A los gorilas, con cariño

Peronismo para la juventud. Del cabecita negra a Pichetto, de Borges a los famélicos espirituales

 

¿Qué lleva a una sub 40 a escribir un libro de enorme enjundia conceptual, intelectual y política y, como si eso fuera poco, cargarse sobre los hombros la pesada tarea de explicarles el peronismo a los jóvenes? La hipótesis inicial es que Natalí Incaminato (profesora en letras, doctorada en la especialidad, periodista, columnista y conductora de radio), en otro alarde de su sentido del humor, dedicó ese ensayo a sí misma.

Hay más inferencias para este boletín, por ejemplo, la de Pedro Saborido en el prólogo. Sospecha Pedro que Incaminato se acercó al peronismo cuando, igual que le pasó en otros tiempos a Leonardo Favio, se dio cuenta que nadie es feliz ni se realiza en soledad. Otra explicación es que se trata de un libro escrito en pandemia y ahí, entre cuarentenas y protocolos, la autora entendió que en el país y en el mundo no existía una bandera más urgente que la de la justicia social. Y, aún con limitaciones, esa bandera flameó siempre mucho mejor cuando fue agitada por peronistas. Y hasta podría sumarse otra conjetura: lecturas y experiencias provenientes de Enrique Santos Discépolo, Néstor Perlongher, Leónidas Lamborghini, Arturo Jauretche, Alejandro Rubio, Evita y Perón, Cristina y Néstor, que le iluminaron el camino y que reaparecen en varios momentos del libro.

Natalí escribe liso, llano y lindo, es directa, no anda con vueltas. Si tiene que apelar a la expresión “recagándose” (que aparece, precozmente, en la página 21) se recaga en las buenas formas y la usa y se expone. A partir de ahí las disrupciones son frecuentes y funcionales. A no asustarse, porque no hay ni una que no sepamos, o que no usemos todos a diario. Todo lo que escribe es afortunadamente entendible. Deja en claro cuáles fueron las palabras por la que “la Argentina blanca” necesitó taparse la nariz cuando la realidad la colocó frente al 17 de octubre de 1945: descamisados, negrada, cabecita, aluvión zoológico. Esas sí que eran malas palabras. Y, además, sin que le tiemble la mano recupera frases reactivas, enemigas de aquella pueblada: “La sangre mestiza hizo su irrupción en la urbe” o “Muchedumbre amorfa y descamisada que gritaba en las calles: ‘Alpargatas sí, libros no’”. Rescates semejantes abundan en el libro y resultan muy útiles para probar que la grieta no es un invento del kirchnerismo. Apunta con razón que, en aquel tiempo, salir a la calle sin saco y sin corbata no fue algo dictado por la estética, sino que se trató de algo decidido por el apuro, “porque al General Perón hubo que salir a defenderlo de un minuto para el otro y sin pensar demasiado”. Desafía con lucidez: los primeros peronistas, o sea, los que crearon y sostuvieron ese primer gobierno, no eran peronistas hasta ese momento de 1945. Y explica con solidez: “El peronismo es… un collage de elementos distintos, de diversas procedencias. Perón reversionó ideas de Irigoyen y desde sus inicios estuvo integrado por jóvenes obreros socialistas y anarquistas”. Pero ojo. Lo permanente y agradecido del libro es su poderosa capacidad metaforizadora y, especialmente, su humor. Valiosas razones que estas frases de su cosecha explican: “El odio antiperonista de Borges era su bondi o subte en hora pico”; Miguel Ángel Pichetto: “Peronista con capacidades de fidelidad diferentes”; Mauricio Macri: aparece cada tanto porque “está de vacaciones cabalgando reposeras a pelo”; “En la paupérrima performance del gobierno de Cambiemos su lema básico fue: ‘Lo prometido es deuda’”.

 

 

Deben ser los gorilas…

Lo gorila, el gorilismo, las distintas clases de gorilaje, integran un corpus central en Peronismo para la juventud. En el capítulo “Gorilas en la niebla”, Natali ubica como pasajeros de un mismo tren (acaso haya sido el último que partió antes de enterarse de la nacionalización de los ferrocarriles en 1948) a Victoria (Ocampo), Beatriz (Guido), Ezequiel (Martínez Estrada) y Jorge Luis (Borges). Las estaciones en las que ese convoy se detiene (artículos, ensayos, novelas, cuentos que esos autores escribieron) revelan la variada clase de expresiones gorilas con las que convivimos en los recientes 70 años y más, desde el diario La Nación a Nicolás Dujovne, de Américo Ghioldi a Marcos Aguinis, de sutilezas a groserías. Hasta nuestros días la forma de identificar a lo peronista y kirchnerista tuvo elementos racistas y clasistas. Aclara Incaminato (popular en twitter como @LaInca_): “Miles de forros consuetudinarios y famélicos espirituales modulan distintas versiones del coro pelotudo subestimador que describe al votante peronista como una voluntad disminuida, maleable, fanática, o lisa y llanamente, execrable”. Y agrega: “El gran drama del antiperonismo argentino es que ha hecho de ese desprecio a la propia patria una suerte de principio constructor de las subjetividades políticas”. Y alerta, porque nunca está de más, diciendo que también “hay un gorila dentro de cada uno de nosotros”, porque “el gorilismo es un súcubo que se puede adueñar de todo espíritu desprevenido”, en alusión al votante peronista que por alguna razón se comió el verso de la meritocracia, que cree que todo lo de afuera es superior a lo nuestro o que le cuesta demasiado ponerse en el lugar del otro.

 

 

…deben ser

Cada tanto (en su medida y armoniosamente), el libro presenta diálogos imaginarios (el más extenso con Borges), especie de ingeniosos pasos de comedia que en algún futuro (esto lo digo yo, aunque nadie me preguntó nada) podrían tener destino de sketches teatrales o de stand-up. También es logrado el Horóscopo chino de gorilas. Una presunta especialista llamada Ludovica Wilkins descubre varias clases: “Antiperonista institucionalista republicano de agua. Ascendente en Daniel Sabsay. Medido, timorato, indignado, leguleyo. Grado de gorilómetro: 8. Profesión: juez, columnista, político, bloggero”; “Periodista antiperonista de plomo. Ascendente en Héctor Magnetto y Bartolomé Mitre. Histriónico, fiel, materialista. Grado de gorilómetro: 10. Profesiones recomendadas: abridor de sobres, presentador televisivo, inquisidor”; “Antiperonista modernizador de aire. Ascendente en Horacio Rodríguez Larreta y el CIPPEC. Soñador, vanguardista, cosmopolita, confiado. Grado de gorilómetro: 6. Profesiones recomendadas: egresado de universidad del primer mundo, economista, docente de la universidad Di Tella”. Para que también tengan los del palo, pone a consideración un horóscopo chino peronista: “Peronista caudillo del interior de tierra. Ascendente en Chacho Peñaloza. Telúrico, clasicista, folklórico, aguerrido. Grado de peronómetro: 19. Profesiones recomendadas: abogado, terrateniente. Predicciones: se rasura mal una patilla y se le aparece Domingo Faustino Sarmiento con cara de ojete”.

Con grados de iconoclastia similares y sin resignar ni un ápice de sarcasmo, Incaminato desarrolla el capítulo “Tanatología peronista: cuerpos y funerales”. Dice: “En la historia del peronismo, la cuestión del cadáver y el velorio es fundamental… En cuanto a los cuerpos de Perón y Eva, y sus respectivos funerales, observamos que están entre la grandilocuencia y el carácter fastuoso y la profanación, el robo y el cercenamiento”. En ese marco observa “el discurso gorila dentro de la literatura y cita relatos, como La señora muerta, de David Viñas, La cola, de Rodolfo Fogwill, Ella, de Juan Carlos Onetti y El simulacro de Jorge Luis Borges. El tema revivió –con perdón del término– con la muerte del ex Presidente Néstor Kirchner en el 2010. Escudándose en el muy poco serio argumento de “lo dice la gente, se escucha en la calle”, Mirtha Legrand afirmó en televisión que “el cajón no era lo suficientemente largo como para que cupiera el cadáver del Presidente”. En esos días también Lilita Carrió se animó a decir que ese multitudinario funeral había sido organizado por la compañía teatral Fuerza Bruta. “Cosas de la imaginación gorilácea”, sintetiza la Inca y equipara el infundio de Mirtha a una de las más tristes frases de la dictadura: “Los desaparecidos están paseando por Europa”.

El libro finaliza con un Epílogo. Acaso sea un error pensar que tiene final un movimiento político que supo prolongarse en el tiempo y aún hoy, entre tembladerales, sigue muy vigente e influyente. Aunque tiene sus apuntes jocosos (el “Momento Viva Perón, carajo”) es el capítulo más apegado a la ortodoxia narrativa e histórica. Y probablemente también sea el tramo final del libro en el que algún joven lector haga el imprescindible clic y piense: “¿Así que esto era como cuenta Natalí? Entonces yo quiero ser peronista”.

 

 

La autora, Natalí Incaminato (@LaInca_)

 

 

 

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