El alemán de Napalpí
El científico que documentó y silenció la masacre de 1924
“Antes de despedirse le regala un ejemplar de lujo del Martín Fierro,
obsequios que Hitler agradece calurosamente,
obligándola a improvisar una traducción al alemán allí mismo”.
Roberto Bolaño, La literatura nazi en América
Da la casualidad que la historia de este país coloca al profesor alemán Robert Lehmann-Nitsche como testigo de muertes violentas. La primera vez fue en 1928, en el momento exacto en el que el poeta platense Francisco López Merino, de sólo 18 años, decide quitarse la vida en el baño del Jockey Club de La Plata, suceso que Jorge Luis Borges inmortalizó en uno de sus versos (“Elogio de la sombra”, de 1969). Y también en una oportunidad anterior, el 19 de julio de 1924 en el paraje El Aguará, en cercanías de la reducción aborigen Napalpí, ubicada en el entonces territorio nacional del Chaco. La masacre fue cometida por fuerzas policiales nacionales, con participación de civiles y bajo órdenes del gobernador Fernando Centeno y supervisión directa del Presidente Marcelo Torcuato de Alvear.
Respecto a la muerte del poeta, Lehmann-Nitsche dio un amplio testimonio ante la Justicia de La Plata. De la masacre del Chaco no dejó ningún registro, salvo unas fotos tomadas delante del aeroplano desde el cual, desde el aire, ese día se disparó y asesinó a miembros de la comunidad Qom.
Al parecer fueron inquietudes científicas las que llevaron al alemán hasta allí para profundizar un estudio sobre mitos y cosmogonías, que luego fue publicado en los anales de la Universidad de La Plata. Lehmann-Nitsche guardó silencio sepulcral hasta su muerte en Alemania en 1938, cuando entre sus diarios conservados en el archivo de la Universidad de Berlín se encontraron las fotos que reflejan la manera en la que se llevó a cabo el exterminio Qom y las razones que condujeron a Nitsche a ser cómplice de lo que había presenciado.
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Aviones de la muerte
Hace pocos días, la Justicia federal dio a conocer la parte dispositiva de la sentencia de la Masacre de Napalpí. En la misma se dictamina que los asesinatos de integrantes de los pueblos Qom, Moqoit y criollos, ocurridos en 1924, constituyen crímenes de lesa humanidad, cometidos bajo responsabilidad del Estado nacional en el marco de un proceso de genocidio contra los pueblos indígenas.
Una de las pruebas que seguramente tendrá en cuenta la jueza Zunilda Niremperger a la hora de presentar sus fundamentos, es aquella introducida por investigadores antropólogos e historiadores en el juicio, referida a las anotaciones de bitácora y fotos conservadas de Robert Lehmann-Nitsche en el archivo de la Universidad de Berlín. Especialmente, al avión utilizado durante la masacre, fotografiado por su equipo, que da cuenta de la mecánica de los hechos (en el dorso de la foto se consigna: “Avión contra levantamiento indígena, 1924”).
Una vez más, como en el '55 durante los bombardeos de la Fusiladora y como en los vuelos de la muerte de 1976/83, desde el cielo y desde los aviones se producen las mecánicas de las matanzas. Durante el juicio, el investigador Alejandro Covello habló sobre el avión de la foto encontrada entre los papeles de Lehmann-Nitsche. Se trataría del primer biplano donado por el Ejército al Aeroclub de Chaco y son varios los testimonios que refieren “al avión que tiraba caramelos” para que los chicos “salieran a buscarlos y a saludar al avión”. De ese modo se podía ubicar en el terreno a la población civil para ejecutarla.
Pero, ¿qué hacía realmente el antropólogo alemán en el momento de la masacre en 1924? ¿Qué vinculo tenía con los asesinatos?
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Heil Jitler
Robert Lehmann-Nitsche nació el 9 de noviembre de 1872 en Radonitz, provincia de Posen (Prusia). En 1893 obtuvo el título de Doctor en Filosofía en la Universidad de Múnich y en 1897 se doctoró en Medicina en la misma casa de estudios. Ese mismo año llegó a la Argentina, contratado por Francisco P. Moreno (1852-1919) para ocupar el puesto de encargado de la Sección Antropológica del Museo de La Plata. Durante los primeros años en el país, se dedicó mayormente a la antropología física. En los años siguientes, se volcó a los estudios folklóricos, lingüísticos, mitológicos y astronómicos. En 1905 fue nombrado profesor titular de la primera cátedra oficial de Antropología de la Argentina, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Sus aportes a la ciencia y a la enseñanza universitaria de la Antropología fueron reconocidos por colegas e instituciones nacionales y del exterior. Durante sus más de treinta años en el país participó de las más importantes instituciones científicas y académicas, además de los espacios vinculados a la comunidad alemana-argentina. En 1929 se jubiló y al año siguiente regresó a Alemania. Murió de cáncer el 8 de abril de 1938 en Berlín.
La sola mención de la presencia de este alemán en la Masacre de Napalpí, y su silencio posterior, han sido fuente de intriga y denostación y han generado interrogantes sobre algún posible grado de participación intelectual. Su figura y su relación de conocimiento respecto a lo sucedido suscitan posicionamientos antagónicos en el espacio académico. A lo largo de las últimas décadas, se lo ha caracterizado o bien como el padre de la antropología argentina o como un villano absoluto, vinculado al proto-nazismo. A tal punto, que algunos lo han considerado un infiltrado en la comunidad alemana argentina al servicio del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (Julián Cáceres Freyre, 1972, GUIAS, 2011).
La mirada epistemológica de Lehmann-Nitsche se movía en el arianismo de época, es decir, una tradición basada en clasificaciones típicamente darwinistas de superioridad, tales como la de “pueblos naturales” (Naturvölker) y “pueblos culturales” (Kulturvölker). Los primeros eran considerados pueblos más atrasados, sin historia escrita y con una mayor cercanía a la naturaleza, ofreciendo por lo tanto una forma de “acceder” al pasado y comprender el camino evolutivo de las poblaciones europeas.
Hasta el momento, las fuentes documentales evidencian que, durante la primera parte del siglo XX, Lehmann-Nitsche mantenía lazos con distintos espacios vinculados a la comunidad alemana de valores antisemitas, con los que colaboró mediante donaciones monetarias a través de recomendaciones de empleo o reivindicando las virtudes del “ser alemán” (así, con la confederación Nacional de Oficiales Alemanes). Esos espacios recurrían a la exaltación de una serie de cualidades presentadas como intrínsecas al pueblo alemán. A todo ello debe sumarse la participación del etnólogo en la obra Ibero-América y Alemania, publicada en 1933 como parte de la propaganda del ascenso del Partido Nacionalsocialista.
Sin embargo, y pese a todos estos antecedentes, como bien sugiere la antropóloga Lena Dávila, Lehmann-Nitsche parece ser más un investigador “complaciente” que un proto-nazi. A diferencia de otros (por ejemplo: Jacques de Mahieu, antropólogo que se refugió en la Argentina y creía que la raza aria tenían sangre vikinga, raza solar poderosa destinada a regir el mundo), Lehmann-Nitsche se mantenía dentro del paradigma cultural, donde convivían el sentimiento humanitario y el utilitarismo científico, propios de la llamada tradición antropológica liberal. De hecho, de lo que sí hay pruebas es que desde 1910, Lehmann-Nitsche venía denunciando maltrato a las poblaciones indígenas, por lo que era de la idea de preservar a esas comunidades en reservas naturales (como en Brasil).
Entonces, ¿por qué Lehmann-Nitsche guardó silencio ante la Masacre de Napalpí, ocurrida ante su vista aquel 19 de julio de 1924?
Ese silencio y complacencia del que da cuenta su registro de bitácora posterior, se explica –para algunos– en tanto la Antropología de la época centraba su análisis principalmente en los aspectos mitológicos, lingüísticos y somáticos, desinteresándose en gran medida por las condiciones de explotación y la violencia ejercida contra estas poblaciones. A ello debe sumarse su apoyo a la creación de reservas para la población indígena, un clima político caracterizado por la actitud represiva del Estado frente a todo aquel que se considerara potencialmente peligroso y la condición de extranjero del antropólogo alemán, que le habría valido el desprecio por parte de algunos miembros de la comunidad académica. Todo ello ponía en juego su credibilidad como académico (Lena Dávila, 2015).
Existe un libro póstumo del escritor platense Gabriel Báñez (1951-2009), editado por La Comuna en 2017, que tematiza la historia de Lehmann-Nitsche y lleva a cabo un ejercicio puramente literario y paroxístico sobre su trayecto en la Argentina y su posible vínculo con el nazismo. Ya en la tapa se puede ver al Führer intentar pasar desapercibido disfrazado de indígena, pero el juego (que trabaja en la línea de Roberto Bolaño en La literatura nazi en América) es crear una versión descabellada y absurda, un pastiche ficcional donde el protagonista emprende una operación absolutamente real. Me refiero a la traducción al alemán de la poesía gauchesca como operación de adecuación cultural –cierta– que obsesionó a Robert Lehmann-Nitsche y lo llevó a traducir el poema Santos Vega (1885), del argentino Rafael Obligado (1851-1920).
Desde ya, la traducción al alemán de la gauchesca no era un juego borgeano, y se imbrica en la misma y ambiciosa tarea que el antropólogo estaba realizando en Napalpí al momento del genocidio. Recoger voces y traducirlas.
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Recogiendo las voces del cielo toba
Lehmann-Nitsche buscaba registrar voces. Voces de los márgenes, de los loqueros, comisarías, hospicios, prostíbulos. Voces de las comunidades originarias. Para capturarlas, muchas veces usaba el recientemente creado fonógrafo, que la antropología de entonces había introducido como tecnología útil de la etnografía. La recolección (casi compulsiva) de material folklórico se dividía en formato escrito y sonoro, siendo esta una de sus líneas de investigación más sistemática y constante en el tiempo.
Así, Lehmann-Nitsche recopiló un vasto corpus documental, que incluyó temas como literatura gauchesca, noticias policiales e históricas, folletos sicalípticos, política nacional e internacional, novelas, piezas teatrales, musicales, manuales de comportamiento social, cuentos y refranes erótico-escatológicos o juegos para niños –Textos eróticos del Río de la Plata (1912), El grupo lingüístico Tshon de los territorios magallánicos (1913), La cosmogonía según los Puelche de la Patagonia (1919), etc.–. A su vez, la procedencia de estos elementos no se limitó a la Argentina, sino que incluyó países limítrofes.
El resultado de la investigación etnográfica de 1922 sobre la cosmovisión telúrica de la población de Napalpí, antes de ser exterminada en 1924, está basado en la misma metodología aplicada a cada una de las mitologías anteriores: se trata de conversar y recoger “las voces de los indígenas o los pobladores cercanos de Napalpí” para tratar de comprender y analizar el papel de los astros, sus representaciones y mitos, a fin de entender su proceder material en la tierra.
Un año antes de la masacre (1923), la Revista del Museo de La Plata publicó los resultados de aquella investigación de campo de Lehmann-Nitsche que se viera interrumpida. El artículo “Mitología Sudamericana. La astronomía de los Tobas” recoge fuentes de dudoso origen o confiabilidad, pues cita tanto a posibles perpetradores (estancieros, policías, etc.) como a miembros de comunidades que ya no viven en la reducción y que manejan el castellano.
De todos modos, aun así el trabajo publicado evidencia parte de la riqueza de la cosmovisión toba de un universo formado en varios planos –celeste, terrestre y subterráneo– vinculados por un largo eje central. Cada uno de ellos, sometido a un Señor o una Pareja Principal que a su vez gobiernan a los Dueños de los animales y plantas, los vivos y los muertos, que habitan o se asocian al mismo, lo que resulta sumamente subversivo y fascinante y –también– parece explicar las razones profundas del asesinato. Dicho de otro modo, es el mecanismo de la ciencia positivista de la época que no alcanza a comprender el acontecimiento oral fantástico, mágico y real, y lo reduce a una mera taxonomía escrita y traducida por el hombre blanco, como límite epistemológico de su mundo (¿otra forma de la aniquilación?).
“Si uno observa bien, detrás de cada limpieza étnica suele haber escondido un poeta”, ha dicho Slavoj Žižek. La presencia del personaje Lehmann-Nitsche revoloteando el genocidio de Napalpí, hace complejo el asunto y me lleva a tomar más en serio aquella provocación del pensador esloveno.
*El autor es escritor y abogado.
Referencias bibliográficas
Ballestero, Diego, “Un exhaustivo documentador de la historia del hombre: Vida y obra de Robert Lehmann‑Nitsche .
Covello, Alejandro, Batallas aéreas. Aviación, política y violencia. Argentina 1910-1955, Ciccus, 2019.
Dávila, Lena, “¿Robert Lehmann-Nitsche, espía nazi infiltrado? Nuevos argumentos para la reconstrucción de su posición político-ideológica”,.
Dávila, Lena, “Robert Lehmann-Nitsche. Pruebas contundentes sobre su presencia en Napalpí en tiempos de la masacre”.
Gómez, Cecilia Paula, “Notas para una cartografía oral del cielo entre los tobas del oeste formoseño”, 2017.
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