del peón, aguinaldo, justicia del trabajo, vacaciones pagas, reconocimiento legal de las asociaciones profesionales. También leyó un párrafo del manual de conducción política de Perón: "Yo no persuadía a la gente con palabras, sino con hechos y con ejemplos". Claro que convenció a millones, y lo hizo empuñando la lapicera contra los que Evita se pronunció mil veces. En La razón de mi vida escribió: “Mi sectarismo es un desagravio y una reparación. Durante un siglo los privilegiados fueron los explotadores de la clase obrera. ¡Hace falta que eso sea equilibrado con otro siglo en que los privilegiados sean los trabajadores!” ¿Cómo apagar este incendio apasionado hasta reducirlo a una brasa consensualista? En una ironía dirigida a Julián Domínguez, Cristina dijo que incluso Jesucristo algunas cositas tuvo que hacer para que lo siguieran, como la multiplicación de los panes y los peces y la resurrección de los muertos.
Nadie quiere abandonar al Presidente como un náufrago, pero menos hundirse con él. La visita de Daer a Cristina es el símbolo inocultable de esa decisión. La mesa chica cegetista tiene una desconfianza profunda hacia la Vicepresidenta, que es correspondida, pero la suma y la resta son operaciones aritméticas simples, que todos están en condiciones de comprender. Cristina reveló ayer que en ese encuentro le había dicho a Daer que no son posibles sindicatos fuertes con políticas de Estado débiles. La Liga de Gobernadores hoy respalda los cuestionamientos a la política económica. Uno de los motivos debe buscarse en el último documento del Fondo Monetario. El organismo exige una reducción de las transferencias a las provincias, de las jubilaciones y de la obra pública.
La Vicepresidenta también reveló la génesis de su reunión con el economista neoliberal Carlos Melconián, solicitada por la presidenta de la Fundación Mediterránea Pía Astori, y algunos de sus tópicos. En cuanto dijo que Melconián coincidía con Guzmán en cuanto a la incidencia del déficit fiscal en la inflación, se difundió la renuncia del ministro que vino a tranquilizar la economía. Cristina insistió con una idea que viene macerando desde diciembre de 2020, cuando difundió su primer documento sobre las consecuencias de la economía bimonetaria. Ayer dijo que era imprescindible un acuerdo político para encarar la cuestión porque de otro modo nadie podrá gobernar. "Me voy a reunir con quien tenga que reunirme", anunció. El problema que no mencionó es que el único dirigente de la oposición capaz de comprender el problema es Horacio Rodríguez Larreta, pero los dogos de su coalición lo destrozarían si se sentara a discutirlo con Cristina, salvo que pudieran mantenerlo en absoluta reserva hasta lograr algún acuerdo, cosa harto improbable.
Amigos son los amigos
Las denuncias de corrupción nunca probadas y el hostigamiento judicial sirvieron para perseguir a Perón y también a Cristina. La Corte Suprema de Justicia es un instrumento básico de esa tarea. El 21 de junio, por unanimidad, rechazó los recursos y las medidas de prueba que ella propuso en la causa por la obra pública en Santa Cruz. Una reconstrucción del trámite interno señala que
- la apariencia jurídica provino de penalistas colaboradores de Juan Carlos Maqueda, y
- las frases mordaces y despectivas se originaron en la presidencia del tribunal, con aportes de pluma del periodista Silvio Robles.
El viernes 1° de julio, Robles comió en el exquisito restaurante nisei peruano Sipan, en compañía de su amigo Matías Kulfas.
Antes de trabajar con Rosatti, Robles fue vocero de Ricardo Jaime y de José López, otros dos grandes productivistas.
La música que escuché mientras escribía
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