Guerra y lenguaje
La construcción de una narrativa que perpetúa el statu quo
La guerra continúa destruyendo a Ucrania y destripando a una estructura de poder que trasciende fronteras e impregna hasta los últimos confines de un mundo indiferente. El rumor del caos satura la vida cotidiana, pero escapa a la conciencia colectiva. Viene montado en un relato que, utilizando tecnologías de avanzada, deforma y falsea los episodios bélicos hasta producir una “realidad” nueva. Así, esta guerra ilumina el rol de la tecnología en la manipulación de la información y en la construcción de una narrativa que perpetúa el statu quo. Al mismo tiempo, pone al lenguaje en el centro de la escena política mundial y desnuda su rol en la reproducción de las relaciones de poder.
Desde tiempos inmemoriales, la mente humana ha sido un campo de batalla y el lenguaje un instrumento de guerra que, ya sea abierta o solapadamente, reproduce asimetrías de poder de distinta índole entre los individuos y en las sociedades. Este rol ha cristalizado en la formulación de relatos que, según las épocas y las culturas, han legitimado diferentes tipos de relaciones de dominación y control sobre los individuos, los afectos y los bienes; y sobre las sociedades y sus riquezas y recursos naturales. Hoy, la articulación de la narrativa oficial adquiere una virulencia inusitada y deshilacha a los mecanismos utilizados para oscurecer a las relaciones de poder y producir obediencia, más allá de la conciencia individual y colectiva.
Así, la guerra informativa manipula y distorsiona la realidad, al tiempo que muestra cómo la utilización del lenguaje permite simplificar los contenidos de los conceptos, bastardearlos y progresivamente sustituirlos por sus opuestos, sin que esto penetre en la conciencia colectiva. Revela así una función peculiar del lenguaje: si bien permite reflexionar sobre las causas de los problemas que aquejan al mundo, también abre las puertas a la corrosión del pensamiento colectivo, vaciando a las políticas de su contenido y ocultando a los intereses que subyacen a las mismas, cualquiera sea su índole. Cuestionar al relato “oficial” implica, pues, desafiar su rol en el oscurecimiento y naturalización de los conflictos y desentrañar los intereses sectoriales que se ocultan detrás de políticas que, pretendiendo realizar el bien común, reproducen el statu quo.
Ucrania: el lenguaje en la dinámica de la guerra
La semana pasada, el asedio de las tropas rusas a las fuerzas militares de Ucrania que resistían desde las catacumbas de la fábrica Azovstal en Mariupol llegó a su fin con la rendición de los combatientes. Sin embargo, ni el gobierno de Ucrania ni los principales medios de comunicación de Occidente dieron cuenta de esta rendición. Tampoco de la ideología neonazi de sus comandantes y de muchos de los combatientes. En su lugar, “los defensores de Ucrania y de la democracia” fueron “evacuados (…) luego de cumplir las operaciones militares que les fueron asignadas” [1]. Según el Presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, “se tomó la decisión de disminuir las operaciones de combate (…) nuestros militares y nuestros oficiales de inteligencia (…) iniciaron una operación de rescate y evacuación de los defensores de Mariupol con el objetivo de devolverlos a sus hogares” [2].
Así, de un plumazo, la rendición fue convertida en “evacuación” y “rescate”, y el triunfo ruso sobre una ciudad considerada de importancia estratégica se transformó en la decisión del gobierno de Ucrania de “disminuir la intensidad de las operaciones militares”. Al mismo tiempo, una andanada de fake news en torno a la supuesta derrota rusa en operaciones tácticas dominó al relato oficial durante toda la semana [3]. En este contexto, empieza a configurarse un nuevo escenario de guerra.
El gobierno norteamericano sumó otros 150 millones de dólares a los 40.000 millones de ayuda militar aprobados por el Congreso [4]. Asimismo, el G7 se comprometió a enviar 20.000 millones de dólares y la OTAN decidió “dar apoyo militar sin límites” mientras Ucrania lo necesite [5]. Esta orgía de financiación se suma a la reiteración de los gobiernos norteamericano y británico de no negociar con Rusia; a la decisión de Suecia y Finlandia de pedir la integración inmediata a la OTAN; al inicio de ejercicios a pocas millas de una base militar rusa y militares con participación de los países bálticos [6]; y a la decisión de los gobiernos de Ucrania y Polonia de “borrar sus fronteras”, avanzando en una “misión de paz” en el oeste de Ucrania. Así, pareciera que los objetivos de “la operación especial” rusa de desnazificar y desmilitarizar la zona ruso-parlante del sudeste y convivir con un gobierno neutral en Ucrania son dinamitados a diario por una escalada del conflicto que no tiene límites. Tal vez esta dinámica se explique por fenómenos que se originan en otros ámbitos.
Estados Unidos: puja política y crisis financiera
La fragilidad de la economía global y las disputas geopolíticas inciden sobre la política norteamericana. La pugna entre los partidos políticos empieza a impregnar la puja entre un puñado de monopolios tecnológicos por aumentar su control sobre la política y la economía del país. Esto ocurre en un contexto internacional amenazado por la implosión de una crisis financiera global de magnitudes inéditas y en una coyuntura interna marcada por la creciente debilidad del gobierno demócrata que, en vísperas de elecciones, intenta frenar el avance de Donald Trump sobre el control futuro del Congreso y, eventualmente, sobre la presidencia del país. Los incidentes en torno a la adquisición de la red social Twitter por parte de Elon Musk, cabeza de Tesla/Spacex, encapsulan esta sincronización de pujas por el poder y desnudan algunos de los mecanismos que hoy se utilizan para controlar la narrativa oficial y eliminar el disenso.
Tesla busca controlar actividades productivas a escala mundial y en la estratósfera y es, al mismo tiempo, un pilar del sistema financiero: las acciones de Tesla impregnan a una red interconectada de “instrumentos financieros estructurados” y de derivados, cuyo valor supera la capitalización de mercado de las acciones del emporio tecnológico y lo convierte en un nervio de vital importancia para la estabilidad financiera global [7]. Para lograr sus objetivos de negocios, Musk ha utilizado copiosamente a su cuenta en Twitter en el pasado. Más recientemente, cuestionó la censura existente en los medios de comunicación y en las redes sociales y anunció su intención de comprar esta red social. Esto abrió una caja de Pandora: fue fuertemente criticado por el directorio de Twitter y sus empleados, por directivos de redes sociales y medios de comunicación, por la dirigencia del Partido Demócrata y por el propio gobierno de Joseph Biden, quien inmediatamente nombró un Consejo de Gobernación y Control de la Desinformación a cargo de filtrar la “información disruptiva” y la desinformación en las redes sociales, y en particular en Twitter [8]. En este contexto, Musk renegó de su pasado Demócrata, anunció que votará por los republicanos en las próximas elecciones e invitó a Trump a volver a Twitter [9].
La disputa continúa y ha arrojado un haz de luz sobre el uso masivo de bots y cuentas falsas con el objetivo de manipular la información y censurar opiniones, tanto en Twitter como en otras redes sociales. Hoy se sabe que los bots representan el 49% de los seguidores del Presidente Biden en Twitter. El uso de este mecanismo es de tal magnitud que Musk ha condicionado ahora su compra a la verificación pública de las dimensiones del fenómeno, algo que el CEO de Twitter se niega a concretar [10].
Esta puja ocurre en un contexto financiero marcado por la caída del valor de las acciones: 12.5% del Dow Jones, 16.1% del S&P500 y 26.5% del Nasdaq Composite en lo que va del año; la depreciación de bonos corporativos y públicos y el colapso del valor de las principales criptomonedas: 55% del valor del bitcoin y 57% del valor de Ethereum desde noviembre [11]. Esto ocurre en un mercado de acciones que con 54.8 billones (trillions) de dólares supera al valor del PBI combinado de Estados Unidos, China, Japón, Alemania, Francia, Italia e Inglaterra. El valor de los activos comerciales de los bancos asciende a 22.6 billones (trillions) de dólares y seis grandes bancos norteamericanos controlan el 61% de los mismos, junto con el 89% de los 234 billones (trillions) de dólares de la deuda “oficial” con derivados [12].
A tal panorama se suma un contexto fiscal y monetario que es la antítesis de las recetas de ajuste fiscal y monetario promovidas por el FMI y organismos financieros en los países periféricos altamente endeudados: el déficit fiscal norteamericano pasó de representar el 3.1% del PBI en el 2008 a 14.85% del mismo en el 2021; la deuda pública, que en 2008 representaba el 68% del PBI norteamericano, llegó al 124% del mismo en 2021 y la hoja del balance contable de la Reserva Federal que en 2008 era de 5.7 billones (trillions), hoy es de 31.5 billones (trillions).
Las sanciones impuestas a Rusia han agravado el riesgo de implosión financiera: si la Reserva aumenta las tasas de interés para combatir a la inflación, arriesga la implosión del endeudamiento generalizado. Asimismo, tanto las tasas de interés como los precios de los combustibles son componentes esenciales de la deuda con derivados, generando así una situación que replica y potencia lo acontecido con las hipotecas subprime en la crisis del 2008.
Por otra parte, las sanciones también han potenciado la disrupción de los flujos de pagos y cadenas de abastecimiento de todo tipo de bienes, y en particular de los energéticos, intensificando la inflación internacional. La suba de los precios de los productos energéticos es agravada por la existencia de “impedimentos físicos” para suplir las faltantes de petróleo y gas en Europa por parte de los países productores de estos commodities [13] y por la rápida conformación de una red de intercambio “paralelo” que multiplica los intermediarios reales y ficticios. Como consecuencia de estos fenómenos, hoy la oposición de la Comunidad Europea al pago de gas por rublos –propuesto por Rusia– ha colapsado, y las trabas a las importaciones de petróleo ruso se disuelven en el tráfico paralelo. Mientras tanto, el rublo –principal objeto de las sanciones– ha trepado un 9% en relación al euro, y se fortalece con relación al dólar, llegando al nivel que tenía en 2018.
En este contexto, un cambio radical emerge en el escenario financiero internacional: la utilización de los commodities como medio de pago y la emergencia “de facto” del trueque para escapar al sistema financiero dominado por el dólar y evitar las sanciones de Occidente [14]. Esto amenaza al rol del dólar como moneda internacional de reserva y abre las puertas a un nuevo realineamiento mundial en torno al intercambio global, financiado con monedas locales y utilizando sistemas de transacciones financieras al margen del dólar; el fortalecimiento de las monedas locales basándose en commodities y recursos naturales y la posible emergencia de nuevas formas de reestructuración/eliminación del alto endeudamiento en dólares de los países periféricos que producen y exportan commodities.
La Argentina necesita una nueva épica
La crisis global permite esperar a corto plazo un proteccionismo creciente, sumado a precios en alza de los commodities, especialmente los energéticos. La Argentina podría aprovechar esta coyuntura internacional para empezar a desarrollar sus enormes recursos naturales que hoy escasean en el mundo, anclar el valor de su moneda a los mismos, eliminar su deuda en dólares y empezar a desdolarizar su economía cambiando su matriz productiva, sustituyendo importaciones e impulsando al mercado interno para crear trabajo digno y salarios que eliminen la pobreza. No lo puede hacer porque los intereses de un grupo minúsculo, pero enormemente poderoso, dominan la economía, las finanzas, las instituciones, los medios de comunicación y hasta el “sentido de lo que es posible” de muchos dirigentes, que han sido votados por el pueblo para terminar con la pobreza y las injusticias. El mecanismo que utilizan los poderosos para doblegar a la sociedad a sus intereses sectoriales es histórico: la corrida cambiaria y la formación de precios.
El Acuerdo con el FMI incentiva la inflación y la devaluación de nuestra moneda. Y el aumento de las tasas de interés nos ata al dólar, impidiéndonos emitir criptomonedas o explorar otras opciones. Lejos de resolver nuestros problemas, el Acuerdo con el FMI los profundiza, y agrava la pugna por la apropiación de recursos y divisas entre los que más tienen.
La absorción de la Secretaría de Comercio, bajo la dirección del ministro de Economía, no hace más que exponer la debilidad del Presidente e incentivar la embestida contra su gobierno. El Estado tiene recursos de distinta índole para transformar la situación, pero el Presidente no puede esperar a que la oposición le dé permiso en el Congreso. Debería declarar una Emergencia Nacional y utilizar toda la fuerza del Estado para frenar esa embestida, producir un shock distributivo a favor de los asalariados y movilizar a sus votantes tras un plan de corto y mediano plazo destinado a incentivar el mercado interno y cambiar la matriz productiva. Si no lo hace, las palabras y promesas de campaña, los anuncios de guerra contra los precios, las retenciones que se dicen y se desdicen y los salarios que van siempre a la cola de los precios, sólo servirán para intensificar el huracán que ya ha desatado la angurria sin límites de los pocos que mucho tienen y del propio FMI. De nada vale tener por norte a las elecciones de 2023: antes hay que superar los meses que vienen, que serán de extrema desestabilización económica e institucional. El gobierno no está solo: tiene a los que lo votaron. Cada día que pasa están más perdidos en el desamparo. ¿Por qué no convocarlos a participar en una nueva épica y “gestionar” en esa dirección?
[1] Entre otros, @nytimes.com, tgwitter, nytimes.com, 16/05/2022; nytimes, zerohedge.com, theguardian.com, 17/05/2022.
[2] Zelensky en zerohedge.com, 18/05/2022.
[3] Entre otros, Brian Berletic, https://www.youtube.com/watch?v=rcIiiDEOlwo&t=193s.
[4] Ayuda aprobada por la totalidad de los demócratas, incluida su ala más progresista, que en otras ocasiones ha criticado al presupuesto militar.
[5] zerohedge.com, 17/05/2022.
[6] zerohedge.com, 19/05/2022.
[7] Al decir de Goldman Sachs, Tesla es “un animal cuyo comportamiento altera la forma en la que el mercado pone precio al riesgo”, ft.com, 22/11/2021.
[8] La titular del nuevo organismo, de origen ucraniano y con activa participación en ONGs e instituciones dominadas por el Partido Demócrata, tuvo un rol crucial en el golpe blando de 2014 en Ucrania, en el Russiagate contra Trump y en el bloqueo de la información proveniente de la computadora de Hunter Biden durante la campaña presidencial de 2020.
[9] Red de la cual fue expulsado en su último año de gobierno. Trump no aceptó la invitación, pues tiene su propia red social.
[10] Entre otros, zerohedge.com, 02, 10, 15, 16, 17, 18, 19/05/2022.
[11] zerohedge.com, 17/05/2022.
[12] wallstreetonparade.com, 18/05/2022.
[13] Entre otros, OPEP, en zerohedge.com.
[14] Rabobank, en zerohedge.com, 16/05/2022.
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