La dignidad de los muertos
¿Qué suerte corren los restos de las víctimas en la guerra de Ucrania?
En medio de la guerra, ¿qué suerte corren los restos de las víctimas? Esta pregunta lejos está de ser retórica: remite a la diversidad de los usos públicos y los potenciales manejos de los restos de las víctimas civiles y militares. Restos que en las prácticas bélicas cumplen una función múltiple, a la vez simbólica, memorial, probatoria o catártica. Pero es mayormente su función política la que atraviesa −desde variados ángulos y en marcos diferentes− la información que nos llega. Los cuerpos de las víctimas de violencias masivas habitan el espacio material de los conflictos y, desde entonces, el espacio virtual, de manera más o menos visible, sostenida, documentada o verificable, incluso mucho tiempo después de ocurridos los hechos.
Desde el inicio de la agresión rusa contra Ucrania circulan en la web y en las redes sociales imágenes de cadáveres de militares sin sepultura, junto con registros visuales de prisioneros de guerra y víctimas civiles, que pueblan tanto la realidad como el imaginario de quienes asisten con horror al despliegue de una nueva guerra. El fenómeno no es nuevo: en efecto, se exponen con frecuencia cuerpos muertos, cadáveres, huesos, mediante imágenes que se ha dado en producir cuando se trata de informar y contrarrestar la distorsión de los hechos, denunciar los crímenes, dar prueba de las atrocidades, movilizar a la comunidad internacional, honrar la memoria de las víctimas… o al revés, manipular, humillar, desestabilizar, aterrorizar. Para los familiares de los desaparecidos, la prioridad consiste en encontrar cuanto antes a sus seres queridos, devolverles dignidad a los difuntos privados de sepultura, iniciar en su caso el proceso de duelo, acceder a la verdad (¿cuándo, quién, dónde, cómo, por qué?). Verdad que es objeto de un derecho, a la vez individual y colectivo, consagrado por el derecho internacional humanitario y los derechos humanos.
Se entienden ahora mejor los tejes y manejes de una plataforma de Internet puesta en línea por Kiev (su nombre alude a un antiguo código utilizado en Rusia para designar a los soldados muertos en combate y repatriados) que permite a los familiares de militares rusos enviados al frente informarse sobre su destino, mientras Moscú calla, desinforma, enmudece, disimula. So pretexto de fines altruistas y humanitarios, que llega al punto de convocar a las madres de los desaparecidos y al Comité Internacional de la Cruz Roja a venir a recoger los cuerpos, esta visibilización de las pérdidas rusas apunta a dos pájaros con un tiro: afecta la moral del adversario y desacredita el régimen de Moscú, alentando al mismo tiempo los movimientos de resistencia civil y de protesta. El impacto psicológico no es menor para una sociedad rusa marcada por lo que algunos denuncian como el desprecio durante décadas de las autoridades por la vida de sus soldados. Si bien en estos contextos suelen camuflarse las pérdidas militares y manipularse las cifras, no olvidemos que esas prácticas han existido en conflictos pasados (Afganistán, Chechenia), y parecen repetirse una y otra vez desde 2014, con el abandono de los cuerpos de militares o su inhumación precipitada y sin identificación en fosas comunes o tumbas anónimas. Por otro lado, no es anodino indicar también la circulación de un rumor sobre el uso de crematorios móviles que acompañarían a las tropas rusas en Ucrania para hacer desaparecer los cuerpos, eliminando todo rastro. Pero las huellas de los crímenes en masa nunca desaparecen por completo. Desafían el tiempo, el olvido, la denegación, la destrucción.
Cualquiera sea el caso, el derecho internacional –en particular, el derecho internacional humanitario– establece deberes de respeto a la dignidad de los muertos, los desaparecidos y sus familiares, aunque no resuelva el asunto espinoso del estatuto jurídico de los restos humanos que ocupan el centro de todas las investigaciones, en el marco de procedimientos judiciales o extrajudiciales entablados por profesionales o por familiares, dentro o fuera del ámbito del derecho. Más allá de las respuestas que el trabajo sobre esos cuerpos y en torno a ellos pueda aportar a las familias, es una vía de acceso a muchos indicios capaces de aclarar aspectos de los crímenes y sus repercusiones, develar el sistema en el que se encuadran así como las responsabilidades que generan. Es un trabajo de especial relevancia cuando contribuye a una investigación como la iniciada por la Oficina del Fiscal de la Corte Penal Internacional sobre la situación en Ucrania, o también la que llevará a cabo en paralelo la Comisión de la ONU creada a tal efecto con miras a futuros juicios sobre los crímenes resultantes de la invasión rusa.
En estas configuraciones, el tratamiento y el devenir de los despojos mortales son siempre portadores de desafíos transversales que requieren análisis científicos interdisciplinarios a fin de aprehender su diversidad y su complejidad. Se está abriendo un nuevo campo de estudios en este sentido dentro de las ciencias sociales desde hace una década. Pero esos desafíos también invitan al diálogo entre universitarios, operadores y actores en el terreno, capaz de crear herramientas que –por lo menos– faciliten una implementación coherente de los logros del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos, en sinergia con las buenas prácticas en la materia. Implican asimismo, inevitablemente, el planteo de la cuestión fundamental del lugar y del papel que cumplen los restos humanos en la comunidad de los vivos.
* Profesora de derecho en las Universidades de Ginebra y de Neuchâtel (Suiza), Sévane Garibian es la directora del programa de investigación Right to Truth, Truth(s) through Rights: Mass Crimes Impunity and Transitional Justice financiado por el Fondo Nacional Suizo para la Investigación Científica. Junto con su equipo, colaboró con el Missing Persons Project del CICR en la redacción de los Guiding Principles for Dignified Management of the Dead in Humanitarian Emergencies and to Prevent them Becoming Missing Persons, publicados en 2021.
** Texto publicado en francés en Heidi.news el 13 de marzo 2022. Traducción al español: Ana Guarnerio.
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