Para muestra, un botón
Arbitrariedad judicial ante las pruebas contra empresarios en causas de lesa humanidad
Cuando lo llamaron a indagatoria el mes pasado, Juan Rolando Tasselkraut, ex gerente de producción de Mercedes-Benz acusado de haber entregado a trabajadores de la empresa que fueron secuestrados y desaparecidos durante la dictadura, hizo un solo comentario ante la jueza federal Alicia Vence: dijo que él había salvado la vida de Héctor Aníbal Ratto, único sobreviviente y principal testigo en su contra, al impedir que dos represores de civil se lo llevaran de la fábrica el 12 de agosto de 1977, cuando fue finalmente detenido por uniformados del Ejército tal como Tasselkraut había reclamado a los agentes que se presentaron ese día en la planta de González Catán.
Por todo lo demás, Tasselkraut se remitió a un escrito suyo de 2016, cuando pidió su sobreseimiento a Vence, titular del Juzgado Federal 2 de San Martín, quien en 2013 había procesado a tres ex directivos de otra automotriz multinacional, Ford, por delitos de lesa humanidad. Con la asesoría de su abogado defensor, el ex camarista federal Jorge Valerga Aráoz, el mismo que defiende a Carlos Blaquier, Tasselkraut defendió su supuesta inocencia y no sólo se desligó de la detención ilegal de Ratto sino también de la de Diego Núnez, otro obrero secuestrado al día siguiente en su casa. Ratto había declarado que vio a Tasselkraut entregar la dirección de Núñez a los represores.
Después de varios años sin novedades en la causa, los argumentos del ex gerente de producción convencieron a la jueza, que en abril sobreseyó a Tasselkraut por los casos de siete trabajadores secuestrados de Mercedes-Benz, casi todos ellos desaparecidos. Según Vence, “respecto de los específicos casos ventilados en torno a Tasselkraut (presenció la detención de una de las víctimas y habría aportado información de otra), es una circunstancia que no se presenta siquiera como el presagio de los sucesos acontecidos luego”.
Para la jueza, el testimonio del sobreviviente Ratto no alcanza para dudar sobre la inocencia de Tasselkraut. En su fallo consideró que no hubo “ningún tipo de clandestinidad” en el comportamiento del ex gerente cuando el Ejército se llevó a Ratto de la fábrica. Y desacreditó la denuncia contra Tasselkraut por la entrega del domicilio de Núnez. Con inusitado puntillismo, Vence adujo supuestas contradicciones entre las primeras declaraciones de Ratto en los años ‘80 y las más actuales. “Puede haber matices por el paso del tiempo, pero en lo sustancial acerca de la entrega de la dirección de Núnez, Ratto siempre declaró exactamente lo mismo −aclara Tomás Graffa, abogado del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), uno de los querellantes en la causa−. Su testimonio es una prueba fundamental contra Tasselkraut”.
“Este sobreseimiento es otra señal muy preocupante desde el Poder Judicial en lo que se refiere a la responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad −advierte el secretario de Derechos Humanos (SDH) de la Nación, Horacio Pietragalla Corti−. Este fallo genera impunidad y compromete la responsabilidad internacional del Estado argentino como garante del juzgamiento de los responsables. El impulso urgente de estas causas que involucran actores económicos, que son las que generan las mayores resistencias dentro del Poder Judicial, es prioridad ineludible”.
Otro punto del fallo atacado por las querellas en sus apelaciones es la arbitraria valoración del rol de Tasselkraut en la empresa. “El escrito de la jueza reconoce la vinculación de Mercedes-Benz con la dictadura pero se niega a reconocer y excluye la participación de un funcionario clave de la empresa −dice Victoria Basualdo, investigadora del CONICET y FLACSO y coordinadora de la Unidad especial de investigación de delitos de lesa humanidad cometidos con motivación económica de la SDH, institución querellante en la causa−. Como subraya el recurso de apelación de la SDH, Tasselkraut era la autoridad máxima de la fábrica en el momento de los hechos, tenía el poder de decidir quién ingresaba y quién salía de la planta. En ese punto, las declaraciones de Ratto sobre su propio secuestro en la oficina y en presencia de Tasselkraut son centrales. Y respecto de su poder de decisión, Tasselkraut declaró que fue ‘casi un milagro’ que los represores de civil respetaran su voluntad cuando frenó su ingreso. Pero la prueba acumulada muestra que no fue por milagro, sino porque él tenía un poder fundado en su posición en el orden jerárquico de la empresa, en cuyo marco realizó acciones en forma propia y personal que fueron claves para el proceso represivo. El sobreseimiento cierra la puerta al análisis y el juzgamiento de estas acciones y aportes”.
Los argumentos de la jueza Vence tienen un rulo más. Su fallo desliza que, aun si Tasselkraut hubiera tenido el poder que se le atribuye, eso no bastaría para dudar sobre su inocencia, como sí bastó en el caso de los ex directivos de Ford que ella misma procesó en 2013. Según Vence, en el caso de Ford la portación de cargo jerárquico resultaba incriminatoria porque se había demostrado que esa empresa funcionaba “como accesoria del esqueleto militar”.
En el caso de Mercedes-Benz, en cambio, la jueza valoró que tal nivel de compromiso con la represión no habría sido suficientemente probado. Ese es otro punto atacado por las querellas, que durante décadas acumularon evidencias sobre la responsabilidad estructural de Mercedes-Benz en la represión a sus trabajadores con el fin de erradicar la combatividad sindical que había comenzado a aflorar en la fábrica de González Catán desde antes del golpe de 1976, en el marco de un conflicto creciente entre nuevos representantes de base y la burocracia sindical de SMATA que la automotriz vivió como una amenaza a su productividad. En 2001, durante un Juicio por la Verdad que abordó −sin posibilidad de persecuciones penales− el caso Mercedes-Benz, Tasselkraut fue escueto y poco sutil al referirse a la forma en que ese proceso de radicalización de los trabajadores se había terminado: “Milagros no hay”, les dijo a los jueces.
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